Este relato corresponde al año 1632. “Huazimul” era el cacique de los huarpes del valle de Catalve (más tarde de Calingasta).
Había sucedido a Huayquil a su muerte. Éste le había legado su vivienda en el cerro “El Alcázar”. Otros núcleos huarpes se hallaban instalados en los valles de Zonda, Ullum, Tulum, Angualasto, Jáchal, Pie de Palo y Valle Fértil. Los huarpes de Catalve habían canalizado las exiguas aguas de los ríos Castaño, de los Patos y Catalve para el regadío.
Los jefes de las tribus que habitaban Ullum, Zonda, Tulum y Angaco citaron un consejo general para tratar el grave problema ocasionado en Catalve, que los había despojado del agua tan indispensable para el riego y para la sed. Ese año la sequía secaba los sembrados y se pronosticaba una tremenda catástrofe. El consejo general aprobó una expedición, compartida por las tribus, que se dirigiera a Catalve para que se soltase el agua por las buenas o las malas si Huazimul no entendía razones. No hubo entendimiento. Se desató entonces una lucha dura y sangrienta. Los huarpes de Catalve fueron vencidos por el ejército integrado por la liga de tribus. Huazimul se defendió con un valor que produjo admiración y su sector quedó triunfante. Finalmente se firmó un acuerdo de paz para la destrucción de los diques y el regreso de los invasores.
Los españoles se apoderaban de los indios para hacerlos trabajar en las mitas argentinas o chilenas y encomiendas. Sus mujeres y sus hijos quedaban desamparados. Huazimul luchó denodadamente contra esa inhumana y arbitraria medida. El cacique de Angaco que le tenía resentimiento por lo ocurrido anteriormente, indujo a las autoridades españolas residentes en la ciudad de San Juan de la Frontera, a reducir al valiente Huazimul. Así fue como el maestre de Campo, corregidor y alcalde Diego de Salinas, con ayuda de algunos indios de Angaco, se preparó para terminar con la desobediencia de Huazimul.
El militar español al frente de su ejército penetró en el valle de Catalve incendiando las chozas y matando infinidad de indios. Huazimul al frente de sus hombres lo enfrentó con valor y denuedo. Los españoles tenían la ventaja de sus armas portátiles de fuego (arcabuces). Dispararon hasta que terminaron las cargas. El combate fue impetuoso y tuvo numerosos muertos y heridos. Huazimul se retiró con los hombres de su guardia hasta “El Alcázar”, cerro majestuoso guarnecido de atalayas fantásticas y treparon por la ladera. Los españoles dirigidos por Salinas los imitaron pero los peñascos que les arrojaba Huazimul desde lo alto, terminaron con la vida de muchos atacantes.
Huazimul disparó certeros flechazos a Salinas pero resultaron infructuosos por la coraza del guerrero. Poco después, frente a frente, el jefe huarpe arrojó su arco y acometió con valor y furia sin igual, con su masa de algarrobo, a Salinas que se defendió con su espada.
En este duelo homérico Huazimul despedazó la rodela del capitán hispano pero fue herido de muerte por la espada de su rival. La sangre esforzada del caudillo huarpe salpicó las peñas del cerro. En aquel combate por los derechos del ser humano quedó grabado para siempre el nombre de Huazimul en la historia de Cuyo. (1)
(1) “Cuyo”: del quechua, “vasallos de los monarcas del Cuzco”.
Extraído del libro “Leyendas y supersticiones sanjuaninas”, de Marcos de Estrada Editorial Tucuma, Argentina, 1985.
Ilustración de Miguel Camporro