El español Diego de Huertos llegó a la provincia cuando fue nombrado jefe de distrito de Vías y Obras del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. Aparte de trabajar en el ferrocarril fue pintor y un propulsor del arte y la cultura en la provincia. Entre sus descendientes hay reconocidos profesionales, sobre todo odontólogos. Nota publicada en El Nuevo Diario, edición 1701 del 4 de diciembre de 2015
Entre Huelva, Gibraltar y Buenos Aires
Diego Ramón de Huertos acababa de terminar el secundario cuando llegó a Argentina. Era 1905 y él tenía unos 17 años. Había perdido a su madre siendo chico, así que viajó junto a su padre, Francisco, la esposa y el suegro de él. Detrás quedó su hermana Teresa, en Europa. Detrás quedó su tierra natal, la ciudad andaluza de Huelva y Gibraltar, el lugar donde hizo sus estudios. Vivía en la península inglesa durante la semana, su padre lo llevaba hasta allá y luego lo buscaba. La familia tenía una buena posición económica y, desde chico, Diego supo dominar el inglés, una habilidad que no le sería vana para su futuro trabajo.
No se sabe bien por qué los De Huertos dejaron Huelva. Eran republicanos, pero en la época en la que viajaron todavía no se desataba la guerra civil española, y no tenían problemas económicos. En Argentina, la familia se instaló en Buenos Aires y Diego comenzó a estudiar a distancia para ser ingeniero ferroviario en una universidad de España. Fue una profesión que abrazó con gran vocación y esfuerzo. Y mientras hacía su carrera, también comenzó a crecer en lo que fue su otra gran pasión: la pintura. En Buenos Aires fue alumno de los reconocidos artistas argentinos: Pío Collivadino y Ernesto de la Cárcova.
Un amor a la francesa
Ingresó a la empresa británica de ferrocarriles Buenos Aires al Pacífico y comenzaron a trasladarlo. Estuvo algunos años en el sur de Mendoza, trabajando en el tendido y construcción de puentes, y allí conoció a su compañera, la francesa Renée Dewas.
Estar juntos no fue sencillo para Diego y Renée. Ella junto a sus padres: Augusto Dewas y María Soudier, y sus hermanos María Luisa y Luis Carlos, regresaron un tiempo a Francia. Renée lejos de olvidarse, siguió en contacto con el español por correspondencia, hasta hoy esos escritos que se enviaban, esperando con ansias una respuesta para unos meses después.
De las vías al caballete
Renée regresó a Mendoza y allí, en 1912, se casó con Diego, con quien tuvo cuatro hijos: Susana, Francisco, Renée y Diego. A San Juan llegó en 1927, por un nuevo traslado de la empresa de ferrocarril. Vino nada más y nada menos que con el cargo de jefe de distrito de Vías y Obras del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, ganaba incluso más que el gobernador de la provincia.
Como empleado de la firma británica de trenes, vivía en una de las viviendas ubicadas cerca de la vía. Además, se ocupaba de recibir a los empresarios que visitaban la provincia, ayudado por su excelente inglés, gracias a sus años de colegio en Gibraltar. Comenzaba su tarea en las vías temprano, en la mañana, y en la tarde, cuando finalizaba con su trabajo, tomaba su caballete y se dedicaba a crear. Con su pincel dejó plasmados sobre la tela paisajes cuyanos y también retratos de marinas en los océanos Atlántico y Pacífico. Entre 1935 y 1941 expuso en varios salones de San Juan, en varios de ellos obtuvo premios: Salón Primavera, organizado por el Ateneo Popular Libre, Anual de Plástica, Oficial de Artes Plásticas y Tout Petit.
Fue propulsor de la cultura artística de la provincia y fundador de “La tribu”, una de las primeras agrupaciones dedicadas al arte en San Juan, donde también se discutía sobre ciencia, artes y letras. En este grupo Diego compartía su talento con: Manuel Marín Ibáñez, Eduardo Lenzano, José María Pineda, Galicio Colecchia, Elisa Vicenta Sastre, Virginia Orante de Aguilar, Olindo Dávoli y Ángel Rodrigo, entre otros. Además, él contribuyó a la fundación de la Comisión Provincial de Bellas Artes y Museo de Bellas Artes Benjamín Franklin Rawson.
Los hijos, nietos y bisnietos de Diego
Diego falleció siendo muy joven, el 5 de agosto de 1942. Después de eso los De Huertos dejaron la vivienda del ferrocarril y, luego del terremoto de 1944, su esposa y su hija Renée se radicaron en Buenos Aires, mientras que el resto de la familia siguió desenvolviéndose en San Juan. Ellos heredaron la apertura de su padre a conocer, la pasión por la vocación, por el trabajo y algunos de ellos también el talento para el arte.
» Susana, fallecida, fue profesora de música. Se casó con el reconocido historiador Horacio Videla, ese matrimonio fue anulado y luego se casó con Julio Bravo, comerciante, fallecido. Ellos tuvieron a: Julio, técnico electrónico, casado con Rosalba Ávila y padre de Fabiana Bravo, docente.
» Francisco “Quito”, fallecido, estudió odontología en la Universidad Nacional de Córdoba. Tuvo el consultorio en su casa, en Avenida Rioja, entre Rivadavia y Laprida. Se casó con Carmen “Pelada” González, odontóloga y tuvieron tres hijos. La mayor es Estela, docente, que es madre de Cecilia Andrea Bartolucci, fonoaudióloga; Graciela Bartolucci, dedicada al arte, y Florencia Bartolucci, licenciada en Ciencias de la Comunicación. La segunda es Carmen, arquitecta, madre de Georgina Varini, técnica constructora; Vanesa Varini, técnica constructora y Bruno Varini, laboralista dental. El menor de los hermanos es Ernesto, odontólogo como su madre y padre. Él está casado con Stella Baigorrí y es padre de Andrea, odontóloga; Fernanda, diseñadora gráfica; Diego Rubén, estudiante y José, odontólogo.
» Renée, en Buenos Aires, trabajó en el Ministerio de Guerra como jefa de personal de la sastrería militar y luego estudió cosmetología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
» Diego trabajó, como su padre, en el departamento de Vías y Obras de ferrocarriles argentinos y en el Boletín Oficial. Él se casó con Dolly de Lara, que venía de la familia de los propietarios de Casa Lara. Ellos tuvieron dos hijas. La mayor es Mónica Hebe, docente, casada con el ingeniero Hugo Carbonari. La menor es Silvia Reneé, docente, casada con Ubaldo Hidalgo, técnico en Turismo, ellos son padres de Bettina Alejandra Hildalgo, fotógrafa; Diego Javier Hidalgo, comerciante y Gabriel Zoé Hidalgo, que sigue la vocación de su bisabuelo, es encargado de mantenimiento ferroviario de una empresa carbonífera en Santa Cruz.