Costumbre muy arraigada en San Juan, el carneo se realiza en los meses de junio y julio y, según lo que decida el dueño de casa, puede extenderse por dos o más días.
Las mujeres cumplen un papel muy importante: son las encargadas de preparar con tiempo los licores caseros, los mantecados y los roscos al vino. El día del carneo, luego de sacrificado el animal, tienen a su cargo el lavado de las tripas, el sazonado de las preparaciones para los embutidos, la cocción de las morcillas, la preparación de los chicharrones para las semitas y, por supuesto, el mate.
Al hombre le corresponde matar al animal, pelarlo con una lata o cuchillo bien afilado. Luego lo abre poniendo especial cuidado en no romper la hiel, que arruinaría el chanco, cortar las diferentes piezas de carne, separar los futuros jamones y moler los cartílagos, otro ingrediente de los embutidos.
Esta jornada de trabajo se interrumpe al medio día para comer las morcillas recién hechas y parte del costillar. Otra costumbre que acompaña a esta faena es la tradicional “minga”: ayuda que recibe el dueño de casa de sus vecinos y amigos que genera el compromiso de devolver el favor cuando se presente la oportunidad. La única condición es asegurarles un buen almuerzo a los comedidos. En épocas ya pasadas, la vejiga del chancho se rellenaba transformándose en pelota para los niños.