El Primer Argentino que ganó el sudamericano de los "peso gallo" era Sanjuanino

José Roberto Castro, nacido en Jáchal, se fue a Buenos Aires cuando era adolescente y allí hizo una impresionante carrera como boxeador de peso gallo. Fue campeón argentino y el primero argentino el lograr el cetro sudamericano de la categoría.

La historia de José Roberto Castro se parece a la de muchos boxeadores argentinos. Nació y creció en una familia humilde y a fuerza de perseverancia, de esfuerzos y de buena gente que lo ayudó en su camino, llegó a obtener los máximos títulos en materia deportiva.
Castro nació en Jáchal en 1934 y era el mayor de tres hermanos que fueron criados por una madre sola, que trabajaba como doméstica en el molino de Reyes.

Cuando José Roberto tenía 11 años, su hermana Marina 6 y Oscar 4 años, los Castro decidieron venirse a vivir a San Juan.
A un periodista le contó después que, en realidad, de chico soñaba con ser jugador de fútbol y jugaba de “wing” izquierdo en el equipo de Capitan Lazo. Pero el destino le tenía preparado otra cosa: un día a la salida de la escuela decidió defender a su amigo Antonio Araya porque un muchachote mucho más corpulento le estaba pegando. Roberto derribó al grandote de un solo golpe que lo dejó “como fulminado”.

La pelea tuvo un testigo, un hombre de apellido Loyola que dirigía un gimnasio de box. Con 14 años, Castro fue invitado a aprender y practicar con los guantes acolchados. Ahí comenzó su carrera, que siguió después con otro entrenador de apellido Pedraza.

La difícil decisión de escapar a Buenos Aires

Las limitaciones económicas de la familia no le permitían dedicarse de lleno al box ni al fútbol. Sin embargo, con sus ahorros pudo viajar para participar en el Campeonato Nacional de los Trabajadores, que en épocas del gobierno de Perón se organizaba para que compitieran obreros de todo el país.

En ese campeonato, después de diez combates, llegó a la final. Tan buena fue su actuación que aunque perdió la última pelea, fue ovacionado por el público y reconocido por el ganador. Volvió a San Juan a seguir trabajando pero la experiencia en el campeonato lo había marcado y “se quedó con ganas de más”. Tenía 15 años apenas cuando sintió que su alternativa era irse de San Juan o dejar el box porque aquí ese deporte no estaba muy difundido por aquel entonces.

Su hermana Marina cuenta que Roberto siempre se preguntaba si su destino era ser tan pobres o si podía hacer algo para cambiar la vida de su familia. Por entonces ya había dejado la escuela sin terminar la primaria y hacía changas pintando obras. Un día le dijo a su madre que “iba a buscar trabajo en Mendoza”.

En realidad Roberto compró un pasaje a Buenos Aires y con apenas un peso en el bolsillo tomó un tren hacia a la Capital. En aquella ciudad deambuló buscando algún trabajo y según contó después, algunas veces se conformó con mirar la comida en las vidrieras de las rotiserías. Pasó algunos días sin comer y guareciéndose de la lluvia en la cabina del camión de un hombre que le tuvo compasión. Un amigo al que encontró de manera casual lo llevó dormir a su casa y enterado de sus pretensiones de boxear lo acompañó a contactar entrenadores hasta que un tiempo después conoció a quien se convertiría en su manager, su mejor amigo y de alguna manera en el padre que nunca tuvo. El hombre se llamaba Luis Agostini.

Castro era menudo, algo desgarbado y de pelo enrulado. Su figura fue haciéndose conocida en las veladas que se organizaban en los diferentes clubes de barrio. El sanjuanino llegó a acumular 40 peleas de las que sólo 3 fueron derrotas y 8 empates. Una noche cayó con un modesto paquetito de ropa al club Larrazábal de Mataderos donde se presentaría el crédito del barrio, Angel Alonso. Fue una gran pelea. Las revistas de aquel entonces dicen que al subir al ring “fue mirado con cierta lástima por muchos espectadores” pero su fuerza y resistencia fue tan grande que a pesar de perder por puntos, el público lo terminó ovacionando. En el rincón del ganador estaba el entrenador Luis Agostini quien le preguntó a Castro por su situación. A los pocos días, el jovencito jachallero empezó a hacer guantes en el club y muy pronto se fue a vivir a lo de Agostini, quien le ofreció ayuda para que pudiera dedicarse de lleno al boxeo. 
 

Un carrera imparable hacia el campeonato

Se calcula que Castro hizo 170 peleas como amateur. Casi como cumpliendo el verdadero “sueño del pibe”, su primera pelea profesional fue como preliminarista en el Luna Park, el 26 de junio de 1953. Además del triunfo, el debutante recibió otra alegría que jamás olvidaría. Como espectador había estado el general Juan Domingo Perón, presidente de la Nación, quien se acercó, le estrechó la mano y le dijo paternalmente: “¡cuídese, pibe!”.

La carrera del sanjuanino fue desde entonces casi meteórica. Intentó integrar la selección olímpica para los juegos de Helsinki pero perdió en los cuartos de final con su comprovinciano Elio Ripoll. Después integró la selección argentina para el campeonato Latino Mundial, donde llegó hasta las semifinales.

El 21 de noviembre de 1954 disputó el título argentino contra Alberto Barenghi y lo ganó de manera incuestionable. Tenía apenas 22 años.
Un año después Castro logró disputar el título sudamericano de la categoría gallo, que llevaba varios años de vacancia. Su rival fue nuevamente Alberto Barenghi.

El encuentro fue a 12 rounds. Las crónicas de aquellas épocas relatan que “al comienzo el sanjuanino llevó el control en las acciones mientras que Barenghi demostraba demasiado recelo y en forma espaciada colocaba su mano derecha sobre la línea alta de su antagonista. Cuando tocó la campana del último round, el público estaba convencido que el ganador había sido el sanjuanino y por eso estalló la alegría cuando fue llamado por el árbitro para levantarle la mano”.

La crónica remata con un contexto que lo pone en el podio de los mejores de la época.
“A la reciente promoción de Pascualito Pérez en mosca y de Cucusa Bruno en pluma, se agrega ahora esta distinción honorífica lograda con todas las de la ley por Roberto Castro en peso gallo, cubriéndo así la vacante producida desde tiempo inmemorial cuando resolvió retirarse Panchigo Magnelli”.

La gloria, el banco y después

Roberto Castro ha sido tapa de las revistas más importantes de la época, como El Gráfico y Goles, e incluso una de ellas sacó la vida del boxeador sanjuanino en formato de historieta. Los comentarios de sus peleas ocuparon páginas enteras durante el tiempo que fue campeón. Aunque Castro perdió el cetro sudamericano en su tercera defensa, siguió siendo campeón argentino de la categoría “gallo” hasta 1956.

A los 34 años, dejó el boxeo, un poco por cansancio y otro porque habían aparecido algunos problemas en su corazón. Castro había conseguido ingresar al Banco Provincia como ordenanza y allí lo incentivaron a terminar la primaria y después los estudios secundarios. El banco fue su trabajo de toda la vida pero siguió vinculado al deporte como entrenador físico del Deportivo Italiano. Con su trabajo compró una casa en Mataderos. A los 30 se había casado con Hilda Otero, con quien tuvo tres hijos: Adriana, Robertito y Lorena.

A su familia de San Juan la visitaba seguido, cuando no mandaba dinero para que viajara su madre o alguno de sus hermanos. Con los años, su familia siente que realmente el boxeo les cambió la vida, como él quería. Marina, su hermana no olvida que Roberto destinó todo lo ganado en una pelea para festejarle en San Juan los 15 años. Después se llevó a Oscar, el hermano más chico, que aquí se había quedado sin terminar los estudios y trabajaba en las cosechas. En Buenos Aires le pagó los estudios hasta que terminó la secundaria y consiguió un buen trabajo.

Castro se jubiló como bancario y nunca dejó de venir a San Juan a visitar a su madre y su hermana que se habían quedado aquí. El 24 de julio de 1992 murió su madre y dicen que eso agravó sus problemas de corazón. El 4 de noviembre de ese año, murió de un ataque al corazón cuando estaba acodado en el mostrador de un comercio. En su tumba hay fotos que recuerdan que fue campeón. En su casa de Mataderos, los trofeos y las fotos cubren las paredes del comedor. En Jáchal, su familia está promoviendo que una calle de esa ciudad lleve su nombre en recuerdo del aquel lugareño que se convirtió en el primer argentino en ganar el campeonato sudamericano de los pesos gallo.

GALERIA MULTIMEDIA
José Roberto Castro luce el cinturón de campeón sudamericano de los gallos. Fue el primer argentino en obtener ese título, en un combate a doce rounds que ganó por puntos en 1955
Una persona fundamental en la vida de Castro fue su manager Luis Agostini. La familia de Castro en San Juan lo destaca como el padre que Roberto no tuvo. Agostini le dio casa y comida en Buenos Aires y lo llevó al mundo del boxeo profesional hasta hacerlo campeón.
José Roberto Castro había nacido en Jáchal en 1934. Tenía 21 años cuando obtuvo el título de campeón argentino de los gallos. Un año después se consagró campeón sudamericano. La foto fue publicada en una revista deportiva de Buenos Aires
Alberto Barenghi fue rival de José Roberto Castro tanto en su pelea por el campeonato argentino como en el sudamericano. Los títulos estaban vacantes y por eso se organizó un combate entre los dos mejores aspirantes. En las dos ocasiones, Castro se impuso a Barenghi
Con el título: “Cuando Miranda iba, Castro estaba de Vuelta”, la revista El Gráfico justificó la victoria del sanjuanino en una pelea en la que defendía la corona argentina de los pesos gallo
La foto muestra otro momento de la dura pelea en la que el rosarino Pedro Miranda le disputó el título argentino de los gallo al sanjuanino Roberto Castro. El campeón retuvo el cetro
Después de ganar el título sudamericano, la vida del jachallero Castro fue publicada en formato de historieta por una revista deportiva de la época. El joven campeón fue destacado como un ejemplo por su humildad y disciplina de trabajo
En 1956, Pedro Miranda le disputó el título argentino de los gallos. El campeón retuvo el título. El duro combate fue tapa de El Gráfico.