Eran otros tiempos. Las disputas políticas se resolvían a tiros en plena calle y los habitantes del tranquilo pueblo de Jáchal se transformaban en protagonistas de escenas dignas de una película, con espías incluídos. Este artículo de Eduardo Varela Dojorti fue publicado en El Nuevo Diario, edición 595 del 26 de febrero de 1993
Cuando era alumno de cuarto grado de la escuela Normal de Jáchal, que se ubicaba en un antiguo edificio frente mismo de la plaza, la zona central estaba castigada por un estado de violencia política inquietante, grave, preocupante.
Esta situación guerrillera mantenía constantemente alarmada a la población.
La situación predominó durante muchos años, y fue origen de revanchas entre el bloquismo y el radicalismo. Los bandos en pugna daban lugar a escaramuzas callejeras estilo cowboy de agresiva perversidad.
Los niños nos habíamos habituado a observar estos combates callejeros con expectante curiosidad y no nos dábamos cuenta que estábamos expuestos a ser heridos accidentalmente por una bala, o peor, ser muerto intencionalmente por algunos de estos combatientes.
Los protagonistas seleccionaban lugares estratégicos para atacarse mutuamente durante varias horas consecutivas. Los personajes que intervenían en esto sucesos, se convertían en verdaderas bestias humanas, olvidando que eran casados, y padres de hijos que podrían resultar afectados moralmente o espiritualmente.
Cuando se producían estos sucesos en Jáchal, igualmente en la Capital de la provincia proliferaba la intranquilidad y los violentos enfrentamientos.
Como demostración de aquella tirantez, basta con mencionar los nombres de algunos periódicos verdaderamente leolinos, como El Látigo y El Garrote. Lógicamente existieron otros diarios más serios como La Reforma, Diario Debates, Diario Nuevo, pero también eran duros, ásperos y batalladores.
En la Pampa Vieja, distrito cercano a Villa de Jáchal, el doctor Federico Cantoni era propietario de una finca llamada El Molino.
El caudillo bloquista, una de las veces que visitó este predio, fue víctima de un asalto armado realizado por sus contrarios políticos, resultando herido en un pie, suceso que debe haber sucedido en 1920 o 1921.
Después de aquel episodio aterrador de la política sanjuanina, los adictos al bloquismo proyectaron, y construyeron un túnel secreto subterráneo.
Este túnel tenía; una entrada oculta ubicada en el piso de madera del molino en desuso y con salida a un potrero cercano que, para anular la visión, estaba siempre plantado con trigo o maíz.
La finca de referencia adquirió mucha celebridad en aquellos años bravos, por las continuas crónicas periodísticas publicadas por los diarios de aquella época.
El túnel expuesto permitía a los directivos bloquistas que se reunían en la casa existente en la finca huir fácilmente, burlar a la policía adversaria y evitar su captura.
Era tan seria como grave la tirantez y el revanchismo que predominó entre bloquistas y radicales, que dio lugar a episodios como el que relataré.
Cuando se produjo la intervención de Pizarro, fue designado un nuevo Jefe de policía en Jachal, y como primera medida de su mandato, fueron encarcelados varios personajes del bloquismo considerados sumamente comprometidos en hechos delictuosos.
Rápidamente se empezó a comentar en todos los ambientes sociales de la villa, que los detenidos serían fusilados. Esposa, hijos, familiares, de los afectados se concentraron con ansiedad en la plaza, frente mismo de la central policial a la espera de novedades.
Mientras tanto, dirigentes bloquistas hacían telegramas al interventor y al Presidente de la Nación, para que suspendieran la posible ejecución
Felizmente nada grave ocurrió y pienso que las noticias propagadas fueron para tratar que los detenidos modificaran en el futuro su conducta agresiva.
Esta suposición parte del hecho que un jefe de policía, bajo ningún concepto podría por sí mismo asumir una medida de tanta trascendencia.
En aquellos tiempos de enérgica erupción política en el centro de la villa se había organizado con sorprendente habilidad, un conglomerado de mujeres espías, que trabajaban silenciosamente en apoyo de la comunidad bloquista. Las espías mantenían contacto permanente con empleadas domésticas que prestaban sus servicios en las casas de familias de dirigentes radicales.
Estas damas, de diferentes clases sociales, fácilmente quedaban enteradas de todo el accionar de sus enemigos.
Cuando se pretendía concretar un allanamiento policíaco a la casona del viejo molino, las espías ya estaban enteradas con anterioridad, y rápidamente asumían medidas de prevención.
Para evitar el copamiento de las personas reunidas daban el alerta telefónicamente y en clave con mensajes como "cuiden los chicos, van remedios" o "mandamos mercaderías, preparen las mateadas".
Recibidos estos recados los directivos huían rápidamente utilizando el túnel secreto.
Al llegar el grupo armado de la policía, encontraba la casona cerrada y deshabitada.
Cuando pasaron varios años de estos acontecimientos, y el estado político sanjuanino se pacificó, recién empezó a comentarse en el departamento jachallero la leyenda del túnel secreto del Viejo Molino.
Con el tiempo, la finca del doctor Federico Cantoni, que tenía unas doscientas hectáreas, fue expropiada y transformada en una colonia integrada por familias obreras. Pero quedan en la memoria colectiva los recuerdos de aquellas épocas en que los conflictos políticos se resolvían de otro modo.