Ejemplo de esta mujer emprendedora es Paula Albarracín, que muy joven y aun soltera tuvo la osadía de soñar con tener casa propia. Una vez casada con José Clemente Sarmiento y debido a las prolongadas ausencias de su marido, en aquellos turbulentos tiempos de guerra y revoluciones, debió hacerse cargo de su hogar y sus quince hijos, de los que llegaron a edad adulta sólo cinco: Paula, Bienvenida, Domingo Faustino, Rosario y Procesa.
Para sacar su familia adelante apeló, entre otras cosas, a su capacidad de trabajo y sus habilidades artesanales en el telar, convirtiendo su casa en una unidad productiva que le dio los medios suficientes para llevar una vida digna.
En esta empresa no estuvo sola. Otras mujeres se hicieron presente con su apoyo. Sarmiento no las olvida y las menciona una a una: sus tías Irrazábal que le cedieron dos esclavos para la construcción de su casa, su amiga Doña Borja y especialmente “…La Toribia, una zamba, criada en la familia…”, quien era su mano derecha, además de su amiga. Era la encargada de la venta de la producción doméstica de telas, ponchos y otros productos como velas y jabones.
De la lectura del capítulo “La Historia de mi Madre “, podemos inferir que Paula fue poseedora de una fuerte personalidad que acompañaba con una gran capacidad de trabajo que le permitió ejecutar sus propias ideas y llevarlas a la práctica. Una muestra de ello es su anhelo de tener casa propia, una idea excepcional en la concepción de una niña soltera de la época, anhelo que pudo concretar con el dinero reunido con su trabajo en el telar.
Había sido educada por el cura José Castro, que además era médico y maestro. Enseñaba con métodos muy modernos sobre higiene, educación de los niños, el trato entre esposos, etc., había aprendido a leer y escribir y aunque no había recibido una educación formal, era muy inteligente a tal punto que dejaba callado a su hijo.
Con respecto a su aspecto físico la describe como una beldad modesta y sencilla, alta y huesuda.
En cuanto a su fe religiosa era, poco dada a las prácticas del culto, pero llena del espíritu del Evangelio y de confianza en Dios que vela por las madres pobres, que consuela y que conforta.
“…Para los efectos del corazón no hay madre igual a aquella que nos ha cabido en suerte. La mía, empero, Dios lo sabe, es digna de los honores de la apoteosis, y no hubiera escrito estas páginas, sino me diese para ello aliento el deseo de hacer en los últimos años de su trabajada vida, esta vindicación contra las injusticias de la suerte…”
Paula Albarracín falleció el 21 de noviembre de 1861.
Fuente: https://casanatalsarmiento.cultura.gob.ar
Prof. Valeria Sacchi - Área Investigació