Monseñor Audino Rodríguez y Olmos era el Arzobispo de San Juan cuando ocurrió el terremoto del 15 de enero de 1944. Ese día estaba en Córdoba. Este artículo relata el desesperado viaje de retorno del prelado a su provincia y reproduce las descripciones que el mismo monseñor Audino hizo de lo que encontraba a medida que se acercaba a la ciudad destruida.
“Amados hijos nuestros en el Señor: Sobre las ruinas de nuestra ciudad, de nuestra amada ciudad de San Juan; sobre este inmenso montón de escombros, sepulcro de vidas, de magníficas construcciones y de humanas vanidades, os dirigimos esta exhortación pastoral con el corazón partido y los ojos arrasados... ”
Estas son las palabras introductorias de la Carta Pastoral que con motivo del terremoto del 15 de enero de 1944(1), redactara Monseñor Audino Rodríguez y Olmos, Arzobispo de San Juan, el día 21 de enero de ese año.
Tal vez fueron redactadas a altas horas de la noche. A la luz de la vela. En el desvelo del dolor y la angustia del Pastor que ha encontrado un panorama terrible.
Monseñor Audino ha llegado ese día a San Juan, alrededor del mediodía, después de seis días de ocurrido el terremoto, en una odisea que comienza en Córdoba.
¡Cuánto se especuló acerca de su ausencia! La calumnia no salvó ni al Arzobispo de San Juan. Tampoco al Padre. Eustiquio Esteban (2), párroco de Concepción, a quien también se acusó de haber huido a Buenos Aires, pero a los días encontraron su cuerpo junto al altar y a quien también recordamos, fecundo asesor de la Acción Católica Argentina.
Quienes conocen la realidad del trabajo de un Obispo y sacerdotes, saben que es en el mes de enero y de no ser posible, en febrero, el que aprovechan para vacacionar, cuando se ha podido coordinar con quien supla su ausencia.
Para la época sucede lo mismo. Monseñor Audino se ha retirado a Champaquí, en Córdoba, un lugar en las sierras cordobesas, sorprendido para la época con un temporal de verano. “Hacía una semana que llovía sin cesar en todo el faldeo del Champaquí: una densa neblina cubría los valles y montañas, y los caminos abiertos a lo largo de aquella arcilla pegajosa y resbaladiza, como el jabón, se habían tornado intransitables hasta tal punto que aún para andar a caballo había que usar de precaución y cautela”.
Es así, que a las horas de haber ocurrido el terremoto, que lógicamente debe haberse sentido en esas serranías, llegó a la casa donde moraba un vecino distante a dos leguas, para comentarle todo lo que decía la radio sobre lo acontecido en San Juan.
Allí comienza la crónica relatada al Diario Tribuna de la época, que citamos. “Al día siguiente cesó la lluvia. Dispuse la marcha sin tardanza y con el auxilio de cadenas aplicadas a las ruedas, de palas y de todos los adminículos que conocen los automovilistas hechos a los caminos de esta especie, llegamos al primer taller mecánico… después de muchas horas de ardua marcha y después de haber arrancado muchas veces al automóvil, descalzos en medio del barro, jadeantes, de las cunetas fangosas a las que se precipitaba irresistiblemente.
“¡Cómo lo compadezco!” le decía el dueño de una estancia del lugar: “Una semana hace que recibo sin interrupción urgentes llamados desde Buenos Aires; pero solamente el que ha recorrido estos caminos en estas condiciones, es capaz de medir el obstáculo insalvable que ellos oponen en un caso de apuro. Estoy en condiciones de sondear su tragedia interior”. Llegado a Córdoba, pudo al día siguiente volar a Mendoza en un vuelo de la Aerolínea Panagra. (3)
Ya en Mendoza, las complicaciones serían diversas. “Se había dado orden de evacuar la ciudad en ruinas, porque, decían, sería bombardeada por aviones militares”. En dos oportunidades, Monseñor Audino hace esta referencia acerca del posible bombardeo que se había decidido, sobre la ciudad de San Juan. Cuales fueron las razones de tal medida o el porqué de su no realización, será motivo de una indagación posterior. Dejamos pues, solo el interrogante.
Más complicaciones...
Para viajar a San Juan desde Mendoza, “... había que tener autorización del Ministro, pasaporte del Jefe de Policía, certificado de la Asistencia Pública… Luego había que encontrar vehículo. Pero los automóviles particulares no podían viajar y la provincia tenía ocupados en la evacuación todos los medios de transporte. Solo los médicos tenían permiso de circulación. Un doctor de apellido Allak se ofrece a llevarlo, pero las autoridades le negaron el permiso porque no tenía las autorizaciones correspondientes. Conferenció con el Ministro (¿?) y le manifestó que “era mi deber estar en San Juan y que llegaría en cualquier forma, a pie si era preciso”. Fue autorizado, pero cuando hubiera un coche desocupado, es decir al otro día.
Monseñor Audino aprovechó esa tarde para visitar a los evacuados de San Juan: en el Hospital Central a los heridos, al resto en la Estación del Ferrocarril Pacífico “y que emprendían viaje a Buenos Aires, silenciosos y resignados. ¡Pobres hijos míos! ¿Con qué emoción y cariño recibieron la bendición de su Pastor!”
El día 21 de enero, “... el automóvil que debía conducirnos a San Juan llegó con la orden terminante de volver aquel mismo día a Mendoza, puesto que el bombardeo aéreo de San Juan tendría lugar al día siguiente… Lleguemos a San Juan: llegar cuanto antes es mi única preocupación”
El testimonio de Mons. Audino al cruzar desde Mendoza a San Juan hace casi palpable la magnitud del desastre y del sufrimiento de la gente. “A poco andar una procesión interminable, cada vez mas compacta, de carruajes de todas dimensiones y de todo género, conduciendo familias y muebles y objetos abigarrados, desde la olla hasta el catre y el loro. Una verdadera evacuación. San Juan estirado a lo largo del camino que va a Mendoza… como miembros que flotaran después de un naufragio”.
Continua la crónica: “Pocito… Villa Krause… estábamos a un paso de San Juan. El corazón se me oprimía y una desazón indomable sacudía mis nervios”.
Con cuanta angustia Monseñor Audino relata la impresión de llegar al centro de la ciudad: “ ¡San Juan! ¡Cuanta ruina amontonada! ¡Cuánto dolor! ¡Qué enorme tragedia!... Mi Catedral, joya de los tiempos que pasaron, panteón de próceres y de ilustres pastores, corazón y cerebro de las generaciones en marcha! El relato es extenso.
Ante el panorama, su primera medida será mitigar las necesidades que existen: “Di orden de que cuanto dinero hubiese depositado en mi nombre, fuera empleado en las necesidades mas urgentes” Y cierra su entrevista con una reflexión que muestran su estirpe de Pastor: “Después… he acompañado a los sanjuaninos en todas sus gestiones ante los poderes provinciales y nacionales”.
Es verdad, Monseñor Audino Rodríguez y Olmos, Arzobispo de San Juan, se puso al frente de su pueblo, como Pastor, intercediendo, y también animando a erigir de nuevo la ciudad destruida. Como Pastor, repito, no solo consolando(4)y animando, sino poniendo la mirada en el futuro, marcando un rumbo, porque esa es la misión del Pastor: “Reedifiquemos nuestra ciudad con alegría. Propongámonos hacerla bella y darle como fundamento incontrastable nuestras virtudes, de modo que llegue a sobresalir entre sus hermanas, como que fue purificada en el dolor…”. (Pastoral con motivo del terremoto de San Juan de Cuyo. En San Juan, a 21 de enero de 1944. Audino Rodríguez y Olmos, arzobispo de San Juan) Nacido en San Juan, el autor es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia. Se desempeña como Asesor Histórico para el Convento de Santo Domingo de San Juan y el Monumento Histórico Nacional “Celda de San Martín”.
Ha escrito en publicaciones históricas locales y participa en proyectos de investigación de la Universidad Nacional de San Juan, así como en iniciativas gubernamentales relacionadas con la recuperación del patrimonio arqueológico e histórico provincial.
(1) El terremoto de San Juan de 1944, provocó más de 10.000 muertos, aunque el número nunca fue confirmado. Algunos historiadores consideran que el número aún fue mayor. Este terremoto, si bien no fue el de mayor intensidad registrado en la historia sísmica de la Argentina (lo fue el de San Juan de 1894), fue el que mas cantidad de víctimas causó.
(2) El día anterior había despedido el grupo Scout de su parroquia que partió de vacaciones a Buenos Aires, por lo que muchos sospecharon hasta positivamente que había viajado acompañando a sus jóvenes. Pero lamentablemente, es Padre Esteban al momento del terremoto, se encontraba celebrando un matrimonio en el interior de la Iglesia. Todos murieron con él.
(3) http://es.wikipedia.org/wiki/Panagra. Panagra, también llamada Pan-American Grace Airways, fue una importante aerolínea estadounidense que operaba numerosas rutas a América del Sur en los años 1940 y 50.
(4) Monseñor Audino Rodríguez y Olmos, es quien autoriza y participa de la ceremonia de colocación de las cenizas de los muertos por el terremoto, que fueron depositadas en la Iglesia del Convento de Santo Domingo, el día 5 de abril de 1944, cuya iniciativa correspondió a Fray Gonzalo Costa.