Autor: Antonio de la Torre
Incendiado el día,
chamusca la tierra.
La peonada,
se guarece bajo
quitasoles de alfalfa.
El carro, se angustia
cargado de siesta,
seguido de chicharras y un poquito de sombra
donde un perro jadea.
El carrero en lo alto,
apoyado en la horqueta
parece un lancero subiendo a una loma.
Los peones, izando sus cargas sobre las cabezas,
parecen un bosque de palmeras
balanceadas por una racha de flojera.
La resonante segadora se oye
como una catarata monocorde.
El rastrillo araña la piel del potrero
con su garra negra.
Lo conduce un niño
gritando palabras obscenas.
La tarde es una fragua,
y las mariposas son ascuas dispersas
quemando corolas.
Bajo un grito gaucho
rechinan las muertas costillas del carro.
Por los callejones van hacia la parva
el carro y los cuatro lanceros,
al hombro las armas.
El botín geórgico
se dora de tarde.
Inmensa, la parva
es un cerro de oro
con otro lancero en el lomo.
La tarde se acerca
izando el pañuelo de paz de la luna.
Fuente: antoniodelatorre.com.ar