Una especialista en astrología explica el fenómeno que tomó relevancia en redes sociales en los últimos días. Excusas, efectos e ilusiones sobre el significado mitológico de un planeta brillante.
La vivaz característica del indagador brillante Mercurio: dueño de la constante pregunta. Buscador e inquieto. El que piensa y razona, pero que siempre quiere un saber más profundo. El que rige el aprender y rige el enseñar: Mercurio está ejecutando sus normales retrocesos en sus manifestaciones celestiales. Es decir, retrogradando. Algo quieto, pensante de nuevo, mirando hacia atrás su pasado reciente para luego regresar y seguir.
Ya el 14 de enero estuvo retrógrado, volvió de Acuario a Capricornio para regresar a Acuario el próximo 14 de febrero. Mercurio retrocederá cada tres meses, es el proceso habitual de estos movimientos: ingreso y salida de signo a signo. Estará retrógrado nuevamente entre Géminis y Tauro, luego entre septiembre y octubre -Virgo y Libra- para terminar 2022 entre el 29 de diciembre al 18 de enero de 2023.
Va y vuelve, lentamente. Ingresa y retrocede. ¿Pero afecta realmente la vida individual de cada ser en esta Tierra?
¿Significa que, porque Mercurio retroceda, nosotros también? Pues, ¿quién no ha retrocedido en sus vivencias o acciones en cualquier sentido que se pueda dar a ese movimiento?
No hay que temer, nada malo ocurrirá. Sólo el acontecer de la vida que se debe cuidar y respetar, sentir y aceptar para crecer en la búsqueda de la felicidad.
Este colosal intento humano de adjudicarle a los planetas facultades minuciosas y estelares debiera correr sólo por cuenta de quienes prefieren desligarse de sus faltas o inacciones. Y no asumir semejante tormento psicológico de pretender hacer ineludibles los efectos fantásticos e ilusorios de un bello planeta. O del mismísimo Cosmos.
Debiéramos poder distinguir que la vida en este magnánimo Universo -el acontecer natural de los hechos y acciones- es propio del ser mismo. Si bien en algún punto supremo, somos un Todo, las maravillosas partículas eternas e infinitas poseen la audacia sublime de poder ser y hacer a su antojo. Sí, obedecemos a un ritmo Universo. Pero ese ritmo se fabrica entre todo lo existente con fallas, reconstrucciones perpetuas y siempre con el rasgo bello de buscar evolucionar.
Por lo que se sugiere no ajustar conductas condicionadas a lo que en este caso el magnífico Mercurio haga con su propia vida, sino y en todo caso, tomar de sus emanaciones sólo la significancia hasta mitológica que se le adjudicó: pensador, curioso, el que busca. Avance o retroceda en su paseo inmortal, hay que mirar cual coreografía mística, sus andanzas para luego siempre y a cada instante, decidir sobre uno mismo la enorme dicha de poder ser y hacer.