“Las Piedritas” es la imponente bodega
que construyó el francés Emilio Langlois en 1896 en el
departamento Pocito. Su capacidad, tecnología y diseño hicieron que en 1920
fuese conceptuada
como “establecimiento modelo”.
Después
de tres grandes terremotos, sus paredes siguen firmes. Sin embargo, el viento y la lluvia hicieron estragos en los techos
mostrando que lo que el hombre construye, la naturaleza lo puede destruir.
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“Las Piedritas marca un grado de perfeccionamiento industrial
que honra a la provincia y a su propietario. Sus
disposiciones de conjunto son tan técnicas, y tan modernos los procedimientos
empleados. que el proceso elaborativo de los productos marca
el mínimo de tiempo conocido.
Este
establecimiento, que puede conceptuarse como modelo, tiene en construcciones, maquinarias y vasijas un capital que no baja de
medio millón de pesos”, señala el libro “La República Argentina Región de Cuyo –
San Juan -Mendoza – San Luis. Años 1921 – 1922”, editado por
Molins y Dantil.
En sus mejores épocas llegó a tener una capacidad total de siete millones de litros, hoy apenas se elaboran 300.000 kilos de uva, “con gran sacrificio, para sostener el valor y la historia de esta bodega”, dijo Marcelo Garcés, uno de los actuales propietarios, quienes la adquirieron en un remate en el año 2000.
Esto
la convierte en la segunda bodega más antigua de San Juan en la que se sigue
elaborando vino.
Recorriendo el viejo edificio uno experimenta un cúmulo de sensaciones diversas, asombro por la belleza de esa estructura en pie, tristeza por el estado de abandono y los techos rotos, bronca por el robo de todos los elementos de bronce de las barricas, también admiración por la resistencia de las mismas ya que aún queda una sala completa con barricas, una de las cuatro naves que existían otrora y que se complementaban con piletas de cemento.
Quienes aman el patrimonio histórico y cultural de San
Juan entenderán.
Las máquinas más antiguas se mezclan con las más nuevas
de las décadas del ’60 y ’70, todas abandonadas hace tiempo.
Langlois
importó algunas máquinas desde Francia y otras de Londres para convertir a su bodega no sólo en la más tecnológica sino también
en una de las primeras en la provincia en contar con energía eléctrica.
El sueño de Garcés es que la parte antigua de la bodega se convierta en museo y forme parte de la Ruta del Vino de Pocito para el disfrute de locales y turistas, pero para ello se necesita una gran inversión y el apoyo del Estado.
Garcés cuenta no solo con la infraestructura y maquinaria, patrimonio histórico y cultural de pocitanos en particular y sanjuaninos en general, sino con documentos encontrados en la caja fuerte de la bodega, como libros de contabilidad y certificados de concursos internacionales que acreditan que los vinos de la bodega “Las Piedritas” ganaron medalla de oro.
Después del terremoto de 2021 hubo una
gran inundación en Pocito, ambos eventos dejaron efectos devastadores en la bodega.
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“Este
departamento debería llamarse Langlois porque
ellos fueron los que dieron impulso a esta tierra, fueron los que más hicieron
por Pocito”, dijo Alfredo Barceló manifestando así el sentimiento de muchos
pocitanos.
Emilio Langlois nació en Francia, en la Universidad de
París se recibió de Químico; fue
su espíritu aventurero el que lo trajo a América para trabajar en la minería en
Chile, Bolivia, Perú y Argentina.
Por razones de salud le recomendaron establecerse y eligió
San Juan y sus vides.
Se
instaló en Pocito donde compró 130 hectáreas para
dedicarse a la industria vitivinícola cultivando uvas de las variedades malbec,
syrah (el primero en cultivar esta variedad en la provincia) y criolla. En el
año 1896 construyó su famosa bodega.
“Por sus viajes mi abuelo Emilio tenía muchos amigos en
San Juan y acá conoció a mi abuela, Antonia Lanteri, ella
era porteña pero el padre era comerciante y mi abuela lo ayudaba. Una amiga le
presentó a Francis, se gustaron y se casaron”, contó Irma (Perla) Langlois de
Del Bono, hija de Francis.
Perla relató que su abuelo hizo mucho por Pocito, “amaba a Pocito”, trajo el primer médico a Pocito, propuso bajar la calle 13 por las bajadas de creciente, pero un vecino se opuso y por eso el agua sigue bajando como un río cada vez que llueve.
“Mi abuelo era muy juguetón con los nietos. Quería festejar sus 80 años con una gran fiesta, pero se murió a los 79, en 1941”, dijo Perla.
“Mi padre, al igual que mi abuelo, colaboraba con todo, fue un
donante importante en la reconstrucción de la iglesia de
la Villa, igual que mis tías.
Adela Antonia, Emilia Enriqueta, Francis Pablo, María Juana, Clara Teresa, Dionisia Victoria, y Emilio Luis. Este último se casó en La Pampa y se quedó a vivir allá, Francis fue quien trabajó en la bodega junto a su padre.
A los 13 años, Francis partió a París con una institutriz para cursar el secundario, luego hizo especializaciones en vitivinicultura y a los 19 años se volvió a San Juan para trabajar en Las Piedritas.
“Mi papá era un autodidacta y mi abuelo le enseñaba
mucho. Amaba la vitivinicultura mi papá. Ellos aplicaron en Pocito el pie
americano, un injerto que protegía a las viñas de algunas enfermedades”,
destacó Perla.
Francis se casó con Irma Colombo y tuvieron dos hijas: Irma (Perla) y Elsa.
“Mi padre era amante del syrah y fue quien trajo las primeras plantas a San Juan, regalaba las plantas para que los viñateros plantaran. Creemos que el hermano que se fue a Argelia, León, le mandó las plantas. Es una variedad que no se enfermaba por eso muchos están contentos de tenerla”, contó Perla.
Según el aporte del Ingeniero Hugo Carmona, del INV, en una nota publicada en Diario de Cuyo, fueron esas plantas de syrah de Langlois las que se usaron para reproducir nuevas plantaciones en los diferimientos impositivos de los ’90 en San Juan y extender la plantación de este varietal.
Langlois construyó su casa al lado de la bodega. Perla recordó que la casa familiar era hermosa, rodeada de galerías, pero con el terremoto de 1944 quedó muy mal y tuvieron que derrumbarla.
Francis
construyó el chalet que está actualmente al lado de la bodega, separado por una medianera, hoy en manos de otro empresario sanjuanino.
Después del terremoto había que reconstruir la iglesia y
le pidieron a mi padre que guardara un dinero que enviaron desde Alemania para
eso. Había
un empleado que era el brazo derecho de mi papá que tenía acceso a las cuentas
bancarias y cuando desde Alemania le dijeron que usara el
dinero en la construcción, ya no estaba. Lo vi llorar a mi papá como si fuera su
hijo porque nunca se imaginó que le haría algo así”,
recordó Perla.
Francis falleció en 1991. “Cuando íbamos al cementerio vi a mucha
gente en la puerta de la casa llorando. Eso me emocionó mucho porque
él había ayudado a tantos.
Raúl Cosentino, que siempre estuvo cerca de mi papá, me
decía: ‘Don
Francis era un santo’. Él le decía ‘andá a la casa de tal
que tienen un problema’, y le respondían ‘no Don Francis no pasa nada’, y papá
insistía; ‘andá’. Y era así, los ayudaba con lo que necesitaban. Pero
así también lo estafaron muchas veces”, contó Perla.
Elsa, la hermana menor de Perla falleció tres años
después que su padre. “la extraño tanto”, confesó.
Perla tuvo seis hijas con Juan Bautista Del Bono, hoy
tiene 16 nietos y 11 bisnieto, este año cumple 90.
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Emilio Langlois hizo traer varias familias de España que sabían trabajar las viñas y creó un pueblo propio con estos
trabajadores y sus familias.
Así llegaron los Barceló, los Ripoll, los Uñac y muchos otros.
“Cuando llegaron, en la bodega se hizo como un campamento enorme con toda esa gente a la que poco a poco se le fue construyendo vivienda. Uñac, el bisabuelo de quien fue gobernador, fue el capataz de la bodega y después lo fue su hijo. Muy buena gente, muy trabajadores todos”, aportó Perla.
El libro “Aportes desde la historia a la
revalorización del patrimonio cultural sanjuanino”, del Instituto
de Historia Regional y Argentina Héctor D. Arias, Facultad de Filosofía,
Humanidades y Artes, Universidad Nacional de San Juan, señaló que: “Langlois
realizó estudios de suelos inéditos en aquellos tiempos, con
esta actitud propia de su formación consiguió que tanto la producción de
materia prima como la elaboración de vinos estuviesen contenidos
en un ordenado establecimiento”.
Aportes de 1920
“Establecimiento vitivinícola modelo, Bodegas y Viñedos
Las Piedritas de Don Emilio Langlois”, es
el título de las páginas dedicadas a Langlois en el libro ya mencionado “La
República Argentina Región de Cuyo – San Juan -Mendoza – San Luis. Años 1921 –
1922”.
“Con
verdadero placer realizamos una detenida incursión a través del establecimiento vinícola Las Piedritas de Don Emilio
Langlois, cito en el departamento Pocito.
Confesamos que esta bodega es una de las que más nos ha llamado la atención, no por la extensión de sus operaciones ni por la capacidad de elaboración puesto que cuantitativamente le superan algunas, sino por las condiciones de su organización interna que responden a un plan científico de admirable armonía entre construcciones y procedimientos, ahorrando tiempo y espacio, y donde sí se ha tenido en cuenta la razón esencialísima de la comodidad. La elegancia tan propia del espíritu francés ha puesto su inconfundible nota de simpatía en el amplio local.
Su construcción responde a un plan absolutamente
original tendiente a ordenar en forma racional los
primeros procedimientos de la elaboración, simplificando en lo posible la mano
de obra”.
Los autores de esta crónica señalaron que con
experimentaciones iniciales Langlois logró la excelencia de sus
vinos poniendo especial cuidado en la fermentación, atendiendo
con particular interés el proceso de la levadura.
En sus comienzos en la industria vitivinícola, este
francés logró elaborar 3.000 cascos (barriles), producción que fue creciendo
año a año en cantidad y en calidad. Los vinos Las Piedritas “son respetados
como de los mejores de la provincia por el cuidado
especial que le depara su propietario”.
“Langlois no es de los que opinan que la elaboración del
vino sea una industria fácil, tiene
verdadera conciencia profesional, y es por eso que, no obstante, a ver
culminado en el perfeccionamiento industrial de su establecimiento, no
descuida jamás un detalle ni deja de lado la cotidiana
observación que reclaman sus productos, sus viñedos y sus maquinarias”.
Destacaron a Langlois como hombre de ciencia que tiene bien grabado el procedimiento de los vinos borgoñones a base de refrigeración y del envase nuevo.
Y mientras recorrían la bodega seguían impresionándose
“por la marcha y la ajustada distribución de aquel gran organismo industrial”.
“Cree él firmemente que el porvenir de la industria vinícola se
afianzará a base del estacionamiento del producto, el vino
estacionado en buenas condiciones adquiere consistencia, claridad y sobre todo
bouquet”.
Tecnología de punta en 1920
Por entonces, la bodega se caracterizaba por la cantidad
y calidad de sus vasijas de conservación, había en el establecimiento
recipientes para conservar 16.000 cascos, además de las piletas de cemento
destinadas a fermentación y conservación.
La bodega Las Piedritas tenía las maquinarias más modernas y perfeccionadas y estaba completamente electrificada, la usina tenía tres motores: dos a petróleo crudo y otro a vapor.
“Recorremos detenidamente todo el establecimiento, desde el lagar hasta las maestranzas, la tonelería y el departamento de expedición, en todas partes advertimos un orden y un aseo admirables. La nota elegante no se quebranta hasta en los más mínimos detalles”
Emilio Langlois.
“Nada de rutinario, nada de chocante hay
en esta bodega que contraste con el espíritu moderno de que informa el
conjunto. Hasta su
ubicación pintoresca en pleno valle frente a las serranías azules donde se oculta el sol parece contribuir armoniosamente al
aspecto de este emporio industrial”.
También contaba con alambiques para orujos, cuatro recipientes con capacidad cada uno de 1500 kilos realizaban cuatro
operaciones diarias laborando 24.000 kilos por día, los vapores de alcohol se
concentraban con sistema ‘Egrot’.
El alcohol salía de 50 o 60 grados pasaba al rectificador
Sabelle, esta instalación de difusores para el agotamiento de los orujos y
rectificación de flemas era una aplicación francesa en materiales y
procedimiento “de lo más perfeccionado que hemos visto en la provincia”.
La bodega, además de los vinos comunes, elaboraba un seco especial, garnacha y añejo dulce. Tenía espacio para los “vinos viejos, los vinos que quiere conservar los depositan recipientes de madera nuevos o en cascos que han contenido cognac”.
Su ubicación cerca del ferrocarril Pacífico y en zona de intensos cultivos era inmejorable.
No descuidaron la materia prima y destacaron
que los viñedos estaban cultivados esmeradamente, “cierran el
marco de la finca anticipando con su lozanía, con la simetría de sus viñas y el
arreglo de sus cepajes y alambrados, el tino cultural con que se fomenta la
industria en aquel gran establecimiento”.
Click para ver el video de Perla Langlois y losrecuerdos de su padre y su abuelo
Rafael Barceló trabajó en la tonelería de la bodega
Langlois y su hijo aún la recuerda. “Todo era tecnología francesa, tenía
grupos electrógenos para motores a vapor, un camión de Francia
en el que llevaban las bordelesas hasta la estación de tren de Pocito. También
tenían un automóvil Citroën, lo trajeron de Francia y era único en la
provincia”.
Barceló entró a la bodega cuando su tío Joaquín Uñac era el capataz. “La casita donde vivía Joaquín ya no existe, los viñedos que rodeaban toda la bodega no existen, y el edificio se cae a pedazos. Por la Calle 13 bajaba mucha creciente y eso siempre jugó en contra, pero era una bodega impresionante”, dijo Rafael Barceló (hijo).
“Langlois fue quien más aportó para reconstruir la
iglesia de la Villa Aberastain, que se cayó con el terremoto. Fue
quien trajo el primer médico a Pocito que atendía gratis a
los empleados de la bodega. Trajo adelantos tecnológicos, pero también mejoras
sociales a su comunidad”, contó Barceló.
Recordó también a Don Francis Langlois, hijo de Emilio, como un hombre generoso y solidario que siempre estuvo presente para sus empleados y para la comunidad de Pocito.
En el año 2020, el Honorable Concejo Deliberante de Pocito declaró “Ilustre Ciudadano post mortem a Don Francis Langlois”.
En el living comedor de Perla Langlois también se respira
historia, esos muebles pertenecieron a la familia cuando vivían en Pocito.
Sobre el aparador hay tres fotos que ella atesora: una de
sus padres; otra de su hermana y la tercera de ella abrazada a su esposo.
Perla
lamenta hoy que Francis no enseñara a sus hijas las herramientas técnicas para
llevar adelante la bodega. “Si mi papá viera
hoy lo que son mis hijas se arrepentiría de no haber dejado en nuestras manos
sus conocimientos, hubiéramos continuado con su bodega”.
La
Bodega Langlois es otro patrimonio histórico y cultural de San Juan que es
tarea de todos recuperar.
Fuente: publicado en Destino San Juan, en marzo de 2024
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