Decir Palito González es inevitablemente hablar de gastronomía con tradición en San Juan. Aunque muchos lo conocieron en su etapa de empresario, Carlos, como es su verdadero nombre, comenzó siendo mozo del viejo Hotel Sussex. Después de medio siglo de trabajo, prácticamente toda su familia está abocada a esta actividad.
Raíces jachalleras
Con más de cincuenta años en el rubro, Palito González es reconocido por su trabajo en la gastronomía. Hombre de raíces jachalleras, comenzó siendo mozo del Hotel Sussex, siguió en el Nogaró, hasta que a fines de los ochenta encaró el reto de su propio emprendimiento. Desde entonces, toda su familia está vinculada a la actividad y esta es su historia.
Blas Remberto González y Nélida Vega eran los padres de Carlos, a quien desde chico apodaron Palito. Ambos eran jachalleros y se conocieron en una cena en ese departamento.
Se casaron a fines de la década del cuarenta, y después del enlace decidieron mudarse a la ciudad. Se instalaron en Concepción y Blas armó una empresa constructora junto con sus hermanos, con la que trabajaron en la construcción de los barrios Palermo y Chacabuco, entre otros. Mientras, Nélida se dedicó a los quehaceres del hogar y al cuidado de los hijos que tuvo el matrimonio. En agosto de 1949 nació Carlos, el primero, luego llegó Rosa Josefina, y entre medio tuvieron otro varón que falleció siendo muy chico.
Blas era un hombre recto y de palabra. A pesar de su fría apariencia, tenía varios amigos y disfrutaba compartir con ellos y cantar. Nélida era una mujer muy fervorosa. Siendo joven una enfermera le enseñó a colocar inyecciones y, siendo mayor, hizo una promesa a Dios de no cobrarle a nadie que le solicitara ese servicio y así lo hacía sobre todo con sus vecinos. Ella soñaba con que su hijo mayor pudiera ser farmacéutico, o seguir una carrera militar, pero el destino se delineó de otra manera.
El pequeño lustrador y cadete de farmacia
Después de terminar la primaria en la Escuela Nacional 29, con doce años, Carlos decidió empezar a trabajar. Sus padres no se lo pidieron, pero él quería darles una mano. Empezó como lustrador y todo lo que reunía se lo entregaba a su madre, que luego se ocupaba de comprarle lo que él necesitara. Además, para no abandonar los estudios, hizo el secundario en el turno nocturno de la Escuela Fray Justo Santa María de Oro, junto con un amigo salía en carretela hacia el campo, compraban y vendían botellas, bolsas de afrechillo y carbón.
Al igual que su papá, Carlos disfrutaba mucho de cantar, aunque él mismo reconoce que le faltó el don natural, si lo hubiera tenido habría sido cantante. A pesar de eso, desde chico, con sus primos, jugaban a cantar. Ponían discos, él era el cantante y hacía la mímica sobre un improvisado escenario. De allí, y de su contextura física, muy delgada, vino el apodo de Palito.
Después de los primeros trabajos en la calle, Palito entró a trabajar en la Droguería Cóndor y, con su primer sueldo, se compró una bicicleta. Desde calle Entre Ríos y Córdoba, donde estaba ubicado el local, salía a llevar los pedidos a las farmacias. En una de estas, la Santa Teresita, ubicada en Avenida Rawson y Juan Jufré, le ofrecieron trabajo. El dueño le propuso ser cadete y así comenzó. A la par, comenzó a formarse para ser idóneo en farmacia, pero una operación comercial cambió su rumbo. Después de cumplir los dieciséis años, el propietario vendió la botica y Palito se quedó sin trabajo. Entonces, se sumó a la empresa constructora de su padre, hasta que un primo hermano le propuso que comenzaran a trabajar en el viejo Hotel Sussex, edificio que luego fue ocupado la Cámara de Diputados de la Provincia.
El Hotel Sussex: el portal a la gastronomía
Entraron a fines de 1965, como pela papas y lavaplatos. Allí, desde la cocina del Sussex, probablemente sin saberlo, Palito comenzaba a delinear su carrera. Dos meses después de haber ingresado el jefe de mozos, también conocido como el “maître”, le dijo “vení, flaquito, te voy a pasar a mozo”. Así que le compraron moño, camisa, pantalón y saco blanco. El hombre le enseñó cómo y por dónde debía servir la bebida, la comida y cómo retirarse. Entre las mesas del hotel, el joven empezó a conocer a destacadas figuras del ámbito político, artístico y deportivo, de la provincia y del país. Además, comenzó a descubrir que tenía muchas condiciones para ser mozo, era muy carismático, estaba siempre atento y tenía muy buen trato con los clientes. Así que, pronto comenzaron a solicitar sus servicios con preferencia.
El trabajo en el Sussex no solo fue la puerta de entrada a la gastronomía, sino también la oportunidad para conocer a su compañera, Olga Cecco. Ella era hija de María Elvira Picco, la jefa de lavandería del hotel. Elvira comenzó a trabajar en esa época después de que su esposo, Pedro Cecco, falleciera con apenas 50 años. Ella salía de la casa, mientras que su hija mayor, Olga, cuidaba de sus hermanos menores: Mabel, Beatriz, Pedro y Osvaldo. En una fiesta que tuvieron los empleados del hotel, Palito conoció a la joven y la sacó a bailar.
Después de estar un año en el Sussex, Palito dejó el hotel y trabajó un tiempo en boliches nocturnos. Esto fue hasta que en octubre de 1967 vio un aviso en el diario del nuevo “Hotel Nogaró”, que buscaba mozos y cocineros. Se presentó, le pidieron preparar un plato de comida como forma de prueba y lo tomaron. La inauguración del edificio fue el 11 de noviembre, entonces resultó todo un acontecimiento para San Juan. Era el único hotel de cinco estrellas de la provincia.
Dos décadas de Nogaró
Palito entró en el Nogaro como mozo y, desde ese lugar, comenzó a construir una importante carrera. Como era el hospedaje de mayor categoría de San Juan, allí paraban y comían importantes artistas, deportistas y políticos, además era sede de importantes casamientos y festejos de cumpleaños de 15. En ese contexto él tuvo el privilegio de conocer y entablar relación con varios famosos. Cuando bajaban del escenario, salían de la cancha o del acto, los esperaba con un plato de comida y disfrutaba del lujo de conocerlos en esa faceta más íntima. Así fue con los dirigentes sindicales Lorenzo Miguel, José Ignacio Rucci, el político José López Rega y Susana Giménez. La ex modelo fue al hotel para participar de un desfile. Después de subir a la pasarela pidió dos jugos naturales y tostados, cuando Palito llegó a la habitación la diva de los teléfonos estaba acostada en ropa interior con uno de los modelos.
También conoció a Sandro. Después de que el cantante actuaba lo esperaba con un plato de milanesa, huevo y papas fritas. Palito se hizo amigo del representante. Así que, la segunda vez que el gitano se hospedó en el hotel lo invitó a cenar con ellos. En otra oportunidad le tocó atender al cantante griego Demis Roussos, de quien se decía que comía perros. El representante le pidió a Palito que le sirviera un pollo deshuesado, y el artista lo comió con las manos.
Aunque su rol en el hotel era ser mozo, más tarde maître, Palito no se limitaba a eso. Cuando los famosos iban al Nogaro para hospedarse por segunda vez, le pedían que los ayudara a conocer San Juan, y así lo hacía. Algunos incluso fueron a comer a su casa.
En 1974, casi a la mitad de su tiempo de trabajo en el Nogaró, Palito se casó con Olga. Al poco tiempo llegó la primera hija, Natalia, luego Marcelo y después la menor, Belén. Aparte, además de trabajar para el hotel, hizo lo mismo en el restaurante del aeropuerto de la provincia, en la época en que había un solo vuelo por día. Aunque no eran muchos los pasajeros, el lugar ofrecía almuerzo y cena y mucha gente iba para conocer esa terminal.
Aparte, en más de una oportunidad solicitaron los servicios de Palito desde restaurantes de afuera de la provincia; incluso le ofrecieron quedarse, pero él nunca quiso dejar San Juan. Trabajó en Mar Chiquita, Córdoba; en el Sheraton de Buenos Aires y en el restaurante “La casa de mi abuela” en Mar del Plata.
A la par de la gastronomía y del canto, el fútbol fue otra gran pasión de Palito. De chico jugó en San Martin y Atlético de la Juventud. Jugaba de cinco. Cuando empezó a trabajar en la noche, en el hotel Sussex, tuvo que dejar esos clubes, pero nunca se alejó de la pelota. Como empleado del Nogaró formó parte del equipo de fútbol del hotel, junto a otros mozos y cocineros. Con ellos viajaron en más de una oportunidad a Mendoza y Córdoba.
Del hotel al hostal
Después de mozo, lo ascendieron a barman, luego a maître y encargado del comedor, función esencial en las grandes fiestas. El hotel era su lugar de lunes a sábado, al mediodía y en la noche, y cuando había festejo se quedaba desde la tarde noche hasta la madrugada. Aunque disfrutaba muchísimo esa labor, poco tiempo le quedaba para compartir con su familia. Además, después de casi veinte años en el lugar, pensaba: “Hay gente que tiene lomotecas y negocios parecidos y les va muy bien. Yo sé de comida, hice cursos y tengo experiencia”. Efectivamente así era, porque como empleado del hotel recibía varias formaciones, sobre todo en la época en que la Dirección de Turismo estuvo a cargo de Guillermo Barrena Guzmán. Así que en 1987 dejó el hotel para trabajar en el Hostal de José.
Empezó un primero de agosto como encargado del local. Después de seis meses, como los dueños del negocio no venían del rubro gastronómico, le alquilaron el restaurante a Palito y él cambió el nombre por “Hostal de Palito”. Les rezó a San Expedito y a la Difunta Correa para que lo ayudaran en este nuevo camino, y así fue. Desde el principio tuvo gran respuesta.
Además de llevar sus platos preferidos al restaurante, esta fue la etapa en que el resto de la familia comenzó a sumarse a la gastronomía. La primera fue por supuesto Olga, que comenzó trabajando en la caja y luego quedó a cargo del local. En 1991 lo buscaron a Palito para que fuera concesionario del Club Sirio Libanés. Aceptó la propuesta y él quedó a cargo de este local.
A la par, encararon el desafío de organizar eventos, aprovechando la experiencia de años de trabajo de Palito en el Nogaró. El mozo y empresario siempre agradeció la ayuda de Dios y la confianza de sus clientes para que su emprendimiento prosperara. Al matrimonio González Cecco, de a poco, se fueron sumando sus hijos que se formaron para brindar su aporte a la empresa familiar. Natalia es licenciada en Marketing, está casada con Facundo Cornejo y es madre de Máximo, Augusto, Luz y Santiago Cornejo González. Marcelo también estudió marketing, se formó en gastronomía moderna e idiomas. Él está casado con Carina Bózzola, decoradora, que cumple ese rol en los eventos que organizan. Marcelo y Carina son padres de Paulina, Catalina y Emiliano González. La menor, Belén, está casada con Fernando Pol, viven en Mendoza y son padres de Mateo Pol González. Ella también ayuda con la empresa durante los fines de semana.
» » »
CARLOS “PALITO” GONZÁLEZ. “Un nombre propio en la gastronomía sanjuanina”
(Entrevista que incluye video realizada por Juan Carlos Bataller a Palito González en el ciclo “Qué hiciste con tu vida”, en febrero de 2019)
—Palito, ¿cuál es tu nombre?
—Carlos González.
—Creo que esta es la noticia del día, nadie sabe que te llamás Carlos.
—Nadie sabe mi nombre y apellido, todos me dicen Palo Palito… Seguir leyendo
Ver artículo: 40 años de Marcelo González