La originalidad de Miguel Burgoa Videla

Durante años visite con los alumnos de Estética, la antigua sede del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson  y observé que casi sin excepción la pintura de Burgoa Videla era una de las que más llamaba la atención, porque les provocaba emociones de admiración y rechazo por partes iguales. Este hecho motivó el inicio de una investigación sobre la obra y el autor, por aquél entonces, casi desconocido.

A poco andar se advirtió que era un artista sanjuanino, con una sólida formación, que había logrado reconocimiento en el mundo artístico y obtenido premios importantes; pero sobre él se tendía un manto de silencio. Hace más de veinticinco años, los resultados de la indagación fueron publicados en “El Nuevo Diario” y seguramente, fue la única publicación en años.

En el trayecto de la investigación se descubrió que a pesar del desconocimiento del gran público, un sector muy restringido de la crítica especializada consideraba a Miguel Burgoa Videla un artista de culto, tanto por la singularidad de su obra como por su extravagante personalidad.

El trabajo realizado por Marcelo Pacheco,  curador de la muestra que actualmente se exhibe en el MPBA/FR muestra las razones por las que Burgoa Videla debe ser considerado como el representante de la modernidad, aunque no se encuadra en las vanguardias clásicas. Dentro de la totalidad de los trabajos se observa la diferencia entre unos y otros – aunque se mantiene en todos una inequívoca voluntad de embellecimiento de los motivos representados -, sino en toda la producción con respecto de sus coetáneos.

Entre los datos biográficos se  cuenta una estadía del artista en Río de Janeiro, justamente el cuadro del Museo Franklin Rawson denominado “Jardín” –  pintado en 1940 y adquirido en 1942 -  parte de una vista del Jardin Botânico do Rio de Janeiro, se puede reconocer inclusive la Avenida  de las palmeras y una de las más famosas fuentes del paseo. La sorpresa se produce porque lo que parece una invención caprichosa de Burgoa Videla en realidad es una representación bastante fiel, aunque de hecho ha exagerado aquellos elementos que justamente provocan la extrañeza.

La singularidad del artista no es ingenuista sino de corte académico, elige elementos de la tradición pictórica y de las vanguardias para alcanzar efectos decorativos – esta actitud también se extiende a las composiciones de escenas casi simbolistas-. Mezcla geometría, abstracción y figurativismo, aplicando colores vibrantes hasta el punto de dar toques de irrealidad. Mientras que los paisajes deshabitados se llenan de misterio y la luz se multiplica en distintos puntos, los trabajos con figuras humanas parecen escenarios de personajes. Se podría afirmar que desde el punto de vista estilístico se advierte tanto la influencia de la experiencia visual de las ciudades que visitó como desarrollos plásticos al modo de Alfredo Guttero. Se podría afirmar una gran semejanza con este último autor desde el punto de vista de la imposibilidad  de adscribirlo a un estilo general.

Burgoa Videla mostró un compromiso estético integrado al desarrollo del arte argentino, pero descentrado de las problemáticas más conocidas. Constituye, por ello mismo, una expresión que agrega características a la producción artística del siglo XX. 

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