Atilio Boggian fue entrevistada por Juan Carlos Bataller para el ciclo Qué hiciste con tu vida, en octubre de 2018
-Boggian apellido italiano, se pronuncia “Boyan”.
-Netamente italiano.
-¿Y el segundo apellido?
-El de mi padre es Caffeo, con dos f, y el de mi madre Grilloti. Los dos apellidos eran del norte de Italia.
-Comencemos hablando del Boggian que un día se vino a la Argentina. ¿Qué hacía en Italia?
-¿Vamos a hablar del trabajo?
-De lo que vos quieras, los recuerdos que tengas de tu padre o que te haya contado.
-Mi padre me contó muy poco de su parte fuera del trabajo porque él fue partisano.
-Combatía contra…
-Los alemanes. Mi padre tenía la costumbre de andar mucho en shorts y pantuflas. Y siendo muy chico le descubrí tres marcas, una en el empeine del pie izquierdo, otra en el muslo y otra en el abdomen. Entonces le pregunté qué le había pasado y me dijo que cuando era chico se había quemado jugando con plomo derretido. Y mi madre, que andaba por ahí, lo escuchó y después de una hora u hora y media, cuando me quedé sola con ella, me llamó aparte. Yo tendría 8 o diez años y me dijo “mirá Atilio, tu padre te mintió. Esos son tres tiros”. Entonces yo me sorprendí con eso. Me dijo “no te sorprendas” y ahí me contó lo que pasó. Eso fue lo único que supe de mi padre en su actividad como partisano, porque mi padre no habló nunca. En mi casa paterna no hubo nunca un arma, jamás.
-¿A qué se dedicaba laboralmente…?
-Él en Italia, junto con tres hermanos, trabajaba en una empresa que se dedicaba a restaurar bienes de antigüedades. Tal es así que restauraron por la parte externa, en tres oportunidades, la cúpula de San Pedro, la parte de tejuela negra. Uno era especialista en encofrado, otro en hierro, otro en revoque.
-No es poca cosa…!
-Esa empresa ganó una licitación internacional que se hizo en San Juan, en el año 1948, para construir un puente, que es el de 9 de Julio. El puente en arco, que fue el que se destruyó hace poco y se hizo uno nuevo. Entonces la empresa mandó a la Argentina camiones, hormigoneras y todo el encofrado especial para hacer el puente en arco, con un jefe de obra, que era mi padre, más un ingeniero.
-Él llega como parte de la inmigración que se produce después de la Segunda Guerra Mundial.
-Eso fue después, mi padre llegó acá en 1949 y se demoraron una semana en viajar desde Buenos Aires a San Juan.
-¿Por la maquinaria que traían?
-No, porque leían en los carteles “Despacio” y ellos leían “Despacho”, creían que era un boliche. Entonces empezaron a buscar dónde estaba. Siempre me contaba que en aquella época es regalaban terneros con la premisa de que devolvieran el cuero. Lo único que les importaba era eso.
-Hubo una época en la que dicen que a las vacas las mataban nada más que para comerles la lengua. Era lo único que le importaba al gaucho.
-Evidentemente en aquel tiempo se cotizaba más el cuero que la carne.
-Y se iba así al exterior.
-Entonces el contrato era por dos años y mi padre tenía en esa época tres pasajes para volver a Italia, porque dejó allá a mi madre y a mi hermano. Mi padre dijo “no, el valor de los pasajes déjenmelo como en una alcancía”. Él ya estaba previendo quedarse en San Juan porque la provincia estaba semi destruida por el terremoto de 1944. Entonces a principios de 1950 hace venir a mi madre y mi hermano, llegan en febrero. Y yo nací ese año, por eso siempre le dije a mi padre que yo era el reencuentro.
-Y se quedó…
-Cuando terminan el puente, mi padre le dice a la empresa que se quiere quedar en San Juan. La empresa no lo quería perder a él, entonces le dicen que no tenían el monto suficiente para indemnizarlo. Entonces él dijo “a mí no me interesa, déjenme tablones, carretillas, lo que sea, pero yo me quedo”. Entonces se quedó con distintos implementos de la construcción, la empresa se retira y mi padre empieza a trabajar en Caucete. Así nace la constructora Sergio Boggian, después pasó a ser Sergio Boggian SRL, después Sociedad Anónima, después pasó a ser Scop.
-Scop realmente fue una empresa importante
-Pasa a ser Scop con tres socios más.
-A mí me fascinan las historias de los inmigrantes, cómo se hicieron. Traían una cultura del trabajo, pero además meterse a hacer empresas de avanzada como Scop, era algo innato ¿no?
-Yo creo que sí, creo que era algo innato y también un poco la tendencia al riesgo, que es lo que hoy mucha gente no tiene. A la gente no le gusta arriesgar y la entiendo. Arriesgar en un país como el nuestro no es fácil. Primero que uno no sabe cuál es el riesgo porque no conoce contra qué se está arriesgando. En aquel momento sí se conocían los riesgos.
-Los viejos inmigrantes tenían determinados valores, por ejemplo, la educación y la familia eran importantes. ¿Tu viejo le dio importancia a esos valores?
-Sí, mi padre siempre decía que tenía hasta sexto grado pero después descubrí que era mentira, tenía hasta quinto. Pero era un tipo que tenía como libro de cabecera el anuario, que salió hasta el año 1970 creo. Era un libro que daba las estadísticas mundiales de la producción de todos los países y datos de consumo, de cemento, de hierro. Él siempre nos incentivó a mi hermano y a mí a que estudiáramos. Mi hermano nunca le interesó y yo sí, quizás un poco incentivado por mi padre. Me acuerdo que cuando construía en Caucete me llevaba en la bicicleta, yo iba sentado en el portabultos. Íbamos en la mañana, volvíamos en la tarde y a veces llevaba un tablón en el hombro.
-Por ahí uno piensa que todo es cuestión de suerte en la vida.
-La suerte siempre tiene que existir pero también es cuestión de sacrificio.
-¿Cómo era tu viejo?, ¿era duro?
-Era duro, muy duro.
-Algún coscacho ligaste.
-Coscacho y chancletazo por parte de mi madre. Un día leí un artículo de una persona que contaba que aún hoy, cuando entra a una talabartería, se acuerda del olor a cuero del cinto del padre. Creo que eso falta hoy en la educación en casa. Hoy si uno toca a un hijo va preso.
-Pero al mismo tiempo era afectuoso con vos.
-Sin duda, creo que las veces que mi padre me levantó la mano lo hizo con razón. Y creo que muchas veces no la levantó y la tendría que haber levantado.
-¿Y cómo era el Atilio chiquito?, ¿dónde estudiaste?
-Muy travieso. Mi madre siempre decía que tenía doce hijos. Tenía a mi hermano Giancarlo y Atilio que valía por once. He sido muy travieso.
-¿Ustedes vivían en la avenida Córdoba?
-No, cuando empezamos mi padre alquilaba una casa en calle Brasil entre Diagonal Don Bosco y Rawson. Mi padre alquiló, teniendo empresa constructora, durante 17 años. De eso no me olvido nunca, yo le decía “¿papá por qué no te construís una casa?”. “¿Para qué voy a construir si es más barato alquilar que construir”?, me contestaba. Después se hizo una casa, la construyó él, en calle Córdoba entre Aberastain y Caseros, en un lote donde estuvo la bodega Del Bono. Nos vinimos a vivir a esa casa, ahí vivieron toda la vida mis padres y yo.
-¿Qué estudiabas?
-Yo era tan inquieto, que estudiaba inglés, violín y estaba medio interno en el Colegio Don Bosco. Así y todo me sobraba el tiempo para hacer alguna travesura. Hubo un año en el que me expulsaron del Colegio Don Bosco porque yo nací zurdo y en el colegio me pegaban para que no escribiera con la mano izquierda.
-Era la época en la que había que hacer diestros a los zurdos.
-Pero era de terror, porque el borrador era de madera y fieltro y me pegaban con la parte de madera.
-Una locura.
-Una locura y parece que ese día yo no iba bien y al padre lo empecé a bajar de la quinta generación para abajo. Me agarró de la oreja, me acuerdo como si fuera hoy, me hacía track track y me llevaba para la dirección. El director del colegio en aquel momento era el padre Garbini. Entré a la dirección insultándolo, Garbini me escuchó y me echó.
-¿Y dónde fuiste?
-De ahí me fui a la Escuela San Martín, que quedaba ahí cerquita. Enfrente estaba la granja, donde hoy está el Automóvil Club y ahí plantábamos rabanitos, achicoria, cosa que también se perdió. Terminé el primario en el san Martín pero seguí escribiendo con la derecha. Y todas las cosas que hacía en el Colegio Don Bosco, como medio interno, las sigo haciendo con la derecha, y todo lo que no hice ahí las sigo haciendo con la izquierda.
-La vida de un chico zurdo es más difícil, es problemático, es un mundo al revés.
-¿Y sabés dónde tengo el problema más grave? en una fiesta, en la mesa redonda. Cuando arman la mesa, lo tengo con la copa y la servilleta. Le saco la servilleta al de al lado y le tomo el vino al de al lado. Cuando me siento siempre tengo la precaución y le digo al de al lado “la copa de vino y la servilleta correlas porque te las voy a sacar”. El café lo revuelvo con la zurda, el postre lo como con la zurda pero la sopa la tomo con la derecha. Como medio interno tomaba sopa, pero no comía postre.
-Entonces, en esa época, ¿qué hacían con un niño que nacía zurdo y lo querían transformar en derecho?
-Hay un disloque interno que realmente uno no sabe qué hacer. Yo encontré cuadernos en los que tengo escrito en vez de dictado dictato, porque para colmo yo hablaba italiano, así que fui a la escuela primaria hablando italiano y tuve que aprender a hablar español. En mi casa se hablaba italiano. Y el dictato está escrito con la letra inclinada, hacia la izquierda, como escriben los zurdos. Los zurdos escribimos con la letra inclinada hacia un costado para no manchar con la palma de la mano y yo escribía con la derecha exactamente igual, como escribía con la zurda, así que la letra estaba inclinada hacia la izquierda. Y lo encontré a ese cuaderno.
-De cualquier forma fue un buen negocio, saliste ambidiestro.
-La gente dice eso pero no, no soy ambidiestro.
-Para algunas cosas sos zurdo y para otras derecho.
-Por ahí la gente me ve y cree que soy ambidiestro y no lo soy. Soy un derecho transformado.
-¿La secundaria la hiciste en la misma San Martín?
-No, en la Escuela Industrial Domingo Faustino Sarmiento.
-También te quedaba cerca
-Ahí me recibí de técnico constructor. Ya iba con la meta definida.
-Ya en ese momento era Sergio Boggian
-Ya tenía la empresa Sergio Boggian SRL y mientras yo iba a la escuela mi padre hace la ampliación. Había un bloque hecho y mi padre hace el segundo, el que da hacia calle Aberastain. Ya era socio con Antonio Catanzaro, después se transforma en Sergio Boggian S.A. Posteriormente cuando se incorporan Omar Hugo Sánchez y Manuel Pontoriero, entonces se transforma en Scop.
-Estas son las cosas que uno ve de los inmigrantes. No solo que aprendían un oficio y lo sabían sino que además se hacían empresarios, eran emprendedores. En San Juan las empresas las hizo gente que se la jugó, no necesariamente gente que salió de la universidad.
-Partamos de la base que la gente inteligente no tiene por qué ser profesional. Un lustrabotas o un kiosquero pueden ser inteligentes, así como un gran empresario puede ser un bruto. Creo que la inteligencia se pone de manifiesto de muchas formas no solo siendo un gran profesional. Considero que los inmigrantes, no solo los que vinieron a la Argentina, eran personas muy inteligentes.
-Tu padre lo era…
-Quizás hago mal en decirlo porque soy el hijo, pero mi padre fue un tipo muy inteligente porque él supo ver y definir cuáles eran sus límites. Él supo que su límite era su profesión. Él sabía que para poder seguir creciendo necesitaba un profesional, un ingeniero civil. No solo se puso al lado a uno sino a tres. Esa fue la inteligencia que él tuvo. Estaba él llevando el volante del vehículo pero ayudado por los tres grandes profesionales.
-Hemos hablado mucho de don Sergio, ahora hablemos de Atilio. Estudiaste ingeniería, ¿te costó mucho?
-No
-¿Fue algo natural?
-Sí. La gente que la mira desde afuera cree que ingeniería es una carrera muy difícil, yo diría que no es difícil sino que demanda muchas horas de estudio.
-Hace poco entrevistamos al ingeniero Rudolph y él decía que lo fundamental para un profesional no es solo el estudio formal sino que salga al mundo y se le abra la cabeza
-Totalmente.
-Hay gente que es profesional, no salió nunca al mundo, no habla otros idiomas y cree que es profesional.
-Sí, es así. Después de que me recibí mi padre me puso a cargo de la licitación internacional luego del terremoto de Caucete. Y al poco tiempo, se decide hacer la cerámica, así que tuve que empezar a estudiar de nuevo. Me hice cargo de la construcción del galpón y de la nave industrial, de la instalación de la maquinaria y la puesta del marketing y de la venta, siempre ayudado por todo este grupo de personas que conformaban Scop. Así que tuve que salir al mundo, fundamentalmente a Italia, España, Alemania. Cuando uno sale al mundo, a trabajar, es donde a uno realmente se le abre la cabeza.
-El Hotel Alkazar es casi un monumento de Boggian dedicado a San Juan, pero también podría haber sido el cementerio de los Boggian porque la magnitud del edificio tal vez lo superaba.
-Esa fue una cosa que nació de mi padre. No me acuerdo en qué año mi padre estaba haciendo una ampliación en el Emporio Económico, que en ese momento era de los Ivanier, en calle General Acha y Laprida. Se trabajaba las 24 horas, día y noche. Yo tenía 17 o 18 años y acompañaba a mi padre a ver la obra. En frente había una confitería que se llamaba Puerto de Palos, por eso es que el Piano Bar se llama así. Después de cena entraba el turno que trabajaba desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. Íbamos a ver la obra y después nos tomábamos un café. Y ahí sentados los dos, mi padre miraba esa esquina y decía “que linda esquina para hacer un hotel”. En aquel momento él ya había visto ese lugar y la idea se concretó. No lo pudo ver terminado pero sí él fue quien guió la estructura.
-Fue el edificio más alto.
-Es el edificio más alto de San Juan porque tiene seis metros más de lo permitido, lo que pasa es que tiene una estructura que son tabiques antisísmicos.
-Después la empresa se amplió, ingresaron al negocio del gas.
-Yo empecé con eso por fuera de la empresa. Después falleció mi padre y me di cuenta que tenía que haber una reestructuración de todo esto. Ya empezaban a ingresar los hijos de los socios, el espectro se empezó a ampliar y dije “no, acá la cosa tiene que empezar a diversificarse”. Ahí fue cuando se produce la escisión. Yo empiezo con la parte de combustibles y comienza la separación, pero todo en buenos términos. Inclusive con el último que nos separamos, que fue con Antonio, nos separamos con lágrimas en los ojos, cosa que no he visto en otras empresas y lo digo con dolor.
-Atilio, en tu juventud ya estaba Boggian SRL, eras un chico de buena posición, ¿te gustaba salir, tener novias?
-Yo creo que sí.
-Eras uno de los jóvenes que las chicas miraban bien.
-Sí, algunas saliditas tenía por supuesto.
-Un día te casaste.
-Conocí a Susana, que realmente fue un pilar para mí. La conocí cuando ella tenía 17 años y había venido de Córdoba. Ella también estudió ingeniería civil, quizás un poco influenciada por mí, yo ya estaba en quinto año. Me acuerdo que en aquel momento no existían las calculadoras y se hacían unas planillas muy grandes. Ella me ayudaba a hacer planillas y quizás eso la incentivó. Ella entró a trabajar al Instituto Provincial de la Vivienda y nos casamos.
-Tuviste dos hijos.
-Tenemos dos hijas, de las cuales una es Licenciada en Administración de Empresas, Tamara; y Antonella, que también es ingeniera civil.
-Que les gusta mucho la hípica.
-A las dos, las dos hacen hipismo.
-¿Qué deporte practicaste?, en Don Bosco me imagino que jugar al fútbol seguro.
-No, en Don Bosco hacía anilla y potro, pesas, hasta que tuve una abertura de carne. Estuve un tiempo inactivo, casi un año y medio por eso. Después empecé a jugar a la pelota paleta durante muchos años, inclusive en Colón.
-Después habrás seguido con el paddle.
-Y después seguí con el paddle
-¿Estuviste con el “Capitán” Gómez, que era el hombre que nos enseñaba a marchar en los desfiles a todas las escuelas?
-Sí. ¿Te acuerdas que en Don Bosco a fin de año se hacía una exhibición? en unas cuantas salí haciendo potro y anilla.
-Qué otros atractivos tiene tu vida. ¿Te gusta la pesca?
-Sí, yo empecé a pescar cuando tenía trece años. El primer día de clases, en la Escuela Industrial, conocí a un chico que se llama Mauricio Marre, que vive en San Martín de los Andes y con el que hoy tenemos un emprendimiento juntos allá. Nos hicimos muy amigos y me dijo “por qué no te venís en las vacaciones”. Fui por la ruta 40, en colectivo. Realmente era un viaje de locura, hablo del año 1963, 1964. Ahí empezamos a pescar con él. Desde ahí me hice adicto a la pesca. Realmente creo que al que le gusta pescar es un deporte que es muy lindo. Hoy ya estoy en la etapa de devolución casi total, ya no soy depredador. El pescador nace depredador y llega una etapa en la que le interesa la pieza, la foto y ver al animal irse.
-¿Es cierto que los pescadores son mentirosos?
-Sí, empiezan siendo muy mentirosos pero también es una etapa. Después llega una etapa en la que le interesa y nada más, ya ni siquiera se pesa.
-¿Hubo alguna otra cosa que te atrajera? ¿La lectura, la música?
-Estudié violín. Como mi madre no sabía qué hacer conmigo me mandó a estudiar violín. Estudié durante cinco años. En violín se empieza con un cuarto, tres cuartos y cuatro cuartos, que ya es el violín normal. Yo llegué hasta tres cuartos.
-¿Todavía tocás?
-No, lo odiaba al violín pero como mi madre tocaba era su obsesión que yo tocara. En cuanto se descuidaba me ponía a tocar en la guitarra “Sapo cancionero”, tocaba cualquier cosa menos el violín. Me mandaba a un profesor particular de apellido Caroprese, un señor de mucha edad ya. Fui durante cinco o seis años. Inclusive en algún momento toqué con el Patón Chiesa, que tocaba el órgano en el Colegio Don Bosco. Tocamos el Ave María en algún casamiento. Fue una etapa muy linda.
-¿Te gusta el cine?
-No.
-¿La televisión tampoco?
-La televisión sí, me gusta verla en casa.
-¿Y cómo te llevás con la religión, vos que estudiaste en Don Bosco?
-Con la religión me llevo bien pero tengo teléfono directo. Tal es así que la primera comunión no la hice nunca. Tengo teléfono directo con Él. Me parece que no hay intermediarios, no son de fiar y cada día son menos de fiar. Así que más vale que tengamos teléfono directo con él sin nadie de intermediario.
-Vos que has vivido como empresario todos los avatares del país, ¿qué pensás de la Argentina hoy?
-Me da una pena profunda. Me da pena ver lo que le pasó al país en los últimos cincuenta años. Cuando uno compara, y tiene la suerte de haber estado afuera, sabe que hay países que hace cincuenta años estaban destruidos mientras que Argentina era una potencia, estaba dentro de los 7 u 8 mejores países del mundo. Hoy eso se revirtió, teniendo todo para ser una potencia, eso me da una pena profunda.
-¿Dónde estuvo la falla? Podría ser política, pero alguna falla tenemos que tener nosotros.
-La falla es nuestra, somos nosotros los culpables, todos los argentinos. Aquí hubo una falla de los argentinos, los que elegimos a quienes nos gobiernan. En los últimos cincuenta años, en los que uno ya tiene noción de lo que está pasando, se instaló la política del deme y se destruyó la cultura del trabajo. Se implementó el querer ganar más sin trabajar, el dónde está el atajo para ganar más sin hacer nada, de dónde se puede sacar algo sin que nadie se dé cuenta, la viveza criolla como dicen por ahí. Creo que eso nos llevó a la ruina.
-Vamos llegando al final y la pregunta de rigor es, ¿has sido feliz?
-Sí, he sido feliz pero hubiera sido inmensamente feliz si la Argentina tuviera el lugar que tendría que tener como Argentina y fundamentalmente San Juan.
-Dijiste que tocaste instrumentos, ¿con qué música despedimos esta entrevista?, ¿qué canción?
-Beethoven, la Quinta Sinfonía.
Cómo lo vi
Uno lo escucha hablar y advierte que, aunque haya nacido en San Juan, es un típico tano calentón, divertido, sentimental, nostalgioso, amigable.
Atilio Boggian ha sabido compensar muchos aspectos de su vida.
No debe haber sido fácil ser el hijo de un hombre como Sergio, exigente y rígido y al mismo tiempo un joven travieso y con todas las ganas de disfrutar la vida.
Tampoco haber sido el hijo elegido y obligado para continuar con las empresas, obtener su título universitario y llevar adelante el legado que dejara en realizaciones don Sergio.
Hoy, Atilio sabe que pudo congeniar su espíritu inquieto con su responsabilidad empresaria. Hizo crecer su empresa, diversificó sus actividades, formó una familia que lo acompaña en sus proyectos y redujo su natural tendencia a las travesuras a la cosecha de amigos, los viajes y su atracción por la pesca.
JCB