Los alemanes que se quedaron en San Juan

Este artículo fue redactado en la oportunidad de cumplirse 65 años del hundimiento del Graf Spee, el acorazado alemán, fondeado en el Río de la Plata. Cincuenta de los tripulantes sobrevivientes, permanecieron cinco años internados en San Juan. Al término de la guerra sólo 8 se radicaron definitivamente en esta provincia. Aquí cuentan su historia, dos de aquellos marinos alemanes, Federico Bachmann y Erico Pedro Trella.

El orgullo de la flota alemana

El 30 de junio de 1934 Alemania creó el barco de guerra más importante tecnológicamente del mundo, el Almirante Graf Spee. Fue el primer barco de guerra, que pesando 10 veces menos que los otros – tras la Primera Guerra Mundial se le impuso a Alemania un tope en cuanto al porte de sus naves-, seguía manteniendo la robustez de los mayores buques del mundo, era mucho más rápido y potente en cuanto a distancias sin repostar (primer barco con motores Diesel), poseía cañones gigantes que podían destrozar al mayor barco en un radio de 10 kilómetros de un solo tiro, tenía una rampa con un avión listo para volar (algo innovador), y lo más importante: guardaba una tecnología inaudita que nadie más poseía en el mundo, el radar controlado por radio.
El Graf Spee estaba siempre en contacto con las bases en Alemania a pesar de estar surcando los mares del Atlántico. Al mando del capitán de navío Hans Langsdorff –hijo de un juez de Dusseldorf que se unió a la Marina imperial en 1.912 y combatió la primera guerra mundial-, esta nave conseguiría un enorme éxito en su campaña corsaria al hundir 8 buques británicos entre el Atlántico sur y el Índico con un total de 50.000 toneladas.
En el curso de su crucero, ningún marino británico perdió la vida y Langsdorff cumplió escrupulosamente con el derecho internacional. Sin embargo, esto pronto cambiaría. El comodoro Harwood, al mando del crucero pesado Exeter y los ligeros Achilles y Ayax logró dar con el acorazado el 13 de diciembre de 1939 frente a Montevideo.
Langsdorff llevaba más de cien días navegando en estado de guerra sin cometer un sólo error. Pero ahora cometería dos fatales:

» En lugar de mantener a distancia a las naves británicas gracias al superior alcance de su artillería, salió a buscarlas y aunque alcanzó al Exeter convirtiéndolo en un pontón desarmado, incendiado y lleno de muertos y heridos que tuvo que retirarse del combate rumbo a las Malvinas, los cruceros ligeros seguían combatiendo, causando daños menores al corsario alemán mientras sufrían los terribles zarpazos de su artillería que los obligó a retirarse también.
» En ese momento Langsdorff podía haber seguido a los dos cruceros a distancia cañoneándolos a placer y hundiéndolos. Pero entonces cometió su segundo error: Considerando que los daños sufridos por su nave eran de mayor importancia que los reales rumbeó hacia Montevideo ante la sorpresa de los británicos que ya se veían hundidos. Una vez anclado el Graf Spee en Montevideo vieron que la capacidad combativa de la nave no estaba mermada. Error fatal.

En Montevideo, Langsdorff y los diplomáticos alemanes solicitaron un plazo para reparar las averías. El gobierno uruguayo concedió al Graf Spee 72 horas para salir de puerto. Al finalizar el plazo, el 17 de diciembre, el Graf Spee levó anclas y partió seguido por el mercante alemán Tacoma.
Más de un millón de personas contemplaba la escena desde las orillas del estuario del Río de la Plata mientras un avión británico sobrevolaba a la nave alemana. En ese momento, el avión ingles informó que en el Tacoma había centenares de marinos alemanes y Harwood intuyó lo que iba a ocurrir. En un punto el corsario se detuvo y los espectadores pudieron ver cómo los marinos alemanes que quedaban a bordo del corsario abandonaban la nave y transbordaban al Tacoma llevando la bandera de guerra alemana cuidadosamente plegada: Langsdorff iba a volar la nave.
A las 20:54 una serie de tremendas explosiones sacudió a la nave alemana que se incendió y hundió a la vista de todo el mundo, en medio de un impresionante silencio en el que los marinos alemanes lloraban y los espectadores uruguayos, con los sombreros junto al pecho no podían contener la emoción viendo a Langsdorff permanecer en posición de saludo ante su nave moribunda.
La tripulación y su comandante fueron llevados a Buenos Aires. Los jefes y oficiales fueron alojados en las instalaciones del Arsenal Naval y el resto en el Hotel de Inmigrantes.
Tras visitar a la tripulación, el comandante envió una nota al ministro de Defensa alemán.
Después de una larga lucha con mi conciencia he llegado a la grave decisión de hundir el acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee para impedir que caiga en manos enemigas. Estoy convencido que dadas las circunstancias, esta decisión es la única posible, después de haber llevado mi buque hasta la trampa de Montevideo. Antes de exponer mi buque al peligro de caer en manos enemigas, aún después de una batalla, he decidido no combatir sino destruir todas las instalaciones de a bordo y hundirlo. Pero dándome cuenta de que esta decisión pudiera ser mal interpretada por personas desconocedoras de mis motivos o atribuídas parcial o enteramente a razones personales, he decidido afrontar las consecuencias derivadas de la misma. No es necesario recordar que para un comandante que tenga sentido del honor, su destino personal no puede ser distinto al de su buque.
Tras ello el capitán de navío Hans Langsdorff se vistió con su uniforme de gala, se tendió en la cama de la habitación de su hotel y se pegó un tiro en la sien.
Tras el suicidio de Langsdorff y los problemas diplomáticos entre Argentina, Uruguay y Alemania, el destino de los 1.039 marinos sobrevivientes fue al principio incierto pero se internaron en provincias como Santa Fe, Córdoba, San Juan y Mendoza.

FRITZ BACHMANN había nacido en la región de Babiera, cerca de Neuremberg, el 24 de abril de 1920. Cinco hermanos, un padre mecánico, propietario de un pequeño taller y su madre, componían la familia, de religión luterana. Ese fue para Fritz el marco de una niñez feliz pero con las estrecheces propias de una Alemania que sufría las consecuencias de la posguerra.
Tan solo 12 años tenía Fritz cuando Hitler llegó al poder en Alemania. Por aquel entonces, integraba un grupo de boys scouts y se aprestaba a aprender el oficio de mecánico.
A diferencia con lo que ocurre en la Argentina, en Alemania los oficios obligatoriamente tienen que estudiarse en una escuela especial, similar a nuestra escuela de artes y oficios, en la que deben cursarse cuatro años y rendirse los exámenes correspondientes. Recién en ese momento, el joven está habilitado para comenzar a desempeñarse en un trabajo.
Federico: Para mí era la primera vez que salía de Alemania. En el Graf Spee era electricista y trabajaba en la revisión técnica.
ERIK PETER TRELLA había nacido en Schlesiel, una localidad de la antigua Prusia que hoy forma parte de Polonia, el 18 de noviembre de 1919. De familia católica, Trella tenía dos hermanos y, al igual que Bachmann, estudiaría herrería artística en la escuela de Artes y Oficios e integraba un grupo de boys scouts.
Erico: Tenía 19 años cuando me alisté. Nunca había salido de Alemania y sólo 48 horas antes de partir, me subí al acorazado. Formaba parte del personal técnico en la sala de máquinas 3.
La vida continuaba en Alemania, bajo el régimen nazi. Fritz ya era mecánico. Erik, herrero artístico. Todos los boys scouts habían pasado a formar parte de la juventud hitleriana. Y la guerra estaba cada vez más cerca. En 1938, Bachmann ingresa en la Marina como voluntario y tiene como destino la escuela de Kiel. Ercico ingresaría un año después, en abril del ‘39. Pocos meses más tarde iban a comenzar una aventura que les cambiaría totalmente la vida.

Hacia una misión desconocida

Ninguno de los 1050 suboficiales y marineros conocía el objetivo de aquella misión, al mando de 44 oficiales comandados por el capitán de navío Hans Langsdorff, cuando el 23 de agosto de 1939, en pleno verano alemán, el Graf Spee partió de Wilhelmshaven con destino al Oceano Atlántico. Tampoco sabrían las familias Bachmann y Trella donde estaban sus hijos, hasta mucho tiempo después.
-La orden era llegar al Atlántico Sur sin ser vistos. El barco había sido cargado para la guerra y todos estábamos perfectamente entrenados. El primer inconveniente se presentó a poco de partir: en el Mar del Norte, había un bloqueo formado por buques de Inglaterra y Noruega. Lo pasamos de noche, con luces de barco mercante-, recuerdan.
Pronto todos sabrían cual era la misión: capturar y hundir buques ingleses con el fin de cortar abastecimientos vitales para Gran Bretaña.
-El objetivo era capturar los barcos, pasar los prisioneros y la carga al Graf Spee y luego hundir la nave inglesa. Cada tanto, en puntos previstos, nos encontrábamos con el buque tanque Alt Mark, que nos suministraba combustible y recibía prisioneros, cuentan Trella y Bachmann. En síntesis, como lo han denominado algunos historiadores de la segunda guerra mundial, el Graf Spee era un barco corzario.

Ojos celestes, terremoto y amores juveniles

Una vez llegados a Buenos Aires, los miembros de la tripulación del Graf Spee fueron alojados en el Hotel de Inmigrantes. Pronto se advirtió que tener a mil marinos de un país en guerra, perfectamente entrenados, podía ser peligroso para un país no alineado.

Fue así como se resolvió internar a los marinos en distintas provincias que, necesariamente, debían estar alejadas del mar.

La mayor parte de los marinos fue internada en Córdoba. En Mendoza se radicó a 100 y 50 fueron traídos a San Juan.

Los primeros tiempos, los cincuenta marinos alemanes fueron internados en Zonda, donde hoy funciona el Hospital Neurosiquiátrico. Allí estuvieron durante un año, para pasar luego a su destino final, un inmenso galpón ubicado en la avenida Rawson y Juan Jufré, donde permanecieron hasta el terremoto, cuando fueron trasladados a Carrodilla, en Mendoza.

—En San Juan pronto nos organizamos y comenzamos a estudiar el bachillerato. Aprovechamos esos años para estudiar y a la vez aprender el idioma, que nos permitiría comunicarnos con la gente. Nosotros éramos en aquellos días soldados alemanes y en esa condición estábamos internados, bajo un régimen militar y custodiados por la policía—, recuerda Trella.

—En la mañana estudiábamos el bachillerato y por la tarde recibíamos instrucción y practicábamos deportes. Las noches eran nuestras, pues nos permitían salir aunque debíamos regresar a determinada hora. Esto nos permitió vincularnos con muchos sanjuaninos, e incluso, ponernos de novio—, agrega Bachmann.

Aunque ellos no lo digan, muchos corazones de sanjuaninas habrán quedado atrapados de cincuenta alemanes de pelo rubio y ojos celestes. Ellos destacaban fundamentalmente el apoyo que recibieron de todo San Juan.

Erico: Muchos aprovechamos para aprender español y al año ya sabíamos hablarlo. Otros se encerraron más y sólo se juntaban con alemanes y es así como varios años después seguían sin saber el idioma. Además, pudimos terminar el secundario con planes de estudios aceptados por Alemania y algunos fueron profesionales.

Cuando se produjo el terremoto, en 1944, los marinos tomaron parte activamente en las tareas de rescate y ayuda.

—Donamos muchos uniformes alemanes de fajina a gente que había perdido todo. ¿Se imagina en aquellos días y en medio de aquel desastre, ver a sanjuaninos vestidos con uniformes de fajina de la marina alemana?”—, comenta Bachmann.

Algunos días más tarde, los cincuenta alemanes fueron trasladados a Carrodilla, Mendoza, donde permanecieron hasta 1946 cuando se los llevó a Buenos Aires desde donde fueron trasladados a Alemania. La guerra había terminado. No obstante, fueron muchos los que optaron por permanecer en el país. Algunos ya estaban casados, como Bachmann, que contrajo matrimonio en 1945. Otros estaban de novio. Y finalmente, estaban los que tras seis años de permanencia en el país le habían tomado cariño y prefirieron permanecer definitivamente.

La fuga, el amor y Federico Cantoni

Federico estaba, junto con sus compañeros, internado en Carrodilla, Mendoza. El le había dicho a Vicenta: “Si nos trasladan a Buenos Aires es porque nos llevan a Alemania. Cuando esté por producirse el traslado yo me escapo”. Y comenzamos a organizar todo.

Federico: Nos fugamos de noche, con la ayuda del sargento García. Ellos querían ayudarnos porque conocían nuestra situación. Yo hacía tres meses que me había casado y Vicenta me escribía. En esos días ya había terminado la guerra, era 1945 y teníamos el status de prisioneros de guerra. Con Trella tomamos un taxi y nos vinimos para San Juan.

Trella: En Jocolí nos pararon y nos pidieron documentos. Bachman, que era casado los tenía, yo no. Trataba de hacerme el dormido. Entonces Bachman le dice al guardia: “El viaja a San Juan a casarse”. Y escucho al guarda decir: “Entonces pasá, por tonto”.

Bachmann: Llegamos a la casa de mi cuñado y allí había un policía esperando. Seguramente ya habían recibido el aviso de nuestra fuga. Nos piden los permisos y les decimos que los tenemos en las valijas y que venimos a ver nuestras familias. El policía duda. Cuando hacemos ademán de abrir las valijas nos dice: “Vayan nomás, está bien”. Inmediatamente entramos a la casa en el coche de mi cuñado, nos llevaron a la finca de los Sastre, donde permanecimos escondidos durante un tiempo. A los pocos minutos de partir nosotros, el policía, que sospechaba, entró a la casa. Ya era tarde. Poco después fueron a requisar la finca y tampoco nos encontraron. Yo me había ocultado en el interior de una chimenea”.

Vicenta fue a Buenos Aires y habló con el ministro de Guerra. Tenía que saber si se los querían llevar a Alemania o no. El ministro le dijo: “Yo no puedo decirle nada señora pero algo le comentaré: El 15 estarán en el Hotel de Inmigrantes representantes de Alemania”. El hombre había dicho todo.
Vicenta regresó con un panorama claro: tenía que hablar con alguien importante para que los ayudara. Y pensó en un hombre que ya había sido gobernador y era nuevamente candidato. El le dijo:
—Llévelos a mi finca de El Cerrillo.
Así lo hicimos. Allí ya estaban seguros. El dueño de la finca solía venir y preguntaba con voz alta: “¿Y? ¿Cómo están los checoslovacos?”., para que los peones no advirtieran que eran alemanes. Ese hombre era Federico Cantoni.
Tiempo después, ya pudieron salir libremente a la calle. Quienes quisieran quedarse podían hacerlo.

Los que se quedaron acá

Ocho fueron los marinos alemanes que se radicaron definitivamente en San Juan. Ellos fueron:
Federico Bachmann, casado –hoy viudo- con la artista plástica Vicenta Sastre y padre de Erika (maestra) y Susana (abogada), que les han dado 6 nietos. Bachmann es agricultor en el Médano de Oro.
Erich Heine, soltero que trabajó en Walter Melcher y se hizo muy conocido en San Juan con su ropa tirolesa y abasteciendo de cerveza en las fiestas.
Gerardo Schwenke, casado con Dora Schulz, quien era telegrafista de a bordo y falleció en enero de 1989.

Y los también fallecidos: Erico Sawade, Horst Wittke, Willie Babick y Otto Teichmann, quienes formaron familias en San Juan, donde aun viven sus hijos, hoy profesionales.

Alemania y San Juan


—¿A qué se dedicaron en San Juan?
Erico:

Estuve 7 años en la constructora Walter Melcher y después tuve mi taller de herrería artística. Por ejemplo, el cerramiento de la terminal y la carpintería de la bodega Haggmann las hice yo. Ahora estoy jubilado.
Federico: Siempre estuve relacionado con el campo: viñatero, chacarero, olivicultor, ajero... y sigo viviendo en el Médano de Oro donde cada tanto nos juntamos con Erico y otros más a comer un asado y a jugar al chinchón.

—¿Qué sienten por Alemania?
Erico:
Es la patria pero no es la misma que dejamos. Por suerte quedan valores como la disciplina, la cortesía, la corrección, la limpieza y la higiene.

Federico: Y los estudios. Hoy se lo considera analfabeto al que sólo tiene hecho el secundario.

—¿Y cómo ven a San Juan?
Erico:
Siempre me gustó, más allá que haya cosas que nunca voy a aceptar, como cuando hay un cartel que dice prohibido y no se lo respeta.

Federico: Sin dudas, lo peor de Argentina son los políticos y lo mejor, los amigos, los asados, el tinto, la camadería y las hermosas mujeres.

—Si pudieran hacer regresar el tiempo hasta 1938, cuando estaban por embarcar en el Graf Spee, ¿eligen volver a subir?
Federico y Erico:
  Haríamos lo mismo, sin dudas.





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Bachmann: La familia del alemán que llegó a bordo del Graf Spee
1940 - Alemanes en Barreal
1941 - Ex tripulantes del Graf Spee estudian
1941 - Acróbatas alemanes

GALERIA MULTIMEDIA
La foto de arriba muestra la llegada a San Juan el 3 de abril de 1940. En la foto de abajo Federico Bachmann y Erico Pedro Trella en una foto de diciembre de 2004, señalándolos en la otra foto.
Federico en Alemania como mecánico de bicicletas.
La nota gráfica es del momento en que arriban los buques alemanes a Buenos Aires.
Federico Bachmann cuando iniciaba su viaje en el Graf Spee.
El momento en el que estallan las cargas que hundieron el Graf Spee
El capitán Hans Langsdorff. Hundió la nave y luego se suicidó
Federico Bachmann y Vicenta Sastre
Federico Bachmann y Erico Pedro Trella luciendo la pinta en 1943.
Alemanos haciendo acrobacia en el campamento de Zonda.
Erico Trella en el campamento de Concepción
El poder de fuego del acorazado Graf Spee era comparable al de barcos de mayor porte
Federico Bachmann y Vicenta Sastre