Eran los
tiempos en los que la minería ni siquiera era tema de conversación para la
mayoría de la gente. Mucho menos se iba a hablar de ecología, cierre de minas y
cosas por el estilo. Esta foto fue tomada el 23 de mayo de 1968 y proporcionada
a la Fundación Bataller por el profesor Daniel Arias. El pueblo minero que ahí
se ve, en su momento trajo trabajo y riqueza para Calingasta. Hoy quedan
ruinas, tansformadas en un pueblo fantasma al que poco le vale la declaración
de “interés patrimonial, histórico, turístico y educativo al lugar”, por el
consejo deliberante del departamento.
La historia de la minería en ese lugar de Calingasta es antiquísima, pues hay registros que en 1872 ya había algunos mineros que hacían pirquineo. Pero en los años 50 la “Compañía Minera Castaño Viejo S.A.”, una subsidiaria de la multinacional National Lead, extraía cobre, plomo, zinc, plata y también cuarzo y feldespato, que constituían un polimetálico.
Fue el primer emprendimiento minero que aplicó tecnología, trabajo con normas de seguridad e higiene y dio trabajo a muchos sanjuaninos y chilenos.
El mineral extraído sufría un primer proceso de concentración mediante lixiviación con cianuro. Hay información que indica que el 26 de julio de 1956 se obtuvo el primer concentrado.
Castaño llegó a producir entre 70 y 80 toneladas de concentrado de zinc por día.
El mineral lo llevaban en camiones hasta Albardón donde por tren era derivado para su procesamiento final por la firma Meteor, en Zárate, provincia de Buenos Aires.
En ese contexto es que se armó en torno a la mina un pueblo minero, que de acuerdo a registros históricos tenía una cancha de fútbol, un microhospital, una especie de hotel donde vivían técnicos y obreros y hasta un cine.
Cuando la mina deja de operar, toda la maquinaria quedó en el lugar sufriendo deteriorando e incluso fue víctima del vandalismo que se llevó piezas de cada maquinaria.
Hoy Castaño es
historia. Una lejana morada de fantasmas.
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición
868 del 16 de febrero de 2024