De palabras del reino animal

 Las metáforas lingüísticas esconden significados que dicen más de los humanos que del reino animal. Si decimos “No seas víbora” es porque alguien está metiendo cizaña, es decir hablar mal o inventar chismes de una persona. Y si de pavear se trata, decimos o hacemos tonterías, necedades o directamente pavadas.

Los hablantes de español, sin importar el país, recurren a los animales para describir cómo se sienten, lo que ven, lo que no les gusta y lo que les pasa. Sienten como les hormiguean las piernas. Ellos se mosquean, se cabrean y se chinchan, por no decir que se molestan o se fastidian.

En la literatura existen las prosopopeyas o personificaciones, una figura retórica que da características humanas a objetos o animales. Pero cuando los hablantes dicen “se le echó la burra”, lo que hacemos es una especie de comparación entre el comportamiento humano y el que se cree que tiene un animal, aunque no sea necesariamente así. A menudo escuchamos que un zorro actúa con cautela, pero la cautela es propia de los seres humanos. Parte de la respuesta de cómo funciona este proceso se encuentra en la lingüística cognitiva, que combina los estudios sobre la lengua y la psicología cognitiva para estudiar cómo se organiza el lenguaje. Es así que las experiencias y la perspectiva de cada persona, influirían en la forma de comunicarnos. En el caso de los verbos con animales se utiliza una metáfora, es decir, se toma una palabra que pertenece a un campo semántico y lo aplicamos a otros. A veces, se alude a los atributos del animal y otras, los hablantes se refieren a lo que hacen con esos animales.

Por eso, una misma palabra o, incluso, una misma metáfora puede tener dos significados completamente distintos dependiendo el lugar, el momento y el contexto. La generación que creció con el reggaetón sabe que perrear se refiere a un inconfundible tipo de baile.

Una mujer que es promiscua y un hombre que busca prostitutas zorrean, según la RAE. Un ladrón ratea. Un personaje charlatán cotorrea, un curioso, sapea…

En casi todos los casos hay un trasfondo despectivo: el promiscuo, el tonto, el ladrón, el mentiroso, el que se deja guiar por sus sentimientos es un animal. Irónicamente, quizá la moraleja sea que tratarnos como animales dice más de los humanos y de su relación con el mundo que del reino animal.

(*) Aida Elisa González de Ortiz, directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ.

Publicado en La Pericana, edición 169 que integra la edición de El Nuevo Diario del 16 de agosto de 2019

GALERIA MULTIMEDIA
De palabras del reino animal. (Ilustración Miguel Camporro)