La mamá colectivera

Estar al frente de un colectivo urbano no es una tarea sencilla. Además de conductor, el chofer se convierte en cobrador, psicólogo, cuidador de los pasajeros y mediador de situaciones conflictivas. Una mujer, Marisel, se animó y cada día asume el desafío de estar frente al volante en un coche de línea urbana.

Marisel suspiró. No es la primera ni la última vez que se enfrenta esta situación, mucho menos, que la manden a la cocina. Cada día, su trabajo la lleva a lidiar con un chico que intenta subirse sin pagar, un pasajero descuidado que al bajar no mira para advertir si viene una moto, una hombre que se queja porque un grupo de adolescentes se están peleando en el fondo, una mujer que le paga con 100 pesos, una señora mayor de edad que ha quedado sin asiento en un horario pico y un pasajero que sube y le dice: ¡Hace una hora que la estoy esperando! Ella agacha la cabeza y pone paños fríos.

Cuando termina su trabajo, otro mundo la espera, su casa, su familia. Los que la conocen le dicen Marisel, aunque su verdadero nombre es María Celia. Ella tiene 40 años, vive con su esposo, Mauricio, y tiene tres hijos: Mario (20), Silene (16) y Anera, de sólo once meses. Esta mujer vive desafiando una jungla, la del tránsito sanjuanino. Lleva doce años trabajando como chofer, dos en larga distancia y diez en la urbana.

-¿La gente se sorprende cuando te ve manejando?
-Al principio era una novedad, pero donde más les llama la atención es en larga distancia.

-¿Quién maneja mejor, el hombre o la mujer?
-Dicen que la mujer es un poco más precavida. Yo creo que es una cuestión de práctica. El trabajo los podemos hacer indistintamente cualquiera de los dos, casi como cualquier otro.

-¿Qué diferencias tenés respecto a un chofer hombre?
-
Creo que tengo otro punto de vista. Puede ser que sea más maternal, uno tiene ese sentimiento, le sale. Y en el tema técnico, de manejo, yo estudio mucho la situación.

-¿Cómo te organizas con tu trabajo y tu familia?
-Ahora tengo una niñera que cuida a la bebé en la mañana y mi hija lo hace en la tarde. Ella también prepara la comida.

-¿Qué piensa tu marido?
-Mi esposo también ha sido chofer. Él es incondicional, es un compañero de vida excelente. Por ahí yo digo,  realmente hay que tener una mujer que sea chofer de colectivo. No es nada fácil.

-¿Qué dicen tus hijos?
-Al principio eran chicos, y yo trabajaba en larga distancia, lloraban y decían: “¿Por qué no está mamá?”. Ellos se quedaban con la abuela y yo muchas veces me fui llorando. Que trabaje la mamá es muy diferente a que trabaje el papá. Porque él puede volver a los días, y a lo mejor ellos no notan tanto la falta.

-¿Y en la escuela de los chicos?
-Al principio, a mis hijos les preguntaban: “¿Y tu mamá de que trabaja? Yo llamaba la atención, hasta que se fueron acostumbrando.

-¿A qué cosas tenes que prestar atención mientras manejas?
-A los espejos, que es lo fundamental. Después, vos llegas a una esquina tenes el pasajero que sube, el timbre, que te da el semáforo y en horas pico tenes muchos escolares, tenés que estar controlando.

-¿Con qué problemas te encontrás?
-El tráfico. No se respeta, por ejemplo, la luz de giro, que es algo tan primordial. También el tema de la bocina, molesta que estén permanentemente tocando bocina porque no te apuraste, cuando en realidad te paraste porque están subiendo pasajeros. Andan todos alterados, creo que es porque el problema económico de hoy en día ha cambiado muchísimo a la persona.

-¿Los pasajeros suben con mal humor?
-Tenés de todo, los que suben muy bien y los que suben mal. Por ejemplo, si el pasajero está más de diez minutos en la parada cree que estuvo media hora esperando el colectivo.”¡Pero mire que hace una hora que estoy esperando, no puede ser!”

-¿Qué haces en esos casos?
- Trato de calmarlo, porque ni él va a estar bien ni yo voy a seguir bien si nos ponemos en una discusión. Hay una palabra que es “disculpe”, que a lo mejor la culpa no es tuya, pero baja los decibeles.

-¿Alguna vez te trataron mal?
-Mi forma de ser, no da lugar, soy muy sociable, amable. La verdad es que nunca he tenido problemas. Al contrario, te lo manifiestan los mismos pasajeros, hay gente que se sube y te dice: “ay menos mal, qué lindo, vamos seguros”.

-¿A veces tenes que poner paños fríos entre los pasajeros?
-Por ahí suben embarazadas, con chicos en los brazos, personas mayores y yo tengo que pedir el asiento. Lo pido más allá de que corresponda, porque no puedo ir en velocidad con una persona que va con un bebé en los brazos.

-Entonces ¿Además de manejar, tenes que cuidar a todos los pasajeros?
-Todas las personas que van arriba, cuando suben el primer escalón, ya son mi responsabilidad. Los tengo que cuidar hasta destino. Además, también sos escucha de lo que pasa. Por ahí suben pasajeros y te cuentan lo que les pasa.

-¿Cómo te llevas con tus compañeros?
- Muy bien, hay mucho respeto. Desde un principio, cuando  empecé, me enseñaron, me dieron oportunidades, me prestaron el coche para empezar a practicar. Siempre tuve compañeros que me enseñaron, igual que en larga distancia. Cuando llego a la recaudación les pido que me dejen pasar antes, porque ellos llegan y tienen todo listo. Nunca he tenido un problema, creo que también va en como es cada uno.



Nota publicada en El Nuevo Diario el 19 de octubre de 2012

 

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María Celia Bazán, chofer de colectivo de la empresa Vallecito.