El médico cardiólogo Gustavo Alcalá fue entrevistado por Juan Carlos Bataller a fines de 2017 para el ciclo Qué hiciste con tu vida
- ¿Naciste en Mendoza?
- Nací en San Luis. Mis padres son mendocinos. Mi padre se va a estudiar bioquímica a San Luis y se casan ahí y se quedan todo el tiempo.
- ¿Cómo era esa infancia en San Luis?
- Estuve hasta los 18 años. Iba a un colegio como los dependientes de la universidad, pero con primaria, y si bien era chico me acuerdo de la época complicada del 74.
-¿Por qué?
-Recuerdo que nos sacaban de la escuela cuando murió Juan Domingo. En esa época los que estaban en el colegio podían aspirar al magisterio, entonces practicaban con nosotros. Todavía recuerdo una charla de geografía para saber si la primera potencia era Estados Unidos o la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
- Era la época de la Guerra Fría
- La profesora le pidió al practicante que saliera un momento porque no había dejado claro cuál era la primera potencia. Tenía que quedar claro y volvió el otro con cara de “sin embargo, se mueve”. Con 11 años había cosas que me llamaban la atención. Un montón de temas de nuestra niñez y adolescencia que no se podían hablar. No era una buena época para ser adolescentes.
-¿Cuáles eran tus pasiones, el fútbol por ejemplo?
-No, el fútbol duró poco tiempo. Si jugaba al futbol, había una cancha frente a mi casa que hoy es de fútbol 5, pero en esa época era un potrero donde se jugaba hasta que la pelota no se veía más porque se había ido el sol. Estuve en la séptima de Estudiantes de San Luis. Pero el fútbol tenía que tener trampa. Me acuerdo bien una anécdota de uno que podía ser nuestro tío, pero jugaba en la séptima con un documento prestado. Eso me apagó la pasión por el fútbol. En la secundaria teníamos gimnasia deportiva, no era bueno para fútbol y tampoco era tan bueno para la gimnasia.
- ¿Entonces para qué eras bueno? ¿Para estudiar?
- Era bueno para estudiar. Y el que es gobernador ahora, nos daba ajedrez en la secundaria. Alberto Rodríguez Saá, cuando no era político, era profesor y los sábados como actividad que se podía elegir, teníamos ajedrez. Y en una época donde no era moda, donde las piezas eran de madera, acompañaba a mi papá a jugar al golf. Ese deporte sí me gustaba porque uno no juega contra nadie, juega contra uno. Pero los deportes no eran un fin; eran una herramienta. Todos los deportes se quedaron en la facultad. Lo que si entendí más o menos rápido es que para entender hay que dedicarse.
- ¿Y desde chico sabias que ibas a ser médico?
-A mí me parece que sí. Yo creo que influyó la bioquímica de mi padre. Todavía me acuerdo del olor de las ratas de laboratorio y de algunas esperas en el laboratorio antes de ir a otro lado.
- ¿Tuviste una formación paterna rígida o liberal?
- Nos acompañaron en las decisiones que tomáramos. Me acuerdo bien que los viajes que ellos pudieran haber hecho solos, en mejores condiciones, mucho más lejos, mucho más cómodos, lo hacían siempre con los tres. Y es lo que yo traté de hacer también después. Y lo otro que hicieron y yo no entendía para qué, fue mandarme a inglés desde tercer grado. Siempre me gustó la comunicación, vencer la dificultad para atravesar barreras idiomáticas, barreras ideológicas. Así que fue una época interesante en la que comprendí que la física es una sola. Era la misma de aquel lado del muro de Berlín o de este lado del muro de Berlín.
- La división mayor que había, sobre todo en el secundario, era entre los tragas y los revoltosos. ¿Vos fuiste de tener barras de amigos?
- Si, pero teníamos el subgrupo de los tragas.
- ¿Cuándo te fuiste a estudiar a Mendoza te fuiste solo o fue toda tu familia?
- Me fui solo. Era un lugar familiar porque tenía parientes si necesitaba algo, que de hecho algunas veces necesité.
-¿Cómo era estudiar en Mendoza…?
- Mendoza no tenía ambiente universitario. El grupo que estudiaba en Mendoza seguía con su grupo de la secundaria. Nosotros éramos de los pocos extranjeros. Pero fue bastante interesante.
- En la etapa actual la medicina está muy protocolizada. Pero cuando te recibiste me imagino que mas que protocolo, el médico era quien decidía cosas y a veces se alejaba un poco de lo tradicional…
- Si, el protocolo llega después. Cuando terminamos la facultad pensábamos con mi esposa si nos radicábamos en Buenos Aires, detrás de la academia y de la medicina absoluta como única ocupación, o no. Y decidimos los dos que no, que nos quedaríamos acá. Entonces empecé la residencia en el Marcial Quiroga. Ahí empezó el protocolo.
-¿Eso es bueno o malo?
-La medicina individual no alcanza y hace falta la experiencia ajena. Hace falta los miles de casos para entonces entender las variantes. En esa época la información que vos querías la pedías en un tarjetón que iba como postal a otra universidad. Ahí empecé a ver o me hicieron ver, la diferencia entre leer de un libro que al tema le podía dedicar dos páginas o de mandarle una postal al principal autor para que te mandara algunos artículos adicionales y algunos que no se habían publicado todavía.
- Pero en la medida que se fue haciendo más en base a un protocolo y que se fue transformando, los protagonistas de la salud se transformaron casi en trabajadores de la salud. El médico perdió su lugar como personaje rector de una sociedad. ¿Ganó o perdió en su relación con el paciente?
- Yo creo que ganó porque la medicina suplicante y la medicina paternalista no llegan a buen puerto. Hace falta una igual y si es posible alguien autónomo que consulta y decide porque si no, de otro modo, es una especie de dictadura encubierta. Es mentira que alguien puede ponerse en el lugar del otro y decidir de acuerdo a su escala de valores, a su conveniencia o la de su familia. Eso no existe.
- Recuerdo médicos que llegaban a una casa y atendían a todos, sabían de todo. Hoy en día están cada vez más especializados…
- También existe el paciente autárquico que es primo del ministro y que en lugar de consultar, dicta. El lugar donde yo estudié se interesaba más por la célula que por el dueño de la célula, por el mecanismo íntimo de la enfermedad. Cuando salí de la facultad me di cuenta que faltaba un componente, la sociedad, porque se puede protocolizar mucho, pero el gran rol del médico es entender en qué aldea le toca ejercer. Si uno hace el karaoke de una sociedad medial, acá, en Caucete, la verdad es que es un papelón. Es como una orquesta que desafina tocando una melodía que no entiende para un público que sabe pero también sabe que eso no le sirve. Entonces, lo peor, que ya se veía en la facultad, era que el paciente que estaba en el hospital, no entendía muy bien por qué estaba ahí, cuánto tiempo le quedaba, por qué no podía ver a sus familiares y qué hacían todos esos que lo rodeaban con una curiosidad morbosa, pero sin un interés genuino por él.
-Otros tiempos…
-Teníamos psicología médica y psiquiatría y me acuerdo que en una oportunidad nos prohibieron que habláramos de la enfermedad. Se podía hablar con esa persona de cualquier cosa menos de su enfermedad y esas fueron las primeras veces que entendimos lo que había más allá de las células, que no tenía sentido entender tanto a las células.
- Cada sociedad también es distinta. Dijiste que le faltaba la sociedad, creo que la sociedad de Caucete que ponías como ejemplo no tiene absolutamente nada que ver con la de Nueva York. El tipo de Nueva York necesita que le digan lo que tiene y el de Caucete, a lo mejor, si el medico se lo dice, le arruine el tiempo de vida que le queda…
- Si, acá hay una necesidad de adaptarse, de no ser una especie de martillo que le pega a todo igual. Por lo menos hay que ser un jardinero y tener un grupo de herramientas.
- Me imagino una escena: alguien como vos que ha dedicado su vida a estudiar y a especializarse y de pronto viene un paciente abonado a un señor que se llama Google y que sabe todo o casi todo y empieza a discutirte. ¿Cuál es tu actitud frente a eso?
- No hay problema. Creo que Google enriquece y algunas informaciones que tiene sirven. Google es como las páginas amarillas de la guía: sirven pero tenés que saber qué estás buscando. Pero más importante que eso es que tenés que tener ganas de buscar.
- La gente habla de medicina y ve un arquetipo que es René Favaloro, un tipo desprendido que forma una fundación, que sabe muchísimo, que es valorado internacionalmente. Pero ese no es el arquetipo para el médico.
- Cuando a la fundación le ponés tu nombre algo anda mal, en el caso de la medicina argentina, es una medicina egocéntrica. Cuando uno ve un hospital en otro país, tiene el nombre de la familia que donó el pabellón porque puso la plata.
- Independientemente de eso, es la imagen del médico que queremos o imaginamos. Leía cosas de Favaloro como que hay que saber tocar al paciente, saber escuchar al paciente, que debemos dejar de lado al médico que está en el pedestal, que tiene que bajar y mezclarse con la gente, y las comparto. Pero advierto que en muchos casos, el médico de hoy está pensando en otras cosas...
- Me acuerdo un congreso nacional en Mendoza. Había dos popes. René era uno, y en el fondo si me preguntan lo que pienso, diría que le gustaba que le besaran el anillo. Era humilde pero le encantaba generar el murmullo y de preferencia el silencio sepulcral cuando él entraba. El que me gustaba a mí era el otro, que invitaba a conversar, que tenía otra formación, no era cirujano. Se llama Bertolasi y venía a explicarte que él no te podía decir cómo atender un paciente en San Juan porque no conocía nada de San Juan. Él te podía contar cómo hacia las cosas en el Argerich. No daba recetas porque se daba cuenta que no eran aplicables a cualquier lugar y en lugar de darte su opinión, te invitaba a que te forjaras vos una opinión y te motivaba para que siguieras. Y te daba la sensación que su rol no era que le mandaras tus pacientes a Buenos Aires…
-Eso también es cierto…
-Acá hay otro problema: este es un país centralista y la solución que proponen algunos médicos es “mandame tu paciente complicado junto con el prestigio, junto con la familia, mándamelo junto con el poder y el dinero y yo te lo traigo solucionado”. Por eso a mí no me gustaba ese pope, me gustaba el otro.
- Sos un entrevistado difícil porque inmediatamente derivas todos los temas a lo científico, al estudio, a la medicina y la gente también quiere conocer de tu vida. A los 18 años te fuiste a Mendoza. Imagino que la primera novia fue de Mendoza.
- Había tenido una novia en San Luis pero me fui sin novias a Mendoza. Eso también estuvo bueno. No había dejado ninguna atadura grave en San Luis. Me fui con la cabeza en Mendoza.
- ¿Conocés a tu señora, que también es médica, en Mendoza?
- En la facultad.
- Te juntás con una persona a la que también le gusta el estudio, que era la mejor alumna
- En esa época yo no sabía que iba a ser la mejor alumna. A mí siempre me gustaron más los cerebros. Eso no cambio nunca y bueno, éramos del grupo de los enloquecidos por la medicina, entonces resulto fácil.
-Todo pasaba por la medicina…
-Vivíamos como en mundos complementarios, no estábamos todo el tiempo estudiando. Me acuerdo del Teatro Independencia, me acuerdo de Markama, pero poco tiempo le dedicábamos a lo que no fuera estudiar. Estudiar era un placer no era un esfuerzo.
-¿Qué otra cosa recordás de la universidad?
-Me acuerdo de la época de los paros y de volverme a San Luis durante un tiempo largo porque no se podía rendir, no se podía avanzar. Entré en el 83 a una facultad donde estaban orgullosos algunos profesores de echar a alguien porque no estaba bien vestido, porque tenía barba o porque no sabía callarse la boca y obedecer.
- Pero el 83 fue una época tranquila. La anterior había sido más convulsionada…
- La anterior había sido peor. Estuve detenido y demorado en San Luis por salir de un torneo de ajedrez demasiado tarde y no me creyeron que venía de un torneo de ajedrez. Junto con un compañero estuvimos unas horas guardados mientras averiguaban bien cuál era la historia, por qué veníamos caminando solos a las dos y media de la mañana.
- ¿Hiciste la especialización en Buenos Aires?
- No. Había varias posibilidades, pero me gustaba cómo pensaban algunos de la facultad que se dedicaban a cardiología. Se cuestionaban si eran imparciales o si estaban influyendo, si sus mañas influían en los diagnósticos. Por eso me pegué a ellos y por eso me gustó la cardiología en Mendoza. Pero como dije, vamos a Buenos Aires detrás del súper hospital, a vivir en una caja de zapatos
- Pero estuviste unos años en Buenos Aires…
- Eso fue junto con la residencia. Nos habíamos venido a San Juan y teníamos la posibilidad de rotar y ahí estaba la Comisión General de Residentes, de la que yo era el representante de San Juan. Te subías a un ómnibus porque la reunión era en Buenos Aires; te bajabas después de dormir en el ómnibus, te traías unas fotocopias de la Academia Nacional de Medicina, que te daba hasta cinco artículos, dormías en el ómnibus de nuevo y volvías. Casi todas las reuniones eran porque había algo en Buenos Aires, entonces la gran lucha de esa época y de esta época, es atravesar la General Paz, es que los conocimientos no sean tan desiguales, que las oportunidades no se sigan subsidiando en el gran centro, en la megalópolis. La ventaja de San Juan es que la cantidad de trabajo no te ensordecía, no te atormentaba.
- San Juan es todavía una ciudad nivel escala humana.
- Nosotros vivíamos en el hospital y lo que entendías de lo que había pasado cuando venías al otro día, con el guardapolvo planchadito a hacerte el René, es que no tenía absolutamente nada que ver con lo que le pasaba al paciente. Comparábamos la información que circulaba con los datos a los que teníamos acceso nosotros, que éramos el grupo de los renegados. Buscábamos el libro en inglés que iba a tardar cuatro años en llegar traducido e intentábamos que algunos vinieran... Desgraciadamente ocurre como en el tenis, cuando uno quiere organizar un torneo en San Juan viene Gaudio, que es gracioso, pero ya no juega en serio… Nunca llegan los primeros.
- Pero Buenos Aires es Buenos Aires… De cualquier forma, desde fines del 80 se registraron muchos cambios que han operado en la vida humana y en la medicina en especial. Ya un médico solo, atendiendo en el living de su casa como era antes, es casi un imposible.
- Sí es un imposible, pero si vos no entendes la historia, la historia personal, familiar, no vas a entender nunca. Hacen falta las dos cosas, creo. Hace falta el médico que se pueda sentar en el living de tu casa pero también la era de la imagen, de imaginar lo que pasa dentro de la persona, a sacar la foto de lo que pasa.
- Te sigo en Facebook y cuando salís de vacaciones, veo que no elegís lugares a los que va el común de la gente.
- El lugar de los turistas es un lugar que ya no existe. Es mejor ir al lugar real, ir a comer algo donde comen en esa ciudad, no a un lugar lleno de turistas que van no disfrutar del lugar sino a sacarse la selfie para demostrar que estuvieron ahí, aunque sea tres minutos. Un fotógrafo español estuvo 20 minutos al lado de La Gioconda y descubrió que nadie la mira, que la gente le da la espalda, se saca la foto, después se fija como salió y sale huyendo. A mí siempre me gustaron los lugares donde, sin salirme muchos kilómetros, no hay turistas.
- Recuerdo que ponías en tu perfil una foto que yo conocía porque una vez cubrí un mundial de ajedrez. Sabía que esos lentes eran de Viktor Korchnoi, el gran ajedrecista. Pero ¿cuántos lo sabíamos? ¿10?
- Y Korchnoi fue genial. La historia de Kárpov contra Korchnoi o la historia de Spassky contra Fischer eran interesantes porque era usar el deporte como propaganda, como campo de otra batalla de la guerra fría.
- Era así. La guerra fría estaba desarrollándose ahí
- Y era también el ajedrez como método para forjar a los nuevos soldados. Porque el soldado de ahora maneja un dron, no necesita ser una bestia de dos metros. Por ejemplo, ahora puse una máscara de Nigeria. Lo curioso es que las mejores de esas máscaras no están en Nigeria, no queda casi ninguna. Entonces es ver el museo como lugar de trofeos de guerra, de la expoliación, de la explotación, del saqueo… Y nosotros vamos chochos a ver lo bien que saquearon… En el fondo podríamos ser una colonia que trata de vencer a su opresor y no una colonia que siempre quedó por debajo de su opresor y anda intentando averiguar qué hace la reina, o peor aún, le dice al ex rey que debimos haber estado equivocados y nerviosos cuando nos quisimos independizar. Eso nos marca en medicina también.
- Dedícame tres minutos al menos a la familia. ¿Te casaste?
- Y si, la familia fue clave
- ¿Tuviste hijos? ¿Cuántos?
- Tuvimos tres. Ninguno estudió en San Juan. La más grande decidió estudiar Ciencia de la Educación en la Universidad de San Andrés, Buenos Aires. La segunda, contra nuestro consejo, estudió Medicina en Mendoza, en la misma facultad que nosotros. Y el más chico está en Ingeniera Química en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, también porque rindió, entró y tiene una beca..
- Han salido buenos alumnos todos…
- Sí, los míos no sirven para el rugby y no sirven para el futbol.
- O sea, son una copia del padre…
- No, son personales. Lo que intentábamos es que se pudieran parar de la mesa cuando les dieran las ganas, que se pudieran reír de su padre, que lo pudieran provocar un poco, que pudieran poner en duda esa anécdota que es la tercera vez que la cuento. Es lo que hemos intentado con los tres, espero que lo hayamos logrado con alguno.
- Una de tus características es que vas al teatro y estás pendiente de tomar fotos…
- Si, la cámara es el apunte.
- Y ahí empieza el láser verde a apuntarte: "Doctor Alcalá deje de tomar fotos"
- Es medio complicado que en un museo o en una obra de teatro se prohíba sacar fotos. Fui a un concierto y me vieron con la cámara y me dieron una tarjetita que decía: “Política de esta filarmónica para los fotógrafos: usted puede durante los aplausos, antes, después y en el intermedio, si notamos que saca en algún otro momento, lo vamos a invitar a retirarse". Pero disfruto mucho de los apuntes porque el viaje empieza cuando uno se lo imagina y no termina nunca.
-¿Estas conforme con tu vida?
- Tengo la sensación que vamos por la mitad
- ¿Tenés muchos secretos todavía o sos de develarlos?
- Soy capaz de reaprender, de desaprender y de replantarme esas cosas que estaba seguro, porque me parece que ese es el mensaje principal dentro de la medicina y fuera de la medicina.
- Ahora tu concepto respecto a la medicina de excelencia también lo aplicas con las personas; es decir te aburren los que no tengan cierto nivel de conversación.
- Me ha dejado preocupado un arquitecto que dice que nosotros construimos un hogar o si uno es arquitecto, un edificio y después la obra nos construye a nosotros. Nosotros construimos un círculo de amistades y es el que nos construye, hay que tener más cuidado me parece.
- Tenía un amigo que decía que hay un tiempo para vestirse y un tiempo para desvestirse y por ahí descontracturarse es toda una tarea
- Creo que el gran desafío de Argentina es ese, es salir del dogma del responder todo con una frase hecha, de decir que Niza es como Mar del Plata, que Suiza es como Bariloche. Tenemos que aprender a crear en equipo, a pensar en equipo pero sobre todo aprender a desafiarnos sin ofendernos en equipo.
- Si pudieras volver a rehacer tu vida ¿estarías en San Juan o te habrías quedado en Buenos Aires?
- Estaría en San Juan. Estuve varios meses en Buenos Aires y vi lo que es que un tipo muy inteligente, con muchos métodos para que trabajes para él. En realidad, sentí un gran alivio al salir de la facultad porque de ahí para adelante nadie más me tenía que decir qué tenía que leer, para qué día y de preferencia con qué lentes.
Cómo lo ví
Inaccesible como una anguila, el médico permanece imperturbable durante la hora de la entrevista.
No hay ademanes ni guiños ni muecas ni gestos en un cuerpo de yogui en meditación.
Pero cuando habla el paisaje cambia. Y de su voz salen metáforas, ingenio, humor y sarcasmo.
Alcalá sabe que es un médico distinto.
En primer lugar porque es un gran comunicador.
Aunque no lo diga, su función no es la de curar un enfermo.
Su visión es más amplia y le pone metas que se traducen en estadísticas, cifras, información y comparaciones.
No esperen frases complacientes ni recetas alentadoras.
Con él se estrella el populismo medicinal.
Y por eso la gente lo escucha con placer. Aunque su cuerpo permanezca imperturbable durante una hora.
JCB
El Perfil psicografológico de Gustavo Alcalá
Por Elizabeth Martínez – Grafoanalista
»» Se trata de una persona que poseería elevada rapidez mental. Sería sumamente ágil para percibir la realidad y consecuentemente para actuar sobre ella. Esta rapidez no iría en detrimento de una disminución de la capacidad de reflexión.
»» Se visualiza una correcta separación con las situaciones de su pasado. Es decir reconocería sus raíces, su origen, pero no se encontraría anclado a situaciones del pasado sin resolver. Este desapego con él mismo, le permitiría enfocarse en su presente y futuro. Por momentos podría sentir que le cuesta alcanzar sus objetivos, que lucharía intensamente para lograrlos y aun así, a veces sentiría que se escapa de su control, generando posiblemente frustración en él. Sin embargo no claudicaría ante los obstáculos.
»» Se detectan rasgos que manifiestan habilidades intelectuales, cognitivas muy desarrolladas.
»» Se observan indicadores que muestran que tendería a expandirse, a ocupar nuevos espacios. Sería una persona proactiva, que tiende a avanzar.
»» Si bien se visualizan posibles situaciones de su pasado que habrían dejado rastros de angustia, habría logrado seguir adelante gracias a sus recursos de afrontamiento, entre ellos la tendencia personal a no rendirse frente a los obstáculos, a perseverar.
»» Se detectan características propias de una persona que tiende a ser respetuosa de las normas y de la autoridad.
Nota publicada en La Pericana el viernes 21 de septiembre de 2019 en la edición Nº 126