La biografía de Olga Manzano ha estado vinculada, durante muchos años, a la de Manuel Picón, compañero artístico y sentimental que, lamentablemente, falleció en 1994. El CD, titulado Presentimientos, es el primero grabado por Olga tras la ausencia de Manuel, y es el testimonio más tangible de su renovada y espléndida aventura artística en solitario.
El siguiente es un artículo publicado en ‘cancioneros.com’ el día 3 de octubre de 2008.
Olga Manzano y Manuel Picón integraron, sin duda, uno de los dúos latinoamericanos más importantes de los que aterrizaron en España a mediados de los setenta, concretamente, en 1974.
Olga nació en Angaco, provincia de San Juan (Argentina), el 13 de mayo de 1940. Muy joven, cursó estudios de canto, de danza y de teatro; actividades artísticas a las que ha dedicado toda su vida, bien como compositora, bien como intérprete y profesora.
Manuel nació en Montevideo (Uruguay) el 7 de febrero de 1939, y, al igual que Olga, cursó estudios de teatro y de música, sobre todo de canto y de guitarra. Su primera andadura artística fue la formación de un grupo llamado Los Tupambays, dedicado, fundamentalmente, a la interpretación de la música y de la canción tradicional uruguayas.
Nacidos en países diferentes, pero muy cercanos, en marzo de 1967, Olga y Manuel se conocieron en Buenos Aires; el encuentro ocurrió en la peña de Armando Tejada Gómez.
Olga trabajaba en aquella peña interpretando sus canciones, la mayoría de ellas del folclore argentino, y canciones compuestas por Osvaldo Avena, que, en aquel momento, era su maestro de guitarra.
Mientras tanto, Manuel había tomado la decisión de trasladarse de Uruguay a Buenos Aires para intentar dar a conocer en Argentina el trabajo que desarrollaba con el grupo Tupambays.
Nada más llegar a Buenos Aires, alguien le habló de la peña de Tejada Gómez, e inmediatamente fue a visitarla. Al entrar la primera vez en aquel local, Manuel se encontró con Olga que, justo en aquel momento, estaba cantando.
El cantor uruguayo se quedó prendado de inmediato de la argentina; en primer lugar, por la fuerza y la calidad de su voz y de su calidad interpretativa, y, por supuesto, también, por su extraordinaria y exótica belleza. Y surgió el flechazo.
Poco después de conocerse, se unieron como pareja, y empezaron a compartir su vida y su pasión por la música y por el canto popular. En un principio, al tiempo que impartían clases de música y de canto a domicilio, continuaron actuando como solistas, es decir, cada uno por su cuenta.
Pasado un tiempo –exactamente en 1970– el maestro Osvaldo Avena recomendó a Olga y a Manuel que empezaran a cantar juntos. Así lo hicieron, y dieron origen al dúo que bautizaron con sus nombres: Olga Manzano y Manuel Picón.
Uno de sus primeros trabajos como dúo fue el montaje de un espectáculo al que titularon Cantos a vuelo de paloma, en el que empezaron a contar con la colaboración de Indio Juan, con el que mantuvieron siempre una entrañable amistad.
En 1973, la pareja tuvo su primer hijo, al que le pusieron el nombre de Tabaré, y en enero de 1974 decidieron trasladarse a España.
La situación en Argentina en aquel momento les resultaba muy complicada, tanto desde el punto de vista económico como desde el político; sobre todo, como consecuencia del pensamiento apasionadamente democrático que ambos compartían y de su confrontación radical con los brotes golpistas que, ya entonces, empezaron a surgir, y que, dos años más tarde, en 1976, impondrían por la fuerza como presidente de la República al teniente general Jorge Rafael Videla; sin duda, uno de los más crueles dictadores de la historia de Argentina.
Ante esa situación, para Olga y para Manuel –pensando, sobre todo, en su hijo Tabaré– España era un horizonte de luz y de esperanza.
“España era para nosotros como una leyenda que a uno se le mete en el corazón –comentaba Manuel en 1985–. Teníamos de España una imagen romántica, porque así nos la pintaban los poetas españoles y los emigrantes, y uno empezaba a imaginarse cosas que, desde luego, tienen que ver bastante con la realidad. Al llegar acá, España supuso para Olga y para mí ese puerto benigno y en calma que nos alejaba de la tempestad. España fue para nosotros como una droga, en el buen sentido de la palabra; en realidad, somos hispano adictos”.
Así, con esa ilusión, con una maleta, dos guitarras y un niño que acababa de cumplir ocho meses, Olga y Manuel aterrizaron en Madrid.
“Recuerdo –me comentaba recientemente Olga– que el día que llegamos fuimos directamente a la pensión Alonso, que estaba en la calle del Pez; pensión en la que pasamos los primeros meses de nuestra vida en España. Aquella misma noche, dejamos a Tabaré al cuidado de la dueña de la pensión, que era una señora muy amable, y Manuel y yo nos fuimos a dar un paseo por la ciudad y a celebrar nuestra llegada brindando con unos vinos y unos taquitos de jamón. Fue una noche inolvidable”.
Pocos días después, por mediación del poeta Félix Grande, con el que compartían una buena amistad, Olga y Manuel acudieron a la sala madrileña Candombe, en la que, en aquel momento, actuaban Claudina y Alberto Gambino, un dúo llamado Mate Amargo –integrado por Carlos Blanco Fadol y Rosa María Torres–, Omar Berruti y Víctor Velázquez. Hicieron una prueba, y a los pocos días los contrataron.
Ya plenamente integrados en España, y con cierta seguridad económica –gracias a sus actuaciones en Candombe–, Olga le propuso a Manuel embarcarse en una aventura musical diferente de la que venían desarrollando. Esta aventura se concretó, en 1974, en la adaptación y la musicalización de la obra teatral de Pablo Neruda Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, escrita en 1967, en la que se narra la leyenda de un joven campesino chileno de diecisiete años que emigró hacia California, en 1850, en busca de oro, y que terminó su vida convertido en un mítico justiciero rebelde asesinado el 23 de julio de 1853, y al que se considera un símbolo del pueblo que lucha por su libertad y contra la injusticia.
Concluido aquel proyecto, Olga y Manuel entraron en contacto con Gonzalo García Pelayo y con Antonio Gómez –creadores y responsables de la serie de discos Gong, publicada por Movieplay–, e, inmediatamente, pusieron en marcha la grabación del disco y el montaje del espectáculo correspondiente. En aquel disco, publicado en 1974, Antonio Gómez, a modo de presentación, formulaba, entre otros, los comentarios siguientes:
“Este Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, sobre texto de Pablo Neruda para canto y recitado, supone una total novedad en el campo de la música sudamericana y, sobre todo, en el marco de la música española, en donde nunca se había compuesto, grabado y editado nada de parecidas características.”
“Manuel Picón adaptó el texto original de Neruda, encuadrándolo en los límites de duración que ahora conserva; también le puso música, y junto a sus compañeros (Olga Manzano, Lidia Tolaba, David Kullock, Ricardo Steinberg y Víctor Velázquez) pusieron en pie esta cantata que ahora es disco.”
“La interpretación de esta obra es el fruto de la unión de tres elementos distintos del canto sudamericano.
“Por una parte un dúo: Manuel Picón y Olga Manzano que, cuando no hacen la cantata, llevan adelante un rico muestrario de ritmos y formas de Uruguay y Argentina.
“Luego, un trío: Alpataco, que forman David Kullock, Ricardo Steinberg y Lidia Tolaba. A ellos se debe, sin duda, la riqueza instrumental de esta cantata, una riqueza que es el desafío a la música popular de todo el mundo: es la quena, los sikus, el moseño, el erke, las mil formas de percusión, un desafío de sonoridad que ya estaba en América antes de la llegada de los españoles y que ha sabido no sólo mantenerse, sino mostrarse más nuevo cada día.
“Y, en tercer lugar, un solista: Víctor Velázquez, la voz de un cantor de larga experiencia que al día siguiente de acabar la grabación volvía a Argentina y era sustituido en esa continuidad diaria de este disco en su representación en los escenarios por el Indio Juan”.
En efecto, ese espectáculo músico-teatral –presentado inicialmente en el colegio mayor San Juan Evangelista, de Madrid– recorrió, prácticamente, toda España, y consiguió un éxito extraordinario.
Además, se hizo una grabación para RTVE, bajo la dirección de Luis Calvo Teixeira; grabación que obtuvo un segundo premio en el Festival Internacional de Milán de 1979.
En 1975, Olga y Manuel tuvieron su segundo hijo, una niña a la que llamaron Trilce, y grabaron, de nuevo con la producción de Gonzalo García Pelayo, su segundo gran éxito discográfico.
Aquel disco se llamó genéricamente Caraballo mató un gallo (Movieplay, 1975). En él, además de la canción que le da título, basada en un texto popular, Manuel incluyó cinco temas propios –Sobre el tiempo y el mar, El caballo Camilo, El tambor de Gutiérrez, Muerte del negro Cala y la extraordinaria canción Carta del soldado.
Estas canciones se complementaron con tres magníficas versiones: una sobre el poema “Caminando”, de Nicolás Guillén –musicalizado por Manuel–; otra, de la canción de los Olivareños titulada El candombe nacional, y una deliciosa interpretación del canto popular conocido como Duerme, negrito.
Por aquellas mismas fechas, Gonzalo Reig –cofundador del grupo Calchakis– diseñó y abrió un local en pleno Madrid de los Austrias, al pie del Viaducto, llamado Toldería; local que llegó a convertirse, durante los años setenta y ochenta, en una especie de templo de la música latinoamericana. Manuel Picón y Olga Manzano, tras participar en la inauguración de aquel local, lo convirtieron en una especie de segunda casa a la que acudíamos todos a escucharlos y a disfrutar de sus canciones.
“Por los laberintos del Madrid antiguo –comentaba Manuel–, bajo los arcos que sostienen el Viaducto, está Toldería, enclavada en las bases de un viejo edificio esquinero. No es más que un boliche; sin embargo, para nosotros, se ha convertido en una suerte de puerto nocturno donde el músico sudamericano que llega a España recala, abraza viejos amigos, hace otros nuevos, canta, deja su grano de arena, recoge aliento y sigue hacia el norte, o bien, se afinca. Estos trashumantes de guitarra al brazo han ido dejando un sedimento que se respira en la semipenumbra de la sala. Noche a noche, sin que nadie lo proponga, el clima se forma, el rito se cumple, natural, entrañable, sin otro rigor que el culto a la música del lejano continente”.
En 1977, aparecieron en el mercado, publicados por Fonomusic dos nuevos discos de Olga y Manuel: Aguardiente y Papá Bolero, auténtica joya que hemos rescatado ahora, dentro de la colección El canto emigrado de América Latina, como homenaje a Manuel.
A aquellos dos discos –y siempre con Gonzalo García Pelayo como productor–, los siguieron Guarda el nombre de este amor (Fonomusic, 1978) y Los versos del capitán (Fonomusic, 1979, bellísimo disco en el que Manuel musicalizó e interpretó, junto con Olga, diez de los poemas de amor integrados en el libro que Pablo Neruda escribió con ese mismo título; sin lugar a dudas, el mejor disco editado en España sobre canciones basadas en versos del gran poeta chileno.
El mismo año de la grabación de Los versos del capitán nació Nagot, tercer hijo del matrimonio. En la década de los años ochenta, el trabajo creador que desarrollaron Olga y Manuel fue muy intenso: aparte de sus continuas actuaciones por toda España, grabaron cuatro nuevos discos y estrenaron cuatro espectáculos teatro-musicales.
Estos discos fueron Canción de esquina (Fonomusic, 1981), Una fuerza natural (Fonomusic, 1983) –en el que integraron dos nuevas canciones basadas en los ”Versos del Capitán”, de Pablo Neruda–, Marea negra (Tecnosaga, 1988) –magnífico LP en el que Olga y Manuel cantan, entre otras, tres bellísimas canciones de Luis Barros, extraordinario compositor uruguayo– y Canto rodado, publicado por el Gobierno de Canarias, en 1989, con canciones compuestas por Manuel sobre poemas de Pedro Lezcano. Más recientemente, se ha editado un CD recopilatorio, titulado Olga Manzano y Manuel Picón. 18 grandes éxitos (Dro, 2003).
Respecto a los espectáculos teatro-musicales montados por Olga y Manuel, a lo largo de los años ochenta, destaca, en primer lugar, el estrenado en el teatro Salamanca, de Madrid, en junio de 1983, con el título de Sudacas; obra en la que también participaron Claudina y Alberto Gambino y Rafael Amor.
Ese mismo año pusieron en escena, en El Gayo Vallecano, de Madrid, el monólogo Un argentino en Madrid, escrito y representado por Manuel, bajo la dirección de Olga; obra a la que siguieron Concierto desconcertado, y la cantata Don Cristóbal de los Pájaros, estrenada en el teatro Coliseum de Santander, el 11 de octubre de 1985; obra planteada, por Olga y Manuel, como una actividad cultural verdaderamente alternativa a los numerosos actos que se programaron, por toda España, con motivo de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América.
Pocos años después, Manuel murió como consecuencia de un ataque de asma. Fue el 7 de septiembre de 1994. Muerte dolorosa y trágica que nos dejó, a muchos, un gran vacío en el alma; habíamos perdido a un amigo y a uno de los referentes más claros, llegados a España, de la sensibilidad, de la música y del canto de América Latina.
“El último recital que dimos, como dúo y como pareja –me cuenta Olga–, fue la noche anterior en el teatro Príncipe, de Madrid. Sólo había catorce espectadores; los catorce, al final del recital, puestos en pie gritaban: ¡Bravo!, y uno de ellos, espontáneamente, exclamó: Hasta las butacas tendrían que pagar vuestra labor”.
Tras la muerte de Manuel, Olga tuvo que reconstruir a fondo su vida y su identidad artística teniendo que asumir –con un dolor desgarrador– la definitiva ausencia de su compañero, al que amaba profundamente, y la responsabilidad de mantener e inyectarle ánimo a una familia que, de repente, tuvo que renunciar a la presencia y a la figura de un padre, que, como Manuel, había sido siempre un luchador de extraordinaria personalidad.
Aquel fue un reto, nada fácil, que Olga afrontó con una enorme fortaleza, sin dejar, por ello, el tránsito por difíciles momentos de intensa oscuridad; momentos que felizmente supo ir superando gracias, precisamente, a la fortaleza a la que antes hacía referencia.
Justo a los siete meses de la muerte de su compañero, Olga decidió volver a cantar –ahora como solista–, reinterpretando gran parte del repertorio compartido anteriormente con Manuel, e incorporando temas inéditos, compuestos por ambos, que nunca fueron grabados, ni incluso integrados en sus conciertos.
Sus primeras actuaciones –acompañada de Daniel Petruchelli y de su hijo Nagot–, fueron, a mediados de 1995, en el auditorio de Comisiones Obreras, en Madrid, participando en un ciclo de conciertos, dedicados a los cantautores; conciertos que se multiplicaron por toda España, y entre los que hay que destacar la reposición de Fulgor y muerte de Joaquín Murieta –acompañada por, entre otros artistas, de Indio Juan, Tacún Lazarte y Aníbal Aveiro–; la presentación, junto con Rafael Amor, del espectáculo titulado De aquí y de allá –que se estrenó en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, el 1 de diciembre de 1995–, y sus recitales, siempre esperados y deseados, en las salas Clamores y Galileo Galilei, de Madrid.
Por otra parte, Olga intensificó su ocupación en otras dos líneas de trabajo, que desde siempre le interesaron.
Me refiero, en primer lugar, a su actividad como directora de teatro. Olga ha dirigido, entre otras, obras como: Malditos poetas; La cantante calva, de Eugène Ionesco; Las cartas boca abajo, de Buero Vallejo; ¡Ay Carmela!, de José Sanchís Sinisterra; Macbeth, de William Shakespeare, y una versión de El decameron, de Giovanni Boccaccio, escrita por ella misma.
En segundo lugar, intensificó su trabajo en una escuela de teatro a la que llamó TEFA (Taller de Ensayo y Formación del Actor), impartiendo clases de interpretación, expresión corporal, voz y canto; e investigando en lo que ella ha calificado como “Los caminos de la voz”, investigación que desarrolla en su libro Los caminos de la voz y los nueve resonadores, que va a ser publicado por Fundación Autor.
En el marco de su actividad como profesora de voz y de técnicas de canto y de interpretación, han surgido sus clases y sus enseñanzas a actores e intérpretes como Ángela Molina, Javier Bardem, Natalia Verbeke, Mapi Galán, Remedios Cervantes, Rafael Amargo, Pablo Guerrero, Rodolfo Sancho, Pedro Sanz, José Salinas, Javier “Pecas” –del grupo Doggo–, u Oscar Demon –del grupo Urban Dux.
DISCOGRAFÍA DE OLGA MANZANO
Con Manuel Picón:
• Fulgor y muerte de Joaquín Murieta (Movieplay, 1974)
• Caraballo mató un gallo (Movieplay, 1975)
• Aguardiente (Movieplay, 1977)
• Papá Bolero (Movieplay, 1977)
• Guarda el nombre de este amor (Fonomusic, 1978)
• Los versos del capitán (Fonomusic, 1979)
• Canción de esquina (Fonomusic, 1981)
• Una fuerza natural (Fonomusic, 1983)
• Marea negra (Tecnosaga, 1988)
• Canto rodado (Gobierno de Canarias, 1989)
• Olga Manzano y Manuel Picón. 18 grades éxitos (Dro, 2003)
Discos grabados como solista:
• Presentimientos (Sello Autor, 2008)
El siguiente es un artículo publicado en ‘argentinamundo.com’ el día 13 de agosto de 2016.
Cuando llegué a Madrid me encontré con el canto limpio y los temas cargados de un contenido inteligente del dúo Olga Manzano – Manuel Picón. Hoy, pasados los años, voy al encuentro de esta sanjuanina, de Angaco, Argentina, que supo conquistar España y es ahora mismo una talentosa profesora y músicoterapeuta. Me bajo en Estación Puerta del Ángel de la Línea 6 del Metro de Madrid y a poco de andar doy con el Estudio Olga Manzano, en Saavedra Fajardo 7, pegado a la Avenida de Portugal y el Paseo de Extremadura.
Y aunque nos encontramos en los “madriles” con la Casa de Campo enfrente… Olga, quiero que viajemos hasta tu provincia, San Juan, en la Argentina andina… aquel Angaco tuyo, esa familia y los primeros contactos con la música…
Los contactos con la música los tengo desde muy niña. Mi abuelo materno era aficionado a la música, tocaba la guitarra y cantaba, y me hacía cantar con él. Y dos tíos, primos de mi padre, uno era cantante de orquestas y el otro músico profesional del bandoneón, que sí me influyeron, porque ellos me tenían presente, ellos sabían que yo era la “Olguita que canta”.
Pero es sabido que especialmente en aquella Argentina, cuando queríamos aprender algo, terminábamos en Buenos Aires…
Bueno, sí… porque el despegue familiar y tu deseo de triunfar te llevaban a los sueños y los sueños se realizaban en Buenos Aires. Por lo menos los míos. Y allí me fui…
El antes y el después de la Otto Berger ¿Con quienes realizaste tu formación Olga Manzano?
Mis primeras clases de canto fueron con Carmen Solari, recién llegada de su Italia. Con ella me introduje en las técnicas florentinas y las técnicas del falsete. Mi sueño era ser cantante lírica, luego hice una audición en el Teatro Colón. El director de la escuela lírica del Colón, el maestro Kúmon era el abuelo de una amiga de mi hermana menor. Cuando me dijo lo que me iban a costar las clases por mes, hui… es decir “me rajé”.
Y es cuándo aparece la escuela de Otto Berger, más cercana a mi precario bolsillo. En la escuela Berger también se impartía foniatría y en esa especialidad las clases las tomé con Alex Chokler. Paralelamente yo estudiaba guitarra con Osvaldo Avena y preparaba repertorio con él para presentarme en festivales, boliches y cuánto evento apareciera. Con una zamba de Osvaldo me presenté en el Primer Festival de Baradero, ciudad de la provincia de Buenos Aires. Era “Milonga para cantarle a mi gente”. El poeta Héctor Negro y Osvaldo Avena la hicieron para mí.
La estrené en la peña de Armando Tejada Gómez. Allí la escuchó Mercedes Sosa y se la pidió para grabarla a Osvaldo, cosa que a mí me hizo llorar mucho y no de emoción, si no de rabia.
También he estudiado teatro con Guillermo Battaglia, ese enorme actor argentino, para luego seguir en la escuela de Néstor Raimondi y su técnica Brechtiana. Estudié solfeo cantado con Anfioni Gilardi, hermano de Gilardo Gilardi, y teatro danza con Ana Itelmán.
Toda esta formación multidisciplinar… aquella Olga Manzano veinteañera… ¿Cómo se fue canalizando? ¿Ha habido algún ángel que te ayudara a usar tus alas?
Mi padre, un fanático mío de toda la vida desde niña. Me hacía cantar en todos sitios y en Buenos Aires conoció al hermano de Buenaventura Luna que, como sabemos, su apellido era Dojorti, que tenía un programa de radio. Me buscó un pianista y un guitarrista. Yo también tocaba la guitarra y preparamos repertorio folklórico con temas de Buenaventura mezcladas con tonadas sanjuaninas y estuve en ese programa varios meses.
Luego fui a LR3 Radio Belgrano con el Indio Apachaca, cantaba en la peña del Hormiguero con "Los Nocheros de Anta", y allí una noche, con otros artistas, llegó a la peña Armando Tejada Gómez, que me invitó a su peña a cantar y a participar en un proyecto. Ese proyecto se llamó “Resurrección y canto de la copla” que paseamos por varios teatros de provincias con mucho éxito. Te decía que mi padre fue mi ángel y es que él me buscó también la primera escuela de canto…
Oye Olga… pero tú me estás hablando de Buenos Aires… y Manuel Picón es uruguayo… ¿Te tomaste el barco de la carrera una noche?
Él fue el que se tomó el barco y desembarcó en la peña de Armando Tejada Gómez, dónde yo estaba cantando cuándo él entró con su grupo “Los Tupambay”. Al finalizar nuestras actuaciones me iba yo a mi casa y me dijo… "¿Vamos a tomar un café?” Un café que duró treinta años y tres hijos.
¿Cómo les surgió la idea de, ahora sí, cruzar el charco más grande, el del Atlántico?
Ni la situación política ni económica nos favorecía, al contrario, cada día era más difícil para nosotros, por la temática de nuestras canciones y por nuestra ideología política. España era una referencia no sólo por el idioma si no por familia. Tanto mis abuelos como mi padre, en su momento emigraron a la Argentina de su Cogollo de Guadix, provincia de Granada, en Andalucía… y hoy me enorgullece tener en el pueblo de mis abuelos una calle con mi nombre. Cuando me lo dedicaron era alcalde Paco Fernández Molero, uno de los tantos parientes directos que tengo aquí en España.
Por lo que percibo para vosotros fue como llegar y besar el santo…
Si se puede besar el santo después de tanto batacazo… y dejar a nuestras familias desoladas porque nos veníamos ¡tan lejos! Sin saber cuándo nos volveríamos a ver… y así fue, a mis padres y hermanas las volví a ver casi a los 25 años de estar aquí.
Pero sí… tuvimos una respuesta increíble, espectáculos discos recitales, todo era éxito, de lo cual hemos estado siempre muy agradecidos. Y dos hijos nacidos aquí. El mayor venía con nosotros con ocho mesecitos… ¡a la aventura con sus padres!
Pero un día la vida te jugó una mala pasada y has tenido que seguir físicamente sola el camino…
Sí físicamente, porque Manuel está siempre conmigo, y presente en la familia. Es mi dolor más oculto, porque según parece, hay que seguir…y ahora mis hijos me están dando nietos, la vida sigue…
Y entonces decides canalizar todo tu potencial como profesora de canto y teatro, tus conocimientos en el campo de la foniatría…
La escuela la fundé en el año 89, con el nombre o sigla T.E.F.A. Taller, Ensayo, Formación, Actor. Aún vivía, Manuel. Ahora la escuela se llama “Estudio Olga Manzano” con las siglas EOM. T.E.F.A. ha pasado a ser el nombre de la asociación. Yo siempre tuve en mi mente tener una escuela, me gusta, la enseñanza y la investigación.
Hay un libro tuyo que me han nombrado algunos cantantes…
Sí, es el libro “Los caminos de la voz y las nueve colocaciones”, donde trato de mostrar que aparte de las viejas enseñanzas en el desarrollo de la voz, hay nuevas maneras de hacerlo y mi investigación era descubrir que una enseñanza y una mejor técnica no necesitan años de aprendizaje. De hecho los resultados son espectaculares. Yo misma en Buenos Aires fui carne de cañón de escuelas de canto durante años.
Dime… aquí veo en el E.O.M… el Estudio Olga Manzano, que hay gente estudiando distintas disciplinas dentro del mundo del espectáculo… de todas las edades, algunos niños con dificultades…
Las disciplinas de la voz son varias. Canto es una de ellas. Foniatría para los problemas de la voz, es decir del aparato fonal, por que la voz siempre está bien, lo que no está bien son los canales por dónde debe pasar la voz y sobre todo la respiración. A los niños no se le debe trabajar la voz porque sus cuerdas crecen a diario, se mueven y no hay que alterar a la naturaleza.
Luego está el teatro con sus disciplinas. Yo trabajo varias técnicas: Brecht, Grotowski, Jhonstone, etc. Clases de guitarra y una vez al mes un recital para público en la sala de teatro. Son los alumnos más avanzados que empiezan a hacer sus pinitos en el escenario, porque el escenario es otra escuela y si queremos subir a él, hay que saber hacerlo.
Si un lector de Madrid o zonas vecinas quiere saber más… está interesado en seguir determinados cursos… ¿Puedes darme las señas así se las pasamos?
Estamos en Calle Saavedra Fajardo, 7 en Puerta del Ángel casi Paseo de Extremadura, en Madrid. Se llega por el Metro, la línea 6, la Circular, y los autobuses 31, 39, 138 y 500. Para envíos postales, agregar el código 28011 – Madrid.
Una pregunta que se hace mucho hoy en día… ¿Cuesta caro?
Prefiero que los precios me los pregunten porque hay muchas variantes. Te digo a ti… ni caros ni baratos. Se puede dar ocho clases al mes por 220 euros. Hay planes de cuatro clases por mes a 160 euros. Y en teatro 180 euros al mes. Muy asequible… con varios programas de enseñanzas más. Por eso tenemos muchos alumnos de todas las edades.
Gracias Olga… he pasado una tardecita madrileña de primavera fresquilla muy agradable en tu compañía… si me permites te dejaré cantándoles un tema de aquellos que hicieron inolvidables con el sello personalísimo de Olga Manzano – Manuel Picón…
¿Puedo pedirlo yo misma? Pues que sea “Tu risa” de Manuel Picón y Pablo Neruda. Es una de las canciones emblemáticas, que más se ha escuchado. Gracias Eduardo por venirte a mi estudio…
Hasta siempre Olga
Tu Risa
Pablo Neruda
Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.