En general, los
interventores militares no dejaron buenos recuerdos en su paso por San Juan.
Sin embargo hubo una excepción: el general Marino Bartolomé
Carreras.
A Carreras no se lo recuerda por su generosidad para repartir colchones o por grandes obras. Tampoco por haber siquiera intentado recuperar en parte el patrimonio ediliceo del San Juan antiguo.
Simplemente se ganó el aprecio de la gente por
imponer la ley pareja para todos. Algo que no ha sido
moneda corriente en esta provincia.
Durante la gestión de Carreras se fijó la línea de construcción en la ciudad de
San Juan. Esto significó un gran cambio. Hasta ese momento había edificaciones
que sobresalían de otras, transformando las veredas en algo caótico.
Cuando en 1957 se dispuso la línea, comenzaron las presiones. A algunas
viviendas había que derrumbarles el comedor. Había comercios que quedaban sin
vidrieras o iglesias sin frentes.
Difícilmente un político habría dejado de sucumbir ante las presiones, amenazas
e intereses en juego.
Carreras fue drástico.
Dio un plazo para que los propietarios se pusieran en línea. Vencido el
término, enviaba la topadora y derrumbaba. Y no había hijos y entenados. Por
más quejas que elevaran los empresarios más poderosos, el obispo o los diarios,
la topadora arrasaba.
Un ejemplo de su firmeza (y también barbaridad propia de la época) quedó
expuesto cuando le llegó el turno a la calle Mendoza. Para abrir la avenida
Central hacia el oeste había que derrumbar nada menos que el Palacio Episcopal,
la suntuosa Casa España y el Cine Cervantes. Y tres de los mejores edificios
supervivientes del gran terremoto, fueron arrasados.
En la esquina de Mitre y Mendoza estaba la Ferretería Zunino. Y don Marcelo
Zunino había jurado que a él no le destruirían el local.
—Voy a estar armado
esperándolos.
Llegó el día y la topadora se detuvo frente al edificio. Fiel a su palabra,
don Marcelo se encerró armado en su local.
Los obreros avisaron a la gobernación y diez minutos más tarde estaba el
general Carreras en el lugar.
Sin decir palabra, se subió a la topadora y le dijo al operario:
—Avance, vamos a ver si se
anima a tirar.
Don Marcelo guardó su rabia y la máquina derrumbó el frente del local.
Carreras no hizo comentarios, descendió
de la topadora, subió a su auto y volvió a la Casa de Gobierno.
Fuente: Publicado en Nuevo Mundo, edición 874
del 26 de febrero de 2024