El periodista deportivo fue entrevistado por Juan Carlos Bataller para el ciclo Qué hiciste con tu vida, en agosto de 2018
-Mario Castro, ¿cuántos años en periodismo?
-Cuarenta y dos.
-Y siempre has estado del lado del mostrador que relata, que nos cuenta la vida. Hoy queremos saber qué es de tu vida, ¿qué hiciste con tu vida? ¿Cuándo y en qué lugar comienza?
-Comienza en el Médano de Oro, Rawson. Allí nací. Soy hijo de un camionero y mi mamá era simplemente ama de casa. Los hermanos de mi padre eran chacareros como mi abuelo y él no quiso ser chacarero nunca. Mi abuelo paterno, que no sabía leer ni escribir, intentaba por todos los medios que sus nietos sí supieran leer y escribir. Ahí comenzó mi escuela primaria. Mi abuelo había ido al Ministerio de Educación en esa época; ofreció un terreno y un ranchito para que mandaran una maestra, que él la iba a pagar, para que les enseñara a los chicos del Médano. Hoy esa escuela se llama Escuela América y tiene un busto en reconocimiento a mi abuelo, don José Castro.
-Fijate lo que eran los viejos de ese tiempo, el valor que le daban a la educación y los sacrificios que hacían para que sus hijos estudiaran.
-Totalmente. Vos sabés que, por ejemplo, él venía a fin de año y, como no sabía leer, les pedía a sus nueras que le leyeran los boletines de sus nietos, a ver si habían salido bien y seguro que posteriormente venía un muy buen regalo. Mi primera pelota de fútbol me la compró mi abuelo. Era un tipo de palabra, de esos que venía antes de que empezara la cosecha a Camenforte y se llevaba un camión con harina sin pagar un solo centavo. Y él les decía, ya lo conocían, “cuando cobre la cosecha vengo”. Y lo primero que hacía cuando cobraba la cosecha era ir a pagar y tenía el crédito para el próximo año.
-Vos que nombrás lo de la educación, en mi memoria también está que era habitual que la gente visitara la casa y la madre le preguntaba “¿querés ver el cuaderno del nene?” y le mostraba el cuaderno con la letra prolija. Era un orgullo que al hijo le fuera bien en la escuela. Cambió tanto.
-Yo tengo esa imagen de mi abuelo, que era un viejo gaucho. El que a toda costa quería que fueran distintos a él que no había aprendido a leer ni escribir. La educación para él era fundamental. Y manejaba a sus hijos, que eran muchos, con la mirada. Mis tíos y mi padre no fumaron nunca delante de su padre, eso era faltarle el respeto.
-Y en ese ambiente tu padre sale camionero. ¿Y viajaba fuera de San Juan o andaba por acá?
-Sí, viajaba afuera. Estaba en una empresa, que era Carrascosa, llevaba uva. La dupla era mi viejo con Ginés García, que era su ayudante. Estuvieron toda la vida. Después cuando dejó el camión fue taxista. Yo no tuve una gran relación con mi viejo, me empecé a ser amigo cuando se enfermó. A mi viejo le gustaba mucho la fiesta, la farra. Él decía que se quería morir en una fiesta y se murió en una fiesta. Se murió en la fiesta de Mogna. Para él era llegar de Buenos Aires, se cambiaba y se iba a una milonga. Y esas cosas yo no las aceptaba.
-Ó sea que estuviste un poco distanciado.
-Muy distanciado, era nada más el trato de padre e hijo. Cuando lo comienzo a entender, ya no estaba, se murió.
-¿Y tu mamá cómo era?
-Mi mamá era…. mi mamá fue la mentora de que yo fuera periodista. Cuando comencé con la idea de ser periodista fue la que me apoyó. Mi viejo no quería saber nada porque decía que era un trabajo de vagos. Él decía que para triunfar en la vida tenías que tener un oficio, quería que fuera chapista, mecánico, pintor de autos… Y mi vieja dijo “no, usted va a ser lo que quiera”. Entonces puso una mercería y con eso me bancaba la facultad. Cuando le llevé mi primer sueldo que cobré en Radio Colón mi mamá era una fiesta. Pero además era una persona que vivía… a ella no le gustaba la televisión, le gustaba la radio. En ese momento a las 12 de la noche se terminaba la programación de las radios de San Juan y enganchaba una emisora chilena. Y ahí se quedaba escuchando. Para ella era fundamental. Pero además conocía las formaciones de los equipos y demás.
-¿Le gustaba el deporte?
-Le encantaba. Cuando yo empecé a relatar ella escuchaba mis transmisiones. Y cuando la iba a ver, porque fui muy mamero, siempre me decía “hoy no estuviste bien, estuviste muy flojo. Te cansaste en el segundo tiempo”. ¡Era un espectáculo!
-¿Todavía vive tu mamá?
-No. Falleció de cáncer y vivió con esa enfermedad durante tres años pero con una gran valentía. Hablábamos de cáncer en mi casa como si habláramos de un resfrío y ella dijo “no, la vamos a ir peleando, la vamos a pelear hasta que Dios diga que hay que partir”.
-¿Cuántos hermanos eran ustedes?
-Tengo una hermana nada más y tenemos una relación estupenda. Cuando mi madre falleció yo ya estaba separado y ella empezó a cumplir la función de mamá porque, por ejemplo todos los días me esperaba con la comida. Yo vivía solo pero ella quería que fuera a comer. Mi hermana es estupenda como mujer. Somos una familia muy chiquita pero hoy tenemos una relación tal que si no nos hablamos un día ya nos preocupamos, ¿qué pasa que no me llamó?
-¿A qué escuela fuiste?
-Comencé lógicamente en la que es hoy la Escuela América, hice primer grado, y después en la escuela Gabriela Mistral, en la rotonda del Barrio Rawson. Cuando me recibí comencé el secundario en el Colegio Nacional Monseñor Pablo Cabrera y se creó el Colegio Nacional de Rawson. Los que vivíamos en Rawson teníamos que ir a ese colegio, así que soy la primera promoción del Nacional de Rawson.
-¿Y qué deportes practicabas en esa época?
-El fútbol y el básquet. Los días martes y jueves jugábamos al básquet, en Luz y Fuerza, donde es la sede, en Trinidad. Y lo hemos hecho mucho tiempo después con un grupo de amigos, era mi deporte predilecto. Después con el correr de los años comencé a jugar a las bochas en la UVT.
-En fútbol llegaste a jugar en primera.
-No, algunos partiditos, me defendía pero nada más. Todos mis técnicos querían que yo bajara de peso, claro, era fundamental. Yo me reía mucho.
-¿Tenías tendencia a engordar en esa época?
-Sí, ya era gordito.
-Pero, ¿desde chico fue así?
-Y si, hice una cantidad innumerable de dietas intentando bajar de peso. Yo me acuerdo, que hice dietas desde los doce años.
-¿Tenías antecedentes familiares?
-Sí, mi mami era una gordita hermosa, una gordita gringa valenciana.
-¿Cuando te vas a la escuela de Rawson, ya dejaron el Médano?
-Claro, dejamos el Médano y nos vinimos a vivir a calle Mendoza, a una cuadra de la Escuela Hogar y ahí hoy vive mi hermana.
-¿Y ahí ibas a jugar a Los Andes?
-En esa época era Los Andes y mi club amado era el Barrio Rawson, en la rotonda del barrio. Ahí hice mis primeros pasos como locutor, como relator de fútbol, relataba los partidos por los parlantitos que había en la cancha, conseguía publicidades en los kiosquitos. Ahí comencé.
-O sea que no comenzaste en un medio de comunicación. Tuviste tu propio emprendimiento…
-Comencé ahí con mi propio emprendimiento. Después me escucharon algunos y me dijeron que en Radio Colón se estaba haciendo un casting. En ese momento había tres radios nada más. Fui y hablé con Néstor Páez y empecé a ir. Estuve siete meses yendo y nunca dije nada. Iba los fines de semana, le ayudaba a Horacio Lucero, escuchaba el fútbol de Mendoza y ahí estaba. Hasta que a los siete meses Hugo Rodríguez me dijo “usted es muy jovencito pero vamos a hacer una prueba de voz”. Al otro día empecé a salir al aire. Era un programa de una hora y había catorce profesionales.
-¡Lo que era Radio Colón en esa época!
-Era una bestialidad. Yo tengo un sentido de pertenencia con Radio Colón, porque la mitad de mi vida la pasé ahí y porque además en Radio Colón fui telefonista, fui peón, limpiaba los baños, era el “che pibe” que hacía los depósitos en los bancos. Yo hacía eso porque quería ser periodista deportivo.
-Néstor Páez y Hugo Rodríguez marcaron toda una época. Pero esa Radio Colón tenía una virtud. Recuerdo haber estado en Roma como corresponsal y de pronto vino un día Rony Vargas y le dije “¿qué hacés acá?”, y me dijo “estoy cubriendo una carrera, porque corre un sanjuanino”. Y le dije “¿tiene posibilidades de ganar?”. “No, ninguna, pero es un sanjuanino”. Esa era la radio.
-Sí, esa era la radio. Yo recuerdo cubrir vueltas de ciclismo en México con el Payo Matesevach. Cubrir Juegos Olímpicos porque corría el Payo, el accidente que tuvo en Canadá. Vueltas de Colombia, en Venezuela. Había un sanjuanino y había un periodista de Radio Colón.
-Pero además, yo a Román me lo encontré en España, en Estados Unidos, cubriendo todo.
-Fue un momento de una radio muy importante que además en los grandes premios era cabecera de radios de Buenos Aires.
-Sos casi el último de los mohicanos de toda esa época.
-Sí. Estamos quedando con Horacio Lucero y Jorge Pinardi, somos los que quedamos de esa época y que seguimos en actividad.
-Y que conceptualmente es un periodismo distinto, donde la vocación es mucho. Yo veo que el periodismo hoy es otra cosa.
-Hoy el periodismo, y especialmente el deportivo, no hay que generalizar, hay mucho chanta. En esa época vos te hacías porque tenías vocación, porque sabías que tenías que cumplir. Hoy si aparece un chico y lleva una publicidad, trabaja. Es una cosa de locos. A mí me mandaban a la cancha de Villa Obrera, iba en bicicleta y cada vez que hacían un gol tenía que ir a la fábrica de carburo y pasarlo al aire por teléfono. Eran partidos de la división C del fútbol sanjuanino. Y cuando volvía ya habían hecho otro gol, no veía el partido. Una vez me acuerdo que terminaron 7 a 1, o 7 a 2.
-Ahora me imagino, en bicicleta desde Rawson hasta la radio en el centro y de acá a cubrir Villa Obrera.
-Sí, pero iba con gusto.
-Es que era una forma de vida el periodismo. Hoy creo que es más un trabajo.
-Sí, es verdad. Es una salida laboral para algunos pero de vocación hay poca gente.
-¿Qué pasó en todo ese tiempo? Cuando entraste a Radio Colón ¿cuántos años tenías?
-Tenía 17. Había salido de la secundaria en ese momento, había comenzado a estudiar y comencé a trabajar y en el año 1978, el día 2 de enero, me despiden de Radio Colón. Fue terrible. Para mí fue un cachetazo inmenso. En ese momento se van Rony y Mario a Radio Sarmiento. Yo no sabía qué hacer, era mi vida, era mi pasión, y también lo despidieron a Pepe Arnau. Y él armó una productora de publicidad y me dijo: “venite, vos tenés experiencia, dame una manito”. Vendíamos publicidad con él y con José Ubaldo Montaño, que no tenía trabajo en ese momento. Así que hacíamos las famosas páginas para Diario de Cuyo sindicales. Entonces íbamos con José Ubaldo, nos sentábamos frente a los sindicalistas, todo el mundo lo conocía y llegado un momento me pegaba una patadita debajo de la mesa, entonces yo aparecía y les ofrecía. Nos fue muy bien. En ese momento, habían pasado tres meses desde que estaba ahí, me llamó Rony para que me fuera a trabajar con él a Radio Sarmiento. Estuve mucho tiempo con él, era el periodista deportivo de Rony.
-Un lujo…
-Yo me he dado muchos lujos. He trabajado con los mejores de San Juan, lejos, con Rony, con Mario, con Noemí Colombano, Luis Yunes, Nina Galván. De todos he sido el flashero deportivo y con un tipo que yo quise mucho y nos hicimos muy amigos, Juan Carlos Vilches. Borcelino, un muchacho de Buenos Aires que vino, que era el locutor de Héctor Larrea, y que lo trajo Bustelo a Radio Colón cuando se van Mario y Rony. Después, cuando se van a Córdoba, va Juan Carlos Vilches. Yo me hice muy amigo de él y hemos compartido tres años. Después él se fue a la Radio Mar del Plata. Hizo sus esfuerzos para que me fuera con él.
-Tu amor fue siempre la radio.
-Sí, es la radio. Yo soy un bicho de radio. Tengo un sentido de pertenencia hacia Radio Colón, por eso cuando por ahí veo algunas cosas me dan ganas de ponerme a llorar, porque viví la época gloriosa de la radio. Hoy están tratando de salir y es importante.
-¿Cómo te iba en el resto de las cosas? Un periodista tiene un lugar en la sociedad, es conocido, pero tiene que empujarla, remar mucho para llegar a fin de mes también.
-Sí. Tuve suerte que por ejemplo en Radio Sarmiento me nombraron efectivo. Un día me llamaron y me dijeron, “¿vos has sido telefonista?”. En ese momento la radio era mitad estatal y mitad privada, era Carlos Lambrechts su director. Y me dijo “mirá Marito”, ya era Marito, el Marito me lo puso Rony Vargas. “Hemos comprado un conmutador telefónico y queremos que seas telefonista” y así comencé. Y así fui tironeando y me salvó el ir a Mendoza. Yo ganaba 10 mil pesos en moneda nacional por transmisiones en Radio Sarmiento y aparecieron de Radio de Cuyo y me ofrecieron 70 mil pesos por transmisión. Estuve ahí seis años. Después me surgió la posibilidad de ser el director de Deportes de la Municipalidad de Rawson y de jefe de Prensa con Carlos Fernández. En Radio Sarmiento me cambiaron el turno. Emilio Ventura se portó de primera conmigo. Trabajaba en la mañana en la municipalidad y en la tarde en Radio Sarmiento.
-Y un día se te ocurrió meterte en política también.
-Y un día bueno, esto de ser director de Deportes, con Carlos hicimos mucha amistad, comencé a aprender y llegó un momento y me dijeron “vas a ir de concejal”. Es decir, la candidata a ser intendente era Zulma Ortiz, Carlos Fernández para diputado y yo era su candidato suplente. Se bajó alguien de la lista de concejales que no quería ser tercero, quería ser primero, y bueno, fui concejal. Y no me arrepiento, son experiencias. Fue un momento muy duro en la provincia porque fue la época de gobernación del doctor Avelín, cuando no se cobraban los sueldos pero realmente fue una linda experiencia.
-No sé si te habrá pasado, pero el que es periodista sigue viviendo el mundo como periodista, no como político. Estés en el cargo que estés, tu mirada es de periodista.
-Sí, yo me recuerdo diferencias y una discusión en el seno del Concejo Deliberante con Mauricio Ibarra y me decía “basta, vos no sos periodista, sos concejal”. Pero fue una muy linda experiencia porque además trabajaba conmigo una gran mujer y además fundamental, que hoy es la vicerrectora de la universidad, Mónica Coca. Cuando me fui a concejal la pedí y se fue a trabajar conmigo, era mi asesora en ese momento. Hicimos un trabajo espectacular, creamos algunas ordenanzas importantes. Fue otra de las experiencias de mi vida.
-En ese tiempo empezaste a ser conocido. La radio te dio un lugar, habrán empezado las primeras noviecitas ¿o ya habían empezado antes?
-No, creo que conseguía muchas novias porque era telefonista.
-¿Cómo…? ¿Cómo es la historia?
-En esa época no había teléfonos celulares como ahora, entonces llamaban, pedían un tema y de repente la chica te decía “ay, que linda voz que tenés” y entablabas una conversación. Generalmente era los sábados y los domingos, cuando yo estaba de turno y nos juntábamos a conocernos, fue un buen momento. Ya después sabían que hacía micrófono. Por eso digo que el micrófono me salvó si no hubiera muerto virgen.
-No sabía que el teléfono era un instrumento tan importante en una radio. Ahí te das cuenta que hay mucha gente sola. La radio es la compañía del solitario.
-Sí. Totalmente. Y en ese momento más, estoy hablando del año 1977, 1978, un momento donde no había tantos televisores en San Juan. La gente llamaba para pedir un tema y hablar. Los locutores y demás, conseguían novias a través del teléfono.
-¿Y un día te casaste?
-Y un día me casé. Estuve muchos años de novio, me casé y después de casi 18 años me separé. Fue un momento durísimo pero hoy tengo una relación estupenda con mi exesposa. Siempre digo que es una gran mujer, porque por ejemplo cuando yo me separo, mi hijo era adolescente, tenía 15 años. Fue un momento duro y ella lo manejó de una manera estupenda. Hoy tenemos una relación, nos juntamos, cenamos y hablamos de nuestros hijos. Hoy hablamos más que cuando estábamos casados. Llegó un momento cuando estábamos casados en el que hablábamos diez palabras y discutíamos nueve. En un momento dije “esto no da para más”, agarré un bolsito con ropa, mi auto y me fui. Pero con mis hijos intenté ser un padre presente, día por medio iba y los veía, me permitió darles estudios universitarios a los dos. Tuve dos hijos, Vanesa y Maxi. Realmente hoy estoy muy orgulloso de la familia que constituí y además siempre le canto loas a mi exmujer, que fue estupenda.
-Además tuviste una etapa como empresario, tuviste un café que nos quedaba muy cómodo, íbamos todos los días acá en Catamarca y Santa Fe.
-Vos sabés que ese fue un emprendimiento curioso… Me lo propuso un amigo que manejaba los café de la plaza y se quedó sin trabajo. En ese momento a mi me estaba yendo muy bien porque tenía tres trabajos, estaba en Radio Sarmiento, la municipalidad y los fines de semana relataba en Mendoza. Y bueno, había ahorrado una plata y surgió la posibilidad de comprar ese café. Yo lo compré, mi amigo era el que sabía y comenzó. A los dos meses mi amigo no fue un día y no fue nunca más. Se fue a España, nunca me enteré. De repente me encontré con algo que yo no sabía cómo se manejaba y que tenía que afrontarlo. Me fue bastante bien, estuve siete años. Pero un trabajo realmente agobiante. Recuerdo que venía en la noche, yo tenía que cerrar y a veces trabajaba mucho en la noche con la gente del deporte, con las comisiones directivas. Como me conocían iban a comer el lomo. A veces me acostaba cuatro y media, cinco de la mañana y yo a las siete tenía que estar arriba.
-Tus hijos te ayudaban ahí trabajando.
-Sí, muchísimo, realmente otra experiencia. No la volvería a hacer porque hay que tener mucho espíritu. Además necesitás una fuerza de voluntad tremenda, cuando sabés que por ahí te llega una mesa a las tres de la mañana y tenés que bancarlo hasta las 5 o las 6.
-Mario hay otra cosa tuya que es tu capacidad de adaptación. Cuando nosotros pensamos en este proyecto que es La Ventana, nos dio una mano grande Hugo Rodríguez y un día, apurón, se murió. Y siempre pensamos en vos, porque para mí eras la figura del deporte que quedaba. Yo veo en las canchas que la gente te tiene afecto aunque sos el único que por ahí dice cosas fuertes.
-Sí, eso siempre se lo agradezco a la gente y a los mismos jugadores. Vos sabés que yo he tenido críticas a los jugadores, que en su momento se enojaban y después me llamaban para pedirme disculpas. El respeto de la gente creo que está en el hecho de que he sido honesto, en eso la gente confió y me creyó, cosas que me enseñó precisamente Hugo Rodríguez, que fue mi mentor, mi amigo del alma y quien compartimos diez años en los que nos reímos, que pasamos buenas y malas. Con él nos íbamos a los mundiales y un mes antes me decía, “guarde una platita que después nos vamos a quedar” y nos quedábamos. Una vez alquilamos una van y recorrimos España con Hugo, no tuvimos nunca ni un sí ni un no, un tipo hecho y derecho. Yo muchas veces lo extraño porque cuando uno tiene un problema, uno iba y decía, qué puedo hacer con esto. Era un señor.
-Vos le diste todo al periodismo y al deporte, pero el deporte también te dio todo. Has viajado, has vivido bien.
-Conozco el mundo, vivo bien, le he podido dar estudios universitarios a mis hijos. Ellos tienen sus casas, tengo mi auto, no tiro manteca al techo pero vivo bien, he vivido bien. He disfrutado el periodismo.
-¿Volverías a ser periodista?
-En otra vida volvería a ser periodista. Además soy un agradecido de la vida porque trabajo en lo que me gusta y además me pagan.
-Hay otro Mario que no solo habla de deportes, dentro tuyo también hay un poco un actor. Las cosas que has hecho en La Ventana son increíbles. Tu capacidad para transmitir cualquier cosa, desde un partido de truco hasta lo que sea. Mario nació relator, pero aparte hubo una época en la que salía a hacer notas y se podía poner a hablar con el pozo de un árbol. Capaz de hacer cualquier cosa. Hay otras vetas.
-Lo hice en La Ventana por la confianza con los Bataller. Un día me dijeron “vamos a hacer un campeonato de metegol y vos lo tenés que relatar”. Y yo decía “qué es eso”.
-Pero nos divertimos todos. Hubo un campeonato de tejo que ganó una mujer.
-Sí, la chica que jugaba al hockey (Cecilia del Carril). Te cuento que por ejemplo, en las elecciones a mi me encanta participar en la radio, lo he hecho siempre. Me acuerdo cuando Marcela Podda era la conductora me pedía que trabajara con ella. Y lo sigo haciendo, en las últimas elecciones lo hice en la radio del Pajarito. Quizás no exploté esa veta, pero lo mío es relatar. Yo voy a relatar un partido y cuando vuelvo, vuelvo satisfecho. Es como si hubiera hecho el amor con la mujer más linda del mundo.
-Y te salió un hijo relator.
-Yo no quería saber nada, porque bueno, es costoso y en un momento él me dijo “vos me dijiste que lo que yo quisiera estudiar me ibas a apoyar. Bueno, yo quiero ser periodista”. Y ahí está.
-Es que la imagen de él sos vos.
-Sí, aunque tiene un problema, es fanático de San Martín y yo soy de Del Bono, nada que ver.
-Mario, llegamos a esta altura de la vida, en la que uno hace un balance. Pero, yo quisiera hablar un poco también de los problemas que has tenido últimamente de salud, que no han sido pocos.
-No, para nada. El año pasado teníamos un proyecto con Juanca para el mes de enero y el 6 de diciembre me empecé a sentir muy mal en el estudio de Radio Colón. Salí afuera, mi compañera me miró y me dijo “qué te pasa”, le dije “me siento mal”. Una ambulancia me llevó al hospital Marcial Quiroga, me atendieron rápidamente y era un infarto.
-¿Cuánto te afectó?
-Vos sabés que yo estaba enojado y decía “¿por qué a mí?”. Y después cuando pasó, estaba internado, me pasé diez días en el Hospital Privado, ya pensaba “¿y por qué no a mí?, si yo de salud hice mal todo en mi vida. Hasta hace cuatro años fumaba cuatro atados de cigarrillos diarios, en una transmisión de ciclismo me llevaba cinco atados. Entonces, todo eso fue haciendo eclosión. Y un médico me dijo “vos hace diez años atrás has tenido infartos. ¿Nunca tuviste problemas?”. Y no. Hoy agradezco seguir con vida cada vez que me despierto, hoy hago ejercicio, cosa que hace que mis hijos se maten de risa, porque nunca me habían visto hacer gimnasia, que me pase ahí 45 minutos, que lleguen a mi casa y yo esté arriba de la bicicleta fija pedaleando les llama la atención. Agradezco poder seguir viviendo y teniendo proyectos.
-¿Te gustó siempre comer?
-Sí, soy buen comedor, de toda la vida. Eso me cuesta ahora. Mis amigos por ahí me llaman y me dicen “vamos a salir el viernes, vamos a comer” y digo “no, porque me voy a tentar”. Por ahí se me sale la cadena, es cierto, pero al otro día trato de retomar la dieta que tengo.
-A mi me llamó la atención, habíamos ido a cenar para agasajar a un amigo y tu conducta fue perfecta, comiste lo indispensable.
-Es terrible, porque yo sé que me tienen que operar, los médicos me han dicho “en un momento te vamos a tener que hacer un bypass”. Pero mientras es importante que te mediques y hagas el trabajo que te hemos planificado. Ya he bajado 16 kilos. Ya me quedan grandes los sacos. Por ahí cuando me quedan más grandes me alegro porque digo, vamos por el camino correcto.
-Marito, no voy a hablar de deportes, de fútbol, de nuestra pasión por River, pero si de alguna película que te haya impactado.
-Papillón.
-¿La fuga de la cárcel?
-Sí, fue una de las cosas que me quedó marcado, la habilidad de una persona para buscar las coordenadas sin saber cómo debía escapar a los tiburones. Fue una de las películas que más me gustó.
-Y si tenés que elegir una canción para cerrar esta entrevista, ¿cuál sería?
-“A mi manera”, por Cacho Castaña.
Cómo lo vi
Es uno de los últimos exponentes en actividad de lo que fue la radio más importante del interior del país.
Empezó de abajo, bien de abajo. Y para cumplir el sueño de ser periodista deportivo tuvo que pasar por varios oficios. Desde atender el teléfono hasta encargarse de la limpieza cuando hacía falta.
Los años pasaron y hoy Mario Castro es un referente del periodismo en San Juan. Y como tal les explica pacientemente a las nuevas camadas que la teoría está muy bien pero para llegar a ser un buen profesional y ser respetado y querido por la gente hay que ponerle muchas horas, mucha pasión, mucho esfuerzo y mucha vida a este maravilloso oficio.
JCB
El Perfil psicografológico de Mario Castro
Por Elizabeth Martínez – Grafoanalista
»» Escritura con rasgos que manifiestan un fuerte manejo defensivo, tendencia a mantenerse a resguardo, se presenta reserva y prudencia.
»» Se observa la presencia de una arraigada fuerza de voluntad.
»» El margen izquierdo es pequeño, mostrando posible anclaje a la figura materna o a situaciones de su pasado. Podría tratarse también, de fuerte vinculación afectiva con la familia de origen.
»» La diferente dirección entre el texto y la firma, podría manifestar deseo de superación, posible inconformismo o descontento interno con la situación social o laboral actual.
»» Se detectan rasgos que podrían ser analizados como indicadores de indecisión, timidez y una búsqueda de refugio en el pasado.
»» Se presenta tendencia al idealismo, a la vida intelectual. Subjetivismo que se orienta hacia el misticismo, la Filosofía o la creación artística.
»» La firma se encuentra ligada, manifestando fluidez en los sentimientos, pensamientos y la acción.
»» Cuando logra conectarse con una fuente de motivación que lo nutre, se manifiesta con optimismo de fondo, con espíritu de superación y de perfeccionamiento.
La nota fue publicada en La Pericana el viernes 30 de noviembre de 2019. En la edición Nº 136