Esta es la historia de dos hermanos, Francisco y Ernesto Clavijo, que fueron dueños de un taller metalúrgico y tuvieron un rol fundamental para que San Juan tuviera luz después del terremoto del 44. Aparte, uno de los hijos de Ernesto, Armando, fue la primera persona con discapacidad del país que terminó la primaria.
La familia agrícola ganadera de Andalucía En la Línea de la Concepción, en la provincia andaluza de Cádiz, vivían Ildefonso Clavijo y Luisa Andrade. La localidad está en el límite con Gibraltar y allí el matrimonio tenía una huerta con frutas y verduras y algunos animales domésticos. Así conseguían el sustento para mantener a sus hijos: Juan, Ildefonso, José, María, Josefa y los protagonistas de esta historia, Francisco y Ernesto.
Prácticamente toda la familia Clavijo se fue de España a principios de siglo XX. El primero que dejó Andalucía fue Ildefonso hijo, a quien sus parientes llamaban “Alfonso”. Él trabajó en la usina generadora de electricidad en Gibraltar y se convirtió en un experto en motores diesel de gran tamaño. Después de que terminó la Primera Guerra Mundial, la compañía para la que trabajaba lo envió a Argentina para que transformara los motores diesel que la misma firma utilizaba acá, para que funcionaran con gas pobre. Estando en esta tierra, recorrió diferentes ciudades, ya que la misma firma abastecía de energía eléctrica a casi todo el país. Así, se enteró de que faltaba personal para atender una pequeña central hidráulica (La usina de Zonda) ubicada frente al Jardín de los Poetas, en San Juan. Como su hermano José tenía alguna experiencia en la generación de electricidad, también en Gibraltar, lo invitó para que cubriera esa vacante.
De Cádiz a Zonda
Poco tiempo después, y debido a las enormes dificultades que atravesaban en España luego de la guerra, el resto de la familia decidió venir a Argentina. En el emplazamiento de la central hidráulica de Zonda había espacio suficiente como para albergar a la familia, aunque en forma transitoria. Así recalaron en 1922, Luisa e Ildefonso padre con el resto de sus hijos, sus cónyuges y sus nietos al parquecito de la usina de Zonda. Se quedó en España Juan Carnero, esposo de María Clavijo para finalizar los trámites de venta de la propiedad familiar. Tampoco vino en ese momento Juan Clavijo, él era técnico en máquinas de coser Singer y brindaba sus servicios en Marruecos y Túnez.
Unidos en el trabajo y la familia
Al llegar a San Juan, Francisco comenzó a trabajar en el taller metalúrgico más grande de ese momento en San Juan, el de la familia Méndez. Se inició como tornero y terminó siendo capataz general. Mientras que su hermano Ernesto, que tenía 12 años, empezó a trabajar de toma estado de medidores en la Compañía Eléctrica Los Andes (CELA). Aprendió el oficio de electricista y entre los 16 y 17 años se fue a Buenos Aires, para trabajar en la instalación eléctrica de un edificio en construcción. A los pocos meses estaba como encargado pero contrajo fiebre tifoidea. Logró recuperarse, aunque quedó imposibilitado de trabajar durante un tiempo, así que regresó. Una vez reunidos, a fines de la década de 1920, Ernesto y Francisco formaron un pequeño taller metalúrgico en el garaje de sus padres, en Avenida Libertador frente a Ramón y Cajal. Comenzaron haciendo tareas de tornería y bobinado de motores eléctricos y luego incorporaron la reparación de máquinas de bodegas. De día estaban en el taller y en la noche estudiaron por correspondencia, uno se formó en Jefatura de Talleres Mecánicos y el otro como Técnico Electricista. Para ese entonces el hermano mayor, Juan, también vino a San Juan y trabajó como mayorista en venta de fiambres. Pero en lo que realmente se destacaba era en resolver cualquier tipo de puzzle, además era imbatible en el dominó. Así, él conoció a Diego Díaz Sierra, a su padre Antonio Díaz Barranco y a sus hermanos Andrés Perea Sierra, María Perea Sierra, Andrea Díaz Sierra y Antonia Díaz Sierra. De esta relación surgió que los hermanos Francisco y Ernesto se casaran con Andrea y Antonia, respectivamente. La firma de los hermanos siguió creciendo y a fines de los años treinta compraron un viejo bodegón a los López Peláez, sobre General Paz. Trasladaron la empresa, cerca de allí alquilaron una casa a los hermanos Lanciani y se instalaron con sus esposas e hijos.
En medio de la tragedia se hizo la luz
El terremoto de 1944 provocó el derrumbe de la casa en la que vivían las dos familias Clavijo. Además, las paredes del galpón donde estaba la empresa resultaron dañadas por lo que las tuvieron que apuntalar. Para alojar a sus esposas e hijos, Francisco y Ernesto construyeron con material liviano dos grupos de habitaciones, una gran cocina comedor con galería y un baño.
Además, con el terremoto cayó el edificio de la usina generadora de electricidad de la provincia y se estropearon los motores. La empresa prestataria del servicio trajo a San Juan a Alfonso Clavijo para reacondicionar los motores. Él junto a Ernesto y Francisco trabajaron con premura para que la ciudad volviera a tener luz. Ernesto sabía que la familia Graffigna tenía un generador eléctrico de gran tamaño en su bodega de Ullum. Se lo pidieron y lo acoplaron con un motor grande que estaban reparando. Lo hicieron andar, generaron corriente, mandaron una línea a la central eléctrica y otra línea al Hospital Rawson. Con eso tuvieron luz para trabajar en el taller, hacer andar las máquinas y reparar la usina dañada. En menos de una semana la central estaba funcionando nuevamente.
Después de ese periodo empezaron a fabricar máquinas para bodegas, inicialmente copiadas de viejas maquinarias europeas. De a poco fueron modificando los diseños, aportándoles su ingenio y conocimientos, logrando imponerse en el mercado local. Posteriormente ingresaron a la firma familiar los hijos de Ernesto y Francisco, ya que la mayoría estudió diferentes ramas de la ingeniería. Con estos ingresos llegaron a comercializar una buena cantidad de bodegas “llave en mano”, además de obras civiles en San Juan, Mendoza, La Rioja, Catamarca, Salta, Córdoba, Rio Negro y La Pampa. Lograron desarrollar tecnología de punta y patentar más de 50 invenciones diferentes y exportaron máquinas enológicas a Uruguay y a México.
Los herederos de Francisco
Francisco y su mujer Andrea Díaz Sierra tuvieron dos hijos: Adonis y Boris. El primero se graduó de agrimensor y luego de ingeniero civil con especialidad en vías de comunicación. Ingresó a trabajar en Vialidad Nacional apenas recibido y recién años más tarde su padre y su tío aceptaron su ingreso a la firma familiar. Él se casó con Lidia Esther Gaillez y tuvieron cuatro hijos: Analía, contadora; Adrián, técnico y especializado en asientos contables; Mabel, psicóloga, y Carolina, licenciada en artes visuales.
Mientras, el hijo menor de Francisco, Boris, estudió ingeniería mecánica en la Universidad de La Plata. Inició su actividad profesional en el Matadero Municipal y al poco tiempo fue admitido en las filas de la empresa familiar. Él se casó con Alicia Lana y tuvo tres hijos: Francisco, trabaja en cerámicas San Lorenzo; Gustavo, contador yFernando, estudiante de ingeniería. Además, Adonis y Boris fueron docentes en las escuelas técnicas de la provincia, en la Universidad Nacional de Cuyo y luego en la Universidad Nacional de San Juan.
La tenacidad de Ernesto y Antonia
Mientras Ernesto estuvo trabajando en Buenos Aires vivió en la casa de su hermano Alfonso, el único que se radicó en esa provincia. Allí conoció a una cuñada de este, con quien mantuvo una relación. Pero, su madre se enteró del affaire y le ordenó regresar. Él volvió sin saber que la joven estaba embarazada. Una vez de regreso comenzó la empresa con su hermano Francisco, se casó con Antonia Díaz y tuvieron tres hijos: Iris y los mellizos Alberto Liber y Armando Albor. Cuando habían nacido sus hijos, se enteró de que en Buenos Aires tenía una hija, Carmen. Así que partió a conocerla, cuando ella cumplía quince años.
De los hijos de Ernesto, Armando (Ñato) fue el primer niño con discapacidad del país que terminó la primaria. Cuando él nació, lastimaron con fórceps su cerebro produciéndole una espasticidad permanente, impidiéndole mover sus miembros. En esa época no existían escuelas para niños con discapacidad en el país. Sus padres se pusieron en campaña para encontrar alguien que quisiera darle clases y lograron convencer a la señorita María de la Concepción Fernández, docente y fonoaudióloga, de que hiciera una prueba. Así, en una de las habitaciones de la casa de emergencia de los Clavijo, comenzó a funcionar el primer instituto para enseñanza de personas con discapacidad del país. Cuando la familia se mudó construyeron una habitación amplia donde funcionó durante muchos años este instituto. Los padres de estos chicos consiguieron que el Ministerio de Educación les extendiera certificados y cada fin de año Armando se presentaba a rendir como libre en todas las materias y así, terminó la primaria. Años más tarde el Ministerio de Educación de la Nación lo invitó para que fuera el padrino del primer centro de rehabilitación de chicos con discapacidad a nivel nacional.
De los otros hijos de Ernesto, Iris se recibió de maestra y profesora de piano. Se casó con Günther Curt Dölling y tuvieron cuatro hijos: Rolando Ariel, ingeniero electromecánico y doctor en robótica, trabaja en Bosch de Alemania en desarrollo e innovación tecnológica; Oscar Raúl, Ingeniero Civil con orientación Hidráulica y doctorado en gestión integral de cuencas hídricas desempeña su actividad en la Universidad Nacional de San Juan; Alicia Teresita, maestra, dedicada a diversas sociedades de bien público en Buenos Aires, yErnesto Germán, ingeniero electricista, trabaja en la European Space Agency en Alemania.
Alberto Liber es ingeniero electromecánico. Comenzó sus pasos en Electrometalúrgica Andina S.A e ingresó a la empresa familiar luego del fallecimiento de su padre. También fue docente de las escuelas técnicas locales y de las Universidades Nacional de Cuyo y de San Juan. Además se desempeñó como presidente de Servicios Eléctricos Sanjuaninos, organizó y presidió el Ente Provincial Regulador de la Electricidad (EPRE), fue Director de Arquitectura de la Provincia y Presidente de la Distribuidora Eléctrica de Caucete, fue socio fundador de la Asociación De Entes Reguladores de Electricidad de la República Argentina (ADERE), se desempeñó como Gerente General de la Distribuidora Eléctrica de Formosa y realizó tareas de asesoramiento en algunas empresas. Se casó en primeras nupcias con Elena Paulina Martin Bortot con quien tuvo dos hijos: Laura Inés, licenciada en administración de empresas y Ernesto Daniel, abogado. Luego de enviudar se casó con Silvia Elisa Perramón Pinuaga con quien tuvo dos hijas: María Silvina, abogada, y María Cecilia, médica pediatra.
Publicado en La Pericana el viernes 8 de julio de 2016. Edición 19 - Escrito por: Noelia Escales |