Nota publicada en El Nuevo Diario el 15 de febrero de 1991 en la edición 495
Precursores de la tarjeta de crédito con la famosa libreta del almacén, hoy casi desaparecida por las sucesivas hiperinflaciones que supimos soportar. Han sido y son algo más que comerciantes, son vecinos. Categoría que permite a cualquier cliente golpear la puerta a cualquier hora y comprar un artículo imprescindible. Confidentes y confesores, más amigos de escuchar que de hablar.
La figura del almacenero es justamente lo que permite que sobreviva esa antigua institución que, junto a la unión vecinal o el club, integran una red informal de vida social, de solidaridad y si se quiere, de organización social.
Por lo demás, este comercio minorista —según la jerga económica de fin de siglo— sigue resistiendo los embates de los autoservicios, supermercados, hipermercados y shopping, porque son del barrio y están atendidos por sus propios dueños.
En Trinidad, por calle General Acha, al lado del Olimpia Patín Club —donde antes el trinquete, el básquet, el hockey, y hoy sólo este último, forman parte del orgullo de los vecinos— está desde hace 40 años la “Despensa Ladstatter Hnos”.
Siempre fue atendida por tres hermanos, de los cuales el más conocido es don Pubi, apodo cariñoso de Eric Ladstatter.
El otro, Fernando, ya fallecido, era el encargado del corralón que durante muchos años surtió de carbón, querosen, leña, y otros combustibles, a sus clientes. El tercero —que “siempre nos ha dado una mano", apunta don Pubi— es Ricardo.
Por mucho tiempo, esta despensa no sólo surtió a los vecinos de la calle General Acha, sino a también a varios agricultores del Médano de Oro, que periódicamente venían a buscar su caja de provisiones.
Es que este negocio fue un auténtico almacén de ramos generales. Allí se podía comprar desde azúcar -molida o en terrones- hasta pantalones, alpargatas, o una batería de cocina, fuentones, o cuadernos, lapiceras, y por supuesto, las alpargatas.
Don Pubi, que siempre ha vivido -con su esposa y tres hijos- en la casa situado a los fondos del almacén recuerda los orígenes de esta empresa familiar.
Sus padres don Jacobo y doña Elisa eran austriacos. Llegaron a Caucete durante la Gran Guerra europea (1914-1918), para dedicarse a la agricultura. Sus hijos varones —tres de los seis que tuvieron- decidieron venirse “a la ciudad" en 1950.
“Es que para trabajar la tierra y que convenga, uno debe ser propietario”, explica en su estilo suave y parco Don Pubi. Le compraron el almacén a López Carrascosa, con todos los muebles que todavía sirven para el despacho a los clientes.
Viejos mostradores de noble madera, frascos carameleros y pastilleros -toda una rareza en estos tiempos que corren de packing desechable-, y un viejo ventilador de techo que nunca dejó de funcionar. Todo es sólido confiable, seguro y casi transparente.
Algunas cosas ya no se utilizan, como el exhibidor de los fideos sueltos -que hoy albergan paquetes crujientes “de marca"-, las puruñas.... "Ya no se vende casi nada suelto, todo viene envasado, -acota Don Pubi-, las puruñas sólo las usamos para vender un poco de alimento balanceados para aves de corral”.
Hay cosas que no cambian, como los vecinos “que son casi los mismos de siempre, porque la mayoría son propietarios. Sólo nos hemos vuelto viejos”, reflexiona Don Pubi. El mismo, que nació en 1921, va a cumplir 70 años el 30 de marzo próximo. Tal vez por eso, tos clientes tradicionales -sean los únicos que conservan el derecho a comprar "con libreta”.
La despensa Ladstatter es un símbolo de un estilo de vida que se ha ido perdiendo. La despensa está abierta casi todo el día, los 365 días del año. “Sólo tomó vacaciones alguna vez, pero mis hermanos atendieron el negocio, dice Don Pubi. Creo que estos son tiempos muy duros, los más difíciles que recuerdo. La gente se queja, pero con cada uno nuevo que viene, renacen esperanzas, aunque....”