Este artículo del profesor Juan Argentino Petracchini titulado "Un hito en la historia coral sanjuanina" fue publicado en su columna de Música en El Nuevo Diario, edición 593 del 12 de febrero de 1993
Mis progenitores, inmigrantes italianos, llegaron a la Argentina en 1928. Mi padre, clarinetista de la Banda de la Real Marina Italiana con asiento en Puerto Torres, Cerdeña, había sido contratado para organizar la Banda de Música de la Policía en la provincia de Salta. En agradecimiento a la patria que lo acogiera, a su primer hijo nativo varón, le puso por nombre, Juan Argentino.
Fui educado en la primaria y secundaria en colegios salesianos de Salta y Córdoba, donde el canto coral se ejercitaba como una actividad preponderante de formación artística. Mi futuro quedó signado por sangre y por formación, y encarriló mi vida por el sendero de la música.
En 1953, con mis 23 años mozos llegué a San Juan, dispuesto a trabajar en la docencia musical y en la actividad coral.
A mediados de 1954, tras un intercambio de ideas entre jóvenes interesados, formé un coro y comenzamos a ensayar un par de veces a la semana.
La generosidad del profesor Ralph Bridge y de su señora esposa nos brindó por mucho tiempo la hospitalidad de su hogar, donde ensayábamos utilizando el piano instalado en el living comedor.
La misma colaboración tuvimos luego del doctor Indalecio Carmona Ríos que nos facilitó un salón de su domicilio (General Acha y Laprida) y trabajábamos con un órgano-piano "Hammond" norteamericano, propiedad de su sobrino, el doctor César Borcosque.
Nuestra inquietud no fue la formación de un coro como para matizar o animar conferencias, actos, sucesos o variados eventos. Si bien también lo hicimos, nuestro objetivo primordial fue dedicarnos a la actividad coral artística por sí misma.
Como hacía poco tiempo que la Agrupación Coral de Pamplona (España) se había presentado en San Juan, tomamos la idea y a nuestra entidad la denominamos Agrupación Coral Sanjuanina.
La actividad musical de aquel entonces era muy pobre, fuera de algunos pocos conciertos que con mucho esfuerzo presentaba Amigos de la Música, también de reciente creación en San Juan.
Nuestra hora de la verdad llegó el 4 de noviembre de 1955. Las quinientas butacas del "Sarmiento", estaban colmadas. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer noche.
Día inolvidable de inquietudes esperanzadas que culminó de acuerdo a lo previsto porque realizamos nuestra primera presentación estando plenamente seguros de nuestro apresto.
El programa consistió en obras de los renacentistas, Palestrina, Victoria, Azzaiolo, Van Berchen y Banchieri; de románticos italianos como Caudana y Tomadini, finalizando con compositores argentinos: Luna y Guastavino.
Espontáneamente asistió el entonces ministro de Gobierno de la provincia, doctor Carlos Alberto Casas, quien finalizado el concierto se apersonó para felicitarnos y deseamos futuros éxitos.
Satisfecho, dispuse retirarme. Ni bien transpongo las puertas del Salón Cultural Sarmiento, se me acerca un desconocido y me dice: Lo felicito, joven, por su concierto, pero permítame darle un consejo... trate de interpretar obras de mayor envergadura. ¡Gracias, señor! le dije, intentaré hacerlo poco a poco.
Caminé unos treinta metros y listo a cruzar la calle Libertador, otro asistente al concierto detiene mis pasos. ¡Muy lindo su concierto, amigo! Pero ¿Me permite una insinuación? Las obras interpretadas fueron demasiado elevadas para el público; será conveniente que facilite la programación. Gracias, señor, lo tendré en cuenta.
Respire hondo y seguí mis pasos, complacido.
Desde mi primer concierto entendí que nunca dejaría satisfechos a todos.
Pocos días después, leyendo Diario de Cuyo, me encuentro con una grata sorpresa: Una hermosa y detallada crítica del concierto con la firma de un tal “J. K.”.
Lo más meduloso del escrito señalaba que parecía increíble la existencia de un organismo artístico de esa envergadura en San Juan.
No supe quién era el desconocido J. K. Siete años después cuando los intentos de crear el Instituto Superior de Artes, el misterio se develó.
El crítico fue Juan Kowalsky, inmigrante yugoslavo llegado en 1950, quien en forma silenciosa y desinteresada, conjuntamente con su esposa Marcela, lo dieron todo por el desarrollo musical de San Juan en el orden instrumental y de la docencia.
Los pioneros corales de aquella jomada que marcó un hito cultural en San Juan, fueron:
Sopranos: Rosa Agudo, Nidia Alvarez, Matilde González, Mercedes Moreno.
Contraltos: Hortensia Aguirre (f), Olga Bawden, Elsa Hernández, María Monserrat
Tenores: Arturo González Zapiain, Américo González Zapiain (f), Américo Rizzetto, Edgardo Yacante.
Bajos: Andrés Fernández, Leoncio Orduña, Italo Rizzetto, Jorge Luis Varese (f).