Era un policía con antecedentes por violencia. Ya había agredido reiteradas veces contra su primera mujer. A su segunda pareja también la martirizó y, pese a la separación, la hostigó hasta que una noche de 2007 la masacró a cuchillazos en una esquina de Santa Lucía.
El era de esos policías que se había comido el personaje de hombre duro y recio. Ese que se ponía el uniforme, el arma y el chaleco y se sentía una suerte de “Rambo” en la calle. Un sujeto que en su hogar también mostraba su lado agresivo, que se cansó de atormentar a su primera mujer y llegó a balear a su cuñada en uno de sus ataques de furia en 2005. Un violento sin límites que sometió de la misma manera a su segunda pareja, la martirizó aun estando separados y no paró de hostigarla hasta que la mató brutalmente a cuchillazos una noche de 2007, en Santa Lucía.
Ese es Aldo Enrique Castro, un cabo de la Policía de San Juan que ahora está en la cárcel cumpliendo condena por uno de los crímenes más atroces que se recuerden en San Juan. Un caso testigo de lo que es capaz de hacer un hombre violento al que la Justicia ni la Policía le pusieron un freno, pese a que tenía numerosas denuncias.
Los policías que lo conocían contaban que Castro se esmeraba por exhibirse como un hombre duro, además se jactaba de haber pasado en su juventud por la tristemente célebre Escuela Mecánica de la Armada y de haber realizado cursos de especialización en el Grupo Especial de Operaciones Federales. En la Policía sanjuanina estuvo en el Comando Radioeléctrico, en Infantería y su último destino fue la comisaría de San Martín.
Dicen que llevaba una vida maltrecha y por lo visto andaba tan desquiciado que fue noticia la tarde del 21 de febrero de 2005. Aquel día se metió de prepo a la casa de su ex esposa Susana González en Villa Marini, Santa Lucía, y desató un caos. Con la pistola en mano amenazó a la mujer que estaba con sus hijas y su hermana. A esta última la hirió de un balazo, mientras que el resto de la familia escapó desesperadamente en medio del revuelo. Castro incluso se atrincheró y la tensión duró cuatro horas, con policías rodeando la vivienda y un negociador tratando de tranquilizarlo. Finalmente se entregó y acabó preso.
Hay quienes quisieron justificar al policía diciendo que estaba deprimido y afligido por los problemas familiares. En ese momento estaba de parte médico tras accidentarse. Lo cierto es que Castro cargaba con denuncias en su contra por violencia familiar y una orden judicial que le prohibía acercarse a ese domicilio, pero a él poco le importó.
Tras el incidente, el policía fue suspendido en la fuerza. En aquel entonces ya mantenía una relación sentimental con Marisa Elina Videla, quien era mamá de uno de los dos chicos que murieron en 2005 por el derrumbe de una zanja en una obra cloacal en el barrio Retiro, Santa Lucía. Esa mujer le dio una hija a Castro y soportó lo inimaginable con este hombre, que la maltrató desde un principio. No sólo la agredía verbalmente, también la golpeaba y una vez le fracturó una pierna en una de las palizas.
La relación entre Aldo Castro y Marisa Videla se hizo insostenible hasta que en febrero de 2006 se separaron. Los problemas no terminaron para ella, que hacia fines de ese año continuó sufriendo el acoso, las amenazas y la terrible persecución del policía. Su hija declaró al tiempo que, a raíz de esos hechos de violencia, la mujer realizó media docena de exposiciones contra Castro en la Policía. Y eran exposiciones porque no querían recibirle las denuncias, afirmó en la causa judicial. Lo sorprendente era que, para ese entonces, el cabo ya estaba procesado en un juzgado correccional por los disparos y el incidente ocurrido en 2005, pero no había sido llevado a juicio y tampoco echado de la Policía.
De mal en peor
Con la llegada del 2007, la situación se complicó más para Marisa Videla que se adentraba sin saber a un abismo. El policía Aldo Castro no se resignaba e insistía en volver con ella a toda costa, aunque sea a la fuerza. Un preludio de lo que se venía sucedió la madrugada del 28 de febrero de 2007, cuando el policía la tomó a golpes de puño en un boliche de Rawson.
La madrugada del 22 de marzo de ese año, Castro arremetió de nuevo contra Marisa. Esta vez mediante reiterados mensajes de textos, en los cuales la amenazaba de muerte: “Vas a arrepentirte y a vos te gusta guardar las apariencias...No sabés lo que te puedo hacer, primero en tu trabajo, para que te conozcan...Mentirosa, ahora cuidate en cualquier momento te parto..." y “Te la voy dar, te lo juro...". De todo esto también hubo denuncia, pero nadie hizo nada y esas advertencias de muerte se concretaron la noche del 28 de junio de 2007.
Castro vigilaba y seguía a Marisa. Esa noche la agarró de sorpresa en el instante en que ella salió a eso de las 22 de su casa en Villa Muñoz, Santa Lucía, a comprar una gaseosa. El hombre la increpó. Marisa quiso esquivarlo, pero él le dio unos golpes, la tiró al suelo y se sentó sobre su cuerpo, y con extrema saña empezó a darle puntazos con un cuchillo de doble filo que llevaba en su cintura.
La mujer largó gritos desesperados, pero Castro continuó clavándole cuchillazos en el rostro, el cuello y el pecho. La hija de Marisa escuchó unos pedidos de auxilio en la calle y se asomó a la puerta. Ahí vio a su madre tendida y al policía atacándola en la esquina de las calles San Lorenzo y Las Heras. La joven corrió, tomó por la espalda a Castro para detener el brutal ataque, pero éste la golpeó. Después él solo se paró y escapó caminando por calle San Lorenzo al Oeste. Ya era tarde para Marisa Videla, que murió en el suelo producto de los 21 cuchillazos que le propinó su ex pareja. A los minutos, los policías de la seccional 29na apresaron al hombre cerca de avenida Circunvalación mientras procuraba fugar.
Marisa Videla tuvo que morir para que por fin alguien parara la locura de Aldo Enrique Castro, que fue acusado de los delitos de amenazas y homicidio agravado por alevosía y ensañamiento. En diciembre de 2008, los jueces Héctor Fili, Ricardo Conte Grand y Eugenio Barbera -de la Sala III de la Cámara Penal y Correccional- llevaron a juicio al policía.
Éste no quiso exponerse al debate, sabía que su suerte estaba echada, de modo que a través de su abogado propuso ir a juicio abreviado. El 27 de ese mes, el tribunal lo sentenció a la pena de prisión perpetua. Actualmente sigue preso.
Fuente: tiempodesanjuan.com - Publicada el 23 de Junio de 2019 – Autor Walter Vilca
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