El siguiente artículo fue publicado el Viernes 30 de junio de 2017, en La Pericana, en la edición 1774 de El Nuevo Diario
Hugo Alfredo Mergó, quien hoy preside el Foro de Abogados, fue el único hijo que tuvieron Alfredo Mergó y Carmela Lorea. Siendo niño Alfredo perdió a su padre y desde adolescente trabajó para mantener la pequeña familia, terminar el secundario y luego cumplir con su sueño, estudiar abogacía.
El comerciante, descendiente de franceses
Carmela Lorea era profesora de corte y confección. Era hija de dos sanjuaninos, Pascual Lorea y Francisca Rímolo, y tenía cuatro hermanos más, Pascual, Humberto, Pepa y Francisco. En la década de 1960 ella se casó con Alfredo Mergó. De los antepasados de él poco se sabe, porque cuando se casaron sus padres habían fallecido y él murió prematuramente, sin que sus descendientes supieran si él tenía otros hermanos o hijos. Lo único que saben es que el apellido es francés y proviene de la zona de Lyon y de allí habrían llegado quienes formaron esta familia en San Juan.
Alfredo estaba en una buena posición económica, tenía una fábrica de mosaicos y era propietario de un edificio ubicado casi en la esquina de Entre Ríos y 9 de Julio. Allí tenía una ferretería, también la casa en la que vivió junto a Carmela y donde nació, en 1963, el único hijo de ese matrimonio, Hugo Alfredo. Para dedicarse por completo al cuidado del pequeño, Carmela decidió dejar de dar sus clases de corte y confección, confiando en que nada les faltaría gracias al trabajo de su esposo.
Sin embargo, cuando Hugo Alfredo tenía cuatro años, su padre falleció. La situación era complicada, no solo por la gran pérdida, sino también porque la casa en la que vivían estuvo en litigio. Carmela entonces se fue con el pequeño a vivir a su casa materna, aunque sus padres habían fallecido.
Desde chico, Alfredo se acostumbró a acompañar a su madre a los estudios jurídicos y a completar todos los trámites que la mujer debía hacer luego del fallecimiento de su esposo. Vio algunas situaciones que consideraba injustas y frente a la vulnerabilidad en la que se encontraban junto a su madre, comenzó a despertarse en él la curiosidad por la abogacía.
El tío Pascual Lorea vivía al lado de ellos y los ayudaba, pero con el tiempo se fue a vivir a Valle Fértil. A esa situación se sumaba la enfermedad de Carmela, que sufría de arteriosclerosis y estaba imposibilitada para salir a trabajar. Así que entre los 15 y 16 años, mientras estudiaba en la escuela Boero, Alfredo empezó a buscar trabajo. Se iba al centro y se ofrecía de cadete, así consiguió su primer empleo de dos meses, hasta que logró entrar en la panadería Espiga de Oro y más tarde volvió al rol de cadete, esta vez en el tradicional comercio sanjuanino, Comesa. Además de trabajar y estudiar, desde siempre Alfredo tuvo su cable a tierra en el deporte y siendo niño jugó al básquet en el Sporting Club Estrella.
El trabajo le complicaba los horarios en la escuela, así que se cambió al turno nocturno, porque no quería quedarse atrás. Sin embargo, seguir estudiando en un secundario con orientación técnica no era lo que él quería. Con sus experiencias de trabajo, y las repetidas situaciones de injusticia de las que seguía siendo testigo, estaba seguro de lo que quería y anhelaba poder estudiar abogacía, una carrera que en esa época solo se podía cursar en la Universidad Católica de Cuyo.
Focalizado en su objetivo universitario, Alfredo decidió cambiarse de escuela a la Dante Alighieri e ingresó a trabajar a la División de Arquitectura de la Provincia, que en esa época funcionaba en el edificio 9 de Julio. Antes de que pidiera algún tipo de ayuda, los directivos del establecimiento le dijeron que, luego de evaluar su caso, decidían becarlo en un importante porcentaje de la cuota mensual.
A los diecinueve años terminó el secundario y en esa época, en un baile escolar en el Palomar, Alfredo conoció a Sonia Beatriz Segura. Ella es hija de Ángela Sánchez y de Antonio Segura Villodes, quien se dedicaba al comercio y era dueño del bazar Segura y Madrid, ubicado sobre Aberastain antes de llegar a Rivadavia. Después, junto a otros socios, compró la bodega Plaza Vieja, tenía viñedos y él ayudó a que Beatriz y su otra hija, Mónica, a que abrieran el negocio “Más hogar”, que tenía artículos de bazar y electrodomésticos.
Beatriz y Alfredo estuvieron un año y un par de meses de novios y en 1987 se casaron. Ese mismo año él ingresó en la carrera de abogacía y la fiesta fue antes de que rindiera su primer parcial. Además, poco después de que regresaron de su luna de miel su madre, Carmela, falleció. El matrimonio Mergó Segura tuvo un hijo, Mariano Alfredo Mergó.
Estudiar, trabajar y mantener a su pequeña familia no resultaba sencillo, aunque Alfredo sabía que contaba con todo el apoyo de Beatriz. En la mañana seguía trabajando para Arquitectura, luego cursaba y cuando llegaba a su casa en la noche, y ya pasadas las once, se ponía estudiar. Entonces un amigo le ofreció hacer otro tipo de trabajo que le permitiera manejar sus horarios en función de las demandas de la carrera. Así que dejó el empleo en el gobierno y comenzó a vender libros, siempre organizándose en función de las materias que decidía preparar. Así llegó hasta el final del cursado, cuando ya decidió también empezar a ofrecerse para hacer algunos trámites administrativos.
Una vez recibido decidió jugársela con su propio estudio y alquiló una pequeña oficina en primer piso sobre la peatonal, en calle Tucumán entre Rivadavia y Laprida. Dice que además del empeño tuvo algo de suerte, ya que pronto consiguió tener causas y ser abogado externo del Banco Hipotecario, encargado de ejecutar las deudas. Además, pronto consiguió algunas horas como profesor en su antigua escuela, la Boero, también en la Universidad Católica de Cuyo, donde el profesor Rodolfo Antonio Lloveras fue su guía. Luego ingresó al Colegio Central Universitario y más tarde a la Escuela Industrial y a la de Comercio. A la par siempre mantuvo el trabajo en su estudio, que luego se mudó a calle Córdoba, entre Jujuy y Aberastain y desde 2002 está en la esquina de Avenida Rioja y calle San Luis.
Aunque en más de una oportunidad le ofrecieron trabajar exclusivamente para empresas, incluso si podría haberse abocado al comercio, nunca quiso dejar su estudio jurídico. En 2012 comenzó su actividad más importante en relación al Foro de Abogados. Ese año asumió como vicepresidente y dejó el cargo en 2014. A mediados de 2015 fue elegido como el nuevo presidente de la institución y en 2016 fue además designado para presidir la Región Cuyo de la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA). En el último tiempo sigue trabajando en su estudio, dando clases en la Escuela de Comercio e Industrial y como siempre dedicándose al deporte. Juega al básquet, en el equipo del foro y al tenis, deportes que comparte con su hijo, además de las maratones.
Artículo publicado el Viernes 30 de junio de 2017, en La Pericana, en la edición 1774 de El Nuevo Diario.