
Un amigo médico me envió un mail. Después de leerlo
llegué a la conclusión de que el contenido era mucho más importante de lo que
parecía. El mail se titulaba “Mi tío Poncho”. Y decía:
“Mi tío Poncho se encontraba bien de salud, hasta que su mujer, tía Tita, a
instancias de su amiga Mary, le dijo: —Poncho, vas a cumplir 68 años, es
hora de que hagas una revisión médica—
— ¿Y para qué? si me siento muy bien—
—Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven—,
contestó mi tía. Por eso mi tío Poncho fue a consultar al médico.
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El médico, con buen criterio, le mandó hacer
exámenes y análisis de todo. A los quince días el doctor le dijo que estaba
bastante bien pero que había algunos valores en los estudios que había que
mejorar.
Entonces le recetó Atorvastatina Grageas para el
colesterol, Los artán para el corazón y la hipertensión, Metformina para
prevenir la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las defensas.
Norvastatina para la presión, Desloratadina para la alergia.
Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le
indicó Omeprazol y Diurético para los edemas.
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Mi tío Poncho fue a la farmacia y gastó una parte
importante de su jubilación. Al tiempo, como no lograba recordar si las
pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes ó después de las
cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al
terminar las comidas, volvió al médico… Este, luego de hacerle un pequeño
ajuste con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que
le agregó Alprazolal y Sucedal para dormir.
Mi tío, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios
en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba
momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla. Tan mala suerte tuvo
mi tío Poncho, que a los pocos días se resfrió y mi tía lo hizo acostar como
siempre pero esta vez, además del tilo, canela, limón con miel, llamó al
médico. Este le dijo que no era nada, pero le recetó Tabsín día
y noche y Sanigrip con Efedrina. Como le dio
taquicardia le agregó Atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de
1 gramo cada 12 horas por 10 días. Le salieron hongos y herpes y le
indicaron Fluconol con Zovirax.
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Para colmo, mi tío Poncho se puso a leer los
prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se enteró de las
contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones
adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas.
Lo que leía eran cosas terribles. No sólo podía morir, sino que además podía
tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia
renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones mentales y otro montón de
cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer
caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.
—Tranquilo, Don Poncho, no se excite—le dijo el médico, mientras le
hacía una nueva receta con Ravotril con un antidepresivo,
Sertralina de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones le dieron Diclofenac.
En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación, iba a la farmacia.
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Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el
médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.
Llegó un momento en que al pobre de mi tío Poncho las horas del día no le
alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las
cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los
remedios, se murió.
Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico. Aún hoy,
mi tía Tita afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si
no, “seguro que se hubiese muerto antes”.
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Terminé de leer el mail y entré en Internet.
Encontré noticias como ésta:
* El médico de Harvard Gifford Jones afirma que EE.UU. consume el 40% de todos
los medicamentos producidos en el mundo, sin embargo, ocupa el lugar número 42
en expectativa de vida. Y puso como ejemplo que la Aspirina y el Ibuprofeno que
se usan para la artritis, pueden al mismo tiempo causar destrucción de las articulaciones
al inhibir la formación de cartílago, resultando en más de 16.000 muertes
debido a hemorragia intestinal y más de 100.000 hospitalizaciones por efectos
secundarios cada año.
* Otra noticia: una nota señala que muchos médicos lamentan el amplio uso de
medicamentos para reducir el colesterol y mientras la guía de su uso se ha
hecho cada vez más y más amplia no se hace hincapié en sus posibles riesgos,
resultando en más ganancias para las corporaciones.
* En concreto; nadie está en contra de los medicamentos. La mayoría de las
veces nos curan. Pero cada día aumentan las demandas: una píldora que ayude a
dormir mejor, un analgésico que alivie migrañas crónicas, un anti inflamatorio
que calme el dolor muscular o un medicamento que aminore esos espantosos
ataques de colon en épocas de inventarios. El mercado ofrece una amplia
cantidad de remedios que pretenden mejorar la calidad de vida de las personas,
influyendo directamente en su sistema inmunológico.
*Conste que en esta oportunidad no hemos hablado de
las decenas de medicamentos que se
aconsejan a través de la televisión y curan desde las hemorroides hasta la
caída del cabello pasando por el acné juvenil y la sequedad vaginal.
* Tampoco los centenares de pseudo natuchantas que aconsejan a través de las redes sociales
como curar el cáncer en 10 días o aumentar la potencia sexual con un simple
coctel de zanahorias y menta tomados exactamente a las 7,23. de la mañana.
* A esta altura cabe una pregunta: ¿Por qué se nos deja tan solos frente al
gran negocio de los laboratorios? ¿Por qué no se escuchan voces – del Estado,
de los profesionales serios—alertándonos sobre riesgos y beneficios? Yo
no tengo respuestas.
Fuente: Publicado en El Nuevo Diario, edición
2167, del 25 de octubre de 2025