Un hombre mató a la mujer con la que había tenido un romance. Aunque ambos estaban casados, él nunca aceptó terminar la relación. Un día la esperó, le disparó frente a la pequeña hija del a víctima y después se suicidó. A él lo velaron en la Casa de Sarmiento. Este artículo fue publicado en El Nuevo Diario, edición 1411 del 16 de octubre de 2009.
La historia de Juan Carlos Sánchez y de María Elida Rocha nunca salió en los diarios. Tal vez porque ambos pertenecían a familias muy conocidas del San Juan de aquellos días posteriores al terremoto de 1944.
Los sanjuaninos, por aquel entonces gobernados por don Ruperto Godoy, se aprestaban a transitar los festejos de la semana sarmientina. Era septiembre de 1947 y el gobierno había organizado una serie de actos entre los que se contaban los ya tradicionales homenajes a los padres del prócer y el desfile escolar. Un hecho distintivo de la semana sarmientina de aquel año fue la inauguración de una estatua de doña Paula en la plaza principal de Chimbas, ya que se había comprobado muy recientemente que la madre de Domingo había nacido en ese departamento y no en Marquesado como se suponía hasta entonces.
Los
comentarios posteriores del periodismo sobre la fiesta de homenaje a Sarmiento
fueron muy elogiosos ese año y sólo un periodista se animó a criticar un detalle:
que nadie haya dado explicaciones de por qué la casa del prócer estuvo cerrada el
6 de septiembre. La respuesta a esa pregunta la conocieron pocas personas y
tiene que ver con el drama pasional que aquí se cuenta.
Un amor clandestino entre dos personas casadas
Uno de los dos protagonistas del drama se llamaba Juan Carlos
Sánchez. Era el jefe de una familia integrada por cinco hijos, de los cuales la
más pequeña tenía apenas seis meses cuando ocurrió el episodio que aquí se
cuenta.
Sánchez tuvo una intensa vida política en los años 30 y fue diputado por
Albardón en el tiempo que Pedro Valenzuela era gobernador. Estaba emparentado a
través de su esposa con dos abogados de apellidos Miscovich y con Juan Carlos
Olaguer Feliú, un doble apellido español de alcurnia. Su señora, como directora
del Museo Casa Natal de Sarmiento, ejercía un puesto que la ubicaba entre las
damas destacadas de la sociedad sanjuanina.
La otra protagonista se llamaba María Elida Rocha. Era docente de una escuela de
Albardón. De su familia el más conocido era su hermano, don José L. Rocha, el
técnico que llegó a dirigir radio Colón y que posibilitó la primera transmisión
después del terremoto de 1944 desde la plaza 25 de Mayo, a dos horas de
ocurrida la tragedia. A través de sus hermanos, María Elida
estaba emparentada también con los Lloveras y los Galoviche, dos apellidos
todavía muy arraigados en San Juan.
El final de una relación que siempre fue tormentosa
Ella era una joven y bella mujer y Juan Carlos la conoció porque era novia
de un primo. Si bien se enamoraron, el ya era casado, por lo que no pasó
mucho tiempo antes que comenzaran los problemas en la pareja.
En un tiempo en que estuvieron distanciados, María Elida se casó con un joven de apellido Cordón, con quien tuvo una hija.
No
se sabe muy bien cómo fue pero al parecer Juan Carlos Sánchez y María Elida Rocha
reanudaron su relación que no por eso dejó de ser tormentosa. Al parecer, ella
quería dejar de verse con Sánchez pero él decía que estaba enamorado. La seguía,
la esperaba a la salida de la escuela o cuando iba llegando a su casa.
El 5 de septiembre de 1947, al atardecer, María Elida regresaba de trabajar y
de su mano traía a su pequeña hijita que por entonces tendría dos años. Otra
vez Juan Carlos la estaba esperando y volvieron los reproches sobre por qué
quería dejarlo si él la amaba.
Lo
que no esperaba la mujer era que intempestivamente el hombre extrajera de entre
sus ropas un revolver de caño largo.
Así, delante de la pequeña niña que gritaba horrorizada, Juan Carlos disparó.
Después llevó el arma hacia su pecho y disparó nuevamente.
Eso ocurrió en la vereda del club Pacífico, en la villa del Carril. La escena era impresionante. Una mujer muerta, una niña que lloraba y un hombre de traje tendido en el piso, todo cubierto de sangre.
Ella
murió en el acto y él agonizó un tiempo más hasta fallecer cuando ya eran las
20.30 de aquel día.
Dos velorios y un pedido de silencio
Además de disponer las cosas para el sepelio de ambas víctimas, hubo
al parecer llamados a los diarios para que no se difunda la noticia.
Tal vez por el compromiso con don José L. Rocha y con los Miscovich, la familia política de Sánchez, ningún medio publicó la noticia del crimen y suicidio ocurrido aquel día.
El único indicio del trágico episodio fue la publicación de dos avisos fúnebres (uno en Tribuna y el otro en Diario de Cuyo) y un llamativo comentario deslizado en la sección “Buenos días por madrugador” de Tribuna. Esa columna comentaba diariamente en tono informal los pormenores de hechos políticos y sociales ocurridos en San Juan el país y el mundo. Esta vez se criticaba el hecho que en plena semana sarmientina la casa natal de Sarmiento haya permanecido cerrada el 6 de septiembre por el velorio de un particular.
El muerto que tuvo el honor de ser velado en una de las
habitaciones del
primer museo nacional argentino, era Juan Carlos Sánchez. Su esposa dirigía y
cuidaba el museo por lo que dispuso una de las habitaciones de
la casa para velar al ex diputado.
Por eso, la dirección que consta en el aviso fúnebre publicado el 6 de septiembre de 1947 en Diario de Cuyo dice “casa mortuoria: Sarmiento 223”, la numeración que en aquella época tenía la casa de doña Paula Albarracín de Sarmiento.