Eduardo Bustelo está pasando por un momento delicado de salud. En su casa de Rivadavia, respondió sobre temas que van más allá de los problemas de todos los días. Crítico de lo que considera una democracia de baja densidad, propone que se comience a razonar, dejando de lado el lenguaje de excesos. Bustelo también recuerda su paso por las Naciones Unidas y las enseñanzas que le dejó el Cardenal Ratzinger, quien fuera después el Papa Benedicto XVI.
La vida de Eduardo Bustelo siempre estuvo ligada a una valija. Siendo un joven licenciado en Ciencias Políticas, fue a estudiar a Londres y durante años trabajó para las Naciones Unidas por lo que viajó por buena parte del mundo. Con la llegada de José Luis Gioja a la gobernación, Bustelo volvió a radicarse en San Juan y, tras un periodo como asesor, desde 2007 es diputado provincial.
Por estos días, la principal preocupación de Eduardo pasa por tratar su enfermedad. Un cáncer agresivo hace que deba realizarse sesiones de quimioterapia que lo dejan de cama. Con mucha esperanza de superar el problema de salud, Eduardo habló con El Nuevo Diario sobre temas que van más allá de la coyuntura.
-Una de las características de los líderes modernos, de los que manejarán sociedades en el futuro, será el que pueda contener a la sociedad, a los diferentes grupos, con diferentes problemas y distintas exigencias.
-Yo lo encuentro el tema central de nuestro tiempo, como conciliar esa diversidad. Formo parte de una generación donde la evocación de la construcción de algo colectivo era muy importante. Para nosotros decir, la sociedad sanjuanina, el pueblo de San Juan eran categorías colectivas donde se presuponía que nosotros podíamos lograr una pertenencia en esa construcción. Y cuando pensábamos en una obra pública y cuando pensábamos que San Juan debía hacer tal o tal cosa apelábamos a ese colectivo.
-¿Cómo cambió?
-Ese colectivo hoy día aparece disuelto. Tenemos que movernos en una sociedad con una tremenda diversidad. Y la gran tarea es cómo replantear una democracia dentro de esa diversidad. Yo en esto utilizaría un método que se llama Maximin o sea maximizar lo mínimo. Lo mínimo significaría que hay un piso común de ciudadanía que todos compartimos. Los derechos humanos se plantean como un piso moral básico abajo del cual nadie puede considerarse humano y dentro de ese piso hay un mandato ancestral básico, como ser “no se mata”.
- Ese es el trazo grueso donde no habría tanta diferencia para concordar. El problema está en los límites, por ejemplo, nadie duda que un chico no pueden pasar hambre, son derechos humanos esenciales. Pero uno habla de la asignación universal por hijo y son varios los que se oponen, afirmando que no quieren “alimentar a estos vagos”. Entonces empieza a haber estas diferencias que son difíciles de solucionar.
-Se te divide por la mitad. Eso es lo que yo le llamo, a partir de un piso. Por más que hallamos cambiado nosotros y estemos en un tiempo distinto, hay algo que se llama la Constitución que es el contrato básico y si no respetamos la Constitución, no hay sociedad. Ahora, la democracia es el gran reto. Nosotros no podemos creer que la democracia sea esa democracia de baja densidad donde vamos a votar y después nos olvidamos. La democracia requiere ser repensada, reformulada.
-Se confunde el derecho a votar con democracia cuando el tema es más profundo.
-Por eso afirmaba que si uno lee en este momento los grandes debates que están instaurados en la ciencia política y filosofía política es casualmente si la democracia, si la política, van a tener esa capacidad para responder a este desafío. Hay algunas palabras que son consideradas débiles en el lenguaje de la democracia. Por ejemplo, si la palabra persuasión no tiene una recategorización en donde la persuasión, la competencia argumental sana pueda procesar esas cosas de una manera culturalmente aceptable, que se pueda razonar y que no pase por un lenguaje de excesos. Esos son desafíos, como por ejemplo, pensar que la patria es el otro.
-¿Cómo ves esta política donde los candidatos prefieren ir a hablar con Fantino o Rial y no a debatir en programas políticos?
- Hay una tendencia en la que la imagen desplaza a la palabra. Yo no me siento inconfortable con lo que pase con los pibes. Yo pienso que esto además no es un estado definitivo. Hay una evolución permanente y esos pibes que hoy sólo se fijan en una imagen, se van a preguntar en algún momento “de donde salí yo”. Es una pregunta normal y ahí va a haber algún rescate de la historicidad. Toda sociedad necesita cumplir un recorrido común para sentirse parte de una pertencia.
-Por otro lado, más allá de las diferencias que puede tener alguien con el gobernador, su vuelta a San Juan despertó adhesiones masivas.
-Seguro. En el caso del gobernador ha sido una cosa ejemplar. Un muchacho que ha salido de esa situación, hay que tener una capacidad para luchar, para comprometerse. Además ese amor por su provincia es conmovedor. Esas cosas también a los sanjuaninos los van a unir siempre. Como lo van a unir también la muerte de un ciclista. Porque los siente parte de ellos.
-Tras tu experiencia internacional, nacional y provincial, ¿hay cosas que desde el Estado nunca se pueden solucionar?
-Lo que pasa es que al Estado muchas veces lo pensamos como si fuera una máquina independiente y que fuera como una caja vacía, que actúa. Sí creo que el Estado en San Juan es muy importante porque si uno analiza los distintos sectores de la economía, el minero está trasnacionalizado, las grandes bodegas no son de familias sanjuaninas, si analizas el sector de servicios por ejemplo supermercados, comercios, todos los bancos, son todo de afuera. ¿Entonces que le queda a la sociedad sanjuanina?
-¿Ser gerentes?
-Así es y tener estaciones de servicio. Lo único que tenemos como posibilidad de ser un agente que intercede, que invoca que de cierta forma protege el proyecto colectivo, es el Estado y ahí adquiere una cuestión estratégica fundamental. Ahí hay que poner un clavo para pensar, un Estado no tan solamente como mejor en gestión, sino responsable, creativo, que toma iniciativas, que propone.
-¿Qué cosas le impactaron en su vida?
-Yo he tenido experiencias en la vida que han sido extremadamente fuertes. Cuando fui funcionario de las Naciones Unidas, trabajé para una organización de campo entonces yo he estado en un país, Ruanda, donde he visto la desnutrición, la muerte, he visto cosas atroces. Y eso me ha marcado mucho. He visto situaciones de nivel de degradación que me ha dejado un mes sin dormir. Eso te da manera de… son cuestiones muy marcadas, muy fuertes y que… Pero por otro lado cuando entré a trabajar en UNICEF en 1978 se nos morían 45 mil niños por día y diez años después se nos morían 35 mil por día. Un escándalo pero eran diez mil menos. Veinticinco millones de niños se salvaron en ese período. Y eran medidas muy simples: vacunas, lactancia materna, paternidad responsable y después infecciones respiratorias agudas que eran esencialmente los antibióticos. El paquete ese era un paquete de un dólar y medio.
-¿Y qué le sirvió como aprendizaje?
-Hay cosas muy difíciles de entender si uno no vive situaciones especiales. Por ejemplo, negociar con la Iglesia Católica la Convención Internacional los Derechos del Niño. En ese momento, el que era presidente de la congregación para la doctrina de la Fe era el cardenal Ratzinger (Quien después fue Bendicto XXVI), que es una persona de una gran formación. A él le debemos que el Vaticano haya aprobado la Convención de los Derechos del Niño y fue una negociación muy dura. Cuando uno entra a una institución y le dicen” a mí no me interesa una semana, un mes, yo gestiono dos mil años de historia”, uno aprende muy rápido.
-¿Siempre se puede llegar a acuerdos?
-Siempre incluso los que van mas allá de las escrituras formales. Por ejemplo, ver a un cardenal decirme “hágalo pero no me lo diga. No ande vociferando, hágalo”, es una gran enseñanza, es muy fuerte porque implica una gran flexibilidad. Uno puede decir “mirá que hipócrita” pero no lo es porque solucionó una situación. Nosotros teníamos un campo de refugiados en Ruanda de 200 mil personas. Pasaban los Hutu y se violaban todo: abuelas, monjas, niños, nietos, lo que había se lo violaban. Ir con ese contexto al Vaticano a negociar y estp permitió la puesta de una espumita extravaginal que le permitía que las mujeres no quedaran embarazadas porque era otro drama en un contexto en el que era una mujer desnutrida que era salvajemente violada. Ahí es cuando nos dicen “hágalo pero no lo diga”.
-¿Cómo estás de salud?
-Estoy enfrentando una condición, no sé si una enfermedad, muy dura. Voy por la segunda aplicación de una quimio. Esta vez la he soportado mejor y teniendo en claro la necesidad de una disposición mental que implica que uno tiene que enfrentarse, uno es el sujeto de su propia posibilidad. Y lo que a uno lo guía en esto es la esperanza, que viene marcada, no por lo individual, sino por los afectos, los hijos, la familia, los amigos…
-Y por lo que puedo observar, con granas de hacer cosas.
- Así es. A uno a veces le gustaría ser más joven pero con la mente que uno tiene ahora pero es imposible. Son instancias en el desarrollo de una persona, distintas, pero siempre guiado por la sociedad. Por ejemplo, ahora entró mucho a Facebook y he empezado a entender mucho más como se mueve, las nuevas tecnologías sociales y he entendido la diferencia que hay entre comunicación y contacto. Por último, te das cuenta que hay una nueva forma de expresarse, esa nueva modalidad comunicativa.
-Por lo visto en tus comentarios en facebook, buscás exponer pensamientos pensamientos más profundos que un simple “estoy aburrido” o “está lloviendo”.
-Intento poner alguna reflexión. Me cuesta mucho sintetizar, estamos en este mundo de tantos poliformismos, donde la persona alcanza la conciencia de su propia individualidad y la quiere poner ahí. Quiere poner su gato, su perro. Tiene esos poliformismos que tiene la sociedad, el mundo y que hace tan complejo, digamos ahora, apelar a un sujeto uniforme que nosotros estábamos acostumbrados y aparece este mosaico de colores, de formas, de intereses. Es la nueva complejidad de la cultura moderna ante la cual hay que probablemente aprender a tener algo más que lo que se llama la tolerancia por la diferencia.
Un trotamundo
Eduardo Bustelo es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional de Cuyo, Magister en Ciencia Política y Administración Pública por FLACSO y Master of Science en Política y Planificación Social por la London School of Economics and Political Science. Ha sido profesor universitario en varias instituciones académicas en Argentina y el extranjero. Durante años estuvo vinculado al sistema de Naciones Unidas en el área de política y desarrollo social como consultor de CEPAL y PNUD. Fue el fundador y primer director de la Oficina de UNICEF en Argentina. Es autor de más de cincuenta artículos publicados en revistas científicas y académicas y autor de varios libros. Es director de la Maestría en Política y Planificación Social de la Universidad Nacional de Cuyo. Presidió el Foro Argentino de Legisladores por la Infancia. Actualmente es Diputado Provincial, fue vicepresidente de la Legislatura y fue viceministro de Desarrollo Humano de la Nación.
Eduardo está casado con la artista plástica Cecilia Rabbi Baldi y además tiene un hijo, Santiago, quien vive en Brasil.
NOTA PUBLICADA EN EL NUEVO DIARIO EL 14 DE FEBRERO DE 2014.