El siguiente artículo fue publicado en El Nuevo Diario, en la edición 1510 del 2 de diciembre de 2011
Probablemente en la casa de la familia Marinaro
se encuentre el testimonio más auténtico de la típica decoración mural que se
usaba en las casas sanjuaninas previas al Sismo de 1944. Ella adquirió, con
posteridad al fenómeno, otras características y funciones. Al arte público –
representado por la gran estatuaria de los cincuenta años anteriores - se
incorporó la expresión espíritu de la nueva época en los murales. En el breve
espacio de esta nota no se pueden enumerar todos los murales importantes, pero
sí recordar algunos cuya imagen es identificadora de lugares y situaciones –
como felizmente lo indican las notas periodísticas que cada tanto se refieren
al tema.
Las cuatro “Escenas campesinas” (1955) realizadas por Luis Seoane –con la colaboración de Carlos Torrallardona– ubicadas en uno de los edificios del Banco
San Juan, conforman uno de los conjuntos más valiosos del destacado artista, que
en una especie de retablos conjuga su amor por Galicia con los modos de vivir
en San Juan.
Otra producción que ya forma parte de la Ciudad es
el relieve mural realizado por Mariano
Pagés (1966), ubicado en la Galería Provincial. El artista sanjuanino
utilizó madera de pino –tratada con técnicas que posteriormente harían escuela–
para representar el sol, el progreso, la mujer, los oficios, la fauna y la
flora, los diversos momentos del amor, la construcción de ciudad.
Polo Suárez Jofré plasmó su
celebración de la vida y el arte en el mural denominado “La alegría” – la alegría de vivir, ubicado en el Teatro Sarmiento
– cuyo valor ha sido puesto de relieve por el Dr. Juan Mariel Erostarbe en una
importante publicación -.
Son muy significativos los murales del Club Social, la Casa España y el plasmado
por Mario Pérez en la sede de ATE.
También resultan citables los más de cien metros realizados
por los vecinos de Villa del Carril, bajo la dirección de las hermanas Torrallardona, cuya
perduración es toda una lección de cómo se debe promover esta actividad.
Sin embargo, los murales también están sometidos a un devenir azaroso. Leonor Rigau registra una producción
significativa en esta modalidad -Iglesia de Angaco, El Palomar, La Antigua
Bodega, el Alkazar Hotel- pudo restaurar su obra realizada
en el ex edificio del Banco Agrario hace cuarenta años. No tuvo el mismo
destino el mural que acompañó durante mucho tiempo a la vida
universitaria y que fue destruido por el incendio del rectorado.
Su reemplazo en esta reconstrucción sería un acto de justicia de la UNSJ con
una destacada docente/artista, que no deja de sorprender con su audacia creativa.
Una inquietud del mismo tenor se refiere a la ubicación del “Mural de la Integración”, realizado en
el marco del Congreso de Cultura por Mario
Pérez, Jorge González Perrín, Carlos Arnaiz y Enrique Salvatierra.
El Centro Cívico y la construcción de la identidad
La segunda reconstrucción de San Juan tiene como emblema al Edificio del Centro Cívico y por ello,
se carga de sentido todo lo que acontezca o se ubique en él. Uno de los ejes de
la lectura histórica de la gestión del Ing. José Luis Gioja fue la recuperación
de los acontecimientos de la gesta sanmartiniana en el actual territorio
sanjuanino. En armonía con esta conciencia, los murales que se ubican en el Salón
Cruce de los Andes, realizados por Carlos Gómez Centurión, refuerzan no sólo acontecimientos pasados,
sino también la montaña como posibilidad de futuro. La carga significativa de las
obras se sostiene en una fuerte empatía del artista con el paisaje de montaña –
puesto de manifiesto en la serie “Digo la cordillera” – y un lenguaje refinado
para aludir sin ilustrar. A la manera de un telón de fondo, puesto que son experiencias
de paisaje y no representaciones, da cuenta de la dimensión de la hazaña y de todos
los desafíos que aún propone la montaña, perfectamente acorde con el imponente funcionalismo
del Edificio y la buena forma de los diseños interiores.
Tareas y responsables
A lo largo de todo el siglo XX, tanto los artistas como los críticos de
arte presintieron que el cuadro de caballete era un objeto que perdía vigencia.
Es necesario que se comprenda que no posee menor valor, sino otra densidad
cultural. El diálogo del mural con la arquitectura redefinió el concepto de
arte público, resistente a la compra y transporte, donador de identidad y
accesible a un público masivo. No resulta casual que el Gobierno Nacional se dedicara
a recuperar el mural de Siqueiros,
puesto que se convierte en un patrimonio de todos, aunque es responsabilidad
del estado conservar, consolidar y fomentar el desarrollo del muralismo en una
comunidad que está abocada a la creación de una simbología que aliente su trascendencia.
*Filósofo, Crítico de Arte
En el Centro Civico,
simbolo de la segunda reconstrucción de San Juan, se ubicaron murales que
rescatan la gesta sanmartiniana y la montaña como futuro
Fuente: El Nuevo Diario - Edición 1510 del 2 de diciembre de 2011