Fue el primer teniente gobernador de San Juan, pero tuvo una breve gestión. Dedicó gran parte de su vida a defender la patria. Escudero de Manuel Belgrano en la cruzada por Paraguay, murió pobre y en el olvido. Años después se lo reivindicó.
Sus logros más reconocidos fueron de la mano de la vida militar y en representación de la recordada Legión de Patricios, que ofreció resistencia a las invasiones inglesas y al mando español. A tal punto, que su profundo civismo y la brillante actuación en el frente de batalla lo llevaron a ser designado como el primer teniente gobernador de San Juan de la Frontera.
Saturnino Sarassa nació en Buenos Aires en 1760 y a los 46 años decidió abandonar su vida de comerciante para tomar las armas. Al poco de alistarse participó en la defensa del Convento de Santo Domingo y la valentía de su batallón le valió ser ascendido al grado de capitán. En la guerra de Paraguay fue un leal escudero del general Manuel Belgrano y no pudo evitar caer preso.
Su condición de hombre de la revolución y de principios cívicos lo llevaron a participar de la asamblea de 1810 que votó por el cese del mando del Virrey Cisneros y el 25 de mayo firmó la petición para que se designara una junta de gobierno integrada por compatriotas.
Las crónicas que hablan de su vida lo ponen en un particular juego de ortografía. En algunos relatos lo llaman Saturnino Saraza y en otros tantos lo mencionan como se lo conoce en estos días: Saturnino Sarassa. Este último es el nombre que lleva, además de la calle trinitense, una escuela en Rawson.
En la historia de San Juan ingresó en 1812 y es recordado por su corto y conflictivo paso como teniente gobernador, producto de la convulsionada vida social de la provincia. Los vecinos localistas le endilgaban ser tolerante y dar oportunidad a los españoles prófugos y refugiados en San Juan para que tomaran nuevamente las armas. Su honorable persona no pudo resistir esas imputaciones y hasta ofreció ser ejecutado de un balazo si se comprobaba que con su gestión había sido infiel a la soberanía de la república.
Sus detractores hicieron oído sordo y lo derrocaron. Perseguido y amenazado de muerte, se tuvo que refugiar en Mendoza y allí se llevó a cabo un juicio que determinó su inocencia y que lo repuso en el cargo. No obstante, su continuidad fue casi efímera, porque a principios de 1814 renunció.
Al frente de San Juan, Sarassa estampó su sello militar. Creó una compañía de infantería y mejoró el regimiento. Pero, además, fundó una administración de rentas y bajo su gobierno se reglamentó la explotación de minerales en Guachi y Gualilán.
Sus últimos años fueron los más tristes. Con una pensión de sólo 40 pesos con 40 reales por integrar el cuerpo de "inválidos" del ejército, falleció en el olvido en Buenos Aires cuando tenía 75 años. Recién a los 63 años de su muerte, fue reconocido como benemérito patricio en estas tierras con una placa de mármol que se colocó en Casa de Gobierno.
Homenaje póstumo
El cadáver de Saturnino Sarassa está sepultado en el conocido cementerio de la Recoleta, en plena Capital Federal. La placa de mármol que lo recuerda y reivindica su trayectoria en la Casa de Gobierno de San Juan -tiene una leyenda alusiva a su persona con letras doradas- fue donada en 1898 por el entonces director del Museo Histórico Nacional, Adolfo Carranza.
Fuente: Diario de Cuyo. 13 de Junio de 2007