Graduado de abogado y doctor con 22 años, a los 28 Anacleto Gil
fue electo gobernador de San Juan. Su edad generó no pocas resistencias, pero sus obras de gobierno, así como su carácter fuerte e independiente, lo hicieron uno de los gobernantes más recordados de San Juan. A los 32 años sufrió un atentado que casi le costó la vida.
-El doctor Anacleto Gil no puede asumir el cargo de gobernador.
-¿Quién dice que no puede serlo?
-Yo lo digo.
-Esto es absurdo, se trata de uno de los hombres más brillantes que ha dado la provincia.
-Estoy de acuerdo. Pero el doctor Gil aún no cumple 30 años, como lo establece la Constitución Provincial sancionada en 1878 y que lo tuvo precisamente a él como el principal redactor. Es más, en el momento en que fue elegido no había cumplido siquiera 29 años.
Este hecho se produjo en 1881. Y quien se oponía a la asunción de Anacleto Gil, el dirigente opositor Napoleón Burgoa, tenía razón.
Anacleto había nacido el 21 de enero de 1852, en la casona familiar ubicada en la esquina de Santa Fe y Jujuy. Por vía paterna, sus orígenes familiares se remontaban a Juan Martín Gil, uno de los fundadores de San Juan ya que acompañó a Juan Jufré en 1562 y se quedó a vivir por estos lares.
Desde joven, Anacleto se distinguió por su inteligencia. Tanto que el gobierno nacional le dio una beca como alumno sobresaliente para que estudiara en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Terminados sus estudios secundarios, ingresó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires donde, en 1874, con sólo 22 años, se graduó de abogado y doctor en leyes.
En aquel San Juan de los años 70 una capacidad como la de Gil no podía pasar desapercibida. Porque además de su inteligencia, Anacleto era de los jóvenes intelectuales empeñados en dar a la Argentina una verdadera organización como Nación.
Comenzó a militar en política. Se enroló en el Club del Pueblo, agrupación sarmientista, dirigida por Valentín Videla.
Gil formó parte de un reducido grupo dirigente que conformó en aquellos años una línea dentro del partido gobernante apodada de “los regeneradores”, que diera varios mandatarios a San Juan.
El objetivo era introducir en la política sanjuanina la ética y la justicia aunque sus opositores la denominaron “la argolla”, ya que no sólo mantuvieron durante años el poder de la provincia sino que entre ellos se las arreglaron para proyectarse nacionalmente a través del apetecible cargo de senador nacional.
Con sólo 23 años, Gil fue designado en 1875 ministro del Superior Tribunal de Justicia, siendo electo en 1878, convencional constituyente.
En 1880, el gobernador Manuel Moreno lo designa ministro de Hacienda y Obras Públicas y el 2 de enero de 1881, con 28 años, Anacleto Gil es electo gobernador propietario de San Juan.
Pese a todos los cuestionamientos que, por su juventud, debió sortear su candidatura, la Legislatura aprobó su mandato y el 12 de mayo ocupó su cargo.
El joven Gil no sólo era brillante, joven y apuesto sino que era “bravo de arriar”. Tenía un carácter muy difícil. Y sus decisiones no podían ser discutidas.
Se manejaba en forma absolutamente independiente y personalista. Era bastante quisquilloso, “de malas pulgas”, diría un criollo. Pero absolutamente recto en su proceder y con un acendrado concepto de la justicia.
-Con Anacleto Gil era difícil dialogar. Él ejercía su autoridad. Mandaba.
Pero su obra de gobierno fue grande.
Durante su gestión se creó el departamento 25 de Mayo y erigió en departamento las tierras de la sociedad fundadora de Caucete.
Por leyes de su gobierno, se crearon el Registro Civil de San Juan, uno de los primeros de la República, la Ley Orgánica del Régimen Municipal y el Monte de la Piedad, antecedente inmediato del futuro Banco de Préstamos, que “desalojó de la plaza a los usureros al suministrar el servicio de crédito a los sectores de menores recursos mediante la prenda de objetos personales”.
Fue Gil quien remodeló la Plaza Mayor, que poco después, durante la última visita de Sarmiento a San Juan se llamaría 25 de Mayo e instaló en su centro una artística fuente. Y a su autoría se debe también la iniciativa de construir dos nuevas plazas: Aberastain y Laprida.
Anacleto fue uno de los primeros mandatarios en intentar diversificar la economía sanjuanina y alentar la radicación de fuentes de trabajo. Esto en una provincia donde la economía era prácticamente feudal y los puestos de trabajo agrícolas, fue realmente importante. Fue así como eximió de todo impuesto a una curtiembre, una fábrica de betún y pintura, la instalación de una planta para beneficiar minerales metalíferos y concedió a la empresa Lloyd y Mackenzie los yacimientos auríferos de Gualilán. A la vez alentó la participación de la provincia en la Exposición Continental que se realizó en Buenos Aires en 1882, delegando en el Club Industrial, que presidía Segundino Navarro, la promoción de la participación de los empresarios locales.
Cuando sólo le quedaban algunos meses para terminar su mandato y su nombre figuraba como uno de los sanjuaninos que podía tener una gran proyección nacional, Gil fue víctima de un atentado, en el que perdiera la vida otro ex gobernador, el coronel Agustín Gómez.
A Gil, tras dispararle tres balazos, uno de ellos en la nuca, lo dieron por muerto.
Era el 6 de febrero de 1884. Gil acababa de cumplir 32 años. Aunque salvó su vida ya no pudo reasumir la gobernación y en los diez años siguientes se desempeñó como senador nacional hasta que desapareció de la vida pública con 43 años.
¿Cómo pudo dejar la política un hombre de tantas cualidades?
Los historiadores dicen que fue su carácter independiente lo que le impidió una mayor proyección nacional.
Otros, en cambio, sostienen que el atentado que sufrió le marcó la vida.
Hay testimonios que sostienen que Anacleto, como tantos otros sanjuaninos, fue perdiendo el interés en la política ante la chatura de un medio poco propicio para los hombres que vuelan en otra dimensión.
Años después, Saenz Peña intentó rescatarlo pues era grande la contribución que podía dar al país y lo designó interventor en Santa Fe, cargo que desempeño con solvencia. Pero ya no tenía ambiciones políticas. Ese fue su último servicio a la Nación.
Desde 1897 a 1913 se desempeñó como rector del Colegio Nacional.
En 1887 Gil se casó con María de la Presilla, con la que tuvo varios hijos.
Cuando murió, el 22 de marzo de 1939, a los 87 años, olvidado por sus comprovincianos, sólo un bien poseía: una casa en la calle Mendoza. Otra valiosa propiedad, que era su bien más preciado, la conocida Finca El Bosque, en Pocito, había sido rematada por un banco años antes.
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