Acá se llama Laurel de Flor u Oleandro. En España la llaman Adelfa. Es una planta muy común en Andalucía que está en los caminos y los campos y que se cultiva en los jardines; tiene flores grandes y llamativas, de color blanco, rojo o rosado. Dicen que olerías hincha la nariz y que su sombra es mala. Pero, es una planta muy hermosa y, como las mujeres hermosas, no está hecha para olería y gozar su sombra, la Adelfa, como la mujer hermosa, está hecha para mirarla y quererla... y otras sutilezas, viejas como el mundo, que no vienen al caso.
Malos vientos soplan en Argentina. Desde hace tiempo las cosas no andan bien. Las cuentas no cierran y los deberes no salen. Se vive con la angustia del desarraigo. Como si fuéramos proscriptos de nuestra propia tierra. La Argentina que habíamos soñado es nada más que eso: un sueño. Peor: una pesadilla y lo trágico del caso es que nos estamos muriendo de hambre dentro de una panadería. Que alguien venga y me lo explique, yo ya no entiendo nada ¿Qué hemos hecho para merecer este castigo? ¿Qué fue de aquel sueño de la infancia y la juventud? ¿Qué de aquellos trigales, las pampas del maíz y e| alfa y el puro animal y el majestuoso vuelo del pájaro? ¿Qué han hecho con el sueño de nuestros abuelos y nuestros padres? ¿Quién dará cuenta a Dios y explicará ante los huesos queridos lo absurdo de nuestro fracaso? Nada de todo ésto mé explico; mi viejo corazón tiene ganas de llorar y mis hijos y mis nietos, que navegan en mi sangre me lo impiden. Pero, el corazón del hombre tiene un límite: el cansancio. El cansancio, que es la jubilación de Dios. Después viene la muerte, pero de eso nos va a sobrar tiempo para hablar. La eternidad es una larga conversación de las sombras en la búsqueda de la luz.
Yo planté una Adelfa en el patio de mi casa. La planté un cna en que unos hijos y unos nietos se me fueron para España.' ¡Sí, se me fueron para España, porque acá, donde están los huesos de los abuelos y la angustia de los padres ya no se podía vivir! ¡Y ahora me da en los cojones preguntar: ¿quién echó mis semillas de mi tie-rra? ¿Por qué otro suelo, otras aguas y otro sol? ¿Y qué hace uno con esta tierra abonada con el amor y la esperanza, donde debían crecer y florecer los nietos? ¿Qué hago con estas sementeras, se las doy a los yuyos... al palán palán? ¿A quién pregunto para que me dé cuenta? Tal vez los abuelos de los abuelos, los que quedaron en España cuando sus nietos vinieron para Argentina puedan dar cuenta. Ellos en su tiempo vivieron nuestras angustias y nuestros dolores.
La Adelfa que planté la riego con asiduidad y esmero yconChachy, mi mujer, nos miramos en ella. Esta es de flores rosadas y desde la base parten cuatro troncos, igual que mis nietos y los hemos bautizado Meli, Luchy, Luisito y Emilce, igual que mis nietos. Y por la planta sabemos cómo ellos están en España. Y sabemos cómo sufren y cómo crecen.
Ahora estamos, con Chachy, esperando que florezca (sabe-mos que acá no es tiempo de florecer, pero, también sabemos que en España es la primavera y que sí es tiempo de florecer) y, como mis nietos están allá florecen con la prinoavera y como la Adelfa, que está acá y esta Adelfa son mis nietos, es lógico que florezca ahora. Tal vez todo esto no parezca muy claro, salvo, claro está, que se tenga una Adelfa en San Juan y unos nietos en España.., y entonces la cosa empieza a entenderse. Claro que si usted quiere entenderla con el entedimiento no va a entender nada, en cambio si deja que entienda el corazón le resultará todo clarito... y lindo.
Y así con mi mujer tomamos mate y miramos la planta y conversamos con los nietos y algunos dirán: ¡estos locos! pero, yo les digo: el que tenga nietos en (España plante una Adelfa y verá cómo los tendrá al lado. Claro que a esa Adelfa hay que regarla mucho y mirarla y quererla. Y entonces ocurrirá como un milagro, como si las raíces de la Adelfa empezarán a crecer y crecer y crecer hasta llegar a España y allá, en España (precisamente en Vélez, Málaga) esas mismas raíces echan otra planta y ¡ya está! se produce como un teléfono del alma y usted puede hablar con los hijos y con los nietos como si nada hubiera pasado y hasta puede darse el lujo de llamar y decir: ¡Hola ¿Vélez, Málaga? ¡déme con el alcalde! ¿sí, con el alcalde? Acá de Argentina, le hablo para recomendarle que cuide de mis nietos, mientras, nosotros acá, cuidaremos de sus abuelosl | Y ya está, y no hemos echado ninguna ficha ni pagado ningún pulso! ¡Cosas del corazón! Y de unos nietos y una Adelfa.