Vinzio. Cuando el arte le ganó a las diferencias políticas

Los Vinzio constituyen una familia de artistas muy valorados en San Juan. Mario se crió bajo las ideas de su padre, Lorenzo Gaudencio, sobre el fascismo y estuvo influido por su abuelastro con pensamientos contra la guerra. Pero fue ante todo un artista lejos de toda influencia política.

 

En su época fue referente del arte local y dejó una vasta producción pública y privada. Mario Vinzio nació el 17 de noviembre de 1931 en Las Heras, Mendoza. Fue hijo del italiano Laurencio Gaudencio Vinzio y de Cerafina Cané, y tuvo cuatro hermanos Gloria, Ana, Aldo y Helio. Junto a ellos vivió una niñez atravesada por la música y el arte inculcados por su padre y su abuelastro, Gino Lanfredini.
Precisamente entre las palabras de estos dos hombres, Mario se debatió en numerosas oportunidades. No solo por las distintas pasiones artísticas que tenían ellos sino por las posturas sobre lo bélico que movilizaban a ambos post Segunda Guerra Mundial.



Lorenzo Gaudencio Vinzio fue hijo de los inmigrantes Cesarina Guglielmi y Vincenzo Vinzio. Los tres (él con 8 meses, su madre con 22 años y su padre con 29 años) llegaron a la Argentina provenientes de Novara, Italia. El arribo a estas tierras fue el 28 de junio de en 1907 en el barco Vittorio Emanuele III y pararon en el Hotel de Inmigrantes donde les recomendaron establecerse en Mendoza ya que en aquella provincia se desarrollaba la actividad vitivinícola. Vicenzo era tonelero y traía muchos conocimientos sobre conservación de vinos. Por eso lo primero que hizo fue dar ese servicio a las bodegas de Mendoza, mientras Cesarina daba desayunos a los carreros que llevaban uva a las firmas de la zona donde su marido trabajaba. Con los ahorros de esas tareas lograron comprar una finca en Rodeo del Medio, San Martin, en la década del ’20.

Entre su padre y su abuelastro



A fines de la década del ‘20 Vicenzo muere y Cesarina una década después, se junta en segundas nupcias con un ex capitán de la caballería italiana, Gino Lanfredini. Ese hombre había llegado al país entre guerras mundiales como desertor de la milicia y fue contratado por Cesarina para la administración de su finca en Rodeo Del Medio. Allí se enamoran y se casan. Él siempre hablaba a Gaudencio sobre la necesidad de buscar la paz y no la guerra porque odiaba los conflictos bélicos. Mario, el hijo de Lorenzo, desde chico prestaba atención a las atrapantes historias que el abuelastro le narraba.

Sin embargo Gaudencio, que era muy clerical y estaba al filo del nazismo y fascismo, tenía una postura formada sobre el tema y trataba de que el niño no fuera influido por Gino. A tal punto que en su casa solía tener importantes reuniones, almuerzos y cenas con gente vinculada a este movimiento político europeo de las cuales el niño tenía una participación.

Una anécdota que siempre recordaría en vida Mario fue cuando se realizó un gran almuerzo en una finca de San Martín de Mendoza con varios hombres del consulado italiano como invitados. Por aquel entonces tenía 10 años y como forma de engalanar la jornada lo vistieron con ropa Balilla tipo fascista y lo colocaron en el ingreso a la finca. Allí tenía que estar firme y levantar el brazo derecho a manera de saludo a cada una de las personas que ingresaban al lugar. A forma de juego el niño siguió al pie de la letra las indicaciones y fue el orgullo de todos los que asistieron al encuentro, no así de su abuelastro.
Sin embargo, con los años nada de esto influyó en la trayectoria artística de Mario quien con el tiempo supo plasmar en sus obras sus distintos estados y emociones.



El arte los unía

Pese a que los temas políticos eran eje de enfrentamiento entre Gino y Gaudencio, el arte era el punto que al final los terminaba uniendo. Y ese arte es el que más absorbió Mario quien se destacó del resto de sus hermanos por un gran talento en la pintura y en la música. Cuando niño empezó cantando en varios coros y ya de grande ingresó al de jóvenes y adultos de la iglesia Don Bosco en San Juan. Esta atracción por lo cultural fue la mayor herencia que le dejaron Gaudencio y Gino. Es que ambos eran amantes del clásico y de la ópera y podían compartir esta pasión por horas.


Sin embargo fue la plástica lo que hizo que Mario deslumbrara. Sus estudios primarios los hizo en el colegio Don Bosco de San Martín de Mendoza donde su padre era maestro. Mientras que la secundaria la realizó en la escuela de cerámica donde se recibió de Técnico Ceramista. Fue un chico inquieto y muy observador que siempre se vio atraído por las esculturas y las caricaturas.
Quienes lo conocieron aseguraron que los dibujos que hacía eran "atrapantes" y "muy buenos", aunque Mario abrazó a la cerámica como expresión permanente.

El destino hizo que compartiera sus estudios con dos referentes nacionales. Se trata de Joaquín "Quino" Lavado y el pintor Carlos Alonso, con quien hizo, entre otros, la carrera de Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Cuyo, aunque no la terminó. Pero sí adquirió el título de técnico en cerámica en esa casa de altos estudios.
A los 20 años Mario comenzó la conscripción pero no se alejó del arte. Con el título de técnico ceramista, realizó varias obras con una gran pasión. En el servicio militar se hizo de amigos, entre ellos de un sargento que lo invitó a una fiesta familiar donde conoció a quien luego sería su esposa: Miryam Adriana Rosselot. La mujer era sanjuanina, hija de Petrona Vila y Arturo Rosselot, y había asistido al evento acompañada por su hermano Oscar, que era un futbolista que vivía en Mendoza.

En noviembre de 1953, Mario realizó la primera exposición en estas tierras. Fue en la vieja Casa España. Algunos meses después contrajo matrimonio con Myriam y se asentaron en San Juan. Fue el 18 de diciembre de 1954 en la iglesia Don Bosco. Producto de esta unión nacieron Hugo Mario (nombre en honor a su padre pero invertido en el orden), Miriam Silvina, Mónica Adriana y Mauricio Ernesto. Hugo siguió los pasos de su padre en el arte, Silvina se recibió de licenciada en Literatura, Mónica en Artes Plásticas y Mauricio en Medicina.

 



Un gran creativo


Mario Vinzio fue un hombre que conjugó a la perfección su familia y el trabajo.
Tuvo varios nietos y convirtió su casa (ubicada cerca del hospital Rawson) en un verdadero universo pictórico con cerámicas, alfarerías, dibujos y metales distribuidos por todos lados.
Realizó cientos de obras, uno de los más importantes fue el encarado en 1962 en Trinidad. Se trata del primer mural que exhibió la ciudad y que se luce en la estación de servicio ubicada frente a la plaza, en el cruce de las calles General Acha y Frías. Se trata de una imagen que refleja la columna de Cabot y que fue pedida por el gobierno del departamento antes de que allí se levantara la estación.

Pero también hizo, entre otras tantas, el mural de cerámico ubicado en el Solar de Francisco Narciso Laprida; el monumento al Libro en la plaza Antonio Aberastain; y el mural alegórico en relieve de la esquina Colorada, de la estación de Servicio Sánchez Huerta en Rivadavia, hecho junto a sus dos hijos Hugo y Mónica.
Mario además de ser muy buen ceramista, era amante de la alfarería. Él fue quien le dio identidad de arte mayor a esta técnica de trabajo del barro e hizo decenas de obras privadas que se encuentran distribuidas en varias casas de San Juan.

La historia familiar relata que un día Hugo fue a la casa de un empresario a cenar y cerca de la parrilla se encontró con una obra que le llamó mucho la atención. Cuando se acercó a verla con detenimiento se dio cuenta que tenía la firma de su padre impresa, algo que nunca se imaginaría ver. Más allá de la afición de Mario a la cerámica y la alfarería, también se ganó la vida como publicista durante muchos años. A principios de la década del ’60 fue contratado por la casa de Acción Social, que había inventado la lotería La Gauchita en San Juan, para que hiciera billetes con diferentes dibujos alegóricos a espacios públicos y temáticas de la provincia. Así fue como la historia local quedó plasmada en los billetes de lotería.

Hombre comprometido con la cultura y sociedad de su época, el artista fue uno de los que pujó para que se creara el Instituto Superior de Arte (ISA) en San Juan y participó de varios movimientos artísticos locales. Por ese compromiso recibió la distinción como “notable de la Cultura” otorgada por el Centro Sanjuanino para la cultura el 14 de junio de 2002 y luego el Honorable Senado de la Nación le dio una mención por la valiosa contribución a la cultura.
Dueño de un humor irónico, Mario era “loco” por el cine y por eso siempre llevaba a sus hijos a ver las películas de Disney, especialmente a Hugo quien veía con atracción cada detalle de los gráficos. Después del cine, los comics se convertían en los gustos compartidos entre padre e hijo.

En 1964, Félix Moral, un dibujante local, inauguró una exposición de caricaturas que tenían como referencia a personajes conocidos de la política y el futbol argentino. A esa muestra, Mario asistió con Hugo (siendo un niño) y juntos apreciaron asombrados los dibujos trasladados a personas reales. Eso hizo “estallar la cabeza” del chico de ocho años pero su padre tendría un as bajo la manga que en la adolescencia de aquel daría a conocer.

Más allá  de la afición de Mario a la cerámica y la alfarería, también se ganó la vida como publicista durante muchos años. A principios de la década del ’60 fue contratado por la casa de Acción Social, que había inventado la lotería La Gauchita en San Juan, para que hiciera billetes con diferentes dibujos alegóricos a espacios públicos y temáticas de la provincia. Así fue como la historia local quedó plasmada en los billetes de lotería.
Hombre comprometido con la cultura y sociedad de su época, el artista fue uno de los que pujó para que se creara el Instituto Superior de Arte (ISA) en San Juan y participó de varios movimientos artísticos locales. Por ese compromiso recibió la distinción como “notable de la Cultura” otorgada por el Centro Sanjuanino para la cultura el 14 de junio de 2002 y luego el Honorable Senado de la Nación le dio una mención por la valiosa contribución a la cultura.
Dueño de un humor irónico, Mario era “loco” por el cine y por eso siempre llevaba a sus hijos a ver las películas de Disney, especialmente a Hugo quien veía con atracción cada detalle de los gráficos. Después del cine, los comics se convertían en los gustos compartidos entre padre e hijo.
En 1964, Félix Moral, un dibujante local, inauguró una exposición de caricaturas que tenían como referencia a personajes conocidos de la política y el futbol argentino. A esa muestra, Mario asistió con Hugo (siendo un niño) y juntos apreciaron asombrados los dibujos trasladados a personas reales. Eso hizo “estallar la cabeza” del chico de ocho años pero su padre tendría un as bajo la manga que en la adolescencia de aquel daría a conocer.

El nuevo artista



Hugo fue el hombre que siguió los pasos de su padre. Nació el 23 de junio de 1956 y cuando niño lo acompañó a todas las exposiciones, además de pasar largas horas en su taller.
Cuando fue adolescente su padre le dio una sorpresa que nunca olvidará. El joven había hecho sus primeras caricaturas en papel y se le ocurrió llevarla a volumen en cerámica. La anécdota familiar señala que un día Hugo le preguntó a su padre sobre qué le parecía hacer esto. Él sonrió y le dijo “como esto” sacando una mini caricatura en escultura. El asombro del adolescente fue tal que el hecho se convirtió en el primer disparador de su carrera. Nunca antes había visto a Mario haciendo caricaturas en dimensión y eso fue una gran sorpresa.

Hugo hizo sus estudios en la escuela Silvino Martínez (primaria) e Industrial Domingo Faustino Sarmiento (secundaria).
Si bien quiso estudiar Arquitectura y Periodismo en la universidad, el arte fue el verdadero camino que lo impulsó en lo laboral. En el ’76 comenzó a estudiar Artes plásticas en la Nacional y vivió momentos muy tristes con la dictadura militar. Tuvo compañeros de esa carrera que fueron desaparecidos y otros presos en San Juan y diferentes puntos del país. Las durezas de aquellas épocas las volcó luego en dibujos y autorretratos que expresan ese horror pero que muchas nunca fueron expuestos.
Sin embargo este artista cuenta con decenas de muestras individuales y colectivas, la mayoría que reflejan esa pasión por la caricatura y el humor político. Apasionado de este último, Hugo comenzó a publicar en El Nuevo Diario su primera tira que denominó La Mosca y que luego siguió en otros medios gráficos.

Además fue convocado para realizar diferentes obras públicas en la provincia, entre ellas los monumentos a Monseñor Ítalo Distéfano y Leopoldo Bravo.
Realizó las esculturas de Federico Cantoni, Pedro Echagüe y Buenaventura Luna en tres versiones diferentes. Además, hizo varios murales, como el alegórico a los derechos humanos (Legislatura provincial) y el de la heráldica de la Municipalidad de la Capital, entre otros en la vía pública y propiedad privada.
Decenas de reconocimientos se inscriben en su trayectoria, entre ellos la participación en el Libro de Humor Gráfico Premios Coca Cola en la Artes y las Ciencias (1991) que tuvo como jurados a Caloi, Guinsbur y Quino; una mención de Honor en el XXXV Salón Internacional de Arte Cerámico (1993) y la posibilidad de ser expositor en el Salón Nacional de Pintura Fundación Banco de la Nación Argentina.

En 1978, Hugo conoció a Ana María Maggio quien era amiga de un primo de él. Después de varios encuentros familiares por un lado y salidas en pareja por el otro, el 11 de julio de 1981 se casaron en la catedral. En la ceremonia, Antonieta Chiappini interpretó el Ave María y el maestro Juan Argentino Petraccini tocó los acordes en el piano. El padre Antonio Andrada fue quien los casó y con el tiempo bautizó a los tres hijos: Ana Cecilia, Hugo Mario y Lisandro Agustín.


Ver artículo:

El mundo del Quijote, en la mirada de Vinzio

         



GALERIA MULTIMEDIA
Vicenzo y Cesarina con Gaudencio (bebé) a pocos días de llegar a Mendoza en 1907.
El Casamiento de Gaudencio Vinzio con Serafina Cané.
El artista escultor Mario Vinzio, carga en sus brasos a su hijo Hugo. La foto es de 1957.
Familias Sanjuaninas: Vinzio; Mario Vinzio en su taller
Hugo Mario Vinzio en el taller donde realiza gran parte de sus obras. Allí se conservan varias de sus pinturas y esculturas.
Hugo Vinzio y Ana María Maggio junto a sus tres hijos Lisandro, Cecilia y Hugo.
El artista Hugo Vinzio junto a su abuelo paterno, Guadencio Lorenzo Francisco Vinzio.
Hugo Vinzio en brazos de su abuela paterna, Serafina Cane. La fotografía es de 1957.
Hugo Vinzio junto a una de sus hermanas, Miriam Silvina Vinzio, montados en un burro en La Laja.
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