Raúl Martinazzo. El que abrió el camino

Este artículo fue publicado en El Nuevo Diario, edición 592 del 5 de febrero de 1993

 La llave que abrió las puertas del hockey sobre patines de Europa se llamó Raúl Federico Martinazzo, uno de los cen­tros más destacados del mundo.
Su juego preciosista y efectivo le dio brillantez a los laureles conseguidos por el Deportivo Unión Estudiantil, San Juan y Argentina.
Primer campeón mundial en 1978, Raúl inauguró la gloria que muchos sanjuaninos heredaron y certificaron en Italia, España y Portugal, a través de casi 40 jugadores.

En el mosaico resolvía en es­pacios muy reducidos con la facilidad de los genios. Su capacidad para organizar, defender, concretar, asistir fue superlativa. Y le adosaba su fineza, demostrando que el hockey podía jugarse con altísimo nivel.
Su hermano Daniel fue el mejor alumno y hoy en España está coronando una serie triunfal. José, el más chico, está jugando también en Europa.


 La familia Martinazzo es sinónimo de hockey y de Estudiantil. A los 46 años de edad, goza de los grandes momentos que vivió en este deporte, pasión de los sanjuaninos. Nacido en la Capital, con su mamá Bertha y los 7 hermanos (Valentín, María Elena, Carlos, Luís, Rosa, Daniel y José) enfrentaron el sacrificio de la vida muy pronto, con la desaparición de su padre. Trabajadores todos, los muchachos practicaron el hockey en la entidad de calle Güemes.


Raúl jugó en Estudiantil, los seleccio­nados sanjuanino y nacional, en Agua y Energía, de Mendoza, Rácing de Buenos Aires y Grosseto, de Italia. Fue campeón argentino en seis oportunidades; en cinco sudamericanos; primer campeón mundial en 1978 e infinidad de torneos rioplatenses y sanjuaninos.


 Junto a su esposa Laura Giménez y los cuatro hijos; Rogelio, Andrés, Liza y Luciana, hace volar sus recuerdos ante El Nuevo Diario: “Luego del mundial 74, de Oporto, dirigentes italianos me hablaron para jugar en el Grosseto, equipo de la serie “B”, que había ganado el ascenso a la “A”. Acepté y los dos primeros partidos los perdimos. No conocía el sistema ni a los compañe­ros. El presidente me dijo de su preocupa­ción. A partir de ahí ganamos 7 partidos consecutivos, inclusive de visitantes y ter­minamos subcampeones. Fui el primer argentino, pues antes llevaban de Portu­gal, Bélgica, Holanda y España. Y nació el interés por jugadores argentinos. Al cla­sificar campeón mundial en 1978, fruto de un trabajo excelente de Santos Alvarez, me retiré de la selección y recién en 1984 de la práctica activa. Fui director técnico de la selección argentina en 1981/82, pero nunca abandoné la escuela de hoc­key, que comencé a atenderla en Estu­diantil a los 17 años de edad y aún sigo con los más chiquitos.

El actual hockey es velocísimo con respecto a mis tiempos. Es una diferencia notable. Ello hizo disminuir la habilidad del jugador, que no tiene tiempo de pen­sar, pero siguen apareciendo valores. Antes eran cuatro los clubes, hoy son casi 20 y en todos militan jóvenes con grandes condiciones. Es una cantera interminable. Yo le puedo asegurar que en todas las divisiones inferiores de todos los clubes hay niños y jóvenes que sobresalen por su habilidad y manejo del stick.


Trabajé en el Banco de San Juan, Instituto de la Vivienda; con mi suegro, Rogelio Giménez; con mis hermanos en el negocio. En 1985 me dediqué a la construcción (es técnico en la materia) y construí seis departamentos y un salón, en avenida Rioja y Abraham Tapia y los tengo alquilados”.

Ver artículo:

-- Martinazzo. La familia que es sinónimo de hockey sobre patines