Este trabajo de investigación fue proporcionado por la profesora Isabel Gironés para Fundación Bataller
En la ciudad de San Juan, como en toda provincia del interior, la casa, levantada en el principio como resguardo de las personas y de los bienes, sufrió la evolución lógica da los tiempos convirtiéndose en un bien donde se reflejaba el progreso económico y la representación social, ya que a través de ella, interna y externamente, la familia mostraba su imagen.
El avance de la urbanización y la delimitación del ejido capitalino valorizaron los espacios, produciendo la parcelación de los cuartos de manzana fundacionales y dando vida a la "casa de frente", típica de finales del siglo XIX y principios del XX, que redistribuía los espacios interiores de la casa colonial incorporando la suntuosidad en la "parte pública" del hogar y mejorando la estética de la "parte privada".
El San Juan la década del treinta enfrentó la casa tradicional con la "casa moderna" o compacta. Esta ultima caracterizada por grandes innovaciones en materiales de construcción, redistribución del espacio, disminución y cambio de función del espacio público, nuevos conceptos sanitarios, incorporación de elementos tecnológicos en las tareas domésticas y valorización de los ambientes privados.
Este nuevo concepto, produjo resistencias y adhesiones, pero también adaptaciones y reciclajes arquitectónicos, de manera que coexistieron los estilos y las formas hasta enero de 1944.
Llamaremos así a la casa tradicional de San Juan, formateada desde la época colonial, compuesta por instalaciones dispuestas alrededor de dos o más patios, cada uno de los cuales albergaba funciones diferenciadas y específicas. Este tipo de casas era el producto de una creación colectiva, donde el sujeto constructor (generalmente un maestro mayor de obras) interpretaba las prácticas y acciones convencionales, establecidas según una forma particular de habitar requerido por la familia. La mayor o mejor calidad del ornato dependería de la capacidad de inversión del propietario. Las innovaciones de las casas de dos plantas, o "altos", no quitaron estas características.
El alza de los precios de los predios urbanos, dentro de las cuatro avenidas tradicionales, contribuyó al aprovechamiento del solar llevando al máximo el uso del espacio privado, casi sobre la línea de separación de la calle naciendo así la "casa de frente"; asentada sobre el borde de la calzada, sin jardines ni espacios anteriores. Localización que ocasionaría, posteriormente, el problema de la falta de terreno para la ampliación de las calles y construcción de veredas que hemos señalado en apartados anteriores.
A principios de la época de 1930 podemos señalar tres tipos de plantas subsistentes de la tradicional casa de patios:
a. La casona señorial de tres patios. Casa de la familia Bates
En esa casa del amplio frente sobre Calle Mendoza, con puerta de arco y cuatro ventanas (una en la ochava), con sus características molduras y relieves ornamentales abultados sobre las aperturas, funcionaron los juzgados del Poder Judicial, por falta de espacio en el edificio central.
La elección de esta unidad de vivienda se justificó porque en el expediente de compra localizamos el croquis de su planta, permitiéndonos dar una idea precisa y documentada de la distribución interna de una casa urbana de la década del treinta.
La casa perteneció a la los Bates, moldeada para albergar la familia ampliada y para más de una generación. Al igual que otros predios céntricos se transformó la vivienda original en multifuncional al adaptar el fondo o quinta, con salida a Calle Santa Fe, para la imprenta del periódico Debates, pero conservó su distribución original en el sector de vivienda.
Era esta una típica vivienda señorial, construida en 1919 por Juan Campbell, que fuera vendida al gobierno de la provincia por el señor Sergio W. Bates, por 114.825 pesos para sede de oficinas anexas a Tribunales.
La planta, con una superficie de 1.576 m2, realizada en escala 1:200, nos muestra la distribución interna de la casa, con frente principal sobre calle Mendoza de 24,80 metros, que se angostaba hacía el fondo hasta los 22 metros, teniendo el frente de calle Santa Fe 65, 35 m.
La distribución de la planta nos permitió marcar la jerarquización de los espacios de una vivienda de este tipo:
* Puerta principal o cancel
* Zaguán
* Accesos públicos desde el zaguán: sala, escritorio o comedor principal
* Patio principal semi-techado con galería perimetral, y centro a cielo abierto
* Dependencias privadas: estar familiar, dormitorios, comedor y sala de baño.
* Segundo patio con galería con acceso a comedor
* Cocina, despensa, dependencias y salida de servicio.
* Las vías de circulación entre ambientes y patios eran dobles, internas y externas, constituyendo un verdadero laberinto.
* Las ventanas estaban en función a la vista externa, la típica mirada hacia la calle "que informaba" sin necesidad de estar presente.
* El ala norte de la vivienda, con lindero, utilizaba como ventilación las típicas celosías encima de las puertas
* Fondo con servicios sanitarios de pozo séptico, dependencias de servicio y depósitos.
* Zona de quinta o jardín, en este caso por ser muy céntrico, con frente aprovechado para un establecimiento comercial.
b. La vivienda burguesa en solares menores
Cuando comenzaron ser escasos los lotes mayores, dentro de las cuatro avenidas de la ciudad, se inició el proceso de fraccionamiento de los terrenos, encareciéndose notablemente su precio. Como resultado de este proceso los lotes comenzaron a ser más estrechos en sus frentes, logrando una mayor rentabilidad por los terrenos baldíos.
Las construcciones a partir de la década del veinte, tendieron al aprovechamiento del solar y cambiando el orden de la planta y disminuyendo la superficies de las estancias.
Las trasformaciones enunciadas representadas en el siguiente croquis, donde además, se detallaban las funciones de cada ambiente, aportando detalles de medidas, pisos y cerramientos, que valorizaban el inmueble. Era el típico lote pequeño, en esquina, con la particularidad que el zaguán servía de acceso a las dependencias públicas y privadas del hogar. Por lo general en esta distribución el dormitorio, con acceso al zaguán lo ocupaba el matrimonio, simbolizando el control social hacia los hijos; o los abuelos, en el caso de familia ampliada, por la necesidad de recibir visitas en su aposento.
A diferencia de la planta anterior los ambientes públicos de la casa se encontraban sobre el ala derecha, con acceso al primer patio y al comedor.
El segundo patio, reservado al servicio de la casa, localizaba la cocina, la despensa, el lavadero, el cuarto de baño y el water-close, separados del fondo quinta donde aún se conservaba el "pesebre" o caballeriza junto al garaje del automóvil, con salida a la calle lateral.
La vivienda fue ofrecida al gobierno de la provincia en 1934, según lo autorizaba la ley para cancelar impuestos fiscales atrasados, reconociendo un crédito hipotecario equivalente al 60% del valor de la propiedad que quedaría a cargo del estado.
c. La casona de patios se divide
Para la década del treinta los casos de complejas divisiones sucesorias era cotidiano. La tradición de la casa familiar cedía ante el precio de solares ubicados en zonas que se habían transformado en comerciales. Solo a modo de ejemplo incluimos el esquema divisorio de la sucesión Blanco, localizada en Mitre y Sarmiento, esquina norte oeste (actualmente ocupado por el edificio de la Facultad de Filosofía Humanidades y Artes).
Esta gran casa de patios se encontraba doscientos cincuenta metros de la plaza principal. El predio tenía su frente sobre Calle Mitre (31 metros) y se extendía por 55,35 metros sobre calle Sarmiento, con una superficie de 1716, 85 metros cuadrados.
El solar familiar, la gran casa de patios, poseía valor comercial. Parte de la casa fue ofrecida en venta al gobierno de la provincia con destino a oficinas públicas. La presentaciónnos informa las características de la construcción, resaltando que era un "edificio moderno de material cocido, en excelente estado de conservación y en condiciones de ser ocupado de inmediato".
La operación no se realizó y la casa solariega fue dividida en cinco lotes compensando con superficie los sitios sin construcción de acuerdo al siguiente plano localizado en el expediente de la oferta.
d. Restauración de parcelamiento
Muchas veces los parcelamientos de las grandes casonas, eran reciclados para una nueva vivienda, aprovechando la estructura existente, tal el caso de la planta de la localizada en callo General Paz 81.
La particularidad era la inclusión de una segunda puerta cancel, luego del patio de mosaico "entoldado", que daba acceso a las dependencias de uso familiar. La incorporación de dos agregados, sobre lo que debió ser la galería del segundo patio, dejaba dos ambientes sin luz natural ni ventilación.
La inclusión del baño y w.c. al interior de la casa, así como la definición del área de servicio con su w.c. propio, el lavadero y un largo garaje de 12 metros, daba el toque de modernidad al inmueble.
ANÁLISIS FUNCIONAL DE LA CASA TRADICIONAL
De la observación de las plantas presentadas podemos inferir para la época que:
* La distribución de espacios de la casa tradicional no eran uniformes.
* Era definida la especialización de los mismos ("un espacio para cada actividad"). Puede decirse que no existían espacios de uso intercambiable o múltiple. La irrupción de una actividad "no prevista" en un espacio de uso definido, podía llegar hasta el conflicto por la ruptura de normas convencionales. Así por ejemplo nunca se recibiría a "parientes pobres en la sala"; los niños no podían entrar sin autorización cuando el padre atendía visitas en el escritorio, etc.
* El espacio de la vivienda, como la familia, era fuertemente jerarquizado, no todos los espacios eran para todo el mundo, a excepción de los padres, quienes tenían la potestad de penetrar hasta el mundo más privado de los hijos y del personal de servicio.
Los elementos esenciales que componían la casa tradicional, eran los siguientes:
a. Frente y Acceso
El frente, marcaba el límite entre la propiedad pública, la calle, y el espacio privado. Ya hemos explicado que en la ciudad prevalecían las casas sin espacios intermedios entre la calle y el hogar, las veredas y la línea de edificación no habían sido homogeneizadas, por lo tanto variaban según las cuadras y la voluntad de ampliar el espacio de vereda de los propietarios. Por lo general la casa familiar estructuraba su frente con puerta central y dos o más ventanas externas que respondían a la distribución interna y al ancho del predio, las mismas eran protegidas con hermosas rejas procurando combinar la seguridad y el adorno.
La nota final y el elemento diferenciador por excelencia, lo constituían las molduras, relieves, cornisas y antepechos, que desde fines del siglo XIX, daban el carácter distintivo, la jerarquía y el toque original a la casa. Todo era válido y dependía de la habilidad del constructor y la estética del propietario. El resultado era una original escenografía de la calle, donde cada frente se diferenciaba del otro en un discontinuo de molduras clásicas, al lado de gualdas de flores unas, de hojas otras; simulacros de columnas y capiteles de variadas formas ya redondeadas ya cuadradas, que conferían al conjunto de las calles una particular estética.
La puerta principal, constituía uno de los ornamentos principales generalmente era de dos hojas muy altas, profusamente talladas en maderas nobles, adornadas con manijas y cerraduras de bronce labrado y su correspondiente aldabón de llamado, que con el tiempo fue sustituido por el timbre eléctrico, pero perduró como ornato de la puerta principal. Su diseño jerarquizaba el frente convirtiéndose una impronta del estatus de la familia
El zaguán de entrada, espacio cubierto que significaba la transición entre la calle y la casa, generalmente remataba en una segunda puerta interior de vidrios con visillo, cristales biselados o vitrales multicolores, la cancel. Más que un elemento de seguridad, era un cerramiento visual, para delimitar el ámbito privado del hogar. Por él se accedían los espacios de sociales del hogar
b. Espacios sociales.
Los espacios sociales del hogar, generalmente ubicados a ambos costados del zaguán y con acceso desde el mismo, comprendían: la sala y el escritorio que conformaban los espacios "públicos" de la vivienda.
La sala: si quisiéramos definirla deberíamos decir que era el lugar más amplio y adornado de la casa no tenía otra función, dentro de la vida familiar, que recibir a visitantes distinguidos. En ella se acumulaba la prosapia familiar a través de muebles, retratos y cuadros artísticos, era la imagen de la familia ante "el otro", su dimensión y ornato marcaba las distancias sociales.
La existencia de este ambiente era distintiva de las clases acomodadas, la representación de la sociabilidad de la familia y el nexo que comunicaba al visitante un pasado digno y honorable que honraba a los actuales ocupantes.
El secreto de la sala era convertirla en un lugar ceremonial que diera a los "otros" la imagen económica y social de la pertenencia familiar, sin descuidar el concepto de confort para prolongar la tertulia y ejercitar los ritos sociales propios de una próspera familia oficiando de anfitriona con roles definidos.
En la sala la "señora de la casa" ponía a la vista, en mesitas, mesas de arrimo o vitrinas, los objetos más preciados, las "joyas de la casa", que de ultima eran las protagonistas de este ambiente de ceremonias. Es decir por este espacio se media el gusto, la distinción de sus habitantes y su prosapia.
La chimenea ricamente engalanada y el preciado piano debían tener presencia en toda sala de abolengo.
Los muebles de asiento eran una parte importante de la sala, allí se combinaban la tradición del mueble heredado, con los más diversos estilos ingleses y toda la colección de los luises" franceses imaginables.
El empavonado en metal repujado había escondido ya los techos de palos y cañas; las paredes habían reemplazado el encalado por tapiz de tela enmarcado o empapelado del ambiente; los cortinados damascados y de telas más sutiles reemplazaban a las pesadas y polvorientas panas y terciopelo.
La generalización del servicio de energía eléctrica domiciliaria, produjo el desplazamiento del complejo alumbrado de gasómetro domestico, requiriendo innovaciones en la limpieza y decoración. La intensidad de la luminosidad, que llegaba hasta los lugares que antes quedaban en penumbras, implicó reestructurar los espacios de la sala, introduciendo en la ella sofisticados artefactos: apliques eléctricos para valorizar cuadros y vitrinas; arañas centrales para iluminar el recinto; lámparas de mesa para valorizar los rincones; el ventilador de techo para refrescar los ambientes en el cálido verano sanjuanino, etc. La sala sufrió otra modificación vinculada con la generalización de los avances tecnológicos, la vieja gramola a manija, dejaba su lugar al "combinado", aparato receptor de radio y reproductor de discos, que sin desplazar al piano, constituiría el rincón de la música. Los lujosos y caros Crosley, RCA Víctor y Philips, ocuparon un espacio especial del ambiente dándole el toque de modernidad.
Indispensable complemento fue el mueble para guardar los albuns de música, patrimonio de la familia, especialmente valorados para la época. Los famosos discos de pasta, donde la versión de una ópera demandaban cambiar tres a cinco discos dobles, seriados por actos, eran guardados en forma de libros en lujosos portadiscos encuadernados en pasta o piel, donde solía grabarse el nombre del propietario.
La música clásica tuvo cultores apasionados en la provincia, la Casa Aguado, Casa Lara y Casa Postigo eran los principales proveedores de discos de la provincia, los más promocionados para la época: Bach, Beethoven, Brasms, Debussy, Cesar Frank, Mozart, Rimsky Korsakow, Schubert, srawinsky, Tchaicoswky y Wagner.
Los precios incluidos en las ilustraciones, pueden darnos una idea de la significación social del tocadiscos en la sala. Para dar algún parámetro: un metro de terreno en el centro comercial, (alrededores de una cuadra de la plaza principal) se valuaba en 60 pesos, un lote fuera de las cuatro avenidas no inferior a 500 metros cuadrados era vendido en 1.000 pesos, con alguna construcción humilde y quinta podía llegar a 1.300; 1.500 pesos, es de decir que prácticamente la radio-combinado equivalía a un inmueble.
El escritorio. Reino exclusivo del señor de la casa, era otro de los espacios sociales de la vivienda urbana de clase alta. En él no se ejercía profesión alguna, o solo eventualmente; era el lugar masculino por excelencia dentro del hogar. No carecía de rituales dado que constituía la representación social de la cabeza familiar.
Según nuestro relator podía tener un o más ambientes, Escritorio y antesala, donde la moda y el espacio disponible instalaría el billar o la "mesa de fumar", así llamada eufemísticamente una mesa generalmente redonda, cubierta por un tapete verde, que no era otra cosa que una mesa para juego.
En el escritorio se preservaban los papeles de importancia para la familia y se llevaba la administración de los bienes patrimoniales.
La antesala servía de ámbito natural para la tertulia exclusivamente masculina, allí se realizaban los negocios de bienes y producciones, pero también se conspiraba, se fijaban estrategias políticas o se lanzaban candidaturas para cargos públicos, se ponían ministros y se seleccionaban colaboradores para las intervenciones. No se excluía el "chisme" o el rumor social, ni el chiste picaresco que rozaba lo soez. Tampoco faltaban los licores ni el habano (media corona o corona), mejor si era cubano, el anfitrión mostraba su sociabilidad con ostentación y más aún si su ingreso al estatus era reciente.
El escritorio era exclusivo para el dueño de la casa, si se agregaba a la vivienda una familia anexa, fuere el hijo o el yerno, debía esperar la desaparición del padre para el usufructo total de este lugar de privilegio. Mientras no sucediera esto, podía compartir el ambiente, pero la regla de urbanidad le impedía disponer del mismo a su voluntad.
La decoración de este espacio difería mucho de la sala, si bien era coincidente en ornato en cuanto a paredes, cortinas, sillones y sillas, fotos de carácter familiar preferente la línea masculina y la infaltable alfombra; se agregaba el moblaje típico de un escritorio, más, una percha, un bargueño de copas y bebidas y una vitrina cerrada donde podían exhibirse, armas, trofeos deportivos, colecciones numismáticas, filatélicas o simplemente recuerdos exóticos de viajes.
Muy importante y de mayor estatus era la biblioteca, que contenía los libros acumulados por los antecesores y los propios. La falta de libros antiguos denotaba "N.R." (nuevo rico) o inmigrante, que si bien no tenía una connotación peyorativa, distinguía al "linaje criollo" del otro.
El escritorio constituía el ámbito de la autoridad paterna absoluta, nada más serio o trágico que llevar al hijo al escritorio para un consejo o una reprimenda. Era tan exclusivo que los hijos solteros, aún mayores de edad, a no ser que formaran parte de la administración patrimonial, podían entrar y salir pero ante la presencia de un tercero, solo permanecían si eran invitados a participar de la reunión.
c. Lugares semipúblicos: entre lo social y lo privado
El comedor. Era un lugar específico donde la familia se reunía diariamente para cumplir los rituales de la alimentación, el protagonista principal de este escenario era la mesa, con sus sitos perfectamente jerarquizados que se trasmitían de generación en generación, la cabecera principal ocupada por la autoridad paterna, la opuesta por la madre, en los costados los hijos y los invitados ocasionales, dispuestos jerárquicamente a partir de la derecha de la cabecera principal
Este espacio doméstico, altamente significativo en la vida cotidiana, por cuanto en torno a la mesa se reunía la familia como mínimo para el mediodía (almuerzo) y cena, sería cuidadosamente estructurado para ser un escenario donde se respirase la tranquilidad del hogar, en consecuencia apartado de las ventanas a la calle para proteger la intimidad y la tranquilidad que requería el gozo de una buena comida. El lugar más adecuado para su instalación era la divisoria entre patios, es decir el corazón de la casa, esto daba oportunidad a recibir invitados a través del primer patio, lugar semipúblico donde se conservaba el "decorado de del hogar" combinado con la naturaleza.
La época produjo un desarrollo del moblaje del comedor era notable la cantidad de propaganda de moblaje destinado a este servicio. La oferta a, través de anuncios, nos indica que existía una demanda potencial de "juegos de comedor, modernos y de estilo". Lo cierto que el moblaje sufrió una evolución profunda con la aparición de nuevos importadores y comerciantes locales que ofrecían la venta de muebles por catálogo. También se introdujo en el mercado local la producción serial del mueble familiar. Los buenos ebanistas siguieron fabricando, pero influidos por la moda y dando un toque artesanal a sus productos.
La característica principal del comedor de serie, fue la aparición de la mesa extensible, para diez comensales, en general la mesa disminuyó su dimensión. Nuevas prácticas de sociabilidad, habían impuesto la celebración de acontecimientos fuera de la casa: celebraciones, cenas y almuerzos en hoteles o restaurantes y servicios a domicilio, reservándose el uso del comedor para la familia o celebraciones con pocos invitados.
En muchos hogares, especialmente los de clases más pudientes, existían dos comedores, el familiar y el de recepciones, separando así lo intimo de lo social. Este último solo era usado por la familia en ocasiones especiales o en el almuerzo de los domingos.
No perdían valor los sólidos muebles españoles, ni los dorados luises, prevalecía también el estilo Chippendale, pero las tallas darían lugar al enchapado en cedro, caoba o raíz de nogal, o el encastre ornamental con diferentes maderas.
El patio social, llamamos así al primer patio de la casa, donde se prolongaba la escenografía de presentación del hogar, haciendo ingresar el sol y el aire y la lluvia al interior de la casa.
Hermosos patios donde la naturaleza se reproducía alrededor de la sociabilidad, generalmente perimetrado por una galería, totalmente o en uno o más costados, daba el toque de frescura a la parte principal de la casa combinando flores, y plantas de hoja, con infaltables enredaderas de glicinas, jazmines perfumados, hermosas Santa Ritas y hiedras.
Sabiamente equipado con muebles de mimbre o rústicos, este espacio invitaba al descanso reparador después de una calurosa jornada. Generalmente se encontraba comunicado con la sala, el escritorio y el comedor, ampliando el espacio social en las calurosas noches del verano sanjuanino.
d. Los espacios privados.
Constituido por los ambientes exclusivos para el estar y el descanso de la familia.
En las casas de tres patios de alto estatus económico, se distinguían tres categorías de dormitorio: la alcoba conyugal, el cuarto de los niños (estrictamente separados por sexo) y dormitorio de huéspedes. Un cuarto espacio privado lo constituía el cuarto de estar, típicamente femenino.
La alcoba conyugal: Considerado como el "templo de la generación y no de la voluptuosidad"3, conceptualización que seguía vigente en esta época, su apariencia sufrió modificaciones sustanciales. El espacio del reposo fue invadido por la modernidad, se desplazó la cama de bronce o el valioso mueble heredado, para ser reemplazado por “juegos de dormitorio” completos, con la importante novedad de introducir el ropero o guardarropa como el elemento más importante y suntuoso de la alcoba, era este el que daría la característica suntuaria al ambiente. El guardarropa, de hasta cinco cuerpos, desplazó al "cuarto de vestir", liberando un ambiente del área funcional tradicional, que posibilitaba en algunos casos, introducir el cuarto de baño y sanitarios en el área de descanso.
No era usual en los matrimonios jóvenes las alcobas separadas, pero las casas solariegas en su estructura tradicional, con ambientes comunicados por dentro y por fuera, tenían la factibilidad de adoptar este uso social practicado por sus antecesores.
Como puede apreciarse en los grabados, al promediar la década del treinta, el dormitorio conyugal era un conjunto imponente, de grandes dimensiones, que en el imaginario aún no había podido dejar de lado el dosel, reemplazándolo con un cortinado de fondo detrás del lecho nupcial. El alojamiento de este conjunto, para su lucimiento requería indudablemente un ambiente grande y espacioso y más aún al tener que introducir el guardarropa de tres o cuatro cuerpos, en el cual se alojaba el espejo de cuerpo entero (externo o interno) infaltable en una alcoba vestidor.
El dormitorio de los hijos, la casa grande preveía el dormitorio individual o colectivo, pero estrictamente separado por sexos.
Este ambiente tardará más en desalojar la resistente cama de bronce, lujosas cunas para la primera infancia, los lechos matrimoniales descartados y finalmente la cama individual para la adolescencia, era el ciclo que marcaba el lecho de los hijos. Recién a fines de 1934 vemos oferta de mercado de "dormitorios juveniles".
Las alcobas infantiles y juveniles, comenzaron a ser espacios alegres y coloridos con muebles específicos, adoptando colores claros en las paredes y cortinados coloridos de telas livianas.
El dormitorio de huéspedes. Era uno o más ambientes en las grandes casas, las distancias aún con el automóvil, la falta de caminos y puentes sobre el río hasta bien entrada la etapa del treinta, hacían de la habitación de huéspedes un ambiente indispensable.
La escasez de hoteles confortables y la tradicional hospitalidad del sanjuanino hicieron perdurar este espacio durante toda la época. Era para los anfitriones una forma de agasajar al pariente o al amigo que llegaba al hogar, frecuentemente este retribuía a la familia con su alojamiento en sus vacaciones y paseos campestres. De paso la familia y el visitante estrechaban vínculos y se ponían al día con sus historias o negocios.
Otro dormitorio para huéspedes menos distinguidos, se reservaba en el área de servicio, marcando la distancia social. Allí eran alojados los empleados o "parientes pobres", a ellos no se les negaba la hospitalidad proverbial pero se ponía de manifiesto la diferencia de estatus.
La alcoba de los abuelos.
Este espacio se encontraba en casi todas las casas de patio, infiriendo en consecuencia, que el concepto de familia ampliada de épocas anteriores tuvo plena vigencia hasta 1944. Los progenitores, sea por que habían dejado su casa o por que la habían cedido a uno de los hijos, seguían formando parte de los habitantes de la casa; podía ocurrir que conservaran sus aposentos, pero también que los cedieran a los nuevos matrimonios y acondicionaran otras dependencias a sus necesidades. Cuando se optaba por lo último, por lo general, las dependencias acondicionadas eran un o más ambientes, donde los mayores restauraban sus dormitorios (uno o dos según el espacio y preferencias de uso) agregando una antecámara o estar.
La sala de estar.
Muy diferente a la sala social, el "estar" era generalmente un ambiente amplio con vista al segundo patio, su localización estratégica permitía el control de las tareas y haceres del servicio de la casa. Lugar esencialmente femenino, donde permanecían las mujeres de la familia fundamentalmente en invierno. Lugar de labores femeninas, allí se repasaba la ropa, se tejía, se bordaba y se lidiaba con el aprendizaje de las responsabilidades domesticas con las hijas, madres y suegras.
También era el espacio de juego de los niños pequeños bajo supervisión de las mujeres y donde se compartía el mate o el té, sin protocolos, con visitas femeninas de mucha confianza
e. El segundo patio, constituía en realidad la fábrica de la casa, allí se realizaban las tareas fundamentales de la vida cotidiana. Generalmente menos cuidado que el primero, en su entorno se agrupaba la despensa, la cocina, los servicios sanitarios, lavadero, cuarto de planchar, dormitorio del personal de servicio, etc.
La cocina, fue posiblemente el ambiente que más modificaciones sufrió durante la época. La oscura y tiznada cocina tradicional, en la década del treinta, pasó a ser la zona más higiénica de la casa, fue rigurosamente cubierta por blancos azulejados; provista de vistosas chimeneas de obra o de chapa; la extensión urbana de agua corriente y el calefón para agua caliente, la convirtieron en un verdadero lugar para la preparación de alimentos y limpieza de utensilios y vajillas, dejando atrás el viejo y maloliente piletón de fregar alimentado por una bomba de agua, o el fregadero externo; alejando también de ella los depósitos de leña o carbón.
Las viejas hornallas de carbón y las cocinas "económicas" de leña quedaron como elementos decorativos, porque muchos se resistían al abandono de las bondades de su horno. Sin embargo las nuevas cocinas, de electricidad primero, de nafta luego y a gas de kerosén posteriormente, desterraron para siempre la cocina de hierro forjado y la hornalla revestida de baldosas o cerámicas.
La publicidad periodística4 nos permitió seguir no solo la evolución de la cocina en la época, sino también el "mensaje de liberación de la esclavitud" que significaba el adelanto técnico. Tomamos como ejemplo la propaganda repetidamente difundida en un periódico local de 1933 inserta en la siguiente página. Allí observamos tres planos de mensaje gráfico que nos pareció ilustrativo: En el primer plano, manos atadas con puños cerrados por impotencia ante la esclavitud de las horas del día que la mujer pasaba en la cocina. El segundo plano corresponde a la solución propuesta por la innovación tecnológica. El tercero y esfumado el símbolo de la liberación unido al disfrute del tiempo ganado. El texto refuerza el argumento del mensaje gráfico destinado, indudablemente, a la mujer de clase media alta.
Otro aviso publicitario vincula el adelanto técnico con el paradigma de la higiene y la limpieza, obligación indeclinable para quienes tenían como "obligación ineludible" preservar y acrecentar las garantías de una buena salud en la familia.
La década del treinta jerarquizó este espacio indispensable del hogar, sacándolo de las dependencias depreciadas de los servicios "sucios" del tercer patio, para convertir a la cocina en un ámbito familiar de uso semi social.
Nuevos sistemas de alumbrado, ventanas externas adornadas con alegres cortinados lavables, nuevos utensilios enlozados y de aluminio de fácil limpieza completaron el ambiente transformándolo completamente, tanto las casas tradicionales como en las casas "modernas" que directamente incorporaban el espacio como el corazón de la casa.
Evolución de la cocina en los anuncios periodísticos de San Juan
Otro elemento de particular significación fue el "frigorífico" (heladera eléctrica familiar) que hizo irrupción en el reino del ama de casa reemplazando la tradicional "heladera de hielo", aunque no totalmente, dado que hasta finales del periodo seguían la oferta las nuevas Meleras tradicionales, "con apariencia de heladeras modernas pero con menor precio y costo de mantenimiento".
Es de hacer notar que a principios del treinta la denominación de "heladera" se reservaba únicamente para lo que hoy serian conservadoras a base de hielo; mientras el término "frigorífico" era aplicado a los equipos con motor a - querosén o eléctricos capaces de producir hielo.
El seguimiento de la oferta a través de los periódicos de la época nos muestra como evolucionó la tecnología de conservación y enfriamiento de alimentos, así como las principales marcas competidoras en la plaza provincial, demostrándonos también la permanencia en el mercado de ambos sistemas de enfriamiento, ya que la lenta expansión de la red eléctrica, dejaba al margen de la tecnología las zonas suburbanas y rurales
Evolución de la "heladera" al "frigorífico"
Las "heladeras" ofrecidas en la plaza sanjuanina, desde principios de la década del treinta, iban desde la simple conservadora de hielo modelo hasta de dos puertas de cedro macizo lustrado "especial para familias numerosas o pensiones". En el cuadro de la página siguiente pueden apreciarse las características técnicas de las mismas: deposito de hielo superior, aislamiento de corcho en el gabinete, bandejas regulables en el contenedor, puerta sellada con burletes de goma, bisagras antióxido, cerradura a presión de seguridad y cajón receptor de agua forrado en chapa galvanizada. Todas en madera lustrada de roble, pino o cedro. Los precios, con financiación, oscilaban entre los catorce pesos a los ciento sesenta y ocho pesos, según las características de los modelos. Las casas vendedoras podían ser mueblerías, ferreterías o grandes bazares.
Nuevos modelos con gabinetes metálicos y esmaltados, sustituyeron a la madera, que sufría los deterioros propios de la humedad permanente. Los diseños eran cada vez más parecidos a los "frigoríficos familiares", colocando los depósitos de hielo en el frente Las marcas garantizaban la calidad de los materiales y la terminación, entre las más conocidas estaban "Esquimal", "Icebeg" y finalmente más difundida "Catita", cubrían la demanda.
La aparición de la heladera a kerosene en el mercado urbano no tuvo mayor aceptación, por cuanto el ruido del motor y olor producido por la combustión, saturaba el ambiente. No obstante su uso era difundido en las zonas que no tenían corriente eléctrica ni posibilidades de ser provistas de hielo.
El frigorífico familiar, finalmente encontró su localización definitiva, a pesar de su alto precio, en la cocina ya convertida en un espacio grato y confortable incorporado al ambiente familiar.
Las instalaciones sanitarias
El baño. Dentro del paradigma de salubridad de la época fue el espacio doméstico más conflictivo y el que mayores transformaciones sufrió desde fines del siglo XIX. Desde la década del veinte, y fundamentalmente en la época que hemos abordado en este estudio, el baño dejó de ser un tema privado e íntimo de los habitantes de la casa, para convertirse en un elemento de atención de las políticas de salud.
Los artículos y editoriales sobre la falta de instalaciones sanitarias en los domicilios fueron constantemente denunciadas durante toda la época de transformación urbana local. La casa tradicional o de tres patios que estamos tratando, había resuelto medianamente el problema de acuerdo a los usos de fines del siglo XDX, localizando su instalación en el ultimo patio de la casa, en calidad de espacio de privado, lejos de los social, representado pos los elementos "sucios" de la vida doméstica: cocina, leñera, lavadero, caballeriza, etc. todas dependencias necesarias pero embarazosas por sus desechos residuales.
La configuración de los elementos correspondientes lo que hoy denominamos comúnmente "baño", recién se precisaron en la década del treinta. Con anterioridad estaban separados: las instalaciones de higiene personal por una parte, que vemos reflejado en los planos como "cuarto de baño" integrado a la casa y, por otra parte, la instalación del "excusado", "letrina", "retrete" o "w.c" o Water cióse., externo y confinado al tercer patio.
El "cuarto de baño". Era el espacio reservado para la higiene personal donde la familia realizaba individualmente su baño periódico. Solía tener una dependencia específica entre dormitorios, dotándosele de la "tina", de madera o metálica, palanganas y jofainas que iban siendo desalojadas del dormitorio (no sin resistencia de los mayores). Las propagandas de comercio y la publicidad de la época nos ofrecen un surtido de artículos relacionados con el cuarto de baño, ya dotado de agua corriente.
La incorporación de la bañera de hierro fundido y esmaltado de "pie de león" fue una importante innovación, pero el desagüe implicaba un serio problema para los cuartos internos, muchos optaron por hacer desaguar la bañera en las acequias de riego como opción funcional y económica, hasta la instalación de las cloacas domiciliarias.
El problema de la dotación del agua caliente tuvo distintos momentos tecnológicos, desde los más sofisticados sistemas de calentamiento, tal como el servicio de "Hornalla Méndez", de doble aplicación: cocina y baño, patentada, que funcionaba a partir de la cocina económica de leña o carbón, consignando su promoción las siguientes especificaciones y diagramas:
"Produce agua caliente gratis, con esta hornalla usándola igual que las comunes se obtiene agua caliente para todo el servicio de cocina y baños sin aumentar en nada el consumo del combustible.
Algunos modelos de instalaciones efectuadas de hornallas Méndez Concesionarios Sociedad Tubos Manesman Ltda. Laprida 759 San Juan.
No creemos que haya tenido mucha aceptación la promoción realizada dado la complejidad, falta de estética y escasa tecnología de la propuesta, pero su aparición nos revela una demanda indiscutible de asociar la limpieza con el confort.
La respuesta más directa la dio la electricidad, solución rápida y económica para calentar el agua, pero la poca seguridad de los artefactos ante un ambiente mojado fue una valla difícil de vencer.
Pronto la demanda fue satisfecha por otros adelantos tecnológicos con menores riesgos: calefones de leña, a gas de kerosén y de carácter económico como el calefón de alcohol, cubrieron la oferta publicitaria. El problema de la instalación directa sobre la fuente o la instalación a distancia, trajo aparejado el inconveniente de la presión del agua, que sería solucionado mediante la instalación de tanques elevados.
Otra posibilidad, y tal vez la más difundida, fue la instalación del calefón de alcohol, aplicado directamente a la ducha, no requería mayores instalaciones ni presión de agua, el mayor inconveniente era que se apagara en medio del baño por haber agotado su combustible.
Es de hacer notar que algunas de las grandes casas, ya tenían incorporado la instalación de calderas centrales importadas y de costoso mantenimiento, sobre todo los "chalets" suburbanos construidos al lado de las bodegas a principios de siglo.
La letrina, excusado o retrete, la resistencia a incorporar este espacio al cuerpo de la casa, por asociarlo a lo sucio y contaminante, se venció durante la década del treinta por una simple razón de racionalidad y comodidad. La frecuencia de los viajes de distinguidas familias sanjuaninas a Europa y Estados Unidos les había hecho apreciar las ventajas de los sanitarios incorporados a los espacios íntimos y en nombre de "lo civilizado", en 1930, comenzó a incorporarse el sistema inglés de water-close, comúnmente denominado "vaterclo", al área de los dormitorios, generalmente separado del "cuarto de baño", sin desalojar totalmente la letrina que quedaba reservada para el personal de servicio.
Esto significó prácticamente la desaparición del "privado"5, lugar del dormitorio en que disimuladamente se instalaban las "sillas do noche", muebles lujosos cubiertos por un biombo o cortinado donde se satisfacían las necesidades corporales en un depósito con carbón o algún desinfectante químico, que eran retirados diariamente por el servicio doméstico para volcarlos en la letrina del fondo. Poco a poco fue desapareciendo también el uso de la "taza de noche", comúnmente conocida como bacinilla o infantilmente "pélela".
La jofaina y la palangana, el trípode y el toallero tardarían más en ser desalojados del dormitorio tradicional de las grandes casas, ya que su uso era considerado indispensable para la primera higiene personal de la mañana.
La configuración definitiva de los elementos que compondrían el equipamiento del baño moderno comenzó a aparecer en San Juan a principios de la década del treinta, vendiéndose primero por catálogos para luego hacerlo masivamente en las grandes ferreterías.
La preocupación de los gobernantes en la provincia de San Juan por la eliminación de los desechos biológicos fue constante durante toda la época Varias causas contribuían para buscar soluciones: La demora en la construcción de las cloacas urbanas que hasta después de 1944 no funcionaron; la subdivisión excesiva del ejido urbano tradicional de la capital y la multiplicación de las letrinas en las zonas de concentración de familias sin medios para realizar obras sépticas; la presencia de conventillos dentro de la ciudad y en las zonas aledañas la mayoría sin pozo negro; la tendencia a no realizar instalaciones costosas esperando la prometida habilitación de la red cloacal. Todas eran razones preocupantes para los gobernantes, ya que constituían focos infecciosos incompatibles con las características de una ciudad moderna a la que se aspiraba, y que constituían condiciones para asegurar la salud general de la población de la capital sanjuanina.
Luego de la pavimentación de la ciudad, muchas casas refaccionaron sus fachadas y realizaron refacciones interiores, incorporando integrados el baño y los servicios sanitarios a las dependencias privadas. Estos espacios por lo general separados por un tabique de mampostería eran mucho más grandes que los actuales, pues se trataba de adaptaciones de estancias que con anterioridad habían tenido otras funciones, pero la comodidad demostrada en las casas compactas que habían integrado estos servicios, derribaron las barreras y los mitos de insalubridad.
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