Por Eduardo H. Varela Dojorti
Este comentario fue escuchado por el autor, siendo muy niño. En una oportunidad nos encontrábamos almorzando con mis padres en la casa del doctor Eugenio Doncel, que supo vivir frente a la plaza de la villa jachallera. Doncel era médico y le tocó actuar como profesional, cuando enfermedades graves, bravas, contagiosas, producían la muerte de muchísima gente. En aquellos tiempos en los departamentos lejanos de la capital sanjuanina, no había agua corriente potable, por el mismo motivo, eran generalizadas las letrinas, que daban lugar a múltiples contaminaciones de enfermedades de carácter mortal.
Pampa del Chañar, fue el escenario de este episodio tan curioso, como novedoso. Donde terminaba la zona poblada, existía un ranchón construido con murallones de taperas, reforzado con gruesos horcones de algarrobo. La rústica vivienda, estaba rodeada de jardines de plantas de achira, dengues, que daban flores de diferentes colores. Además había amplios corrales, cercados con ramales espinudos, para los cabrunos.
Este ranchón primitivo lo habitaba un matrimonio joven, que murió víctima de la viruela. Pegada a la precaria vivienda, existía un granero casi repleto de mazorcas de maíz y trigo. La puerta de este granero estaba cerrada con una tranquera de madera desde su interior, la que fue colocada con toda seguridad, introduciendo la mano por una pequeña fisura que tenía la puerta.Los cadáveres de los puesteros, fueron cremados por sus familiares para tratar de eliminar el contagio fatídico.
Los hermanos de las víctimas quisieron abrir la puerta del granero, pero al pretender introducir la mano para retirar la tranquera, recibían desde adentro un fuerte pelliscón, como igualmente se escuchaban ruidos raros y un brazo negro, peludo, concretaba amenazas. Asustados por estas acciones diabólicas, abandonaron su cometido y huyeron del lugar. Rápidamente en el poblado los paisanos empezaron a comentar en diferentes formas el caso del granero embrujado.
Muchos personajes que pasaron cerca del ranchón en sus caballares, sobre todo cuando la tarde se oculta y empieza a oscurecer, habían observado luces giratorias y figuras, dantescas, terroríficas. Otros vieron con claridad una vieja calavérica dando extraños alaridos. Estos comentarios alarmaron el pacífico bienestar de la gente y lo más grave de estos acontecimientos, tuvo lugar al negarse la policía de intervenir en este suceso, porque los milicos de aquellos tiempos, perdían el coraje ante estas denuncias de siniestra procedencia.
Pero siempre en estos casos riesgosos, hay personajes dispuestos a descubrir estos misterios insólitos y conocer la verdad. Para estos fines en la Pampa del Chañar, había tres hermanos de apellido Tejada, que decidieron dar término a estos comentarios popularizados. Un día domingo muy de mañanita, ensillaron sus caballos con sus recados platinados y tomaron rumbo al lugar donde se encontraba el granero embrujado.
Planificación de ataque: 1) Uno de los hermanos se apoderó de un poste de algarrobo y empezó a golpear fuertemente la puerta siniestra hasta derrumbarla. 2) Otro de los hermanos entró a la habitación armado con un puñal y el último de los hermanos armado con boleadoras.
Sorpresa extraordinaria: Estos muchachos encontraron cerca de la puerta del granero un barril y encima del barril estaba un canasto donde se encontraba una pava echada, la que había sacado varios pavitos, que se salvaron de morir de hambre y sed, por la oportuna intervención de estos jóvenes valientes.
Origen de los hechos: Cuando alguna persona pretendía introducir la mano por la rendija, rápidamente recibía un feroz picotazo de la pava, que defendía de esa forma su nidal. Y el brazo negro, peludo, que la mentalidad asustada de los campesinos los hacían ver, era el largo cuello de la pava.