Según la historia, en la década de los 80, un grupo de familias de origen andaluz que residían en la provincia viajaron a España. A pesar de los contratiempos del viaje, llegaron a una ermita de la Virgen del Rocío. Desde entonces, los sanjuaninos decidieron traer la devoción de la Blanca Paloma, Nuestra Señora del Rocío, como forma de agradecimiento. Primero se unieron las familias de inmigrantes andaluces que vivían en la provincia, y la devoción comenzó con la entronización de la imagen de la Virgen en la parroquia de Villa Krause. Así se fundó la conocida “Hermandad de la Santísima Virgen del Rocío”, patronal de Almonte.
La hermandad sanjuanina también cuenta con un coro, que anima la celebración con cantos propios de la liturgia rociera al ritmo de sevillanas, tangos, fandangos, entre otros ritmos de origen europeo. La medalla de la hermandad de la Virgen del Rocío es bien sanjuanina. La medalla, junto con el Sinpecado, representa para cada Rociero la presencia de la Virgen. Esta condecoración fue diseñada por miembros de la hermandad y tiene los siguientes detalles:
El origen de la devoción mariana a la Virgen del Rocío se remonta a mediados del siglo XV, en un pueblo de la localidad de Almonte llamado “Las Rocinas”, en la región sur de España, la actual Andalucía. La historia cuenta que el cazador Gonzalo Rodríguez, en las marismas de Doñana cerca de lo que hoy es la aldea de El Rocío, encontró una sagrada aparición en un tronco de encina. Asombrado, decidió llevar la imagen, y así comenzó a recibir la visita de los lugareños.
(Nota publicada el 17 de mayo del 2024 en el diario Tiempo de San Juan)