Empezó muy joven su carrera militar, que estuvo apoyada en dos hitos: pelear primero contra los aborígenes y después contra las tropas federales, en pos de imponer el sistema que propulsaban, entre otros, Sarmiento
La espada fue para el general Mariano Acha lo mismo que la pluma para Sarmiento. El proyecto de Nación, traducido primero en las campañas de la "Conquista del desierto" y luego en la idea de civilización del maestro sanjuanino (y toda la Generación del '80), tuvo en Acha un guerrero incondicional. El aporte de este militar es bien conocido en las luchas para conquistarles territorio a los aborígenes y después, en el ejército unitario, para construir la república. Fue en estas últimas peleas cuando Acha llegó a San Juan, comandando las tropas que se enfrentarían a las fuerzas federales de Nazario Benavides. El escenario, la batalla de Angaco. El resultado, una victoria que duró poco, un llamado urgente a elecciones y, días después, su ejecución y muerte en Mendoza.
El general Donato Alvarez, un militar que conoció a Acha en sus últimos momentos de vida, lo describió como "un hombre de regular estatura, de nariz aguileña, barba entera, pelo castaño con pocas canas, vestido medio de militar y medio de paisano, buenos ojos, poblada la cabeza de abundante pelo". Acha nació en 1801 en Buenos Aires y, siendo adolescente, ingresó al ejército. A los 17 años fue nombrado alférez en el Regimiento de Dragones, por su destacada labor en las peleas contra los nativos, en las primeras décadas del siglo XIX. Siguió ascendiendo en su rango a medida que ganaba batallas en la conquista del desierto. Hasta que, en 1828, los enfrentamientos nacientes entre unitarios y federales lo tuvieron enrolado en el primer bando.
Otra vez, con otro enemigo, la espada. El general Mariano Acha ya tenía un gran renombre en el ejército y era un hombre de confianza del poder político. Pero cuando las tropas federales empezaron a imponerse (y los jefes unitarios eran ejecutados uno a uno), Acha se exilió en Bolivia durante más de una década. Volvió al país en 1840 y siguió peleando. No sabía aún que en esos enfrentamientos lo esperaba uno clave, en San Juan, que sería el último.
El 16 de agosto de 1841, Acha y sus tropas unitarias de 500 hombres derrotaron a los 2.300 soldados federales conducidos por Benavides, en la histórica batalla de Angaco. Acha tomó entonces el gobierno sanjuanino y llamó a elecciones, fiel a los principios que defendía. Pero no tuvo efecto: dos días después de la batalla, Benavides y los suyos contraatacaron en La Chacarilla, en Trinidad, y vencieron a los de Acha. El general, entonces, fue conducido como prisionero rumbo a Buenos Aires. Pero en Desaguadero, Mendoza, sus captores lo ejecutaron a tiros, le cortaron la cabeza y la clavaron en un palo de 10 metros de alto. Acha, aún con su vastísima experiencia, tenía sólo 40 años en ese momento.
El debate
Acha había sido enviado a San Juan para completar la intervención política. Vencedor en la batalla de Angaco, tomó el poder y llamó a elecciones. Su faceta de "invasor" y la de "demócrata" generaron un debate el año pasado, cuando se propuso cambiarle el nombre a la calle General Acha, idea que fue desestimada.
Fuente: Diario de Cuyo. 13 de junio de 2007