Carlos Guimaraes Fontanilla, junto a su mujer Eugenia Semerena, llegó a la provincia desde Santa Fe para administrar la bodega La Germania. Hijo del brasileño Saturnino, Carlos fue el padre de reconocidos profesionales: el político Carlos Enrique Guimaraes, el médico Arturo y el abogado Alberto.
De Curitiba a Santa Fe
La ciudad de Guimarães, en Portugal, es considerada la cuna de ese país, allí nació el primer rey portugués: Alfonso Enriquez (Alfonso I). Por eso, el apellido Guimaraes es muy común ahí y en Brasil. La familia Guimaraes que vive en San Juan tiene sus orígenes en el país latinoamericano, en el estado de Paraná. Allí, en la ciudad de Curitiba, nació Saturnino da Costa Guimaraes, quien -como resulta usual en Brasil- llevaba primero el apellido de su madre y luego el de su padre.
Saturnino se radicó en Argentina y formó familia en la ciudad de Rosario. Allí contrajo matrimonio con Rufina Fontanilla y tuvieron nueve hijos: María, Emilia, Amalia, Ricardo, Carlos Juan, Elena Paula, Federico Pablo, Lucio y Saturnino. Fue el quinto, Carlos Juan, el que se radicó en San Juan. Al nacer en Argentina, el primer apellido de los hijos de Saturnino, fue Guimaraes.
El inicio en La Germania
Antes de mudarse, Carlos se casó con Eugenia Semerena Darritchon, una inmigrante vasco francesa, oriunda de Hasparren, Francia. Carlos llegó junto a Eugenia a la provincia para trabajar en la bodega La Germania, que fue de la familia alemana Wiedenbrug. Carlos no era enólogo, aparentemente lo contrataron porque tenía experiencia como administrador de empresas.
El joven matrimonio se instaló en una casa ubicada en el establecimiento de La Germania y allí nacieron sus cinco hijos. El primero, Carlos Enrique, nació en 1904 y luego llegaron: Arturo Rufino, Eugenia, Alberto Emilio y Zulema Amalia. Después de trabajar un tiempo en la bodega, Carlos estuvo en la gerencia del Banco ítalo Argentino, esa institución fue fundada, entre otros, por varios importantes bodegueros: Pedro Gattoni, Bartolomé del Bono y Juan Graffigna, entre otros.
Tres destacados hermanos
Carlos Guimaraes falleció siendo muy joven, en 1935. A pesar de eso, lo que logró construir le permitió formar y educar a sus hijos, e incluso hacerlo fuera de San Juan. El mayor, Carlos Enrique, se dedicó a la política. Comenzó militando en el partido demócrata progresista, participó en la revuelta contra Federico Cantoni y cuando surgió el peronismo se unió a esa fuerza política. Fue muy cercano al ex gobernador Ruperto Godoy, fue jefe de la Policía de San Juan durante su gobernación, además fue intendente de la Capital y diputado provincial, llegó a ser presidente de la Cámara de Diputados.
Arturo Rufino estudió medicina en Córdoba, luego vivió en Santa Fe y, cuando su padre enfermó, regresó. Fue médico obstetra y ginecólogo, uno de los más reconocidos de la provincia, y fue quien recibió a muchos de los bebés sanjuaninos que nacieron entre 1935 y hasta los setenta. Trabajó en el Hospital Rawson y junto a otros médicos: Ramón Peñafort, Juan Torcivia, Manuel Vera Correa, fue el fundador del Sanatorio Vasallo en los cincuenta. Ocuparon el edificio que antes fue de la familia Barassi, que hoy pertenece a la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes y luego construyeron el edificio del sanatorio Rawson, que hoy ocupa el CYMIN. Si bien no militaba en política, Arturo era muy cercano al médico y ex gobernador radical Américo García. Aparte de ejercer la medicina, fue director del Banco San Juan.
Alberto Emilio estudió abogacía en Santa Fe y luego en La Plata, donde se recibió. Él fue uno de los tres jueces del crimen que tuvo la provincia, junto a Caballero Vidal y Yornet. En 1958, durante el gobierno de Américo García, fue designado procurador general de la provincia, cargo que en la actualidad se asemeja al de fiscal de la corte. Ocupó esa función hasta 1976, cuando fue desplazado por la dictadura militar.
La vida en familia
Después de vivir en La Germania, los Guimaraes Semerena se instalaron en el centro, primero en calle Laprida entre Salta y Santiago del Estero, y luego sobre Catamarca. Algunos de los hermanos se casaron con hijos de familias vecinas, entre ellos los Castro y los Soliverez. Por eso, durante mucho tiempo la familia, padres, hijos y nietos, vivieron en esa zona.
Los domingos se reunían en casa de “la nona Eugenia”, así la llamaban sus nietos, aunque no tuvieran raíces italianas. Ese día la nona tenía preparadas empanadas y la comida principal era casi siempre la misma: cazuela de pollo con arroz blanco. El postre eran masitas de la confitería El Molino o El Águila y merenguitos. Eran reuniones que se prolongaban hasta tarde y nunca faltaban las discusiones sobre política, sobre todo entre el mayor de los tíos, Carlos, y el médico, Arturo. La nona pudo disfrutar de sus nietos durante un buen tiempo, falleció con más de ochenta años, en 1961. En esa casa, reciclada, vive hoy con su familia Inés Díaz Guimaraes, nieta de Carlos Enrique Guimaraes.
Ø Carlos Enrique se casó con Juana Cabrera, oriunda de La Plata. Tuvieron a: Carlos Eduardo, trabajó en el Juzgado Federal y administró empresas; Néstor Juan, fallecido, se dedicó a la política como su padre, en el gobierno de Eloy Camus fue secretario de Producción, Industria y Comercio; María Inés, ha sido docente y Estela, falleció siendo pequeña.
Ø Arturo Rufino, no tuvo hijos.
Ø Eugenia contrajo matrimonio con Horacio Castro, productor vitivinícola albardonero. Tuvieron a: Carlos Horacio, productor y comerciante; María Eugenia, fallecida; Nidia, vive en Estados Unidos desde hace treinta años; Arturo, fallecido, fue productor e intendente de Albardón y Ana María, fallecida, fue docente y se radicó en Mendoza.
Ø Alberto Emilio se casó con María Adriana Soliverez, reconocida docente y directora de la Escuela Rivadavia. Ellos tuvieron cuatro hijos, todos ejercieron la docencia aparte de su profesión: Alberto Eugenio, ingeniero químico; Osvaldo Javier, abogado; Ricardo Emilio, ingeniero químico y Adriana, profesora y propietaria del Colegio Inglés.
Ø Zulema Amalia se casó con Eduardo Yanzón, productor agropecuario. Ellos fueron padres de: Carlos Eduardo, productor agropecuario, vive en Córdoba, Beatriz Elena, fallecida, administraba las finas de su padre, y Marta, docente, también se ocupó de los campos que tenía su padre.