En el sudeste de la Provincia de San Juan, casi en el límite con las provincias de Mendoza y San Luis, se asienta la mayor extensión de médanos y dunas naturales de Argentina, son los legendarios "Médanos Grandes".
Cubriendo una superficie de unos 2.000 km2 (200.000 has), este "Sahara Argentino" es visible desde el espacio, conformando una gigantesca mancha amarillenta al sudeste de la Sierra Pie de Palo, vecina a la capital sanjuanina. Sus características naturales son únicas, tanto por su singular paisaje como por la flora y fauna que alberga.
Se supone que esta ininterrumpida superficie de arena se formó hace unos 100 o 200 mil años atrás, coincidiendo con la última gran glaciación. En ese momento, el clima del planeta se tornó mucho más seco, favoreciéndose así la acción de los vientos que erosionaron la región. La formidable barrera natural constituida por la Sierra Pie de Palo, con sus 3.000 m de altura, detuvo a los vientos haciéndoles perder velocidad y depositando en su base las arenas que hoy forman los médanos. En la parte central de este sitio se encuentran dunas inmóviles o fósiles, muy raras en los desiertos de arena, mientras que en los bordes la mayoría son móviles, cambiando de fisonomía y lugar de un día para otro. Las dimensiones de los médanos son sorprendentes: entre 200 y 300 metros de altura. Las lluvias son escasísimas, apenas unos 200 mm. al año, y están concentradas en el verano. Las temperaturas, como en todo desierto que se digne, pueden oscilar de los 50 grados en pleno mediodía hasta menos de 10 durante la noche.
A esta área natural se accede luego de recorrer 120 Km desde la ciudad de San Juan o unos 300 km desde la ciudad de San Luis por la Ruta Nacional 20. Desde la localidad de Encón, que está situada a 114 km de San Juan se pueden contactar guías locales para realizar alguna recorrida por el interior de la zona. Por el norte de la zona se accede través de la localidad de Vallecitos (a 60 km de San Juan). Los recorridos pueden hacerse en caballos, motos de cross o vehículos 4x4, ya que se trata de una enorme extensión de médanos sin ningún tipo de comodidades.
Tanto la fauna como la flora nativas de la zona están perfectamente adaptadas a sobrevivir en este riguroso clima. La mayoría de los animales son de hábitos nocturnos o crepusculares (excepto los reptiles que prefieren las horas más calurosas para entrar en actividad) y se refugian en cuevas donde la temperatura es más soportable que en la calcinada superficie. Las plantas no tienen hojas, o las reducen al máximo, para evitar la pérdida de agua por la excesiva irradiación solar. Algunos vegetales soportan la sequía acumulando agua en sus tallos o en tubérculos subterráneos, como lo hacen los cactus o poseen larguísimas raíces, como los Algarrobos y Retamos, que se nutren de la capas de aguas subterráneas, situadas a más de 20 metros de profundidad.
Este fantástico paisaje guarda aún muchos misterios para la ciencia. Como por ejemplo un curioso arbolito de la zona denominado Parrón, cuyo nombre deriva del extraordinario parecido con la Parra o Vid de amplio cultivo en la zona. Recién en 1984 la figura del Parrón, llamó la atención de un botánico. En ese momento se acababa de descubrir una nueva especie vegetal para la ciencia, a escasos kilómetros de los centros más poblados de Cuyo.
La fauna mayor está representada por el Guanaco, muy perseguido en la región, y el Puma o León, que dado los daños que ocasiona en el ganado es cazado por los campesinos. Una de las especies más singulares de esta zona es el Pichiciego, denominado también Antiquirquincho y Quirquincho Blanco. Este armadillo, bien distinguible de otros componentes de su familia por su reducido tamaño y su tenue caparazón o "carcaza", está bien adaptado a la vida en arenales.