Fue gobernador, vicegobernador, ministro tres veces, senador y diputado provincial, convencional constituyente, juez de paz, comisario de policía, secretario privado, archivista y a los 90 años terminó su vida como encuadernador de expedientes. En esta nota, Juan Carlos Bataller hace una semblanza de un personaje casi desconocido de la historia sanjuanina.
-Buenos días, don Manuel.
-Buenos días, señor, ¿cómo está usted?
Nadie hubiera imaginado que aquel viejito que desempeñaba el artesanal oficio de “encuadernador de legajos oficiales” ocupó en un tiempo la gobernación de San Juan.
Es más, el hombre encorvado por sus 90 años, que realizaba sus tareas en la antigua Casa de Gobierno ubicada en la calle General Acha, fente a la Plaza 25 de Mayo, fue sin duda el hombre público de más larga trayectoria que haya tenido San Juan en su historia.
Se llamaba Manuel María Moreno. Y había nacido el 28 de enero de1830, en el seno de una familia que si bien no hizo fortuna, podía exhibir entre sus miembros algunas figuras destacadas de la época colonial.
Moreno no era un hombre de gran instrucción. Pero era un prolijo contador que entre números había prestado sus servicios al Estado sanjuanino.
Sin mayor empuje ni iniciativas, su vida transcurrió en la más absoluta mediocridad.
En aquellos tiempos, todos los cargos públicos eran políticos.
Llegaba un gobernador y ponía su gente en todos los cargos, desde la policia a los juzgados de paz.
Y aquel prolijo tenedor de libros un día sintió que se le despertaba la vocación política.
A partir de ese momento comenzó una carrera que lo llevaría a ocupar los más altos cargos de la provincia.
No era un líder, menos un caudillo. No tenía un discurso que atrajera a la gente ni se distinguía por sus dotes de conductor o por sus ideas de progreso.
Simplemente estaba, ahí, en el lugar justo.
Todo comenzó cuando ya contaba con 37 años y el gobernador Camilo Rojo lo designó en un oscuro cargo: juez de paz en Caucete.
No pasaría mucho tiempo para que se lo ascendiera a otro cargo menor pero influyente en el lugar: comisario de policía.
Como si eso fuera poco, ese mismo año de 1867, Manuel Moreno fue electo diputado provincial. Pocas veces se vio un ascenso tan rápido: tres cargos en un mismo año.
Pero sería recién a mediados de los años ’70, cuando comenzaría el esplendor político de Moreno. Y todo fue muy rápido.
Por aquellos años, Santos Guayama tenía en jaque a la policía lugareña y la sombra de Domingo Faustino Sarmiento dominaba la escena política sanjuanina.
La política provinciana, necesariamente, comenzaba a encolumnarse entre dos corrientes opuestas muy poderosas, una nacional, que representaron primero Nicolás Avellaneda y Alsina y que luego tendría como jefe máximo al general Julio Argentino Roca.
La otra corriente era producto del histórico localismo sanjuanino y que reconocía como referentes al coronel Agustín Gómez y a otros gobernadores de la época, como Anacleto Gil y Rosauro Doncel, conocidos como “los regeneradores”, que finalmente terminó alineada con Roca.
En 1875, la gobernación interina de Faustino Espínola designa a Moreno ministro de Hacienda y Fomento.
A nadie extrañó que un tenedor de libros fuera designado en Hacienda.
Como tampoco extrañó que el gobernador siguiente, Hermógenes Ruiz, lo confirmara en el cargo un año después.
En aquellos años, el poder lo ejercían unos pocos. Había un “elenco estable” que aparecía con todos los gobiernos.
Pese a su modestia y su bajo perfil, la ascendente carrera de Moreno seguiría sin inconvenientes. En 1877 fue diputado provincial, al año siguiente convencional constituyente y poco después fue designado ministro de Gobierno.
Y acá se produce el gran salto de Moreno.
Precisamente, la Constitución de 1878 crea el cargo de vicegobernador, inexistente hasta la fecha.
Gobernaba San Juan el coronel Agustín Gómez y Moreno considera que tenía tras sí una trayectoria como para aspirar al flamante cargo de vicegobernador.
Renuncia entonces como ministro de Gobierno y presenta su candidatura.
El grupo gobernante en ese momento, al que denominaban “la argolla” y que condujo la provincia durante varios años, le dio su apoyo. Y Moreno obtuvo una abrumadora mayoría: 985 votos contra 1 del otro candidato, Juan Crisóstomo Albarracín.
Otra vez la suerte se puso del lado del oscuro contador.
El coronel Gómez era ya una figura de relieve nacional. Hasta se lo mencionaba como uno de los “presidenciables”.
San Juan era para Gómez una plataforma importante pero su accionar apuntaba a Buenos Aires.
La nueva Constitución de San Juan establecía que los gobernadores no podían postularse inmediatamente como senadores nacionales.
Pero una vez más, las normas fueron dejadas de lado.
Y don Agustín renunció a la gobernación para postularse a la senaduría nacional, cargo para el cual fue designado por la Legislatura un par de meses más tarde.
¡Quién iba a decirlo!
Ya tenemos a don Manuel Moreno instalado en el sillón de Sarmiento. El 28 de enero de 1880, cuando estaba por cumplir 50 años, por primera vez en la historia de San Juan se produce una sustitución constitucional por acefalía de la gobernación y Moreno asume como gobernador propietario.
Pero, caso curioso, Moreno nunca quiso firmar como gobernador. Debajo de su firma, junto con la aclaración, figura en los documentos la leyenda “vicegobernador en ejercicio”. Como todo el mundo conocía su carácter mesurado, hasta tímido y apocado, nadie objetó esta forma de ejercer el poder durante un año y cuatro meses, hasta que el 12 de marzo de 1881 hizo entrega del mando a su sucesor, el doctor Anacleto Gil, quien hasta ese momento se había desempeñado como su ministro de Hacienda.
Hay un punto en la vida de Moreno que no está claro. Es la participación que le cupo en la llamada “revolución de los febrerinos”, que en 1884 estalla en San Juan con el resultado de varios muertos y el asesinato del senador Agustín Gómez, además de gravísimas heridas al gobernador Anacleto Gil. Manuel Moreno se desempeñaba en esos días como senador provincial y fue expulsado de su banca pues el senado lo encontró cómplice de aquel grave hecho.
A partir de ese momento, la vida de Moreno cae en un cono de sombras.
Vuelve a su puesto de contador del Estado, hasta que en 1908 el gobernador Carlos Sarmiento lo designa su secretario privado. Y este ex gobernador, 27 años después de haber ejercido la primera magistratura, acepta un cargo auxiliar.
El siguiente gobernador, Victorino Ortega, lo designa encargado de la confección del Archivo de Gobierno, correspondiéndole archivar la etapa comprendida entre los años 1861 – 1912.
Moreno ya era un anciano de casi 90 años que, sin embargo, nunca reclamó una jubilación extraordinaria. Prefirió seguir trabajando, ya en un oscuro oficio artesanal: encuadernador de legajos oficiales.
El 21 de febrero de 1923, a los 92 años, murió don Manuel Moreno.
Así fue como este gobernador no pasó a la historia por sus obras –en realidad su gestión fue intranscendente- sino por los vaivenes de su larga vida pública, un caso único en la vida provinciana, que a lo largo de casi 60 años lo vio ocupar desde la gobernación, vicegobernación, ministro tres veces, senador y diputado provincial, convencional constituyente, juez de paz, comisario de policía, secretario privado, archivista y encuadernador de expedientes.
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