Era el profesional de mayor edad que estaba en actividad, pero el inicio del confinamiento lo obligó a dejar de ejercer. Sus recuerdos, anécdotas y su inclinación por la política. La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario – Nota publicada en la edición 1942 del 11 de diciembre de 2020
Carlos González Meyniel es médico pediatra, tiene 89 años y ha ejercido la medicina durante 63 años. Lo hizo hasta que el pasado 20 de marzo, cuando por el avance de la pandemia de coronavirus debió dejar de atender el consultorio. Fueron sus hijos quienes jugaron un papel fundamental para que decidiera cumplir con el aislamiento.
En la calle Cortínez 572 este, está su consultorio, en la que fue su casa paterna frente al club Urquiza, la institución que lo cobijó entre los 10 y 18 años y donde aprendió a querer el básquet. Fue director del Centro de Adiestramiento Rawson, más conocido como “la rotonda”. En ese cargo se jubiló para dedicarse de lleno a su consultorio particular, por donde pasaban jugadores de todas las divisiones de su querido Club Urquiza, pero también muchos pacientes sin recursos que eran atendidos gratis y se llevaban los medicamentos que él les entregaba.
Carlos siempre supo que quería estudiar en la universidad, por aquellos años algo difícil si alguien era hijo de una familia trabajadora. Nada fue impedimento. Hizo la secundaria en el entonces Colegio Nacional Monseñor Doctor Pablo Cabrera, que era solo para varones, y paralelamente, por la noche, en la Escuela Obreros del Porvenir estudió Contador Mercantil.
Una vez terminada la secundaria, encontró trabajo para poder juntar plata e irse a estudiar. Tenía dudas, estaba entre Derecho y Medicina, aunque finalmente se inclinó por esta última. Sus conocimientos contables le valieron para trabajar durante un año en la Bodega Santiago Graffigna y, posteriormente, en el archivo del Registro Civil. Con lo ahorrado en ese año y medio de trabajo viajó a Córdoba e ingresó en la Facultad de Medicina.
Córdoba significaría para Carlos no solo el lugar donde pudo concretar su sueño de estudiar medicina, sino también fue el lugar donde encontró al amor de su vida, Irma Amalia Iaiza. Hija de italianos, vivía frente a donde residía Carlos, quien recuerda que la familia Avellaneda le dio un respaldo clave al no cobrarle la habitación que ocupaba en la planta alta y solo le aceptar algunos pesos para la comida.
En su juventud, el ideario de Perón envolvió a Carlos y en sus épocas de estudiante, sin descuidar los libros, militó en una organización universitaria.
En un viaje a San Juan, visitó al entonces gobernador Américo García, quien lo derivó para hablar con el doctor Martínez Colombres, que estaba organizando el Departamento de Pediatría. Le ofrecieron dos cargos, uno en Ullum y otro en Media Agua. Por ese motivo volvió a San Juan y, tras un año de trabajo y un panorama claro, retornó a Córdoba para pedir la mano de Irma.
De esa unión, nacieron tres hijos, Ernesto Rubén, Carlos Orlando y Enzo Marcelo. Ernesto se graduó de Contador Público, Carlos se inclinó por el comercio internacional y la política, igual que su padre, y Enzo eligió la medicina, especializándose en Cardiología.
Carlos González Meyniel: “La cuarentena me cortó las piernas”
- ¿Por qué se decidió por la medicina?
-Tenía dudas, estaba entre Derecho y Medicina, pero me incliné por medicina. Lo hice tarde porque las clases empezaban en marzo. Una prima mía había hecho algunos años, me contó y me gustó. Hay algo que me atrajo, frente a mi casa vivía una familia Avellaneda, el hijo mayor era ingeniero químico y me preguntaban si iba a estudiar, eso me entusiasmó. Ellos me prestaron una habitación en planta alta.
- ¿Cuánto demoró en recibirse?
-Siete años. Antes, en Córdoba eran siete años y cuando terminé había cambiado a seis. La residencia la hice en Córdoba.
- ¿Qué significó para usted la ayuda de la familia Avellaneda?
-Fue clave, la habitación que me prestaron en la planta alta no me la cobraban y ponía solo algunos pesos para la comida. Mis padres no estaban en condiciones de ayudarme mucho y la poca plata que tenía la usaba para comprar algunos apuntes para poder estudiar.
- ¿Se va perdiendo la tradición del médico de antes, que atendía a dos o tres generaciones de la misma familia?
-Cuando el otro día fui a fijarme cuántos años de médico llevaba, me asombré cuando vi que eran 63. He atendido a varias generaciones de una misma familia y han sido muchos casos.
- ¿Cómo era estudiar en Córdoba en momentos de mucha politización?
-Córdoba siempre fue el pivot de la política, toda la vida era política y política. En la época de estudiante, en segundo año ya militaba. Era del CGU, Congreso General Universitario, donde el 80 por ciento eran justicialistas y teníamos ventajas, nos regalaban los apuntes o los vendían muy baratos, eran apuntes muy caros y voluminosos.
- También jugó al básquet, ¿a qué edad empezó?
-Más o menos a los 10 años. Empezamos tirando por las tardes la pelota al aro, luego hacíamos partidos con los chicos del barrio. Jugué hasta los 18 años, cuando terminé la secundaria.
- ¿Cómo es su vida hoy por la pandemia?
-Ya no voy al consultorio desde hace unos meses, antes atendía entre 20 y 30 pacientes diarios. Ahora camino menos, antes salía a caminar 20 cuadras diarias. La cuarentena me cortó las piernas.
Fuente: El Nuevo Diario – Nota publicada en la edición 1942 del 11 de diciembre de 2020
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