Una nota de Juan Carlos Bataller, publicada en El Nuevo Diario, edición 2127 del 7 de diciembre de 2024. Ilustraciones: Miguel Camporro
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en la historia, todo lo da a entender, es una cuestión de matices. Sólo así se
explica que el general Mariano Acha tenga una de las calles principales de San
Juan y que muy pocos sepan quién fue el primer diputado nacional de la
provincia.
Acá
la historia.
Comencemos
por la elección de ese diputado. No hubo urnas ni voto popular. Argentina era
aún un proyecto y San Juan no existía como provincia independiente.
Pero
lo concreto es que el 9 de julio de 1.810 San Juan eligió su primer diputado
nacional.
Como
ocurría en todas las cosas trascendentes, el Cabildo –ubicado en lo que ahora
son las calles General Acha y Rivadavia- fue el marco para la elección. El 17
de junio de 1810 al conocerse en la provincia la noticia de los movimientos
producidos en Buenos Aires Plácido Fernández de Maradona. Alcalde de primer
voto, fue quien convocó a los vecinos a pronunciarse en favor de la Junta de
Gobierno encabezada por Cornelio Saavedra o del virrey Baltasar Hidalgo de
Cisneros.
Las
autoridades del momento y el vecindario se reunieron en asamblea para ese
efecto. Lo hicieron a las 8 de la mañana, “al primer toque de campana”. Los mandatarios
reales y capitulares ocuparon desde temprano los altos del Cabildo pero el
resto de la gente comenzó a entrar un poco más tarde.
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No
era fácil la elección. No había medios de información, San Juan era una aldea
alejada del mundo, corrían versiones diferentes a lo que acontecía en Buenos
Aires y el hombre medio sanjuanino estaba más enfocado en sus cosas que en la
vida política.
Lo
que se estaba decidiendo era nada más ni nada menos que si se iba a responder a
la Junta de Gobierno que necesitaba la incorporación del interior a la causa de
la emancipación.
Y
más de uno, en esta aldea alejada del mundo habrá pensado:
—¿Y quién nos asegura que la causa
revolucionaria triunfará?
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El
caso es que llegó el momento de votar, lo que se hizo a través de unas
papeletas en las que se colocó el voto del elegido.
La
mayoría la obtuvo José Ignacio Fernández de Maradona, hermano de Plácido, con
33 votos, seguido por José Ignacio de la Roza, con 24, Juan Manuel de Castro y
Carreño, con 17 y de Pedro del Carril, José Godoy y el fraile Manuel Flores con
un voto cada uno.
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Una
cosa era ser elegido y otra aceptar el cargo que caía como peludo de regalo por
sus implicancias. Conocido el resultado de la votación, don Fernández de
Maradona, que ya tenía 64 años, solicitó su relevo “por la escasez de sus
talentos y su debilidad” pero los asambleístas –que lo menos que deseaban es
que se plantearan debates- insistieron en su postura, le otorgaron los poderes
y convocaron a una nueva sesión para fijarle una dieta.
El día 10 se fijó la dieta en 3 mil
pesos anuales, a lo que se agregó el gasto de traslado (sería el viático
actual).
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Ahora
bien… ¿quién era este José Ignacio Fernández de Maradona que tan pocas
estatuas, homenajes, calles o plazas recuerdan en San Juan?
Digamos
que a mediados del siglo XVIII llegó a San Juan un gallego natural de San Pedro
de Arante, una población cercana a Lugo, llamado Francisco Fernández de
Maradona. A poco de llegar y hacerse una posición en el comercio, se casó con
Francisca Arias de Molina y Yofre, de una antigua estirpe local.
Dicen
los historiadores que el matrimonio fue muy prolífico y tuvo siete hijos: José
Ignacio, Joaquín, Francisco Plácido, José Clemente, Francisca Javiera y Ana
María, (que eran mellizas) y Juana, todos ellos bautizados en la iglesia de la
Merced de la ciudad de San Juan.
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El
primer diputado fue bautizado como Ignacio Joseph Hermenegildo había nacido en
San Juan el 10 de abril de 1752. Los historiadores dicen que fue “un jesuita,
político y funcionario rioplatense, miembro de la Junta Grande de gobierno de
las Provincias Unidas del Río de la Plata en representación del Cabildo de San
Juan, y que llegó a ser gobernador de su provincia”.
Dicen
que “Ingresó en la Compañía de Jesús, y fue afectado por la expulsión de éstos
en 1767. Como no había hecho los votos, fue embarcado a España, y luego de
varios años obtuvo permiso por parte de la Junta de Cádiz para regresar a su
ciudad natal de San Juan de la Frontera, que en esa época aún era parte de la
Capitanía General de Chile pero pronto se incorporaría al Virreinato del Río de
la Plata”.
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Los
historiadores agregan que “se dedicó al comercio y siempre estuvo vinculado a
la vida pública por su buena reputación en el vecindario de San Juan”
Lo
cierto es que fue un hombre muy comprometido con la causa nacional. En 1810
apoyó públicamente la Revolución, cuya autoridad hizo reconocer por el cabildo.
Buenos
Aires estaba muy lejos. El sanjuanino hizo el viaje en carreta junto a
Marcelino Poblet, diputado electo por San Luis, y se incorporó en diciembre de
ese año.
Como miembro de la Junta firmó varios
decretos, entre ellos la abolición de títulos de nobleza y la libertad del
indígena.
Se unió al partido dirigido por el presidente de la misma, Cornelio Saavedra y
apoyó la revolución de abril de 1811, que confirmó en el poder al grupo
saavedrista. Renunció en octubre a la Junta de Observación a que había quedado
reducida la Junta de Gobierno y se apuró a regresar a San Juan.
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De
vuelta en San Juan siguió actuando en política. En 1813 fue uno de los
principales instigadores del descontento popular que acabó con el gobierno del
primer teniente gobernador de San Juan, Saturnino Sarassa con quien sostuvo un
enfrentamiento público por su gestión en los años anteriores. Ocupó en varias
oportunidades cargos en el cabildo, desde donde apoyó la formación del Ejército
de los Andes, y donó gran parte de sus bienes.
Al
producirse la revolución del polémico Mariano Mendizábal en enero de 1820,
mantuvo el orden político en medio del caos, lo que le permitió apoyarse en el
segundo de Mendizábal, Francisco Solano del Corro, para recuperar el poder para
el cabildo. De Mendizábal, tras casarse con la hermana del gobernador Ignacio
de la Roza y dar la autonomía a San Juan, había robado el tesoro público y
huido de la provincia.
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Ante
eso la naciente provincia de San Juan cayó en el desconcierto. Y Fernández de
Maradona asumió con 68 años como gobernador de la provincia, viéndose obligado
a mantener en el mando militar a Del Corro, que se dedicó a causar conflictos y
enfrentamientos con la vecina provincia de Mendoza. Del Corro fue derrotado por
el general Francisco Fernández de la Cruz, y éste invadió la ciudad.
Casado
con Patricia Echegaray Cano fueron padre de otro futuro gobernador, Timoteo
Fernández Maradona, único caso en el que una persona fuera gobernador y obispo.
Aunque fue ascendido al rango de coronel de
milicias no tuvo actuación militar y falleció en San Juan a los 76 años.
Fuentes:
Horacio
Videla, Historia de San Juan;
Cutolo,
Vicente Nuevo diccionario biográfico argentino.
Zinny,
Antonio (1987). Historia de los gobernadores de las Provincias Argentinas.