“El tránsito sólo de la Sierra ha sido un triunfo. Dígnese Vuestra Excelencia figurarse la mole de un Ejército moviéndose con embarazoso bagaje de subsistencia para casi un mes; armamento, municiones y demás adherentes; por un camino de cien leguas, cruzando por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras, en fin donde lo fragoso del piso se disputa con la rigidez del temperamento. Tal es el camino de Los patos que hemos traído”, escribió San Martín al entonces Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón. Lo hizo horas después de haber cruzado Los Andes y cuatro días antes de la batalla de Chacabuco. Nada mejor que este escrito, rescatado por el historiador Edgardo Mendoza en el libro “El Cruce. Tras los pasos de San Martín”, para entender la grandeza de la gesta sanmartiniana. Algo que desde el 2005 el Gobierno de la provincia pretende reivindicar con la realización anual del cruce, donde en el límite con Chile se conmemora la batalla de Chacabuco.
San Martín fue un estratega por naturaleza. El cruce que hizo está considerado como uno de los 4 más importantes de la historia militar universal. “A diferencia del cruce de Aníbal que cruzó los Alpes, o el caso de Napoleón Bonaparte, tienen distintas finalidades. Aníbal lo hizo por una sed de venganza y Bonaparte por un deseo de ambición, pero San Martín, según decía Mitre, lo hizo para liberar pueblos hermanos”, dijo el vicegobernador Marcelo Lima cuando presentó el libro que recopila los 10 cruces.
Que el General San Martín proyectara su ejército a la victoria, no fue pura casualidad. La genialidad del padre de la patria radica en estudiar de cabo a rabo la estrategia que pondría en práctica para liberar Chile con la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817. Semejante estrategia hizo que San Martín y su ejército obtuviera el triunfo aún cuando tenía la mitad de hombres que los españoles. Pero no lo hizo solo. Si bien fue en su cerebro donde se gestó todo el gran rompecabezas que significó la campaña de los Andes, siempre supo pedir colaboración. Es por eso que confió en arrieros y baqueanos que conocían la cordillera como la palma de su mano, según escribió Mendoza. Todas las columnas (6) que cruzaron la cordillera regularon su marcha por etapas que estuvieron determinadas por la existencia de agua.
Fuente: nota publicada en Diario de Cuyo el 8 de febrero de 2016)