Fue una noche de mayo de 1993. Despechado y furioso por la negativa de su ex esposa a volver con él, fue a buscarla a la casa de sus suegros. Amenazó a la familia, largó unos tiros y acabó con la vida de su hijo de 4 años. A su otro pequeño lo baleó.
Planeaba viajar a San Luis, había decidido dejarlo todo y empezar una nueva vida. Como que empezaba a resignarse a que la vida con su ex mujer no tenía retorno, pero a cada paso que daba su despecho parecía carcomerle la cabeza. De pronto se detuvo, lo pensó dos veces y pegó la vuelta para regresar a la boletería a devolver el pasaje de colectivo. En el camino compró una ginebra y una gaseosa para ahogar sus penas y se encerró en su casa a meditar, pero lo que encontró no fue más que rencor.
Esa noche, movido más por el odio que por el alcohol, fue a buscar a quien era su pareja hasta hacía un año a la casa de sus suegros en Villa Las Rosas, en Caucete. Y con un arma en la mano, quiso resolver lo que no tenía solución. Ensimismado en su ira y dispuesto a terminar con todo, increpó a su ex mujer con tono de venganza: “los niños van a ser tu sufrimiento…” En su locura arremetió contra sus propios hijos. Al más chico le dio un disparo en el cráneo y al mayor lo hirió de otro balazo.
Francisco Washington Simone lo único que consiguió esa noche de 22 de mayo de 1993 fue llevar más dolor a la que fue su familia, y a él mismo, con un crimen imperdonable. El de su pequeño hijo Lucas Washington Simone, un chico de apenas 4 años que nada tenía que ver en la disputa de sus padres y que murió en la noche del día siguiente tras agonizar casi veinticuatro horas en el Hospital Guillermo Rawson. El otro se salvó porque recibió el impacto de bala en una mano.
La tragedia de Villa Las Rosas es uno de los sucesos policiales más conmocionante que recuerden los cauceteros. Un drama originado por la separación de Haydee Durán y Francisco Simone y que, como tantos casos en San Juan y el país, mostró su cara más cruda de la violencia de género. La relación entre ambos estaba rota hacía un año. Otros hablan de apenas un par de meses. Nada que no ocurriera en otras parejas, con la diferencia en que este caso el hombre no aceptó dejar atrás los 10 años de matrimonio y se encegueció en la idea de retener a la mujer a como dé lugar, aunque eso significó lastimarla hasta el último día de su vida.
Un familiar de Haydee contó que mientras duró la crisis vivieron junto a sus hijos en la casa matrimonial en Villa Santa Isabel durante un año, pero ya estaban distanciados. Ella era ama de casa y atendía un puesto de melones y productos artesanales que poseían al costado de la ruta 20. Él se desempeñaba en una fábrica, pero dejó el trabajo a consecuencia de su depresión.
Separación
En ese contexto, hubo quiénes cargaron las culpas en Haydee y la tildaron de infiel. Es más, en el mismo expediente primó la versión de que Simone era una víctima en ese embrollo, que era un buen hombre, trabajador y que se lo veía devastado por la separación. Otros aseguraron que era un maltratador. También es cierto que ella era una mujer abnegada por sus hijos y gozaba de un buen concepto en su barrio. Los vecinos contaron que andaba siempre de la mano con los niños y que nadie podía acusarla de ser una mujer despreocupada de su familia. Pero la pareja andaba en problemas de hacía tiempo y era inevitable la ruptura, a la vez que las discusiones se sucedían con más frecuencias.
Dos meses antes del hecho, Haydee Durán se mudó con sus hijos a la casa de su madre en inmediaciones de las calles Juan José Bustos y San Luis, en Villa Las Rosas. Por ese entonces conoció a otro hombre de apellido Ochoa, con quien inició una nueva relación sentimental. Esto desencajó más a Simone, que la seguía y no desistía en su intento por recomponer el matrimonio. Él lo tomó como una traición y jaqueado por su despecho cayó abatido en su propia impotencia.
Aun así, nada lo justificaba frente a lo que hizo el 22 de mayo de 1993. Aquel sábado, como que tomó coraje y creyó que lo mejor era marcharse a San Luis para alejarse de sus conflictos sentimentales. Esa tarde fue a la terminal ómnibus de Caucete y compró un pasaje. Al rato pasó por la casa de sus suegros a pedirle a Haydee que le preparara unos sanguches para el viaje. Luego se marchó, pero mientras caminaba volvió sobre sus remordimientos y la rabia contenida le hizo cambiar de opinión de un segundo a otro. Entonces regresó y devolvió el pasaje de colectivo. En un almacén pidió una ginebra y una Coca Cola para que le hicieran compañía. Quizás ya venía tramando lo que haría después. Nadie lo sabía, pero meses atrás había adquirido un revólver.
Endemoniado
A eso de las 21,30 apareció por la casa de Alicia Gatica, su ex suegra, y en la puerta encontró a Ceferino Argañaraz, en ese entonces novio de una hermana de Haydee. Sin preámbulo y con el arma apuntándole en el pecho, le dijo: “esta noche me mando una cagada y me voy a San Luis”.
Llevó a los empujones a Argañaraz y entró a la casa. Allí estaban Alicia Gatica y sus hijas Dolores, Marcela y Haydee junto a sus dos hijos, que quedaron paralizados por la violenta irrupción de Simone. Este le pidió de nuevo a su ex esposa que volviera con él, pero ella contestó que no quería saber más nada.
El hombre comenzó a intimidar a todos con el arma y ordenó que se reunieran en un rincón del dormitorio, entre tanto mandó a Argañaraz a que rompiera unos trozos de tela y atara las manos a las mujeres. Ya estaba fuera de sí y preso de su furia efectuó algunos disparos al piso y al techo para meter miedo en medio de los ruegos. En esos segundos de puro pánico, miró fijamente a Haydee y la encañonó. Ella presintió el horror. “Matame a mí, pero no le hagas daño a los niños”, imploró la mujer.
El no entró en razón, quería verla sufrir. Entonces largó esas palabras que sonaron a ultimátum: “los niños van a ser tu sufrimiento…” y exigió que le entregaran a Lucas, al más pequeño de los niños, que estaba en brazos de una de sus tías. Su suegra, sus cuñados y su ex mujer le suplicaron desesperados que no lo hiciera, pero Simone insistió hasta que el chico se soltó y caminó inocentemente a su encuentro. Ahí, frente a todos, le dio un tiro en la cabeza a la criatura de 4 años.
Haydee se le fue encima y con un palo le pegó en la mano que sostenía el revólver calibre 22. Argañaraz también se abalanzó sobre él para sujetarlo, pero no consiguió dominarlo y salió corriendo a buscar ayuda. Simone se repuso y, lejos de calmarse, largó otro disparo contra Federico, su hijo de 9 años. Milagrosamente el proyectil no fue certero e impactó en una mano del chico.
En ese momento llegó Pedro Jofré, el padrastro de Haydee, que se trabó en lucha con Simone y los dos cayeron al piso hasta que en el forcejeo logró quitarle el arma. “Matame, Pedro… Matame”, vociferaba éste último, consciente de lo que acababa de hacer con sus propios hijos. Sin embargo, luego lo pensó bien, se levantó del piso y emprendió la fuga en medio del llanto y la desesperación de todos que corrían buscando ayuda para los niños.
Los chicos fueron asistidos esa noche en el Hospital Rawson. Haydee también debió ser atendida en el Servicio de Urgencias por una herida en el cuero cabelludo producto de un golpe que recibió de su ex marido. El más delicado era Lucas como consecuencia de ese disparo en el cráneo, herida que lo dejó moribundo y le provocó la muerte la noche del domingo 23 de mayo.
La Policía buscó a Simone durante todo el domingo y lo detuvo en horas de la noche cuando regresó a su casa. Adujo que estuvo perdido y que sólo sabía que despertó en un basural de 25 de Mayo.
Un castigo menor
En su defensa argumentó que estaba shockeado y que su mente se nubló por todo lo que padecía a raíz de la supuesta infidelidad de su ex mujer. Prefirió escudarse en eso, antes que reconocer su cobarde asesinato. Lo mismo sostuvieron sus abogados defensores en el juicio en su contra en la Sala II de la Cámara en lo Penal y Correccional con el fin de hacer ver a Simone como una víctima más. Los jueces Juan Carlos Peluc Noguera, Félix Herrero Martín y Ramón Avellaneda consideraron que algo de eso hubo y fueron benévolos con él. Y en un fallo que generó sorpresa y polémica en mayo de 1995, resolvieron condenarlo a la pena de 8 años de prisión por el delito de homicidio agravado por el vínculo en estado de emoción violenta y tentativa de homicidio agravado por el vínculo, también por emoción violenta. El tribunal entendió que el brutal ataque cometido por el acusado se dio en el marco de una situación extraordinaria como fue su estado emocional a raíz de sus penurias.
Francisco Washington Simone, de 33 años en ese entonces, estuvo pocos años preso en el penal de Chimbas y al cumplir la mitad de la condena empezó a gozar de salidas transitorias hasta que recobró definitivamente la libertad, explicaron fuentes judiciales. A través de sus contactos políticos, consiguió trabajo en la municipalidad de Caucete y no tardó en rehacer su vida, según vecinos y parientes de la víctima. Haydee y su familia abandonaron esa casa de Villa Las Rosas para tratar de olvidar la tragedia. Con el tiempo, ella formalizó con el hombre que la acompañó en todo su drama y se instalaron en el departamento Sarmiento. Jamás pudo superar el dolor por la muerte de su hijo Lucas y en 2005 falleció por una enfermedad. Simone, en cambio, hoy camina tranquilo por las calles de Caucete, aunque los vecinos de Villa Las Rosas y algunos parientes de Haydee lo recuerdan por su demencial e incomprensible asesinato.
Fuente: tiempodesanjuan.com - Publicada el 28 de Octubre de 2019 – Autor Walter Vilca
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