El siguiente artículo fue publicado en La Pericana, edición 114 del 29 de junio de 2018 e integraba el número 1823 de El Nuevo Diario.
Hace
algunos años pregunté:
¿Usted sabe quién es el ministro de Economía de Francia?
¿Y el de los Estados Unidos?
Por casualidad... ¿conoce el nombre del ministro japonés?
Si no lo sabe... ¿me podría dar el del ministro de Economía de China?
¿Acaso sabe cómo se llama el ministro italiano o el canadiense o el de España?
Seguramente, usted ni tiene idea.
Y mucho menos cómo se llaman los otros ministros, o los diputados o los senadores.
Quiere que le confiese algo: yo tampoco sé cómo se llaman. Ni me importa.
Ahora bien: le cambio la pregunta.
Nómbreme cinco empresas dedicadas a la producción de automóviles en el mundo.
Yo le puedo dar una pequeña lista, quizás usted agregue otros nombres: Ford, Chevrolet, Peugeot, Fiat, Renault, Mercedes Benz, Hunday, Seat, Citroen, Rolls Roys, Ferrari, Dodge, Wolkwagen, Audi, Mitsu bishi, Susuky, BMW, Opel, Lincoln, Cadillac, Toyota, Nissan, Honda, Lotus, Jaguar, Daewoo, Chrysler, Daihatsu, Rover, Mazda, Legacy, Alfa Romeo...
¿De qué quiere que hablemos?
¿De ropa? ¿De moda? ¿De perfumes?
Usted
sabe que Lacoste, Pierre Cardin, Dior, Ives Saint Laurent son francesas, que
Valentino, Gucci o Paul y Shark son italianas, que Burberry es inglesa, que
Kenso es japonés, Armani o Hermenegildo Saba son norteamericanos, Nestlé es suiza,
Nokia es finlandesa, Philips es holandesa, que Zara es española... y así una
lista infinita.y así una lista infinita.
Si yo le pidiera que me nombre cinco o diez marcas de bebidas gaseosas,de
vinos, de cervezas, de raquetas de tenis, de ropa deportiva, de empresas
petroleras, de teléfonos celulares, de computadoras, de diarios, de revistas,
de laboratorios médicos, de quesos, de fideos, de bebidas alcohólicas, de... lo
que quiera. Usted me las nombraría.
Hasta me podría nombrar una docena de bancos extranjeros que operan en el país.
Cada vez que usted nombra una marca, nombra una empresa y piensa en un país.
Y atrás de cada marca o empresa hay trabajo físico e intelectual, inteligencia, capitales, generación de riqueza, bienestar para mucha gente.
Por
eso, todos los países defienden sus empresas, les facilitan sus radicaciones, las
liberan en lo posible de cargas impositivas. Esas empresas son más
importantes para sus países que miles de mástiles con banderas, que cientos de
himnos y que un millón de discursos patrióticos.
Responda ahora esta pregunta: ¿Cuántas marcas argen tinas se conocen en
el mundo?
Es tan burdo y tan dependiente lo nuestro que todavía seguimos diciendo que somos los inventores del dulce de leche y del colectivo. Hasta estamos convencidos que el bolígrafo es un invento argentino cuando en realidad lo inventó un húngaro que vivió un tiempo en nuestro país.
La triste realidad es que no tenemos marcas conocidas en el mundo.
Nuestro
“negocio” es la venta de productos primarios. Desde soja al maíz. Desde pasas a
mosto. Pero no hay marcas que nos identifiquen.
Es triste decirlo pero nuestros productos industriales son de cabotaje.
Y cuando
acreditamos una marca en el mercado interno la vendemos a fondos de inversión o
empresas foráneas, como pasó con YPF, Molinos, Havanna o Loma Negra, por citar
sólo algunas.
Lo mismo pasa en la provincia.
En algún tiempo tuvimos marcas conocidas en todo el país.
Usted nombraba a Resero, Termidor o Maravilla y estaba hablando de San Juan.
Aunque Cinzano fuera una firma extranjera, esta era la tierra de los mejores cognac (Otard Dupuy, Reserva San Juan, Ramenfort) y de los vermouth más famosos.
San
Juan era sinónimo del calvado, de la sidra, del hampagne más conocido, de los
vinos espirituosos que la gente prefería.
Tuvimos bancos de capitales sanjuaninos que traspasaron nuestras fronteras como
el San Juan, el Hispano, el Agrario.
Empresarios sanjuaninos incursionaron exitosamente instalando diarios y canales de televisión en Mendoza.
Hoy, al igual que ocurre con el país respecto al mundo, nos vamos reduciendo a ser elaboradores de productos primarios.
Gran parte de nuestro ajo, de nuestros tomates, de nuestra uva, sale a granel para Mendoza, donde se les agrega valor y una marca.
Producimos los melones y sandías más sabrosos pero salen sin identificar.
Tenemos fábricas de ropa y zapatillas pero en su mayoría son confeccionadas para terceros.
Usted dirá: en un mundo globalizado qué importancia tiene el origen del capital.
Y en parte tiene razón.
Pero las marcas son banderas. Son, en muchos casos, lo que les agrega más valor a un producto.
Argentina puede producir miles de vehículos pero no hay un solo auto íntegramente desarrollado en el país.
Podemos hacer remeras o trajes.
Pero
lo que les multiplica por tres o cuatro su valor es la etiqueta que indica una
marca.
Pero volvamos a San Juan.
En los últimos años se intentó incentivar las marcas y la calidad San Juan.
Pero debemos avanzar mucho más en ese sentido.
Debemos tratar que no salga vino ni mosto ni cales ni tomate ni ajo ni uva en fresco ni melones ni ropa sin identificar y sin un sello que diga “calidad San Juan”.
Y para eso no hay otro camino que una política impositiva que premie o castigue.
Y
una ineludible tarea de concientización que debe promover no sólo el
Estado sino también las universidades, las entidades empresarias, los gremios,
los colegios profesionales y cuanto sanjuanino esté interesado en un futuro
mejor para nuestros hijos.
Es increíble lo que ha ocurrido en nuestra provincia en el último medio siglo.
Hemos
perdido marcas importantísimas que teníamos. Y las hemos perdido a pesar de
contar con promoción industrial y promoción agrícola durante muchos años.
Es
hora de volver a empezar.
Y
para eso necesitamos emprendedores.
Una
tarea en la que las universidades –hasta ahora ausentes en ese campo- tienen
mucho que ver. Y también la ausencia de un banco al servicio de quienes
producen.
CAVIC
era la sigla de la Corporación Agrícola, Vitivinícola, Industrial y Comercial
que reunía a miles de viñateros sanjuaninos. Su nombre estaba ligado al de la provincia
en todas las publicidades y su slogan fue “vigor de tierra y pureza del sol
sanjuanino”.
Cinzano fue una gran planta industrial que
elaboraba diversos tipos de vermouth, una bebida que tuvo un momento de apogeo.
Vinos Maravilla hizo su publicidad en la casaca de Boca Juniors.
Duc de Saint Remy fue durante muchos años sinónimo de Champagne
“made in San Juan”. Su establecimiento en la Avenida del Libertador aun se mantiene
en pie aunque ya no produce la famosa bebida.
Bajo el nombre La Unión Latina la familia López Peláez
producía vinos de gran calidad. El establecimiento aún se mantiene en pie en la
Avenida Alem, en Concepción, como una sombra de lo que alguna vez fue.
La familia Montilla creó un verdadero emporio
vitivinícola en Albardón. Fueron muchas las marcas que lanzó al mercado, entre
ellas Resero, el vino líder en el país que impuso su slogan “el vino que hizo
famoso San Juan”. Hoy, la bodega u las marcas son controladas desde Mendoza. La
etiqueta corresponde al vino Soy Cuyano.
El agua Pismanta fue envasada en Buenos Aires por la
firma Larroquette y Compañìa. La misma empresa envasaba además, agua del
Salado.
El cognac Ramenfort fue una bebida de lujo que se elaboró
en San Juan, en las instalaciones de Cinzano. Hubo otros cognac como el Jaquemín
que alcanzaron fama provincial.
La empresa Alpuke era la elaboradora de las bebidas gaseosas
que ganaron mercado en todo Cuyo con el nombre de Nora en los años 60 y parte de los
70. La gaseosa Nora se convirtió en líder en San Juan y San Luis con sus siete
sabores: naranja, pomelo, lima-limón, cola, manzana, mandarina, limón y soda La
Choy.
San Juan fue líder indiscutido en vinos espirituosos. Tuvo
muchas marcas de bebidas que tuvieron su momento de gran consumo en el país
San Juan tuvo también su cerveza. Fueron varios los emprendimientos en distintas épocas. Esta foto muestra una recorrida de las autoridades por el establecimiento de la Cervecería San Juan ubicado donde ahora está VEA en la calle 25 de Mayo