Salvador López Peláez fue un destacado bodeguero y uno de los pioneros de la actividad vitivinícola en la provincia. Uno de sus hijos se casó con la hija de un compatriota, Manuel Aragón. De esa rama descienden destacados profesionales que hoy trabajan en la provincia, entre ellos los que fundaron el reconocido colegio San Pablo.
Todo comenzó con un andaluz
A fines del siglo XIX, cuando recién comenzaba la expansión del ferrocarril en San Juan, y gran parte de las tierras esperaban ser cultivadas, llegó desde Málaga, España, Salvador López Peláez. Acompañado por su mujer, Dolores Mansilla y su hijo Salvador, con escasos recursos, se instaló acá con el anhelo de construir el porvenir de su familia. Después de estar bien instalado trajo a sus padres y hermanos, que habían quedado en Europa.
Durante los primeros años, el inmigrante se dedicó a la comercialización. Compraba vino que llevaba hasta Jáchal y después adquiría otros productos para venderlos en la ciudad. Se instaló en Alto de Sierra y desde allí comenzó a erigir un gran emprendimiento vitivinícola, convirtiéndose en uno de los bodegueros más importantes y uno de los pioneros de esa actividad.
A principios del siglo XX, Salvador contaba con una importante cantidad de hectáreas y cinco bodegas, de las cuales las más conocidas fueron: la de calle Alem y Cereceto y la de Avenida Libertador, que después fue Duc de Saint Remy. Los establecimientos de elaboración se caracterizaban por la producción de mistela, manzanilla, jerez, moscato y vendía sus vinos con la marca “La unión latina”.
Los hijos de Salvador
Salvador y Dolores tuvieron otros nueve hijos, de los cuales uno falleció siendo pequeño. Aparte del mayor, Salvador, fueron padres de otros cuatro hombres: Ricardo, Rogelio, Guillermo y Enrique y cuatro mujeres: Blanca, Mercedes, Margarita y María Julia.
Salvador hijo fue uno de los primeros en integrarse al trabajo en las bodegas. Ricardo fue médico cirujano y, aunque falleció siendo joven, llegó a ser un destacado profesional, fue director del Hospital Rawson. Por otra parte, Rogelio y Guillermo fueron enólogos y trabajaron en las bodegas y Enrique, que fue ingeniero agrónomo, se dedicó a las fincas de su padre.
Un inesperado reencuentro
A mediados de los años 20, Salvador viajó a Mendoza y allá encontró a un amigo de su pueblo, Manuel Aragón. Desconocía que el hombre había dejado España junto a su esposa, Pilar Andreu, para radicarse en la provincia vecina. Manuel llegó con algún capital y en Argentina se dedicó al comercio. Acá el matrimonio Aragón Andreu tuvo cinco hijos: Josefa, María Eugenia, Carolina, Manuel y Pilar.
En el reencuentro acordaron volver a reunirse junto a sus esposas e hijos. La reunión se concretó y así se conocieron Rogelio López y Carolina Aragón. Ellos serían los que, años más tarde, formarían la familia con la que continúa este relato.
La crisis del 30 y el cantonismo
El crecimiento que Salvador sostuvo durante años sufrió un duro golpe en 1930, con la depresión económica. Tuvo que vender casi todas sus bodegas y se quedó sólo con la de calle Alem. Cuando aún quedaban vestigios de esa crisis, Federico Cantoni se convirtió en el gobernador de la provincia y comenzó un tiempo complicado para quienes no respondían a sus presiones. Ese fue el caso del español, que disidía con el gobierno y tuvo que irse a Buenos Aires. Primero se fue solo, luego se fueron Dolores y su hijo Salvador. Allá él se ocupaba de fraccionar y vender el vino a granel que le enviaban desde su bodega.
En San Juan, su hijo Rogelio quedó a cargo de la planta elaboradora. En esa época él tenía 25 años y ya estaba de novio con Carolina. Tiempo después, se le sumaron sus hermanos menores Guillermo y Enrique.
Los López Aragón
Rogelio y Carolina se casaron en 1936 y tuvieron a: Rogelio, Ricardo, Roberto y Rodolfo. Ellos crecieron en la casa ubicada en el predio de la bodega de calle Alem. Sus tardes pasaban entre los deberes de la escuela y juegos en la zona de la fábrica. Armaban autos con las tapas de madera de los toneles y en el tiempo de cosecha les encantaba viajar en el camión que partía hacia las fincas en busca de la uva.
Aunque desde pequeños vivieron el intenso movimiento de la bodega, su padre los motivó a que siguieran otras actividades. El predio que López Peláez levantó en Alem funcionó hasta principios del siglo XX, siendo su último administrador Guillermo López. Rogelio falleció en 1998, su esposa en el año 2000 y de sus hijos:
» Rogelio es contador y padre de: Rogelio López, médico cirujano, vive en Córdoba; Fernanda López, vive en Mendoza; Jerónimo López, contador.
» Ricardo, fallecido, fue abogado. Él tuvo tres hijos: Ricardo López, abogado; Gustavo López, ingeniero y vive en Buenos Aires; Juan Carlos López, odontólogo.
» Roberto es contador y padre de: Fernando López, contador; Facundo López, contador; Celina López, escribana y Jimena López, psicóloga.
» Rodolfo es abogado y padre de: Rodolfo López y Federico López, ambos abogados y de Agustín López, contador.
Los creadores del San Pablo
Roberto López Aragón se casó con Catalina González. Aunque no se conocían, logró que lo invitaran al cumpleaños de quince de la joven y ahí la vio por primera vez. Ella tenía una gran vocación por la docencia. Fue maestra y, ya a los dieciséis años, daba clases de declamación en su casa. Cuando nacieron sus hijos pasó un tiempo alejada de las aulas pero aprovechó para seguir formándose, estudió psicopedagogía y psicología. A medida que recorría ese camino, alimentada siempre por su pasión por la enseñanza, comenzó a crecer el deseo de fundar una escuela.
Aunque para su esposo Roberto ese anhelo parecía casi una locura, las cosas se fueron dando para que se volviera realidad. En 1990, con cuatro aulas, dedicadas a jardín de infantes, comenzó la actividad del Colegio San Pablo. Caty, como todos la llamaban cariñosamente, falleció en 2009 pero hasta la actualidad sus ideas fundadoras son las que conservan el espíritu de ese establecimiento educativo.