Economía de los años 70, 80 y 90

El agotamiento del modelo

 Los años 70 fueron buenos para la vitivinicultura. Con excepción de los años 75, 76 y 77, el vino y la uva tuvieron buenos precios. No obstante ello, la situación general de la provincia no era de bonanza a pesar de que grandes obras ocupaban a muchos obreros de la construcción: el dique de Ullum, el nuevo edificio de la municipalidad de la Capital y el Centro Cívico.
Comenzaba a quedar en claro que la economía sanjuanina tenía problemas estructurales que no alcanzaban a disimular un buen año vitivinícola o una gran obra de gobierno.


Replanteo


Las nuevas demandas de una sociedad en la que cada año se incorporaban entre 2 y 3 mil personas al aparato productivo, exigía un replanteo del modelo económico. En especial porque ya buena parte de quienes pretendían un espacio en el mundo del trabajo venían con un título universitario bajo el brazo y sus expectativas no se reducían a las posibilidades que brindaban la agricultura o la construcción.

Intentos


En ese sentido pueden incluirse los intentos de los distintos gobiernos por implementar políticas que contribuyeran a la diversificación, como el Plan Huarpes, la creación del Parque Industrial en Chimbas, el aliento al el desarrollo de la zona andina a través del polo turístico que se intentó estructurar sobre la base de las Termas de Pismanta, la radicación de la empresa SASETRU con una fábrica de galletitas en Albardón, la posibilidad de poner en marcha el yacimiento de cobre de El Pachón… Fueron todas iniciativas de los años 70 tendientes al mismo objetivo.


 

Política errante
Pero mientras esto ocurría en la provincia, la política económica nacional continuaba con su marcha errática. Se pasaba de los precios a la absoluta libertad de los mercados, de la limitación de las importaciones a la apertura indiscriminada, del control del crédito a la liberalidad bancaria, del dólar oficial a la famosa “tablita”. La tendencia de la década fue un creciente control estatal en medios de producción y los servicios. El Estado producía vino en San Juan o administraba hoteles en casi todo el país, transportaba personas y cargas en los ferrocarriles y los aviones o nacionalizaba los servicios de electricidad de Buenos Aires en una operación altamente sospechosa.


La plata dulce


De pronto los argentinos éramos los millonarios del mundo. José Alfredo Martínez de Hoz conducía la economía nacional bajo el gobierno militar que presidía Jorge Rafael Videla. Y un dólar barato sumado a un crédito fácil generaba esa sensación. Mientras algunos empresarios utilizaron esa situación para equipar sus fábricas que habían caído en la obsolescencia tras años de políticas proteccionistas, buena parte de los argentinos aprovechó las condiciones para darse una gran farra que incluía la compra de cuanto objeto suntuario llegara al país, renovar su viejo auto nacional por un moderno coche importado o viajar por el mundo. Mientras, la deuda externa aumentaba y en los años siguientes habría que hacer las cuentas con la realidad.

Tres crisis en una

San Juan vivió tres crisis en una en los años ’80.

La crisis nacional originada en el fracaso de las políticas implementadas por el Proceso de Reorganización Nacional, el crecimiento vertiginoso de las deudas por los intereses bancarios y la estampida del dólar y la hiperinflación de finales de la década, representaron un cuadro muy difícil de superar para las empresas. La crisis del modelo productivo ante la falta de diversificación de la economía sanjuanina trajo una evidente insatisfacción a la creciente y variada demanda laboral. La crisis vitivinícola originada en el descenso del consumo de vinos comunes o de mesa y la aparición de nuevos gustos en los consumidores.

Todo al banco

 Mientras las deudas de los viñateros crecían en los bancos, San Juan vivió un hecho inédito: la drástica disminución y envejecimiento de sus bienes de trabajo. Aproximadamente la mitad del parque de tractores y camiones quedó en manos de bancos, fue vendido en otras provincias o se deterioró por el paso del tiempo.
A la “primavera artificial” generada por las maniobras del Grupo Greco, que hicieron crecer en forma increíble los precios de los vinos, siguió una etapa de sinceramiento en la que quedaron en evidencia problemas estructurales como la sobreproducción de uvas comunes, la elaboración de vinos “sin identidad”, la existencia de 5 mil productores de menos de 2,5 y una industria no adaptada tecnológica ni en capacidad de gerenciamiento a las nuevas condiciones que imponía el mercado.

Leyes y leyes

Los sucesivos gobiernos intentaron enfrentar esa realidad mediante una serie de leyes que promovían la diversificación económica. Fue así como se sancionaron las leyes provinciales de promoción industrial, promoción minera, fraccionamiento de vinos en origen, diversificación de los usos de la uva y fomento del algodón de fibra larga. Paralelamente se lograba la incorporación de San Juan al Acta de Reparación Histórica de la que ya gozaban las provincias de Catamarca, La Rioja y San Luis, por la que la Nación promovía la radicación de industrias.

Empresas con ruedas

La promoción hizo que se concretaran radicaciones que significaron la creación de más de 7 mil puestos de trabajo. Varias de esas industrias aún permanecen en San Juan aunque hubo otras empresas que sólo aprovecharon los beneficios para luego levantar los emprendimientos. Una gran pérdida de esos años fue el levantamiento de la fábrica de aviones Chincul, que se había transformado en la principal empresa exportadora de la provincia.


El Estado patrón


Paralelamente, el Estado provincial debió suplir la falta de capacidad del aparato productivo para satisfacer las demandas laborales, especialmente en el sector joven profesional, transformándose en dador de empleos, lo que fue generando un estrangulamiento de las finanzas públicas y una incidencia cada vez mayor de la masa salarial en desmedro de la obra pública.

La década de los ’90 tuvo en San Juan una característica marcada a fuego: la entrada de la economía en el proceso de globalización. El cambio tuvo consecuencias, para algunos beneficiosas y para otros dramáticas.

 En el campo agrícola cambiaron las formas de producción. Se tecnificaron los procesos y las pequeñas propiedades –que reunían a 10 mil viñateros con menos de 10 hectáreas- dejaron de ser económicamente rentables. Surgieron, en cambio, propiedades con 100, 200 o más hectáreas, la mayoría de ellas beneficiadas con diferimientos impositivos, que con uso más racional del agua (riego por goteo) ganaron terrenos al desierto y los cerros, plantaron las variedades que reclama el mercado y cuando el siglo terminaba comenzaron a lanzar sus primeras producciones. 

 La industria, por su parte, debió adecuarse a las normas internacionales, mejorando sus equipos y la presentación de sus productos. La promoción industrial –beneficio concretado en la década anterior— fue configurando el nuevo perfil empresario de la provincia. Pero este estaba desconectado de la producción primaria local.





 En el área comercial los cambios fueron drásticos. La apertura de la economía dispuesta por la política nacional no sólo modificó el comercio local con la llegada de grandes cadenas de tiendas, hipermercados, televentas y bancos y servicios internacionales sino que puso a la producción local en la disyuntiva de adecuar su oferta tanto en calidad como precio o quedar fuera de competencia local e internacionalmente.

 En el campo minero se licitaron áreas bajo reserva estatal y se formalizó un convenio de integración con Chile, todo lo cuál atrajo a inversores, especialmente en el campo metalífero.

 Tanto en materia turística como en el de las exportaciones, San Juan continúa teniendo una participación nacional muy baja, aunque han comenzado a darse pasos interesantes en ambos campos. No obstante sigue siendo mucho mayor la cantidad de sanjuaninos que viajan que la de visitantes que llegan y también el valor total de productos foráneos que consume nuestro mercado que el de aquellos locales que se exportan.

 



Fin de la inflación


En los años 90, la inflación dejó de ser un problema de los argentinos. Mientras la moneda nacional –el peso- mantuvo su convertibilidad 1 por 1 con el dólar, asegurada por ley, los índices inflacionarios en la segunda mitad de la década se mantuvieron muy bajos y en muchos meses fueron negativos. No obstante, las tasas de interés bancario se mantuvieron altas, lo que en la práctica se tradujo en una limitación para el crecimiento de la producción a la vez que en una fenomenal transferencia de dinero de los sectores productivos al financiero.

El empresario local

 En los años 90, ya no eran pujantes emprendedores los que llegaban sino fuertes capitales. Estos, con matrices en grandes ciudades o en el extranjero, son los que han hecho prácticamente todas las inversiones en materia industrial como agrícola. Paralelamente, han adquirido las bodegas tradicionales y ya no quedan bancos controlados por capital sanjuanino.
En materia de servicios, fueron privatizados el Banco de San Juan, el aeropuerto. El suministro de energía, el correo y el servicio telefónico. A esto debe sumarse que muchos de los nuevos servicios incorporados a nuestra vida diaria (televisión por aire, cable y satelital, telefonía celular, transportes de caudales, correos diferenciales, obras sociales, etc.) como muchos emprendimientos comerciales, son parte también de grandes “holdings” o cadenas.


Marginalidad y pobreza

 El quiebre del proceso se tradujo en marginalidad y pobreza, elementos que se alzaron como grandes preocupaciones del fin del milenio en San Juan. Se habían detectado ya aproximadamente 120 villas miserias de las cuales el 40 por ciento se ubicaba en el Gran San Juan. Existían bolsones de extrema pobreza que vivía en asentamientos sin agua potable, servicios cloacales, luz, gas ni teléfonos. A su vez, el Estado provincial había colapsado y dependía en gran medida del apoyo nacional para pagar sus sueldos.


Volver a la producción

Los primeros años del nuevo milenio marcan una realidad distinta. Al influjo de las inversiones mineras y las cuantiosas inversiones en obras públicas, la economía tiende a normalizarse, el consumo vuelve a niveles alcanzados una década atrás y algunos departamentos renacen con la puesta en marcha de actividades productivas.

GALERIA MULTIMEDIA
Dique de Ullum
Cada año se incorporaban entre 2 y 3 mil personas al aparato productivo
Parque Industrial en Chimbas
Los turistas se hicieron más visibles.
La década de los ’90 tuvo en San Juan una característica marcada a fuego: la entrada de la economía en el proceso de globalización. El cambio tuvo consecuencias, para algunos beneficiosas y para otros dramáticas.
La industria debió adecuarse a las normas internacionales
La apertura de la economía puso a la producción local en la disyuntiva de adecuar su oferta tanto en calidad como precio
Veladero
Hotel Alkazar
Banco de San Juan