Acusada de negar la descendencia de huarpes en la provincia, la investigadora sostiene que a la llegada de los españoles, los huarpes eran hombres sojuzgados y en un proceso de pérdida de su cultura; y explica que la historia arqueológica sanjuanina es mucho más rica.
La doctora Catalina Teresa Michieli, una investigadora con 35 años de trayectoria y directora del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo “Prof. Mariano Gambier”, dependiente de la UNSJ, sostiene que lo indígena en la provincia no se circunscribe solamente a los huarpes y expresa que es paradójico que la acusen de negar esta cultura, cuando ella justamente promueve que se conozca la rica historia arqueológica de San Juan, antes y después de los huarpes.
“… Hay muchos años de trabajo sistemático y continuo desde este Instituto de la Universidad, ayudado por las características de San Juan. Nosotros tenemos la obligación de hacer una buena arqueología, porque tenemos más datos que otros lugares del país”, explica.
—¿Cuándo aparecen los primeros hombres en San Juan?
—Hace 8.500 años antes del Presente.
—¿En qué zonas descubrieron estos poblamientos?
—Los sitios principales donde el profesor Mariano Gambier descubrió lo que él denominó Cultura de la Fortuna, fueron alrededor al arroyo de La Fortuna en la cordillera de Ansilta. Este fue un grupo que pudo fechar, porque al ser tan antiguos sus restos no suelen quedar estratificados como para conseguir materia orgánica para hacer el fechado con carbón.
—También está en Morrillos…
—En Morrillos, no encontró en las grutas sino en unos aleros que hay al costado y alrededor de la vega. Y después estudió en otras vegas cordilleranas como la de Bauchaceta, la de Espota en Iglesia, en San Guillermo y en el Cerrillo Valdivia, vinculados con las ciénegas y pantanos que existían alrededor de Médano de Oro y Cochagual. Hay restos en otros lugares, pero esos son los principales lechos de estudio.
—¿Esas investigaciones prosiguen o ya descartaron encontrar restos más antiguos?
—Algunos colegas de Mendoza, que trabajan en zonas altas de cordillera y que investigan impacto para empresas mineras, están más volcados a ver esa problemática de la que aún no se puede saber el resultado. Cuando Gambier hizo la investigación en el cerro Valdivia, entre el año ‘75 y el ‘77, uno de los objetivos era buscar si existían porque él pensaba que ese lugar (lo que sería ahora Cochagual y Carpintería) tenía condiciones similares a lo que había sido la laguna de Tagua Tagua en Chile (NdelaR: famosa por sus restos arqueológicos) y que si había algún resto allí podríamos hallarlo, pero no fue así. Encontramos árboles quemados de 11.000 años de antigüedad pero sin presencia humana.
—¿Dónde se ubica la cultura huarpe?
—Los huarpes son el grupo que conocieron los españoles cuando llegaron. No se los conoce a través de la arqueología sino a través de los documentos que dejaron los españoles. Al estar escritos por una cultura conquistadora, hay que rastrear de forma muy particular en estos documentos porque no son específicamente sobre ellos y a veces se desliza algún dato. Por eso se los llama protohistóricos porque están a caballo entre la prehistoria y la historia, o sea ya con documentos escritos. Hay mucha historia para atrás de los huarpes, que se emparenta con ellos o no, y otra historia para adelante que también muestra una realidad que no siempre se conoce o se vulgariza.
—¿Quiénes fueron los antecesores de los huarpes?
—Encontramos una serie de poblamientos humanos diversos en la zona de San Juan hasta llegar a ese momento histórico. Es una discusión entre los arqueólogos de Cuyo quiénes fueron los antecesores y todavía no está probado y aceptado. Nosotros tenemos nuestra hipótesis bastante probada sobre cuál es el grupo generador de lo que luego van a ser los huarpes y son los poblamientos ubicados en los valles del río San Juan. En los valles de Zonda, Ullum y de río San Juan, incorrectamente llamado de Tulum, y del río Mendoza. Son grupos que a partir del año 1.000 o 1.200 colonizaron los valles y dominaron los ríos, haciendo los oasis que hoy conocemos.
—¿La huarpe es la cultura más importante de San Juan?
—No, en absoluto. El huarpe es el hombre local, que había sido conquistado por el inca, y ya era un hombre sojuzgado a la llegada de los españoles y en proceso de cambio y de desaparición de su cultura. No es de los grupos que estuvieron en el norte de San Juan entre los años 1.200 y 1.400, que era una sociedad con un desarrollo socioeconómico muy grande, que había terminado incluso cuando llegó la conquista incaica.
—¿Cuál fue esa cultura?
—Se conoce como Angualasto, por el lugar donde habitaban. Eran fuertes, con contac-tos internacionales llamaríamos ahora,
con comercio.
—¿Por qué la historia no rescata a esta cultura?
—Por dos razones: En primer lugar, si bien lo de Angualasto se conoce desde hace un siglo, qué era Angualasto lo estamos estudiando recién ahora. Por otro lado, toda la tendencia de la cultura conquistadora, eurocéntrica, trataba de minimizar los logros de sus conquistados. Y lo que hemos mamado y repetido es que los indios siempre fueron indios y siempre fueron iguales, que dentro de su cultura no había profundidad ni cambios. Desgraciadamente supervive esa idea de identificar lo indígena con los huarpes.
—¿Hay un hilo conductor con las culturas más antiguas?
—Son cosas diferentes y tampoco hay una línea que diga que estos grupos Fortuna van a dar a los huarpes, porque hay muchos cambios en el medio. Es una historia muy rica la nuestra. Hay muchos años de trabajo sistemático y continuo desde este Instituto de la Universidad, ayudado por las características de San Juan. Nosotros tenemos la obligación de hacer una buena arqueología, porque tenemos más datos que otros lugares del país.
—¿Qué rastros quedan de la cultura huarpe?
—Veo con pena cómo se están proponiendo e impulsando ceremonias indígenas, que son primero sincréticas y segundo, de grupos que nada tenían que ver con esta región, como la de la Pachamama. Los documentos religiosos sobre los huarpes, unos de los pocos que han quedado relatados en América, dan cuenta de sus creencias y no tienen nada que ver con las ceremonias que hacen quienes se dicen huarpes hacen. En marzo pasado asistí al Congreso Binacional de Raíces de Etnicidad entre Coquimbo y San Juan, como conferencista magistral, y expuse sobre esta temática. Creo que hay que reivindicar las identidades y fortalecerlas pero con la verdad. Llevo 35 años trabajando para eso y me duele que a nivel público, oficial y escolar se presente algo que no tiene sentido.
—¿Ni siquiera las ceremonias de los pobladores de las lagunas de Huanacache, que dicen ser descendientes de huarpes?
— Los huarpes que no querían ser llevados a Chile en el Siglo XVII se refugiaron en las lagunas, pero luego lo hizo otra gente y se formó una comunidad con diferentes elementos. Hay muchos portugueses, que como eran enemigos de España, venían y se refugiaban en las lagunas. Hay mucha parte de la sociedad sanjuanina, desde épocas tempranas, formada por negros. Tengo varios trabajos con documentación que traje de Chile que muestra cómo los apellidos indígenas que quedaban a mediados del XVIII en San Juan, eran apellidos que vienen del noroeste y que quedaron en negros.
—¿Cuáles son?
—Los que a mediados del XVII son negros y viven en las lagunas son Asaguate, Chancay, que no son apellidos huarpes si no capayanes. Cuando se produce el gran despoblamiento de huarpes de San Juan y Mendoza porque son llevados a trabajar a Chile, estas provincias quedan sólo como lugares donde venir a sacar indios. Cuando la economía comienza a depender del ganado, Mendoza y San Juan se afianzan como ciudades y comienzan a traer mano de obra de la zona periférica de la jurisdicción. En San Juan, se trae mano de obra de Valle Fértil y de Jáchal hacia el norte que eran ganaderos y entonces empiezan a aparecer estos apellidos cacanes y que son los indígenas que hay en los siglos XVII y XVIII y no huarpes.
—¿Este grupo también migra a las lagunas?
—Si, se corren a las lagunas y se mezclan con negros y con portugueses porque había una serie de explotaciones como el pescado, la madera y la sal que les permitía una vida más libre que estar trabajando en las encomiendas. Después hay aportes araucanos y pampeanos. Se forman grupos indígenas artificiales, que no tienen una lengua o una identidad común. Y así llegan a las lagunas el chiripá y las botas de potro, y la textilería española. Esa es la comunidad lagunera, original, que se formó con todos estos elementos pero no hay que imponerle elementos que no tiene. ¿Por qué la necesidad de llamarse huarpe como si eso significara indígena?
—¿Puede ser que como una reivindicación frente a la conquista se tome la cultura de ese momento?
—Posiblemente, pero hay muchas cosas para decir de los huarpes que no se conocen. La trasmisión oral que cuentan, como “mi abuela me enseñó a tejer así…”. Sí, como la mía que era italiana. La textilería indígena era riquísima pero se perdió y lo que queda es lo español. Asumamos la verdad, porque si no nunca vamos a poner defender lo identitario.
Nota publicada el 28 de agosto de 2009 en El Nuevo Diario.